InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Noviembre 2018

7.11.18

¿Discursos en las exequias?

El “Ritual de Exequias” prevé que, en las exequias, alguna persona cercana al difunto tome la palabra para dirigirse a la asamblea. En teoría, no está mal esa posibilidad. En la práctica, depende.

Hace muy poco, un amigo sacerdote me explicó el mal rato que tuvo que pasar al decirle a los familiares de un difunto que el texto que tenía preparado ¿la nieta? – o alguien de la familia del finado – era completamente inadecuado. Por cursi, por ridículo. Por excesivamente sentimental y carente de contenido objetivo.

Claro que estos juicios, en una cultura del “porque yo lo valgo”, se ven en ocasiones como una imposición, como una muestra de fanatismo o como una falta de sensibilidad y de empatía.

Yo, hasta la fecha, no he tenido problemas con esas “palabras” del final. Sí tuve una experiencia un poco extraña en una ocasión. La difunta era una melómana, y sus familiares querían que, a lo largo de la Misa exequial, sonasen, gracias a un CD, piezas de ópera y de música culta que le gustaban mucho a la difunta.

No se podía no alabar el buen gusto musical de ella y de su familia, pero yo no veía de ningún modo cómo encajar ese repertorio en la celebración de la Misa.

Se me ocurrió una solución: Calculen, les dije, el tiempo que necesitan para que se oigan esas secuencias musicales, con los comentarios y moniciones que quieran hacer. Cuando esa parte musical acabe, yo comenzaré la Santa Misa, que tiene su “partitura” propia, indisponible.

Esas personas no pusieron ninguna objeción. Así se hizo. Se dedicó un tiempo a las audiciones con los comentarios. Y luego, se celebró la Santa Misa, también con música, pero ya no con los “CD”.

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4.11.18

Rezar por los (sacerdotes) difuntos

Hoy hemos tenido, en la catedral de Tui, el funeral, que cada año organiza el Cabildo, por los sacerdotes difuntos de la Diócesis. Lo ha presidido el Sr. Obispo, D. Luis Quinteiro, que, gracias a Dios, se hace presente continuamente en todas las iniciativas de la Diócesis, siempre con una palabra de aliento y de ánimo.

Al comenzar la celebración, un diácono leyó la lista de los sacerdotes difuntos desde Noviembre del año pasado hasta Noviembre de este año. Si no me equivoco, eran seis los fallecidos. Y sí comenté, luego, a alguno de los seminaristas, que ayudaban en la Santa Misa: “En nada, se mencionará mi nombre”.

Y es verdad. No sé lo que puede abarcar ese “en nada”, pero ya no mucho. Cuando uno cumple cincuenta, y más de cincuenta, como es mi caso, no está en la mitad de la vida. No. Está ya con un pie en la otra vida. Decir lo contrario sería engañarse.

Pero ese pie en la otra vida no equivale a una tragedia. Próspero de Aquitania acuñó una máxima de enorme relevancia: “Lex orandi, lex credendi”. Hay una correspondencia entre la ley de la oración y la ley de la fe. O, dicho de otro modo, la Iglesia ora en conformidad con lo que cree.

Antes de que se formulase de modo explícito la creencia en el purgatorio, la Iglesia ya oraba por los difuntos. Una práctica, orar por los difuntos, consistentemente reflejada en el Antiguo Testamento: “Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado” (2 M 12,46).

Desde el comienzo, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos, ofreciendo en su favor, sobre todo, la Santa Misa. San Juan Crisóstomo decía: “No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos”.

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