Creer e imaginar

La reflexión sobre la estructura sacramental de la fe cristiana nos ha llevado a considerar el sentido sacramental de todo lo cristiano y a ver reflejado este sentido, que asocia lo visible a lo invisible, en la relación que une los sentidos y la fe.

Jesucristo, el Verbo encarnado, se ha dejado ver, oír y tocar y la transmisión de la revelación en la Iglesia se lleva a cabo, de manera concreta, de persona a persona: “La fe se transmite, por así decirlo, por contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra llama” (Lumen fidei, 37).

Nuestra exposición ha de recorrer un último tramo. Los sacramentos, celebrados en la liturgia de la Iglesia, que son el ámbito propio para la transmisión de la fe – ella misma sacramental - , tocan la imaginación a través de los sentidos corporales.

Imaginar es entrar en lo real “con colores, sonidos, un tocar, un olor y un gusto que emergen más vivos y vivificantes” (N. Steeves).

Como escribía Romano Guardini: “La Liturgia es un mundo de realidades santas y misteriosas, representadas en forma sensible; tiene carácter sacramental”.

Estas realidades tocan la imaginación, que ejerce, como veremos, un papel de mediación entre el espíritu y la carne, entre lo invisible y lo visible. 

El bautismo, como explicaba Cirilo de Jerusalén en sus Catequesis mistagógicas, abre en quien lo recibe la capacidad de comprender y de imaginar para otorgar su auténtico significado a lo que los sentidos captan. 

Guillermo Juan Morado.

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