La falsa magnaminidad de Podemos (y de otros similares, al menos en esto)

Según parece Podemos, ese partido político que pretende ser “nuevo”, ha dado muestra, una vez más, de su, literalmente increíble, “grandeza” y “elevación de ánimo”. Podemos será – quizá por el efecto del Año de la Misericordia, ya clausurado – “condescendiente” hasta “tolerar” que, en cinco años, la Iglesia Católica se autofinancie completamente; es decir, que viva, exclusivamente, de las cuotas que paguen sus feligreses. Me siento muy conmovido por ello.

Y la razón que da un partido tan ilustrado, tan amante de la cultura, tan solícito del bien común y del de los más pobres, es muy clara: “la práctica religiosa no es un servicio público que beneficie a toda la ciudadanía”. No sé qué se entiende por eso de “beneficiar a toda la ciudadanía”. Ni se acaba de entender – ¡oh maldita ligazón entre conocimiento e interés! -  qué se puede considerar como “público”. No sé si a toda la ciudadanía le beneficia subvencionar a los partidos políticos, a las autonomías, a los sindicatos, o al cine; pongamos por caso.

Lo que sí sé es que, allí donde se respeta la libertad religiosa, hay más libertad. Y, si se respeta la libertad religiosa, nada impide que el Estado colabore con las confesiones religiosas permitiendo que, los ciudadanos, no el Estado, destinen una parte de los impuestos que ya pagan a sostener a la Iglesia (o a las confesiones que hayan establecido acuerdos con el Estado).

Ojalá que a mí, como contribuyente, se me permitiese marcar la “X” en contra del aborto, por desgracia subvencionado en hospitales públicos. O que se me diese la posibilidad de optar o no a favor de ayudas a otras causas que, a mi juicio, son nefastas, o innecesarias.

Los de Podemos – y no solo ellos - no ven esos “detallitos”. Que se financie a los partidos  - obligatoriamente a costa de todos los ciudadanos - les parecerá de lujo. Que los  (ciudadanos) que quieran hacerlo ayuden a sostener a la Iglesia Católica, les parecerá, dentro de cinco años, intolerable. Será que les gustan más las mezquitas o los museos del ateísmo. Pues que propongan sendas “X” a favor de unas o de otros. Ya sabemos de los antecedentes de estos genios de la ciencia política.

La prisa es una mala consejera. Podemos y Ciudadanos y quizá, con menor presión en contra, el PSOE y el PP, se equivocan, a mi modo de ver. La sociedad no gana nada perdiendo la mayor parte del patrimonio artístico, que se sostiene porque alguien de la Iglesia abre la puerta y la ventana de las muchas iglesias de nuestro país.

Es tan sencillo como eso: las puertas y las ventanas de la mayor parte de los edificios del patrimonio cultural se abren porque el párroco se preocupa de que se abran. Sin el párroco, a corto o a largo plazo, esos edificios se arruinarán, se vendrán abajo.

La sociedad, encima, no gana nada impidiendo que los mandamientos de la Ley de Dios suenen, aunque desde muy lejos, como un freno, frente a la ley del más fuerte. Ni pierde nada, la sociedad, por el hecho de que la dignidad de la persona humana sea apuntalada por un nuevo motivo: el haber sido creados a imagen y semejanza de Dios.

Los que tienen tanta prisa en reducir a la Iglesia, no a la pobreza, en la que siempre ha vivido, sino a la miseria, se equivocan de plano. Contribuirán a causar un daño irreparable a la libertad de los ciudadanos, al patrimonio artístico y cultural – y repasen, si no, lo que ha sucedido tras las Desamortizaciones y la Guerra “civil” -  y, en suma, contribuirán a la desvalorización del significado del hombre, de lo que significa el ser humano.

No tienen que ser beligerantes en contra del Catolicismo los que desean hacer daño. Solo han de esperar. El Catolicismo, en España, se cae solo. De todos modos, no piensen que lo básico es acabar con la “X”. Piensen, los que desean que la Iglesia perdure, en cómo, tras la extinción de la “X”, mantendrá, o no, la Iglesia lo que, hasta ahora, ha mantenido. Por el bien del hombre, de su libertad y del patrimonio cultural.

Las cosas son así. O así las veo. Pero a algunos, como a los de Podemos, las prisas les sobrepasan. Es posible que Dios tolere un mal para lograr un bien mayor: Una Iglesia mucho más confesante, aunque sin catedrales ni templos.

La Iglesia será más pura, quizá sí. El patrimonio se verá mermado y las libertades de los ciudadanos recortadas, también. Es lo que tiene ser totalitario: La libertad se recorta siempre.

Gracias, al lector, por haberme leído.

 

Guillermo Juan Morado.

Los comentarios están cerrados para esta publicación.