InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Diciembre 2018

4.12.18

“Fascista”, o cuando las palabras terminan por no significar casi nada

“Maricón el último”, que se decía. Se decía sin querer decir nada, o casi nada. Se decía como quien dice: “Sálvese quien pueda”.

Hoy ya no se dice “maricón el último”. Estaría muy mal visto emplear esa expresión. Se evita decir eso, porque la palabra “maricón” puede resultar ofensiva, si se toma en cuenta que puede designar a un hombre homosexual. Aunque, al emplear “maricón el último”, en la mayoría de los casos no se pensase en la homosexualidad de nadie.

Es evidente que insultar a una persona por ser homosexual es absolutamente reprobable. En eso, afortunadamente, no hay – ni debe haber – vuelta atrás.

Sin embargo, se ha generalizado otro insulto: “Fascista”. Vale para un roto y para un descosido. Al igual que se empleaba, sin connotación sexual, lo de “maricón el último”, hoy se emplea, sin precisión política de ninguna clase, lo de “fascista”.

Que alguien te pide que, por la cara y sin conocerlo de nada, le des 50 euros y no se los das, ya lo sabes, eres un “fascista”. Que un político dice a los independentistas catalanes que eso de proclamar unilateralmente la independencia es como un golpe de Estado, ya puede esperar la respuesta: “Si nos dicen ‘golpistas’, nosotros les diremos ‘fascistas’”.

No se sabe bien qué es ser fascista. Sea lo que fuere, suena a ser muy malo, excesivamente autoritario, y,  ya para los muy entendidos, no solo autoritario sino también corporativista y nacionalista. Y vaya, nacionalistas hay muchos… Y muchos de ellos, ciertamente, se han inspirado en el fascismo italiano. Muchos, más de los que se suele pensar.

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3.12.18

Sacramentalidad de lo cristiano y Eucaristía

La “naturaleza sacramental de la fe alcanza su máxima expresión en la Eucaristía” (Lumen fidei, 44). En la Eucaristía confluyen dos ejes que caracterizan lo sacramental: el eje de la historia - el paso de Jesucristo de este mundo al Padre a través de su muerte y Resurrección - y el que lleva del mundo visible - compartir un mismo pan y un mismo cáliz - al invisible – participar en la intimidad de la comunión divina -, gracias al cual aprendemos a ver la hondura de la realidad.

En la Eucaristía se verifica el dinamismo de unidad y diferencia característico de lo sacramental. Jesucristo, el Redentor exaltado a la derecha del Padre, se hace presente en el signo sacramental de la Eucaristía que conmemora su Pascua. El Señor Resucitado, invisible, se hace visible en los signos de su presencia.

La ontología griega, su modo de comprender la realidad, permite mantener esa ley que hemos llamado de “proporcionalidad directa”. La realidad significada – Cristo - se hace presente en el signo significante, en el sacramento; en las especies consagradas.

Para la ontología griega el significante, visible, y el significado, invisible, no compiten entre sí. Son realidades no idénticas, pero unidas sacramentalmente.

Por el contrario, la piedad de la devoción moderna, - la devotio moderna es una corriente espiritual nacida en el siglo XIV - introduce ya una lucha entre lo visible y lo invisible, entre lo exterior y lo interior y, en definitiva, entre el mundo y Dios que conducirá, en última instancia, a disociar, con Lutero, la Iglesia invisible de la Iglesia visible.

El retorno a la eclesiología eucarística de los padres; es decir, la vuelta a la comprensión de la Iglesia desde la Eucaristía, puede ayudar a recuperar el marco ontológico, la visión de la realidad, que hace comprensible y fructífera, en el plano teológico, la sacramentalidad.

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