¿Universidad o catetismo?

El pasado verano visité la ciudad alemana de Friburgo de Brisgovia. En el entorno de su famosa Universidad se halla la “Karl Rahner Platz”, en honor del célebre teólogo jesuita nacido en Friburgo en 1904. No se trata, pues, de un personaje del siglo XVI, sino de un intelectual católico de los más relevantes del siglo XX.

Si no se puede negar la condición de importante pensador a Karl Rahner, tampoco cabe hacerlo con relación al teólogo suizo Hans Urs von Balthasar, a quien el cardenal de Lubac calificó como “uno de los hombres más cultos del siglo XX”.

Teología y cultura, Teología y Universidad, no son palabras antitéticas. La Universidad nació teniendo como principal cátedra la de Teología y todavía hoy en muchos países del mundo la Facultad de Teología tiene un espacio reconocido dentro de la docencia universitaria.

Además de las razones históricas, también la lógica interna de la Teología supone un motivo más que suficiente a favor de su presencia en los ámbitos del pensamiento. La Teología, y la Filosofía, tiene la responsabilidad intelectual de procurar al hombre “una orientación sobre su propia realidad y sobre la realidad del mundo como un todo”, dice el teólogo protestante W. Pannenberg.

La apertura al todo, a la realidad en su conjunto, la apuesta por una razón abierta a la universalidad de las cosas (“Universidad” viene de ahí, de “universalidad”, de “totalidad) debería de ser una señal distintiva de los ámbitos donde se cultiva el saber.

Parece que a una excelentísima señora rectora magnífica (“magnífico” tiene que ver también con “generoso”) de una célebre Universidad española no le ha parecido bien que se siga impartiendo un curso de verano sobre Teología, dirigido por un profesor de la Universidad de Comillas. Un curso de la Escuela de Teología “Karl Rahner-Hans Urs von Balthasar”, que cada año concita la atención de muchísimos alumnos y la participación de importantes pensadores.

Creo que la aludida rectora es socióloga de formación. Quizá no haya leído ni a Rahner ni a von Balthasar. Seguramente tampoco a David Martin, a Charles Taylor, a Hans Joas o a Jürgen Habermas, entre otros.

Existe el riesgo de que quien administra el poder, y el dinero de los contribuyentes, se sienta investido de una autoridad que no tiene; se sienta dueño en lugar de servidor. Si eso fuese así, la apertura a la totalidad de lo real sería suplantada poco a poco por la cerrazón del totalitarismo o, peor aún, por el catetismo; por la necedad, si no magnífica, sí enorme y descarada.

Hasta Friburgo de Brisgovia capituló ante el totalitarismo con un rector como Heidegger. Se ve que la renombrada Universidad española opta, de momento, por el catetismo. Igual, al paso que vamos, no tardan mucho en dedicarle una plaza a tan magnífica rectora.

 

Guillermo Juan Morado.

 

Los comentarios están cerrados para esta publicación.