5.06.09

Oficia Zerolo

Leo en las noticias que un niño, ya crecidito por otra parte, pues tiene tres años y cuatro meses, ha recibido, en Madrid, una “bienvenida laica” oficiada por el concejal Pedro Zerolo. El oficiante ha leído los “Derechos del Niño” y lo ha declarado, a la criatura, “ciudadano de Madrid”, que no es como ser ciudadano del cielo, pero, para el imaginario laico, debe ser de lo más parecido. Ha echado en falta Zerolo un “libro de la vida”, donde dejar constancia del evento; en el que no faltaron los cantos, los poemas y los padrinos.

Si Zerolo lee a Comte, empresa que no sé si ha llevado a cabo el famoso concejal, puede encontrar muchas sugerencias útiles en el “Sistema de política positiva”. Como Comte, también los políticos laicos – o laicistas – quieren regenerar la sociedad. Y para este fin reformador nada resulta más apto que idear una nueva religión, en la que el amor a Dios se sustituya por el amor a la humanidad, o a la democracia, o a la ciudadanía – por dioses y santos que no quede - .

Para Comte, la nueva religión debería ser una copia exacta del Catolicismo, aunque eso sí, sin los fundamentos católicos. Amor a la humanidad, sí; dogma católico, no. Pero la dogmática no desaparece sino que se transmuta en una nueva dogmática, cuyo catecismo puede ser, perfectamente, un manual progresista de Educación para la Ciudadanía.

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4.06.09

Progresismo

“Progresismo” es una palabra mágica, una especie de vocablo-talismán. Todo el mundo se quiere apuntar al carro del progreso, de lo que supone un avance. Pero para que algo sea verdaderamente progresivo, y no lo contrario, hay que dilucidar si aumenta también en perfección.

Si estuviésemos al borde de un precipicio, por ejemplo, lo prudente sería retroceder y no avanzar hacia el abismo. Pero si ese retroceso, por el poder de encantamiento del lenguaje, fuese calificado como nada progresista, entonces muchos, probablemente, estarían dispuestos a despeñarse.

Las palabras son como estrellas que se agrupan en constelaciones. A las palabras, como a las estrellas, les gusta la complicidad, la cercanía, la vida social. Las palabras se reúnen a tomar café y dibujan, sobre las cabezas y los corazones de los hablantes, trazos fantásticos, caprichosos, atrayentes o repulsivos. La palabra “progresismo” se une a otros términos de la galaxia del futuro, del bienestar para todos, del “one move for just one dream”, del buen rollito, que dicen algunos.

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2.06.09

¿Católicos sin dogma?

Yo no sé lo que algunos católicos entienden por “dogma”. Esa palabra debe despertar en algunos de ellos un desasosiego indescriptible. Recuerdo lo que, en su día, me contó un diplomático de la Santa Sede. El Papa Juan Pablo II hacía su primer viaje a México. En unas declaraciones públicas, un prócer local se adelantó a precisar: “Soy cristiano, pero sin dogmas”. Ese mismo prócer, en la dedicatoria de un libro que ofreció como regalo personal al Papa, escribía: “A Su Santidad Juan Pablo II, como hijo fiel de la Iglesia…”.

Es decir, ni entre los católicos, la opinión “pública” coincide exactamente con la opinión “publicada”. Las creencias están ahí, pero la coherencia con las propias creencias puede estar o no estar. Pensemos en Santo Tomás Moro. O en la “sensatez” – humanamente muy comprensible - de Lady Alice cuando aconsejaba a su marido no ir más lejos de lo “prudente”. De lo políticamente prudente. Y eso que Tomás Moro se jugaba algo más que el cargo y la posición; se jugaba la vida.

He tenido la fortuna de leer a Newman. Para Newman, el dogma no es un capricho, ni un signo del autoritarismo de la Iglesia, sino un desarrollo originado a partir de la revelación; un desarrollo que garantiza la objetividad de la fe.

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Sagrado Corazón de Jesús: Amor y reparación

El amor de Dios se manifiesta como amor crucificado, como reconciliación: “la prueba del amor que Dios nos tiene nos la ha dado en esto: Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores” (Romanos 5, 8). Sólo conociendo el amor es posible descubrir la gravedad del pecado. La cruz revela, a la vez, la grandeza del amor y el abismo del pecado; es absolución y condena; salvación y juicio; muerte y vida.

El Corazón de Cristo es el corazón del Buen Pastor que va tras la oveja descarriada y, al encontrarla, la carga sobre los hombros. La caridad de Jesucristo, Pastor de los hombres, refleja así la imposible indiferencia de Dios; su indeclinable compromiso.

“El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron”. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús entraña la voluntad de reparación, de satisfacción, de penitencia.

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1.06.09

No se puede matar en nombre de la vida

La defensa de la vida humana es una causa noble y justa, pero es también una causa exigente. Pide, entre otras cosas, coherencia. En nombre de la vida no se puede eliminar la vida. No se puede, por ejemplo, luchar contra el aborto disparando contra médicos abortistas. La contradicción entre una cosa y otra resulta patente. Es más, si quien defiende la vida atenta contra ella se expone no sólo a sí mismo, sino que expone también su causa, a incurrir en una odiosa contradicción; en definitiva, al descrédito.

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