Los gastos que no se ven

Muchos gastos, en una Parroquia, simplemente no se ven. Son los costosos gastos de mantenimiento, que solo se dejan notar cuando, tras un largo período, no ha habido mantenimiento; en ese caso, todo, de golpe, se convierte en un desastre.

La generosidad de los fieles está muy condicionada por lo visible. Es “visible” la pobreza de los más necesitados. Resulta mucho menos “visible” mantener el edificio que, cada mes, hace posible el culto y, también, la colecta en favor de los más menesterosos.

Si el templo parroquial se cierra - por impago, por ruina, por los más diversos motivos - se acaban las colectas a favor de los necesitados, de las misiones, de los Santos Lugares y hasta en favor de la Santa Sede – eso que llaman el “óbolo de San Pedro” - .

Cuesta convencer a los fieles de la importancia de sostener lo ordinario. Todos, quizá, preferimos, inconscientemente,  los fuegos artificiales al alumbrado que nos asegura llegar a la casa propia sin caernos.

Pero llegar a casa sin caernos es muy importante. Como lo es que una Parroquia pueda mantener sus gastos: suministros, reparaciones, etc.

Los católicos tendríamos que ser, un poco más, sanamente “materialistas”.

El Catolicismo apuesta por la Encarnación, por el espíritu y por la materia.

Debería apostar, también, un católico, por apoyar económicamente a la Iglesia.

Si la fe no llega al bolsillo, es que no es fe; es decir, no sería nada importante creer o no creer. Ser cristiano o no serlo.

 

Guillermo Juan Morado.

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