Lecturas: José Tolentino Mendonça, “Elogio de la sed”

José Tolentino Mendonça, “Elogio de la sed”, Sal Terrae, Maliaño (Cantabria) 2018, 164 páginas.

 

José Tolentino Mendonça es un arzobispo portugués (Madeira 1965), responsable del Archivo y de la Biblioteca del Vaticano. Es especialista en Sagrada Escritura y Doctor en Teología, además de escritor y poeta.

“Elogio de la sed”, el libro que presentamos, recoge las meditaciones que su autor, como predicador de los Ejercicios Espirituales, pronunció ante el Papa y la Curia en la Cuaresma de 2018. Por este motivo el prólogo y el “saludo final” son del propio papa Francisco.

A modo de frontispicio, Tolentino cita un bello texto de Saint-Exupéry: “Si quieres construir un barco, no empieces por enviar a los hombres a buscar madera, distribuir el trabajo y dar órdenes. En vez de eso, enséñales a anhelar el vasto e inmenso mar. Cuando se haya avivado esa sed, entonces hay que ponerse a trabajar para construir el barco”.

“Avivar la sed”. La sed es una experiencia humana y, por ello, asumida por Jesús - el Verbo encarnado –, que le pide a la Samaritana: “Dame de beber” (Jn 4,7). Una expresión asombrosa que manifiesta el deseo de Dios (el deseo que el hombre tiene y, sobre todo, el deseo de salvarnos del mismo Dios).

“Hablar de la sed es hablar de la existencia real”, nos dice mons. Tolentino. Y su libro, que es una profunda meditación sobre la Escritura, transmite esta sensación de realidad. Y no solo la Sagrada Escritura, sino que la misma creación, si supiéramos contemplar el mundo con amor, “es un libro de imágenes sobre la sed de Dios” (p.57).

La Escritura nos habla, nos toca el corazón, sacia y aviva a la vez nuestra sed. Y las palabras de José Tolentino cumplen una función de mediación muy valiosa, contribuyendo a que la Palabra resuene en nuestras vidas, iluminando nuestra existencia.

Enumero el título de cada uno de los diez capítulos: 1. Aprendices del asombro. 2. La ciencia de la sed. 3. Percibí que estaba sediento. 4. Esa sed de nada que nos enferma. 5. La sed de Jesús. 6. Las lágrimas hablan de una sed. 7. Beber de la propia sed. 8. Las formas del deseo. 9. Escuchar la sed de las periferias. 10. La bienaventuranza de la sed.

Desde una perspectiva más de fondo, destacaría la preocupación del autor – lector atento de Newman – por la credibilidad de la fe no solo racional, sino “existencial, antropológica y afectiva” (p. 48). De ahí que, partiendo de la Escritura y atendiendo de manera muy notable a la lectura que de ella hacen los Padres, recurra a la literatura entendida como “una herramienta sapiencial” para la teología.

La literatura, nos dice, consigue generarse como “metáfora integral de la vida” (p.49). Nos ofrece un conocimiento concreto, no meramente conceptual, y es enormemente precisa, “pues está a la altura de la singularidad, la libertad y el carácter trágico de la vida” (p.50).

La familiaridad con la Escritura, la sensibilidad literaria y la “contemporaneidad” se aúnan en este libro, hondamente pensado y muy bien escrito. Algunos pasajes son, sencillamente, magistrales. La bienaventuranza de la sed se vive al dilatar nuestro deseo de Dios y al sabernos abrazados por su exceso de amor.

 

Guillermo Juan Morado.

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