El retorno de la Filosofía: ¿No por convicción, sino por poder?

No soy sospechoso, en principio, de ser enemigo de la Filosofía. Soy licenciado en esa especialidad, con una licenciatura civil (expedida por la UNED) y otra eclesiástica (por la Universidad Gregoriana, de Roma).

Creo haber leído en algún sitio que Pío XII decía que si Stalin invadía Italia y se incautaba del Vaticano, él, el Papa, podría sobrevivir dando clases de lengua francesa. Es conocida la afición de este pontífice por los idiomas.

Yo no sé qué haría si, hoy o mañana, suprimiesen la famosa “X” – el único vestigio de libertad que existe en medio de la dictatura de los impuestos - , pero, quizá, con la recuperada bienvenida a las clases de Filosofía tendría un pequeño motivo – en sí insignificante a mis años – de esperanza.

Sea lo que sea, estoy convencido de que el desprestigio de la Filosofía ha venido de ella misma. La sombra del positivismo es alargada y, en cierta medida, nefasta. La razón analítica, disolvente, sirve para combatir los embustes. Desempeña una función crítica necesaria e insustituible.

Pero no se puede vivir solo con la disolución. Hace falta construir. Hace falta pasar de un conocimiento muy exacto, pero muy limitado, a un conocimiento también riguroso, pero más global, más total. Y en ese paso se juega el ser o no ser de la Filosofía. Si ella misma, encantada por los logros de la ciencia positiva, ha jugado a ser lo que ni era ni podría llegar a ser, en el pecado ha encontrado su penitencia, su irrelevancia.

Es un proceso algo similar al de la Teología: solo es relevante si se reivindica como teológica; si no, está de más. Muchos la han expulsado del ámbito de los saberes por considerarla incómoda; otros, desde dentro, han colaborado a ese exilio.

Con la Filosofía ha sucedido algo análogo. Si hoy se reivindica su enseñanza, me temo que se deba no a un convencimiento profundo de su utilidad para la vida del hombre, sino al poder que todavía pueden ejercer los licenciados, doctores, profesores, catedráticos… etc. de Filosofía.

Las “Letras” – lo que otrora se llamaba así – suelen tender un poco más a la izquierda política (no las “Letras”, sino sus cultivadores). Los saberes más positivistas (sus cultivadores) suelen inclinarse, al menos desde K. Popper, al liberalismo y a la derecha. Ya sé que es simplificar, pero algo de esto es real.

¡Bien por el recibimiento en la casa de los saberes a la Filosofía!

¡Ojalá que este retorno obedezca a razones de fondo! Sin la Filosofía – y, guste o no, hay que decirlo – sin la Teología, el fragmento termina por anular al todo.

Pero los teólogos ya no tenemos fuerza para reivindicar nada. Hemos llegado al extremo de la auto-aniquilación.

 

Guillermo Juan Morado.

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