Dios ama desigualmente a todos los hombres.

GratuidadDios no ama igualmente a todos los hombres, sino que ama a todos los hombres en forma desigual.

Retomamos aquí un tema tratado ya con mucho acierto por el P. Iraburu.

La explicación teológica, luminosa como siempre, la trae Santo Tomás en Ia, q. 20, a 3:

“Como amar es querer el bien para alguien, en un doble sentido puede decirse amar más o menos. 1) Uno, por parte del mismo acto de la voluntad, que puede ser más o menos intenso. En este sentido, Dios no ama a unos más que a otros, porque todo lo ama con un solo y simple acto de voluntad, que siempre tiene la misma intensidad. 2) Otro, por parte del mismo bien que alguien quiere para el amado. Y, en este sentido, decimos que alguien ama más a otro si el bien que se le desea es mayor, aun cuando no sea con una más intensa voluntad. Y en este sentido es en el que hay que decir que Dios ama a unos más que a otros. Pues como el amor de Dios es causa de la bondad de las cosas, como ya se dijo, una cosa no sería mejor que otra si Dios no quisiera para ella un mayor bien.”

Veamos ahora lo que dice el Magisterio de la Iglesia al respecto.

II CONCILIO DE ORANGE (529). Contra los semipelagianos.

“D-176 [II. Sobre la gracia.] Can. 3. Si alguno dice que la gracia de Dios puede conferirse por invocación humana, y no que la misma gracia hace que sea invocado por nosotros, contradice al profeta Isaías o al Apóstol, que dice lo mismo: He sido encontrado por los que no me buscaban; manifiestamente aparecí a quienes por mí no preguntaban [Rom. 10, 20; cf. Is. 65, 1].

D-177 Can. 4. Si alguno porfía que Dios espera nuestra voluntad para limpiarnos del pecado, y no confiesa que aun el querer ser limpios se hace en nosotros por infusión y operación sobre nosotros del Espíritu Santo, resiste al mismo Espíritu Santo que por Salomón dice: Es Preparada la voluntad por el Señor [Prov. 8, 35: LXX], y al Apóstol que saludablemente predica: Dios es el que obra en nosotros el querer y el acabar, según su beneplácito [Phil. 2, 13].

D-178 Can. 5. Si alguno dice que está naturalmente en nosotros lo mismo el aumento que el inicio de la fe y hasta el afecto de credulidad por el que creemos en Aquel que justifica al impío y que llegamos a la regeneración del sagrada bautismo, no por don de la gracia - es decir, por inspiración del Espíritu Santo, que corrige nuestra voluntad de la infidelidad a la fe, de la impiedad a la piedad –, se muestra enemigo de los dogmas apostólicos, como quiera que el bienaventurado Pablo dice: Confiamos que quien empezó en vosotros la obra buena, la acabará hasta el día de Cristo Jesús [Phil. 1, 6]; y aquello: A vosotros se os ha concedido por Cristo, no sólo que creáis en El, sino también que por El padezcáis [Phil. 1, 29]; y: De gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, puesto que es don de Dios [Eph. 2, 8]. Porque quienes dicen que la fe, por la que creemos en Dios es natural, definen en cierto modo que son fieles todos aquellos que son ajenos a la Iglesia de Dios.

D-179 Can 6. Si alguno dice que se nos confiere divinamente misericordia cuando sin la gracia de Dios creemos, queremos, deseamos, nos esforzamos, trabajamos, oramos, vigilamos, estudiamos, pedimos, buscamos, llamamos, y no confiesa que por la infusión e inspiración del Espíritu Santo se da en nosotros que creamos y queramos o que podamos hacer, como se debe, todas estas cosas; y condiciona la ayuda de la gracia a la humildad y obediencia humanas y no consiente en que es don de la gracia misma que seamos obedientes y humildes, resiste al Apóstol que dice ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? [1 Cor. 4, 7]; y: Por la gracia de Dios soy lo que soy [1 Cor. 15, 10].

D-182 Can. 9. «Sobre la ayuda de Dios. Don divino es el que pensemos rectamente y que contengamos nuestros pies de la falsedad y la injusticia; porque cuantas veces bien obramos, Dios, para que obremos, obra en nosotros y con nosotros» .

D-185 Can. 12. «Cuáles nos ama Dios. Tales nos ama Dios cuales hemos de ser por don suyo, no cuales somos por merecimiento nuestro» .

D-187 Can. 14. «Ningún miserable se ve libre de miseria alguna, sino el que es prevenido de la misericordia de Dios» como dice el salmista: Prontamente se nos anticipe, Señor, tu misericordia [Ps. 78, 8] y aquello: Dios mío, su misericordia me prevendrá [Ps. 58, 11].

D-193 Can. 20. «Que el hombre no puede nada, bueno sin Dios. Muchos bienes hace Dios en el hombre, que no hace el hombre; ningún bien, empero, hace el hombre que no otorgue Dios que lo haga el hombre» .

D-195 Can. 22. «De lo que es propio de los hombres. Nadie tiene de suyo, sino mentira y pecado. Y si alguno tiene alguna verdad y justicia, viene de aquella fuente de que debemos estar sedientos en este desierto, a fin de que, rociados, como si dijéramos, por algunas gotas de ella, no desfallezcamos en el camino» .

D-198 Can 25. «Del amor con que amamos a Dios. Amar a Dios es en absoluto un don de Dios. El mismo, que, sin ser amado, ama, nos otorgó que le amásemos. Desagradándole fuimos amados, para que se diera en nosotros con que le agradáramos. En efecto, el Espíritu del Padre y del Hijo, a quien con el Padre y el Hijo amamos, derrama en nuestros corazones la caridad» [Rom. 5, 5].

D-199 Y así, conforme a las sentencias de las Santas Escrituras arriba escritas o las definiciones de los antiguos Padres, debemos por bondad de Dios predicar y creer que por el pecado del primer hombre, de tal manera quedó inclinado y debilitado el libre albedrío que, en adelante, nadie puede amar a Dios, como se debe, o creer en Dios u obrar por Dios lo que es bueno, sino aquel a quien previniere la gracia de la divina misericordia. De ahí que aun aquella preclara fe que el Apóstol Pablo [Hebr. 11] proclama en alabanza del justo Abel, de Noé, Abraham, Isaac y Jacob, y de toda la muchedumbre de los antiguos santos, creemos que les fué conferida no por el bien de la naturaleza que primero fué dado en Adán, sino por la gracia de Dios. Esta. Misma gracia, aun después del advenimiento del Señor, a todos los que desean bautizarse sabemos y creemos juntamente que no se les confiere por su libre albedrío, sino por la largueza de Cristo, conforme a lo que muchas veces hemos dicho ya y lo predica el Apóstol Pablo: a vosotros se os ha dado, por Cristo, no sólo que creáis en Él, sino también que padezcáis por El [Phil. 1, 29]; y aquello: Dios que empezó en vosotros la obra buena, la acabará hasta el día de nuestro Señor [Phil. 1, 6]; y lo otro: De gracia habéis sido salvados por la fe, y esto no de vosotros: porque don es de Dios [Eph. 2, 8]; y lo que de sí mismo dice el Apóstol: He alcanzado misericordia para ser fiel [1 Cor. 7, 25; 1 Tim. 1, 13]; no dijo: «porque era», sino «para ser». Y aquello: ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? [ 1 Cor. 4, 7]. Y aquello: Toda dádiva buena y todo don perfecto, de arriba es, y baja del Padre de las luces [Iac. 1, 17]. Y aquello: Nadie tiene nada, si no le fuere dado de arriba [Ioh. 3, 27].

(…)

También profesamos y creemos saludablemente que en toda obra buena, no empezamos nosotros y luego somos ayudados por la misericordia de Dios, sino que El nos inspira primero - sin que preceda merecimiento bueno alguno de nuestra parte - la fe y el amor a El, para que busquemos fielmente el sacramento del bautismo, y para que después del bautismo, con ayuda suya, podamos cumplir lo que a El agrada. De ahí que ha de creerse de toda evidencia que aquella tan maravillosa fe del ladrón a quien el Señor llamó a la patria del paraíso [Lc. 23, 43], y la del centurión Cornelio, a quien fué enviado un ángel [Act. 10, 3] y la de Zaqueo, que mereció hospedar al Señor mismo [Lc. 19, 6], no les vino de la naturaleza, sino que fué don de la liberalidad divina.

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Agreguemos lo que dice el Concilio de Trento, en el cap. VII del “Decreto sobre la Justificación“:

“Finalmente, la única causa formal [de la justificación] es la justicia de Dios, no aquella con la que Él es justo, sino aquella con que nos hace justos a nosotros, es decir, aquella por la que, dotados por Él, somos renovados en el espíritu de nuestra mente y no sólo somos reputados justos, sino que verdaderamente nos llamamos y lo somos, al recibir en nosotros cada uno su justicia, según la medida en que el Espíritu Santo la reparte a cada uno como quiere (1 Cor. 12,11) yf según la propia disposición y cooperación de cada cual."  (D. 799)

Disposición y cooperación nuestra, a su vez, que, de acuerdo con el II Concilio de Orange, deberá entenderse como fruto de la acción divina eficaz en nosotros

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Por tanto, argumentamos así:

Nada hay bueno en el hombre que no sea don de Dios. Pero en los hombres hay distintos grados de bondad. Por tanto, Dios no da los mismos dones a todos los hombres igualmente.

Ahora bien, los dones de Dios a los hombres proceden del amor de Dios a los hombres.

Por tanto, si Dios no da los mismos dones a todos los hombres igualmente, entonces no ama a todos por igual, si bien sí ama a todos, pues a todos hace algún don, comenzando por el mismo don de la existencia.

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Por eso dice el Concilio de Orange:

D-185 Can. 12. «Cuáles nos ama Dios. Tales nos ama Dios cuales hemos de ser por don suyo, no cuales somos por merecimiento nuestro».

Lo que hemos de llegar a ser, lo hemos de llegar a ser por don de Dios, y eso que hemos de llegar a ser es fruto del amor de Dios hacia nosotros.

Pero distintos seres humanos llegan a distintos grados de bondad y santidad.

Luego, Dios les ha dado sus dones según grados diferentes, porque ha amado a unos más que a otros.

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También dice Orange:

D-198 Can 25. «Del amor con que amamos a Dios. Amar a Dios es en absoluto un don de Dios. El mismo, que, sin ser amado, ama, nos otorgó que le amásemos. Desagradándole fuimos amados, para que se diera en nosotros con que le agradáramos. En efecto, el Espíritu del Padre y del Hijo, a quien con el Padre y el Hijo amamos, derrama en nuestros corazones la caridad» [Rom. 5, 5].

Amar a Dios es un don de Dios. Pero no todos los hombres aman a Dios en la misma medida. Por tanto, no todos han recibido el mismo don de Dios.

Pero Dios nos da sus dones porque nos ama. Por eso dice: “El mismo, que, sin ser amado, ama, nos otorgó que le amásemos.” Y “fuimos amados, para que se diera en nosotros con que le amáramos”.

Por tanto, no todos los hombres han sido igualmente amados por Dios.

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Y también dice: «Ningún miserable se ve libre de miseria alguna, sino el que es prevenido de la misericordia de Dios» como dice el salmista: Prontamente se nos anticipe, Señor, tu misericordia [Ps. 78, 8] y aquello: Dios mío, su misericordia me prevendrá [Ps. 58, 11].”

La misericordia divina, en efecto, es una forma del amor divino.

Por tanto, Dios no ama igualmente a todos los hombres, porque su misericordia no previene igualmente a todos los hombres, porque no da a todos los mismos dones.

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Las citas bíblicas del Concilio de Orange son más que elocuentes al respecto:

Dios es el que obra en nosotros el querer y el acabar, según su beneplácito [Phil. 2, 13].”

Dios obra, entonces, en los santos, todo aquello que los eleva a la perfección de la vida cristiana, distinguiéndolos así de los que no llegan a esa perfección. Y lo hace “según su beneplácito”, o sea, por su libre voluntad, como dice también el Concilio de Orange en los textos citados:

“De ahí que ha de creerse de toda evidencia que aquella tan maravillosa fe del ladrón a quien el Señor llamó a la patria del paraíso [Lc. 23, 43], y la del centurión Cornelio, a quien fué enviado un ángel [Act. 10, 3] y la de Zaqueo, que mereció hospedar al Señor mismo [Lc. 19, 6], no les vino de la naturaleza, sino que fué don de la liberalidad divina.”

Es evidente, entonces, que Dios no obra igualmente en todos los hombres, ni en el ladrón malo, ni en tantos otros centuriones aparte de Cornelio, ni en tantos otros publicanos distintos de Zaqueo, ni en tantos otros fariseos distintos de San Pablo y que a lo mejor no perseguían a la Iglesia con la saña con que lo hacía él.

Y de ahí se sigue que no los ama igualmente a todos.

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Y es que si dijésemos que Dios ama a todos por igual, deberíamos decir que da o al menos ofrece a todos los mismos dones, y que es según la aceptación o el rechazo de cada uno que esos dones fructifican o no, y lo hacen más o menos.

Pero entonces no sería verdad esto que dice el Concilio de Orange:

“D-176 [II. Sobre la gracia.] Can. 3. Si alguno dice que la gracia de Dios puede conferirse por invocación humana, y no que la misma gracia hace que sea invocado por nosotros, contradice al profeta Isaías o al Apóstol, que dice lo mismo: He sido encontrado por los que no me buscaban; manifiestamente aparecí a quienes por mí no preguntaban [Rom. 10, 20; cf. Is. 65, 1].

D-177 Can. 4. Si alguno porfía que Dios espera nuestra voluntad para limpiarnos del pecado, y no confiesa que aun el querer ser limpios se hace en nosotros por infusión y operación sobre nosotros del Espíritu Santo, resiste al mismo Espíritu Santo que por Salomón dice: Es preparada la voluntad por el Señor [Prov. 8, 35: LXX], y al Apóstol que saludablemente predica: Dios es el que obra en nosotros el querer y el acabar, según su beneplácito [Phil. 2, 13].

De donde se sigue que para la misma aceptación de la gracia divina es necesaria la gracia de Dios.

Por donde es claro que la iniciativa, en última instancia, es siempre de Dios y no nuestra, mientras que si depende en última instancia de nuestra aceptación o rechazo que la gracia fructifique o no, y que lo haga más o menos, entonces la iniciativa, en última instancia, es nuestra y no de Dios.  

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Y ahí se cumple a rajatabla la expresión del Papa Francisco: “Dios nos primerea”.

Porque no cabe duda, por ejemplo, que Saulo hizo todo lo posible, no por aceptar, sino por rechazar la gracia de Dios, antes de que esa misma gracia lo moviese a aceptarla cuando lo tiró por tierra camino de Damasco.

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Por eso dice el R. P. Reginaldo Garrigou – Lagrange, O. P., en su libro “La Predestinación de los Santos y la Gracia” (pp. 31 – 33):

“El canon 12 es una fórmula del principio de predilección: Tales nos amat Deus, quales futuri sumus ipsius dono, non quales sumus nostro merito (Dios nos ama tales cuales llegaremos a ser por don suyo, y no cuales somos por nuestro mérito.), extraído de la 56* sentencia de Próspero. De él se sigue necesariamente: Tales magis amat Deus, quales futuri sunt meliores ipsius dono. Dios ama más a aquellos que por su don han de ser mejores. En otros términos, nadie sería mejor que otro, si no fuese más amado por Dios.

Al citar este canon, Denzinger, n. 185, remite al Indiculus de gratia Dei, ibid., n. 134, donde se dice: Nemo aliunde Deo placet, nisi ex eo quod ipse donaverit (Nadie agrada a Dios, sino por aquello que El mismo le haya dado) y entonces nadie place más a Dios que otro, sin haber recibido más de Dios. Si por el contrario la gracia se hiciera eficaz en actu secundo por nuestro consentimiento, sucedería que de dos hombres igualmente ayudados, uno llegaría a ser mejor, mejor sin haber sido más amado, más ayudado, mejor sin haber recibido más. No es esto lo que leemos en el Concilio de Orange, ni en el Indiculus de gratia, colección de las declaraciones de la Iglesia Romana, compuesta según toda verosimilitud por el futuro papa San León I. Esta compilación es aceptada en todas partes hacia el año 500.

(…)

“El principio de predilección está expresado también bajo otras formas en el Concilio de Orange; ver canon 16: Nemo ex quod videtur habere, glorietur, tanquam non acceperit (Nadie se gloríe por aquello que le parece tener, como si no lo hubiera recibido); canon 20 (n. 193): Multa Deus facit in homine bona, quae non facit homo, nulla vero facit homo bona, quae non Deus praestat ut faciat homo (Dios hace en el hombre muchas cosas buenas que el hombre no hace, mas en verdad ninguna cosa buena hace el hombre que Dios no dé que haga.). Este extracto de San Agustín y de la 312* sentencia de Próspero significa que todo bien deriva de Dios, sea como autor de la naturaleza, sea como autor de la gracia, y, por consiguiente, que nadie es mejor sin haber recibido más.

Es también el sentido del canon 22: Nemo habet de suo nisi mendacium et peccatum. Si quid autem habet homo veritatis atque justitiae, ab illo fonte est, quem debemus sitire in hac eremo, ut ex eo quasi guttis quibusdam irrorat non deficiamus in via (Nadie tiene de propio sino la mentira y el pecado. Si algo, pues, tiene el hombre de verdad y justicia, proviene de aquella fuente que debemos desear en este desierto, a fin de que recibiendo de ella como un rocío, no desfallezcamos en el camino.).

(…)

Asimismo ven este principio en las palabras de San Pablo: Deus est qui operatur in vobis velle et perficere, pro bona voluntate (Filip., II, 13); Quis enim te discernit? Quid autem habes quod non accepisti? (I Cor., IV, 7) (Dios es quien obra en vosotros por su buena voluntad el querer y el obrar. ¿Quién es el que te distingue? ¿Qué es lo que tienes que no lo hayas recibido?).

¿No es eso, acaso, lo que negaban los semipelagianos diciendo que Dios quiere salvar igualmente a todos los hombres y que El no es el autor, sino el espectador, de aquello que distingueal justo del impío, y a los elegidos de los otros hombres?”

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Y es que efectivamente, si no es Dios, en última instancia, el que distingue al bueno del malo, entonces es el bueno mismo el que se distingue a sí mismo, se da a sí mismo esa bondad, justicia y santidad de la que carece el otro, y entonces, no debe agradecer eso en última instancia a Dios, sino a sí mismo, ni es Dios en última instancia su Salvador, sino él mismo, siendo Dios en todo caso espectador de lo bien que este hombre usa la gracia divina, lo cual coincide en lo esencial con el pelagianismo.

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Por eso dice Garrigou – Lagrange:

“Y de hecho Molina dice (es un mínimo indispensable): a condición de que Dios, según su beneplácito enteramente gratuito, quiera colocar al hombre en las circunstancias en que por la ciencia media prevé que este hombre perseverará. Por ahí, como por su teoría del pacto relativo al initium salutis , el molinismo evita el semipelagianismo; pero a los ojos de los tomistas, parece disminuir la primer gracia y el magnum et speciale donum perseverantiae finalis.” (op. cit., pp. 28 – 29).

Donde se ve que para evitar el semipelagianismo, según Garrigou – Lagrange, hay que aceptar que la iniciativa, en última instancia, es de Dios, y no del hombre, y que por tanto, si alguno es mejor que otro, es porque Dios lo ha amado más, aunque sea por el hecho, según la teoría molinista, de haberlo querido crear en las circunstancias en que responderá afirmativamente a la gracia, en vez de crearlo en que aquellas circunstancias en que la rechazaría.

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Es notable en ese sentido la forma errada en que algunos entienden la parábola de los obreros de la última hora. Dice por ahí en Internet:

“Es entonces que rememora lo que su madre le explicó, citando la parábola del Hijo Pródigo, o bien la de los obreros de la viña, donde el propietario paga igual remuneración a todos los obreros, recordando que Dios ama a todos por igual de la misma forma que una madre ama a todos sus hijos.”

http://www.news.va/es/news/dios-ama-a-todos-por-igual-como-una-madre-a-todos

Santo Tomás de Aquino (Ia IIae, q. 23, a. 5) dice, con mucha más lucidez:

“Sin embargo, aun cuando Dios no trate igual a quienes son iguales, no por eso hay iniquidad en El. (…) En lo que se da por gracia, alguien puede dar libremente lo que quiera, o más o menos, mientras no deje de dar lo debido a quien le toque y no haya detrimento de la justicia. Esto es lo que dice el padre de familia en Mt 20,14s.: Toma lo tuyo y márchate. ¿Acaso no puedo hacer lo que quiero?

Para el sitio de Internet, Dios ama a todos los hombres igualmente, porque a todos los operarios, tanto a los que comenzaron a trabajar de madrugada como a los que llegaron al atardecer, el propietario les paga lo mismo.

Para Santo Tomás, ésa es la razón, precisamente, por la cual hay que decir que Dios no ama igualmente a todos los hombres, porque el propietario pagó lo mismo a los que no habían trabajado lo mismo.

Y ése es claramente el sentido de la parábola, por eso los que llegaron primero se quejan al propietario. Y la respuesta de éste no es “Amo a todos por igual”, sino “Hago lo que quiero con lo que es mío”.

En definitiva: el amor de Dios al hombre y la salvación que deriva de él es gracia, es gratuito, no es debido al hombre en justicia, y por tanto, no es debido a ninguno, de modo que Dios puede darlo a quien Él quiera y a quien quiera no darlo, con total libertad y “liberalidad”, como dice el II Concilio de Orange según vimos.

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Eso no significa, por supuesto, desconocer el papel de la libertad humana, en la aceptación o el rechazo de la gracia divina, en la salvación del hombre.

Pero sí implica que toda forma de explicar esa verdad debe poder conciliarse con lo arriba dicho.

Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

“600 Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por tanto establece su designio eterno de “predestinación” incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a su gracia: “Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús, que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con las naciones gentiles y los pueblos de Israel (cf. Sal 2, 1-2), de tal suerte que ellos han cumplido todo lo que, en tu poder y tu sabiduría, habías predestinado” (Hch 4, 27-28). Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera (cf. Mt 26, 54; Jn 18, 36; 19, 11) para realizar su designio de salvación (cf. Hch 3, 17-18).”

Es decir, la clave está en no oponer predestinación divina y libertad de la creatura, sino en reconocer el misterio inefable por el que la misma libertad de la creatura queda integrada en el designio de la predestinación divina.

Lo que sí nos exige nuestra fe es sostener que Dios no predestina a nadie al pecado, como dice el mismo Concilio II de Orange:

“D-200 [III. De la predestinación.] También creemos según la fe católica que, después de recibida por el bautismo la gracia, todos los bautizados pueden y deben, con el auxilio y cooperación de Cristo, con tal que quieran fielmente trabajar, cumplir lo que pertenece a la salud del alma. Que algunos, empero, hayan sido predestinados por el poder divino para el mal, no sólo no lo creemos, sino que si hubiere quienes tamaño mal se atrevan a creer, con toda detestación pronunciamos anatema contra ellos.”

Del cual misterio insondable dice San Pablo en la Carta a los Romanos, cap. 11, vv. 33 - 36:

“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!  Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?  ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?  Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.”

49 comentarios

  
susi
Espero no caer en la herejía...))
Es bonito que Dios no quiera igual a toda la gente. para Él cada uno es especial , no hechos de serie en una fábrica.
Dios todo lo hace bien, hasta el hecho de amarnos de diferente manera a cada cual.
Felices Pascuas.

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Gracias e igualmente.
26/04/17 4:50 PM
  
Juan Andrés
Como desde hace mucho tiempo se viene tironeando a Dios para bajarlo a este mundo y hacerlo un par nuestro (un padre compinche, amigo, etc), en estos tiempos de sentimentalismo buenista, estas afirmaciones no son eclesialmente correctas. Sólo se pueden entender volviendo al "Yo soy el que soy" y someterse a su voluntad y al misterio, y abandonarse en su voluntad sobrenatural.

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Exacto, pero yo diría más bien que no son políticamente correctas en el catolicismo actual. Eclesialmente hablando, por el contrario, son la corrección misma.

Saludos cordiales.
26/04/17 5:56 PM
  
josé vicente
nadie tiene de suyo sino mentira y pecado, y Dios nos justifica y perdona.
26/04/17 7:37 PM
  
Antonio Sebastián
No sé si me equivoco, pero creo que eso está directamente relacionado con la parábola de los talentos, a uno le da 10, a otro le da 5, a otro le da 1. Ahora bien, en el orden de lo infinito no sé si infinito + 1 = infinito + 5 = infinito + 10.

Desde luego matemáticamente:

infinito + 1 = infinito

infinito + 5 = infinito

infinito + 10 = infinito

No se si serán algo análogo.

Muchas gracias por el artículo. DIOS le bendiga.

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Gracias a Ud. Efectivamente, la parábola de los talentos es clara al respecto.

A mí me hace pensar en lo que cuenta Santa Teresita del Niño Jesús, que cuando era niña, su madre le habló de los diversos grados de gloria que hay en en Cielo, y al preguntar ella si los bienaventurados que tuviesen un grado menor de gloria no estarían tristes por eso, su madre puso ante ella vasos de distintos tamaños,los llenó todos de agua, y le preguntó cuál de ellos estaba más lleno.

Saludos cordiales.
26/04/17 7:49 PM
  
josé vicente
amar a Dios es absolutamente un don de Dios.
26/04/17 9:53 PM
  
Miguel Antonio Barriola
Para corroborar esta verdad, basta pensar en el privilegio exclusivo de la Madre del Hijo de Dios, preservada (ella sola, con su Hijoclaro está,) de la herencia del pecado de origen.
Es también suficiente recordar que no todos disponemos de iguales dones carismáticos, como lo ilustra fehacientemente Pablo en I Cor 12 - 14.

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En efecto, Padre, el ejemplo de la Sma. Virgen es clarísimo.

Saludos cordiales.
26/04/17 11:23 PM
  
claudio
Es así, totalmente, lo principal es no olvidar que existe una relación personal única entre el Señor y cada uno de nosotros, irrepetible, corresponde a la "personalidad" única de cada uno, la Iglesia siempre ha destacado como propio e individual el nombre de pila, de la pila bautismal claro, el que recibimos en el Bautismo como nombre imborrable. La diferencia entre la igualdad de Dios y la de los hombres la indica Mateo 20 1-16 Él les dijo: Id también vosotros a mi viña. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.
Si realmente ejercitáramos el amor como Dios manda nos deberíamos alegrar que los demás reciban las mejores gracias aún cuando humanamente nos resistamos.
Por otra parte la Resurrección -la acción salvífica- es universal e idéntica para cada uno, no hay medida de salvación.
Abrazo grande, pasen bien.....

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Ciertamente, a esa parábola nos referimos justamente al final del "post", y a la errónea interpretación que algunos hacen de ella. Y sin duda, estar salvado o no estarlo no es cuestión de grados, pero sí hay, según la fe católica, diversos grados de gloria entre los bienaventurados, según la diversidad de sus méritos, o sea, según la diversidad de las gracias que Dios les otorgó para que merecieran.

Saludos cordiales.
26/04/17 11:44 PM
  
Clara de Argentina
Sólo una observación respecto de Santa Teresita del Niño Jesús. Cierto día ella se extrañaba de que Dios no dé igual gloria en el cielo a todos sus elegidos y fue su hermana Paulina quien le explicó con el ejemplo de los vasos que todos recibían de Dios tanta gloria como podían recibir.

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Gracias por su aclaración y saludos cordiales.
26/04/17 11:48 PM
  
Marcos Horacio
Pero entonces... el libre albedrío?

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El libre albedrío se entiende partiendo de que Dios es la Causa Primera de nuestros mismos actos libres, según el texto de Filipenses que el Concilio de Orange también cita: Dios obra en nosotros el querer y el obrar, según su beneplácito.

Nuestra libertad es una libertad creada, y por eso, no se opone a la acción de Dios sobre nuestra voluntad, sino que la supone y la exige.

Obviamente, sólo Dios puede mover a la voluntad de otra persona a la producción de actos libres.

Eso en la escuela tomista, que es la que entiendo más cercana a los datos de la Revelación. Para la escuela molinista, Dios no mueve a la voluntad creada, sino que desde la Eternidad prevé cómo ésta ha de comportarse en determinadas circunstancias, y entonces, si quiere que Juan haga tal acto bueno, lo crea en las circunstancias en las que prevé que lo hará.

Esto tiene el inconveniente de que hay algo en lo creado, a saber, la libre decisión de la creatura, que no tiene a Dios como Causa Primera, hay algo de ser y de bien, por tanto, que no procede de Dios.

Además, hace a Dios dependiente de la creatura en cuanto a saber qué es lo que ésta haría en tales circunstancias determinadas, pues para saberlo, en esta teoría, Dios debería mirar a la creatura, en vez de mirar al libre decreto de su Voluntad.

Y además, termina haciendo al hombre esclavo de las circunstancias, pues la única forma en que Dios pueda prever lo que haría Juan en tales circunstancias determinadas es que en dichas circunstancias Juan no pueda hacer otra cosa.

Saludos cordiales.
27/04/17 8:44 AM
  
Joaquín
¿Y qué hacemos entonces con la parábola de los trabajadores a la viña, en la que todos reciben la misma recompensa independientemente del tiempo que hayan trabajado?

El problema de estos ininteligibles artículos es que sólo convencerán a los ya convencidos. El que no lo esté, como yo, no puede pasar de la segunda línea. Yo prefiero mil veces las homilías del actual Papa, que se le entiende todo, y en las que, al contrario que en estos pesadísimos y farragosos artículos, brilla una fe auténtica y viva.

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Si será pesado el "post" que se ve que Ud. no llegó a leer el final, porque allí se habla precisamente de esa parábola, y del error impresionante en que incurren los que se fijan en la igual cantidad que se paga a cada trabajador, sin tener en cuenta el punto, precisamente, de la parábola, que es que no han trabajado todos la misma cantidad de tiempo.

"Cuando llegó la noche, el dueño dijo al encargado del trabajo: “Llama a los trabajadores, y págales comenzando por los últimos que entraron y terminando por los que entraron primero.” Se presentaron, pues, los que habían entrado a trabajar alrededor de las cinco de la tarde, y cada uno recibió el salario completo de un día. Después, cuando les tocó el turno a los que habían entrado primero, pensaron que iban a recibir más ; pero cada uno de ellos recibió también el salario de un día. Al cobrarlo, comenzaron a murmurar contra el dueño, diciendo: “Éstos, que llegaron al final, trabajaron solamente una hora, y usted les ha pagado igual que a nosotros, que hemos aguantado el trabajo y el calor de todo el día.” Pero el dueño contestó a uno de ellos: “Amigo, no te estoy haciendo ninguna injusticia. ¿Acaso no te arreglaste conmigo por el salario de un día? Pues toma tu paga y vete. Si yo quiero darle a éste que entró a trabajar al final lo mismo que te doy a ti, es porque tengo el derecho de hacer lo que quiera con mi dinero . ¿O es que te da envidia que yo sea bondadoso?”

Los trabajadores de la primera hora eran verdaderos "igualitaristas", y por eso de ningún modo esperan que a los de la última hora, que trabajaron mucho menos, se les pague igual que a ellos, de modo que se enojan con el dueño, que evidentemente amó más a los de la última hora , precisamente, porque les dio lo mismo que a los de la primera, habiendo aquellos trabajado mucho menos que éstos.

Lo que es la igualdad de tiempo de trabajo en el ejemplo de la parábola, es la igualdad de la naturaleza humana y la común ordenación al fin último sobrenatural en el caso de la humanidad.

Y por eso, el libre y soberano Amor de Dios se manifiesta en este último caso en la diferencia de las gracias que se otorgan o no se otorgan a cada uno de los que tienen esa misma naturaleza y ese mismo fin último, como en aquel caso se manifestó en la igualdad del salario que reciben los que trabajaron distinta cantidad de tiempo, o, lo que es lo mismo, en la diferencia del salario que cada uno recibió por hora trabajada.

Y esto último no es que sea farragoso, sino que requiere un poquito de atención y reflexión.

Saludos cordiales.
27/04/17 2:36 PM
  
Palas Atenea
Joaquín: La fe pura y viva está tanto en lo sencillo como en lo que es más complicado, porque el que tú prefieras a San Francisco de Asís y te aburras con Santo Tomás de Aquino no quiere decir que Dios vea las cosas como tú, que es, precisamente, de lo que trata el artículo. Si Dios te dio 10 talentos de carácter intelectual y no los usas pueden serte reclamados, los dones de la Inteligencia, de la Ciencia y de la Sabiduría son dones del Espíritu Santo, pudiera ser que tuvieras alguno y no lo utilizaras por pereza.
27/04/17 6:00 PM
  
claudio
Estimado Joaquín. Busca lo que ha dicho el actual Papa, por ejemplo en catholic,net "Meditación del Papa Francisco. Había mucha necesidad en la viña y este señor pasó casi todo el tiempo yendo por las calles y las plazas del pueblo buscando trabajadores. Al respecto, ha invitado a pensar en los que buscó a última hora, nadie les había llamado, quién sabe cómo podían sentirse, porque al final del día no habrían llevado a casa nada para dar de comer a los hijos. Por esta razón, el Santo Padre ha dicho que esta parábola es un buen ejemplo para los responsables de la pastoral. Otro aspecto profundizado por el Santo Padre ha sido a través de una advertencia: "no acudamos a la voz de las sirenas que llaman a hacer de la pastoral una serie convulsa de iniciativas, sin conseguir recoger lo esencial del compromiso de la evangelización. Francisco ha señalado que a veces parece que estamos más preocupados por multiplicar las actividades más que por ser atentos con las personas a su encuentro con Dios. "Una pastoral que no tiene esta atención -ha indicado- se hace estéril poco a poco". Asimismo ha querido recordar que una pastoral sin oración y contemplación no podrá nunca alcanzar el corazón de las personas. (Discurso de S.S. Francisco, 19 de septiembre de 2014).
Miren desde este punto de vista: el Señor en esa parábola inicia con lo que se parece el Reino de los Cielos, es la meta, es el denario, la salvación igual para todos porque la Cruz no hace distinciones y la Resurrección tampoco. Ahora bien, una vez "dentro" del Reino cómo será ?. La visión beatífica cómo será ?. Para qué preguntarse, si confiamos en Dios, será magnífica. Tenemos idea de lo que es la salvación, de recibir el denario en forma gratuita, estamos dispuestos a agradecer lo suficiente el denario. Tenemos idea de la dimensión de la salvación, de qué es realmente. Abrazo grande para todos y dos cosas, no se agredan por favor, mantengan la cortesía y el respeto.

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Esa igualdad, sin embargo, no casa con la parábola, en la cual los de la primera hora se indignan ante lo que les parece una clara desigualdad. El denario para ellos no era gratuito, era lo que se les debía, lo que habían acordado. Lo que fue gratuito fue lo que se les dio a los de la última hora, que trabajaron menos, hasta igualar el denario de los primeros. Efectivamente, ese "plus" igualador no era debido, y, como dice la parábola, en lo que no es debido (la gracia, por ejemplo) Dios hace lo que quiere con lo que es suyo.

Sobre respeto no necesito que Ud. me aconseje, porque lo he mantenido siempre.

Saludos cordiales.
27/04/17 6:08 PM
  
claudio
El mensaje tenía un destinatario concreto al principio.

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Pero la exhortación venía en plural.

Saludos cordiales.
27/04/17 9:31 PM
  
Juan Pablo B.
(Editado por fuera de tema)

En relación al post , no es importante pensar al grado de Amor que Dios tiene para nosotros ( en termino de igualdad ) , pues no lo sabremos nunca .
No olvidar que seremos juzgado sobre nuestro grado de Amor hacía Dios y hacía nuestro , prójimo , seremos juzgado por lo que hemos dado . En la parábola de los talentos , Jesús enseña sobre lo dado en relación a lo recibido , no sobre lo recibido .

P…S…

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Según lo que se explica en el "post", el grado de amor de Dios por cada uno se ve por el grado de bondad que la persona posee. "Siendo así que el amor de Dios crea e infunde la bondad en las cosas, nadie sería mejor que otro, si no fuese más amado por Dios".

Y no se trata de medir, sino de entender y aceptar la verdad que Dios ha querido revelarnos, que para eso la ha revelado.

En la parábola de los talentos, como explicamos, Jesús enseña que Dios comunica libremente sus dones gratuitos y que no hay lugar alguno a pedirle cuentas por ello.

Saludos cordiales.
27/04/17 10:04 PM
  
Néstor
Veamos cómo habría debido redactarse la parábola de los trabajadores de la última hora si fuese verdadera la interpretación de los "igualitaristas":

"Al cobrarlo, comenzaron a murmurar contra el dueño, diciendo: “Éstos, que llegaron al final, trabajaron solamente una hora, y usted les ha pagado igual que a nosotros, que hemos aguantado el trabajo y el calor de todo el día.” Pero el dueño contestó a uno de ellos: “Amigo, no te estoy haciendo ninguna injusticia. ¿Acaso no les estoy dando a todos exactamente lo mismo?

Entonces uno de los de la primera hora dijo: "Precisamente, jefe, nos da a todos lo mismo, cuando es así que nosotros trabajamos todo el día, y éstos, apenas una hora".

El dueño contestó: "Hijo, déjate de sutilezas, igual es igual, ¿o no? Y a todos les di lo mismo, o sea, que les pagué igual."

Los de la primera hora intercambiaron algunas miradas entre sí, y luego, el mismo de antes volvió a decir: "Pero, jefe, ehm, vea, si hacemos la cuenta de cuánto valió la hora de trabajo de cada uno de nosotros, verá que la nuestra valió diez o doce veces menos que la de éstos otros. O sea que no, no nos pagó igual."

El dueño contestó: "Ahora me vienes con la licenciatura en matemáticas, ¿eh? ¿Me vas a querer convencer de que un denario no es igual a un denario?"

Saludos cordiales.
28/04/17 12:02 AM
  
Juan Pablo B.

El corolario , sería que más amo a Dios , porque he recibido más de El ...

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En efecto, no puede haber bien en nosotros que no venga de Dios, de modo que debemos darle gracias por todo lo bueno que tenemos y hacemos, que es de Él, y nuestro porque Él nos lo da, y pedirle perdón por todo el mal que hacemos, que es lo único exclusivamente nuestro.

Saludos cordiales.
28/04/17 12:49 AM
  
Ricardo de Argentina
"En efecto, no puede haber bien en nosotros que no venga de Dios..."
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Néstor, asusta comprobar que tan sólo esa pequeña -y catoliquísima- frase que has dicho, alcanza y sobra para tirar abajo todo el edificio de la "cultura moderna":

Pero cómo, ¡si Dios no existe! Y si existe no lo sé, y menos me importa.
Y si existiera, ¿no se dice que "al que madruga, Dios lo ayuda". Pues yo madrugo.
¿Y mi autoestima? ¿Y la confianza en mí mismo, que he conseguido luego de costosas consultas con mi analista?
¿Y mi gran "fuerza de voluntad", que tantos logros me ha deparado? ¡Pero si "querer es poder"!

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En un sentido, es verdad que al que madruga Dios lo ayuda, porque si madruga, es porque Dios lo ayuda: todo lo bueno viene de Dios, y suponemos que madrugar es bueno :)!

La autoestima debe ser estima del don de Dios que constituye todo lo que tenemos de bueno.

Y en lo moral, con querer alcanza, por eso, querer es poder, el asunto es si podemos querer: para eso, en lo que tiene que ver con la salvación, necesitamos la gracia suficiente, y para querer de hecho, necesitamos la gracia eficaz.

Saludos cordiales.
28/04/17 5:05 PM
  
Luis Piqué Muñoz
Efectivamente, unos se dejan Amar más que otros. Eso hace, en Virtud del Amado, Jesús, Dios, a unos Buenos, a casi todos mediocres y al resto Malos ¡Toda la Felicidad y la Salvación está en dejarse Amar por Dios, apasionadamente, con la misma entrega que Dios en la Pasión! !Amar a Dios como Dios nos Ama! ¡Ese es el Gozo pleno e Infinito de Dios! Nada más.

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El mismo dejarse amar por Dios es un don de Dios, por lo que si uno lo tiene y otro no, el que lo tiene, lo tiene porque es más amado por Dios que el otro.

Saludos cordiales.
28/04/17 5:58 PM
  
Néstor

Todo el Concilio II de Orange y toda la doctrina católica al respecto no es más que una exposición de estas palabras del Señor en San Juan:

Jn. 6, 37 - 39

37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí ; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera. 38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que El me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final

Jn. 6, 44 - 45

44 Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final. 45 Escrito está en los profetas: “Y todos seran enseñados por Dios.” Todo el que ha oído y aprendido del Padre, viene a mí.

Jn. 6, 65

Y decía: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre.

Veamos cómo lo dice San Agustín en el “De Correptione et Gratia” (XII, 38):

“No quiso Dios que los santos, ni aun con motivo de su perseverancia en el bien, se gloriasen de sus propias fuerzas, sino en El únicamente, pues no sólo les da una ayuda igual a la del primer hombre, sin la cual no pueden perseverar, si quieren, sino que en ellos obra el querer; y puesto que si les falta el poder y el querer no podrán perseverar, la divina Bondad les socorre con la gracia, dándoles la facultad y la voluntad de perseverar. Su voluntad se halla tan inflamada con el fuego del Espíritu Santo, que pueden porque quieren y quieren porque influye eficazmente Dios en su voluntad.”

Saludos cordiales
29/04/17 3:01 AM
  
Luis Piqué Muñoz
Yo Creo que todos llevamos el Espíritu Santo. Unos aceptan más la llamada de Dios y otros No ¡Y efectivamente los que aceptan este Don son más Amados por Dios, pero el Hombre es Libre y todos pueden Salvarse, Amar a Dios! Muchas Gracias por su acertada observación, Amigo Néstor. Nada más.

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Me parece que se puede decir que todos somos llamados de un modo u otro, alguna vez en la vida, por el Espíritu Santo, y es de fe que el Espíritu Santo habita en aquellos que están en gracia de Dios, no en los que están en pecado mortal.

Saludos cordiales.
29/04/17 1:10 PM
  
Néstor
Borré (y borraré) algunos comentarios relativos al Papa para mantenernos dentro del tema y dada la penosa situación actual de la Iglesia.

Saludos cordiales.
30/04/17 9:49 AM
  
Luis Piqué Muñoz
De acuerdo, no lo publicamos. En este mensaje no me pareció ver ninguna heterodoxia. El pedido de perdón no es necesario.

Saludos cordiales.
30/04/17 1:44 PM
  
Alonso Gracián
Apreciado Néstor:

Es de agradecer este excelente post, en que expones con gran riqueza de materiales y argumentos una de las verdades esenciales no sólo del tomismo, sino de nuestra fe cristiana.

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Muchas gracias, en efecto se trata de algo fundamental hoy día muy olvidado entre los mismos católicos.

Saludos cordiales.
30/04/17 2:44 PM
  
Pepito
O sea, que se puede decir que Dios tiene enchufados, a los que ama más y prefiere a otros simplemente porque sí, gratuitamente, y no porque tengan algo especial respecto a los no enchufados.

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Obviamente que "enchufados" no es el término correcto. Lo que dice la Escritura es "elegidos", y efectivamente, son elegidos gratuitamente, sea que se hable de la elección en sentido absoluto, para la vida eterna, sea que se hable de la elección en sentido relativo, para tal o cual carisma o cualidad, o para la fe en Cristo, la fe católica, etc.

Saludos cordiales.
01/05/17 10:39 AM
  
Pepito
Muy cierto, profesor Néstor, más que de enchufados hay que hablar de elegidos.

Pues esperemos haber sido elegidos porque de lo contrario hagamos lo que hagamos seremos condenados. Como no sabemos si somos o no del número de los elegidos aún nos queda alguna esperanza de salvación. Nos queda la esperanza de haber sido elegidos aunque en realidad no lo seamos. Si supiéramos que no hemos sido elegidos sólo cabría la desesperación. Pero Dios misericordioso nos permite al menos tener la ilusión de haber sido elegidos aunque en realidad no lo haymos sido. Misterio que me hace temblar.

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No es cierto que "hagamos lo que hagamos seremos condenados", porque sólo son condenados los que mueren en pecado mortal, y que por tanto han hecho algo malo o dejado de hacer algo bueno y sobre todo no se han arrepentido.

En cuanto a la esperanza, es un deber del cristiano, ya que la falta de esperanza en la salvación es un pecado.

Lo que nos corresponde no es la ilusión, sino el abandono confiado en las manos de Dios, esperando que, como dice San Pablo, el que comenzó en nosotros la obra buena la lleve a cabo por su infinita misericordia.

Saludos cordiales.
02/05/17 10:51 AM
  
Pepito
Estimado profesor Néstor:

De acuerdo en que debemos abandonarnos confiadamente en las manos de Dios y tener esperanza de contarnos entre los elegidos y ser salvos. Pero eso no quita que aquellos que no hayan sido elegidos para la gloria, irremisiblemente se condenan, ya que ni la elección ni la no elección a la gloria, hecha por Dios desde la eternidad, pueden ser cambiadas ni por el mismo Dios ni por nuestras oraciones ni buenas obras.

Se supone que tanto la elección como la no elección a la gloria son irrevocables y que no pueden ser cambiadas por nuestras oraciones, sacrificos, buenas obras ni por las de los santos.

Pero como nosotros no sabemos si hemos sido de los elegidos o no, debemos esperar confiadamente en Dios que estaremos en el número de los elegidos, aunque sin tener seguridad de ello, y hacer de nuestra parte las buenas obras que podamos con el auxilio de la gracia divina.

Lo que quiero decir es que un no elegido por mucho que se abandone confiadamente en Dios e incluso haga durante su vida algunas buenas obras, al final le faltará la perseverancia final e irremisiblemente se condenará. Es terrible pensarlo, pero ante Dios ya estamos salvados o condenados, sin posiblidad de revocar o variar dicha elección o no elección a la bienaventuranza eterna. Pero desesperar nunca, pues la esperanza es lo último que se pierde.

Un cordial saludo.

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Lo que es innegable, más allá de cómo se explique el tema de la predestinación y la gracia, sea en clave tomista o en clave molinista, es que Dios sabe absolutamente todo desde la Eternidad, y que todo lo que es pasado o futuro para nosotros está eternamente presente ante el Eterno presente divino. Por lo que efectivamente, no es que ya estemos condenados o salvados, pues estamos en el tiempo, a diferencia de Dios, pero sí que Dios sabe eternamente, desde su Eterno presente intemporal, quiénes se salvan y quiénes se condenan.

Y es que la Inmutabilidad divina es un atributo esencial, sin el cual no estaríamos hablando del verdadero Dios.

Saludos cordiales.
02/05/17 8:41 PM
  
Pepito
Estimado profesor: Y no es solo que Dios sepa desde la Eternidad, quienes han de salvarse y quienes condenarse, sino que además desde Su Eternidad ha decidido o determinado irrevocablemente quienes han de salvarse y quienes han de condenarse, y esa decisión o elección la hace Dios, según el tomismo, sin atender a la buenas o malas obras, al buen o mal uso de la gracia, que hagan unos y otros.

Hasta es posible que uno haya vivido santamente gran parte de su vida, pero si no ha sido elegido, al final fallará y morirá en impenitencia final. Así como otro que haya vivido en pecado gran parte de su vida, si es elegido, al final muera en gracia. Realmente estamos en manos de Dios, y sólo cabe confiarnos a Él con la esperanza de que desde la Eternidad Dios haya decidido contarnos en el número de los elegidos, que no enchufados.

Gracias profesor por sus aclaraciones, y quiera Dios tenernos desde la Eternidad contados en el número de sus elegidos pero no enchufados.

Un cordial saludo.

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Según el tomismo más estricto, Dios no ha decidido, antes de la previsión de toda culpa, quién ha de condenarse, sino a quién no ha de elegir para la gloria. Luego de la permisión y previsión divina de la culpa y la impenitencia final de la creatura, es que determina aplicarle la pena del infierno. Los que dicen que Dios ha decidido quién ha de condenarse antes de la previsión de toda culpa son los calvinistas.

Saludos cordiales.

03/05/17 9:25 PM
  
Pepito
Estimado Profesor:

Pero, según el tomismo, al no elegido para la gloria, Dios le dictamina o impone, desde ese mismo momento, de manera irrevocable y anteriormente a la previsión de la culpa, la pena de la condenación eterna, aunque tal pena no se ejecute de facto sino después de la permisión y previsión divina de la culpa y de la muerte en la impenitencia final del no elegido.

Luego en todo caso, según el tomismo, al no elegido para la gloria Dios le dictamina o impone de iure la pena de condenación eterna antes de la previsión de toda culpa, y en este sentido se puede decir que el no elegido es condenado al infierno antes de la previsión de toda culpa. Está condenado de iure aunque todavía no de facto.

Por tanto el no elegido sería condenado, al menos de iure, al infierno, previamente a la previsión de la culpa, lo cual parece contradecir a lo definido por el Concilio Valentino de que "nadie es condenado por previo dictamen de Dios sino por causa de su propia maldad."

El que Dios ejecutase de facto la pena de la condenación después de prevista la culpa del no elegido, no quita para que impusiese o dictase de iure dicha pena sin prever la culpa, y por tanto el no elegido, al menos de iure, sería condenado por previo dictamen de Dios y no por causa de su propia maldad.

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Es que "de iure" no puede haber pena ni condenación cuando aún no hay pecado ni culpa. Y el orden es 1) No elección 2) Permisión del pecado y previsión del pecado libremente cometido por la creatura 3) Condenación o pena.

Por tanto, en el momento de la no elección no hay condenación alguna, ni "de iure" ni "de facto".

Quienes dicen que la condenación es anterior a la previsión de las culpas son los calvinistas.

Saludos cordiales.

05/05/17 2:47 AM
  
Renzo
O sea, soy ateo por la Gracia de Dios. Es Él quien me ha elegido para ser ateo. Esto es genial, significa que, si finalmente Dios existe, me tengo ganado el Cielo por seguir su plan al milímetro.

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No, obviamente. Los pecados como el ateísmo Dios no los elige ni los predestina, sino que solamente los permite. Por supuesto que nada escapa en el más mínimo detalle a la Omnipotente Providencia divina, como dice Nuestro Señor Jesucristo: "Hasta los cabellos de vuestras cabezas están contados".

Tan es así, que tampoco escapa a esa Omnipotencia divina el que algunas cosas se hagan en forma libre y responsable, tanto en el bien como en el mal, en el primer caso, queriéndolo Dios y causándolo como Causa Primera, en el segundo, no queriéndolo ni causándolo, sino sólo permitiéndolo.

Saludos cordiales.
05/05/17 2:10 PM
  
Renzo
No entiendo como encaja su respuesta con las citas del Concilio de Orange que pone en su artículo.

Por ejemplo:

"Luego, Dios les ha dado sus dones según grados diferentes, porque ha amado a unos más que a otros."

Entonces no puedo ser responsable ante Dios de no tener lo que Él no ha querido darme.

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La libertad creada, que es la nuestra, tiene como condición de posibilidad el accionar divino, causando, como Causa Primera, en el bien, permitiendo, como condición última y no causa, en el mal.

Ambas actuaciones de la libertad creada, con esos supuestos, son, redundantemente, libres, y por tanto, responsables.

Y efectivamente, tanto la fe como el ateísmo implican una opción libre de la persona.

Por otra parte, mientras hay vida, al ateo, por ejemplo, Dios no es que solamente permita su ateísmo, sino que le da además todas aquellas cosas y ocasiones por las cuales lo llama a pasar del ateísmo a la fe.

Saludos cordiales.
05/05/17 4:23 PM
  
Pepito
Estimado Profesor Néstor:

Si la no elección a la gloria no lleva consigo un dictamen o sentencia divina irrevocable e infalible a la pena del infierno, entonces el no elegido podría salvarse de hecho.
.
Por tanto que hay que admitir que Dios cuando no elige a alguno para la gloria, esa misma no elección conlleva el dictamen o sentencia divina a la pena del infierno de manera irrevocable e infalible.

Ahora bien, es evidente que si tal dictamen o sentencia divina condenatoria se hiciese, como sostiene el tomismo, previamente a la consideración de la culpa e impenitencia final del no elegido, Dios estaría condenando al no elegido por un dictamen previo a la consideración de la culpa, lo cual va en contra de lo enseñado por el Concilio Valentino que dice: "Creemos que nadie es condenado por previo dictamen de Dios, sino por razón de su propia malicia."

Profesor Néstor, no tengo ningún interés especial en oponerme a que la elección y la no elección a la gloria se haga por Dios de manera anterior a la previsión o consideración de las buenas obras de los elegidos o de las culpas de los no elegidos. Si ello lo define la Iglesia como doctrina firme, perteneciente al Depósito de la Fe, yo lo acepto.

Simplemente lo que hago es poner la objección de que ello, a mi juicio, supondría que Dios condenaría a los no elegidos por previo dictamen, es decir, por dictamen previo o anterior a la consideración de sus culpas, y por tanto la enseñanza del citado Concilio Valentino quedaría en entredicho

Pero si la doctrina de la elección y la no elección divina a la gloria, previamente a la consideración de las buenas obras de unos y de las malas obras de los otros, es Depósito de la Fe, yo la creo de todos modos.

Saludos cordiales

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"Si la no elección a la gloria no lleva consigo un dictamen o sentencia divina irrevocable e infalible a la pena del infierno, entonces el no elegido podría salvarse de hecho."

No hace falta que la no elección sea condenación para que la consecución del fin último sea posible al no elegido sólo en sentido dividido, no en sentido compuesto.

La sola negación de la gracia y la gloria a título de beneficios indebidos en tanto que sobrenaturales alcanza para que se dé esa consecuencia, sin necesidad de hacer entrar la condenación, que además, como su nombre lo indica, supone intrínsecamente el pecado de la creatura y simplemente no es posible, por tanto, sin él.

Saludos cordiales.
05/05/17 10:10 PM
  
Pepito
Estimado profesor Néstor:

Pienso que no se puede negar que el dictamen por el que Dios no elige a alguno para la gloria, equivale al dictamen de elegir a ese tal para el infierno.

De la misma manera que el dictamen por el que Dios elige a alguno para la gloria, equivale al dictamen de no elegir a ese tal para el infierno.

Cuando respecto a un objeto sólo hay dos opciones a elegir, A o B, el no elegirla para una, equivale necesariamente a elegirla para la otra.

Así, por ejemplo, si respecto a una manzana sólo puedo elegir entre la opción de comerla o la de de tirarla a la basura, si la elijo para comerla es que no la elijo para tirarla a la basura, y si elijo no comerla es que elijo tirarla a la basura.

Por tanto, es evidente que el dictamen divino de no elegir a alguno para la gloria, equivale necesariamente a elegir a ese tal para el infierno, ya que entre elegir para la gloria o para el infierno no hay término medio. O lo uno u lo otro.

No elegir para la gloria equivale, pues, a elegir para el infierno, y por tanto a dictaminar que el no elegido se condene infalible e irrevocablemente.

Y si tal dictamen condenatorio lo hiciese Dios anterior o previamente a la consideración de la culpa del no elegido, es claro que estaríamos ante un dictamen condenatorio previo de Dios, ya que sería previo o anterior a la consideración de la culpa, lo cual va en contra de lo enseñado por el Concilio Valentino III.

Cierto que el no elegido por Dios para la gloria tiene capacidad meramente potencial para salvarse, pero infalible e irrevocablemente no se salvará en acto o de facto. Por eso el dictamen divino de no elegirlo para la gloria, aunque no le quita la mera posibilidad de salvarse, supone dictaminar su condenación de manera infalible e irrevocable.

Me parece que no nos vamos a poner nunca de acuerdo en este tema, pero le agradezco su paciencia y el permitirme exponer mi opinión.

De todas formas, reitero que si pertenece al Depósito de la Fe que Dios cuando no elige a algunos para la gloria, lo hace anterior o previamente a la consideración de las culpas de los no elegidos, yo lo acepto y me retracto de mi objección basada en el Concilio Valentino III, el cual enseña:

"Nos es grato afirmar que Dios conoció de antemano que los buenos serían buenos por su gracia, y que por esta misma gracia conseguirían el premio eterno; también previó que los malos serían malos por la malicia de su voluntad, y que serían castigados por su justicia con pena eterna. Creemos que nadie es condenado por previo dictamen de Dios, sino por razón de su propia maldad." (Concilio Valentino III, Denzinguer 321)

En este Concilio claramente se enseña que Dios conoce de antemano, desde la Eternidad, las buenas obras de los buenos, hechas con el auxilio de la gracia, y las malas obras de los malos, hechas por su propia malicia, y que desde este conocimiento eterno de las buenas obras de los unos hechas por la gracia y de las malas obras de los otros hechas por su propia malicia, Dios dictamina premiar a los unos con la gloria y castigar a los otros con pena eterna. Y no se enseña que Dios determine desde la Eternidad quienes serán premiados con la gloria o castigados con el infierno antes de conocer o de preveer o de considerar las buenas obras de los unos, hechas con el auxilio de la gracia, y las malas de los otros, hechas por la propia malicia de su voluntad.

Saludos cordiales.

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La opción que se plantea no es elegir o no para el infierno, obviamente, sino elegir o no para la gloria. Las alternativas se plantean entre contradictorios, como elegir para la gloria o no hacerlo, no entre contrarios, como elegir para la gloria o elegir para el infierno.

Pero la negación de la gloria puede ser a dos títulos diferentes: a título de bien indebido y no exigible de ningún modo por la creatura, o a título de pena por el pecado.

Para satisfacer la alternativa fundamental entre elegir o no elegir para la gloria, alcanza lo primero.

Que es obviamente lo único que puede haber antes de la previsión del pecado de la creatura, porque no tiene sentido hablar de condenación sino por relación a la culpa.

Que de esa negación de la gloria a título de bien indebido y no exigible se siga necesariamente el pecado y la condenación eterna, según como se entienda, y solamente si ese "necesariamente" lo entendemos en sentido compuesto y no dividido.

O sea, no que el pecado se sigue necesariamente de la no elección para la gloria (sentido dividido) sino que necesariamente, de la no elección para la gloria, se sigue el pecado (sentido compuesto).

Del mismo modo en que decimos, no que el que va al teatro va necesariamente (sentido dividido), sino que necesariamente, el que va al teatro va al teatro (sentido compuesto).

Pero de ese mismo modo tenemos que entender, no que el acto libre se sigue necesariamente de la gracia eficaz (sentido dividido), sino que necesariamente, de la gracia eficaz se sigue el acto libre (sentido compuesto).

No porque Dios cause el pecado como causa el acto bueno, sino porque en ambos casos el poder hacer lo contrario, que es esencial al libre albedrío, es en sentido dividido, no en sentido compuesto.

Por tanto, es lo mismo decir que a esa negación de la gloria a título de bien indebido y no exigible la sigue libremente el pecado y la condenación de la creatura racional.

Por otra parte, si Ud. entiende que la no elección para la Vida Eterna anterior a la previsión de las culpas identifica al tomismo con el calvinismo, no debe suponer que el Magisterio de la Iglesia pueda enseñarla.

Y es claro que no la enseña explícitamente, sino que los tomistas y otros dicen que se sigue lógicamente de lo que el Magisterio enseña explícitamente, por ejemplo, en el II Concilio de Orange contra los semipelagianos.

Lo que sí dice el Magisterio es que los tomistas están en todo su derecho de proponer su interpretación teológica, lo cual equivale a decir que la Iglesia no ha encontrado hasta ahora que sea herética ni que sea equivalente al calvinismo.

Y más aún que eso, puesto que lo dice en tono de elogio y aprobación.

Me parece que una lectura de los tratados de San Agustín sobre la gracia ayudaría a poner estos temas más en perspectiva.

Algunas citas del "De Praedestinatione Sanctorum", cap. 8:

"Muy lejos está —repito— de los sentidos corporales esta escuela, en la que Dios enseña y es escuchado. Nosotros vemos que muchos vienen al Hijo, puesto que vemos que muchos creen en Jesucristo, pero no vemos cómo ni dónde hayan escuchado al Padre y aprendido de Él. Esta es, ciertamente, una gracia secretísima; pero que tal gracia existe, ¿quién lo podrá poner en duda? Esta gracia, en efecto, que ocultamente es infundida por la divina liberalidad en los corazones humanos, no hay corazón, por duro que sea, que la rechace. Pues se concede precisamente para que destruya, ante todo, la pertinacia del corazón. Por eso, cuando el Padre enseña y es escuchado interiormente para que se venga al Hijo, destruye el corazón lapídeo y le convierte en compasivo y tierno, conforme lo prometió por la predicación del profeta. Así es ciertamente cómo forma a los hijos de la promesa y labra los vasos de misericordia, que preparó para gloria suya.
(...)
Y ¿por qué —preguntan— no enseña a todos?" Si decimos que aquellos a quienes no enseña no quieren aprender, se nos replicará: "¿Cómo se cumple entonces lo que se dice en el Salmo: ¡Oh Dios!, volviendo tú el rostro hacia nosotros, nos darás vida? O si es que Dios no da el querer a los que no quieren, ¿con qué fin, según el precepto del mismo Señor, ora la Iglesia por sus perseguidores? Pues así también le plugo a San Cipriano interpretar lo que decimos en el padrenuestro: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo; es decir, así como se cumple tu voluntad en aquellos que ya han creído, y que son como el cielo, así también se haga en aquellos que no creen, por lo cual son todavía tierra. Pues ¿por qué pedimos por los que no quieren creer sino para que Dios obre en ellos el querer?"
(...)
Mas ¿por qué salva a uno con preferencia a otro? ¡Inescrutables son los juicios de Dios e ininvestigables sus caminos! Mejor nos será escuchar y decir aquí la palabra del Apóstol: ¡Oh hombre!, ¿quién eres tú para reconvenir a Dios?, que no lo que nosotros solemos asegurar como si supiéramos lo que quiso que permaneciese oculto el que no pudo querer ninguna cosa injusta."

San Agustín enmarca esto dentro de la tesis que dice que por el pecado original la humanidad entera se hace merecedora del Infierno y por tanto, es sin injusticia alguna y por misericordia que Dios elige solamente a algunos, en forma totalmente gratuita, para la salvación, mientras que deja que los otros sufran la justa pena por el pecado. No entra por tanto en la perspectiva más profunda, como hace Santo Tomás, que dice que aún sin pecado de parte de la creatura, la gracia es algo absolutamente gratuito por ser sobrenatural.

Es interesante que la traducción de la BAC del primer texto parece buscar una conciliación con el molinismo. En efecto, donde dice el original

"Ideo quippe tribuitur, ut cordis duritia primitus auferatur"

y que según entiendo, se debe traducir

"Pues para ello es dada [la gracia eficaz], ante todo para que quite la dureza del corazón"

la BAC (es decir, el R. P. Emiliano López O.S.A.) traduce:

"Pues en tanto es concedida en cuanto que destruye, ante todo, la pertinacia del corazón"

Lo cual puede entenderse entonces en el sentido molinista de la gracia eficaz no por sí misma, sino por el consentimiento de la creatura: en tanto la creatura consiente, la gracia es concedida y destruye la dureza del corazón.

Mientras que San Agustín dice exactamente lo contrario, a saber, que es la gracia eficaz la que produce nuestro consentimiento libre, como se ve por el segundo de los párrafos citados.

Saludos cordiales.
06/05/17 11:09 PM
  
Renzo
Pepito, es muy significativa su frase:

"De todas formas, reitero que si pertenece al Depósito de la Fe que Dios cuando no elige a algunos para la gloria, lo hace anterior o previamente a la consideración de las culpas de los no elegidos, yo lo acepto y me retracto de mi objección basada en el Concilio Valentino III..."

Vamos que ante la disyuntiva de lo que le dicta el sentido común y el Depósito de la Fe, manda usted a paseo el sentido común y renuncia a su propio criterio.

Néstor, no me parece correcta su comparación:

"Del mismo modo en que decimos, no que el que va al teatro va necesariamente (sentido dividido), sino que necesariamente, el que va al teatro va al teatro (sentido compuesto).

Pero de ese mismo modo tenemos que entender, no que el acto libre se sigue necesariamente de la gracia eficaz (sentido dividido), sino que necesariamente, de la gracia eficaz se sigue el acto libre (sentido compuesto). "

En el primer caso se habla siempre de lo mismo, ir al teatro, y es una obviedad que quien va al teatro va al teatro.

En el segundo compara usted dos cosas distintas, la gracia eficaz y el acto libre. Si quiere equiparar ambos ejemplos debería decir que: necesariamente de la gracia eficaz se sigue la gracia eficaz y el acto libre se sigue necesariamente del acto libre (perogrulladas en todo caso).

Tal y como usted lo plantea, en el caso del teatro debería haber dicho que, necesariamente, el que va al teatro va libremente, lo que no tiene porque ser cierto y que el que actúa libremente va al teatro, que tampoco es cierto en todos los casos.

Saludos.

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El ejemplo está bien puesto, porque lo que importa es que en ambos casos, algo que en sentido dividido puede suceder, sin embargo sería contradictorio que sucediese en sentido compuesto.

En sentido dividido puede suceder que esa persona no vaya al teatro, y que el acto libre no se realice. Pero en sentido compuesto, respectivamente, con el hecho de que esa persona va al teatro, y con el hecho de que se da la gracia eficaz, esas cosas no pueden suceder.

Lo grandioso del misterio de la gracia eficaz es que en ese caso lo que no puede no realizarse es un acto libre.

Ante un negador de la posibilidad de un tal acto libre bajo tal gracia eficaz, yo debería demostrar esa posibilidad o al menos refutar los argumentos en contra de la misma.

Ante alguien que dice que en el tomismo se hace a Dios responsable del pecado cometido por el no elegido, me basta con señalar que según la doctrina tomista de la gracia eficaz, el acto realizado bajo la gracia eficaz es necesario en sentido compuesto sin que eso quite su libertad, de modo que tampoco deja de ser libre el pecado de la creatura por ser necesario en sentido compuesto bajo la negación de la gracia eficaz.

Y siendo libre el pecado de la creatura, es claro que es ella, y no Dios, la responsable del mismo.

En cuanto a renunciar al propio criterio ante la verdad revelada por Dios y propuesta como tal por el Magisterio de la Iglesia, es la actitud lógica en un creyente que sabe que Dios es infalible y su razón individual no lo es.

Lo que sucede en este caso es que el Magisterio no enseña explícitamente esa verdad, sino que es, según algunos tomistas, una consecuencia lógica de lo que sí enseña explícitamente.

Saludos cordiales.
09/05/17 9:34 AM
  
Renzo
"Lo grandioso del misterio de la gracia eficaz es que en ese caso lo que no puede no realizarse es un acto libre."

Más que hablar de "lo grandioso del misterio" debería hablarse de lo imposible que se de tal situación. Que se llame "acto libre" a lo que no se puede evitar realizar me suena totalmente contradictorio y no mejora al separarlo en "sentido compuesto o sentido dividido", sigue quedando todo igual, pero con más palabras para no explicar nada, El salto de la "gracia eficaz" al "acto libre" sigue en el aire y no se concluye otra cosa distinta.

Saludos.

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Obviamente, si uno no intenta comprender la distinción entre sentido compuesto y sentido dividido, ésta queda en un mero juego de palabras que no ayuda a resolver el problema.

Saludos cordiales.
09/05/17 12:14 PM
  
Pepito
Estimado profesor Néstor:

Le agradezco sus explicaciones, sobre todo teniendo en cuenta el tiempo que le quitarán para otras ocupaciones más importantes.

Pienso que el Magisterio no enseña explícitamente que a los elegidos para la gloria los elije Dios sin tener en cuenta las buenas obras que harán con el auxilio de la gracia, ni que a los no elegidos para la gloria les deje de elegir Dios sin tener en cuenta las malas obras que harán por su propia malicia

A la espera de lo que diga explicitamente el Magisterio, me quedo con lo que dice el Concilio Valentino III, que "nadie es condenado por previo dictamen de Dios, sino por razón de su propia maldad."

De todas formas, ya veremos en la eternidad, si Dios quiere, si a los que eligió Dios para la gloria lo hizo sin tener en cuenta las buenas obras que harán con el auxilio de la gracia y a los no elegidos lo hizo sin tener en cuenta las malas obras hechas por su propia malicia.

Un cordial saludo.

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Esa frase del Concilio de Valence siempre la han hecho suya los tomistas, pues distinguen, precisamente, entre la no elección para la Vida Eterna considerada como un bien gratuito e indebido, y la condenación a las penas del infierno: la primera es anterior a la previsión divina de las culpas, la segunda, posterior.

Saludos cordiales.
13/05/17 10:40 PM
  
Pepito
Estimado profesor:


La no elección para la gloria equivale a la elección para el infierno, y por tanto conlleva forzosamente un dictamen divino condenatorio del no elegido para la gloria a las penas del infierno. Cuando no existen mas que dos opciones entre las que forzosamente hay que elegir, el no elegir la una es necesariamente elegir la otra. Si forzosamente hay que elegir entre cara o cruz, si no elijo cara es que elijo cruz; si forzosamente Dios tiene que elegir entre conceder el cielo o no concederlo, si elije no conceder el cielo es que elige condenar al infierno, por sus justos e inescrutables designios.

Aunque dicho dictamen divino condenatorio no se ejecutará sino después de la muerte en la impenitencia final del no elegido, hay que admitir que tal dictamen existe como sentencia divina infalible e irrevocable desde que Dios no elige a alguno para la gloria.

Distinguir el dictamen divino de no elección a la gloria del dictamen divino condenatorio al infierno se me antoja un uso excesivo de la abstracción, que distingue donde realmente no hay cosas distintas. El no ser elegido para la gloria equivale a ser elegido cierta e infaliblemente para la eterna condenación. No se pueden separar ni distinguir ambas cosas.

De tal manera que si el no elegido para la gloria, lo cual equivale a ser elegido para el infierno, lo es con anterioridad o previamente a la previsión de sus culpas, estaríamos claramente ante un dictamen condenatorio previo de Dios, lo cual va contra lo enseñado en el Concilio Valentino.

Separar la no elección a la gloria del dictamen o sentencia condenatoria al infierno, es separar gratuitamente lo que irremediablemente va unido. El que no es elegido para la gloria es por eso mismo sentenciado a la pena del infierno, aunque si bien la ejecución de tal sentencia la difiera Dios al momento de la muerte en impenitencia final del no elegido.

Es indudable que el no elegido para la gloria se encuentra sentenciado al infierno desde el momento mismo en que es no elegido, aunque ciertamente la ejecución o cumplimiento de tal sentencia o dictamen condenatorio no se lleva a efecto sino desde la muerte en la impenitencia final del no elegido. Pero la condena al infierno, entendida como dictamen o sentencia por la cual Dios impone la pena eterna, existe desde el momento de la no elección divina a la gloria, aunque se ejecute o cumpla después de la muerte del no elegido.

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"Cuando no existen mas que dos opciones entre las que forzosamente hay que elegir, el no elegir la una es necesariamente elegir la otra."

Bien.

"si forzosamente Dios tiene que elegir entre conceder el cielo o no concederlo, si elije no conceder el cielo es que elige condenar al infierno,"

No bien. Más bien debe quedar así:

"si forzosamente Dios tiene que elegir entre conceder el cielo o no concederlo, si elije no conceder el cielo es que elige no concederlo"

Porque en efecto, si las opciones son "conceder el cielo" y "no concederlo", y necesariamente hay que optar entre ellas, optar por una implica no optar por la otra, y entonces, si se opta por conceder el cielo, no se opta por no concederlo, y si se opta por no concederlo, no se opta por concederlo.

Eso es todo lo que se puede deducir de esa alternativa.

En cuanto a la diferencia entre negar la Vida eterna a título de bien indebido y negarla a título de pena por el pecado, está manifiesta en las palabras mismas y no se puede hacer más por hacerla más clara, ni hace falta, así que no tiene sentido que sigamos discutiendo esta parte de la cuestión.

Igualmente es claro y no merecedor de mayores aclaraciones que lo primero puede hacerse con anterioridad a la previsión divina de la culpa, sin injusticia alguna de parte de Dios, a diferencia de lo segundo.

No tiene sentido que siga Ud. repitiendo la tesis contraria sin hacer caso de estas explicaciones que he repetidas veces expuesto.

Saludos cordiales.
15/05/17 1:03 AM
  
Pepito
Estimado profesor Néstor:

Entonces el no elegido para el cielo no estaría por ese solo hecho sentenciado al infierno, sino que la sentencia divina condenatoria al infierno vendría en un momento posterior a la no elección para el cielo, momento posterior en el que Dios sí que tendría en cuenta las culpas del condenado.

Pero entonces, la sentencia divina de condenación sería posterior a la previsión divina de la culpa del condenado, y por tanto la sentencia condenatoria de Dios dependería de las culpas del condenado, por lo cual Dios no tendría la iniciativa en el dictamen condenatorio al infierno, sino que dependería de la culpa del condenado.

En ese caso Dios ya no sería el principal protagonista de la sentencia condenatoria sino el condenado, ya que de su culpa dependería que Dios le condenase al infierno.

Un cordial saludo.

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Ciertamente, el único protagonista de la culpa del condenado es el condenado mismo. Otra cosa es la sentencia de condenación, esa es obra de Dios, que es el Juez.

El condenado es el único protagonista en el merecimiento de la sentencia, pero la sentencia misma es obra de Dios.

Es cierto que la culpa merece la sentencia, pero a su vez la culpa ha sido permitida previamente por Dios.

De modo análogo a como la buena obra merece la recompensa, pero ha sido posible por la gracia de Dios.

Con la diferencia importantísima de que la gracia (eficaz) causa la obra buena, mientras que la permisión divina no causa el acto malo.

Porque en efecto, siendo el mal moral un no ser, una falla de la voluntad, hace falta ayuda de Dios, Ser y Bien Supremo, para hacer el bien, pero no para hacer el mal.

Saludos cordiales.
15/05/17 12:23 PM
  
Renzo
Será que no hago el esfuerzo que requiere Néstor para entenderlo, pero sigo sin ver como elegir no conceder el Cielo no implica, forzosa e irremisiblemente, condenar al Infierno. Además, de la última respuesta de Néstor se deduce que los "tocados" por la gracia de Dios, están privados de la libertad que sí tienen quienes no la han recibido, cosa que tampoco tiene sentido dado que todo esto es un constante malabarismo para poder mantener las divagaciones teologico-filosóficas del actuar divino sin menoscabar el libre albedrío del hombre. Algo aquí no cuadra ni poniendo mucha imaginación en ello.

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A lo primero ya he respondido varias veces en los comentarios anteriores.

Y en cuanto a la causalidad divina de los actos libres, buenos, obviamente, precisamente ésa es la clave de la solución agustiniana y tomista al problema. Hasta ahora no se ha podido demostrar que sea contradictoria.

Saludos cordiales.
17/05/17 7:29 AM
  
Pepito
Estimado profesor Néstor, abusando una vez mas de su paciencia, me permito hacer una última reflexión sobre la cuestión de la predestinación.

Si cuando Dios elige no conceder a alguno el cielo, ello no equivale a elegir condenarle al infierno, entonces Dios a ese tal no le elegiría ni para el cielo ni para el infierno, y por tanto simplemente Dios no realizaría elección alguna ni para el cielo ni para el infierno, por lo cual no habría predestinación.

O dicho de otra manera, si cuando Dios no elige a alguno para la gloria, ello no equivale a elegir a ese tal para el infierno, entonces Dios a ese tal no le elegiría ni para la gloria ni tampoco para el infierno, es decir Dios en tal caso no realizaría elección alguna, ni para el cielo ni para el infierno, y por tanto no habría predestinación.

Es como si alguién, teniendo forzosamente que elegir entre cara o cruz de una moneda, no eligiese cara ni tampoco cruz, ese tal simplemente no elegiría, no haría elección.

O como si alguien tuviese que elegir entre ir a Argentina o a Chile y no eligiese ir a Argentina ni tampoco a Chile, ese tal no simplemente no eligiría o bien eligiría no elegir.

Así Dios, cuando tiene que elegir a alguno para el cielo o para el infierno, si no elige a ese tal para el cielo ni tampoco le elige para infierno, es sencillamente que Dios no elige o elige no elegir, y por tanto no habría predestinación.

Por consiguiente, pienso que cuando Dios no elige a alguno para la gloria es que ello equivale a elegirle para el infierno, pues en caso contrario no eligiría a ese tal ni para la gloria ni para el infierno, y por tanto Dios simplemente no realizaría elección alguna, ni para la gloria ni para el infierno, y por tanto no habría predestinación.

En resumen, pienso que lo correcto es afirmar que cuando Dios no elije al alguno para la gloria es que le elije para el infierno, pues si no elige ni para lo uno, la gloria, ni para lo otro, el infierno, es evidente que Dios no realizaría elección alguna y por tanto no existiría la predestinación.

En este caso concuerdo con Renzo, y no entiendo como puede ser que si Dios no elige a alguno para el cielo, ello no sea equivalente a elegirle para el infierno, y por tanto a emitir sobre ese tal un dictamen de condenación, ya que si Dios elige a alguien para el infierno es que quiere, por sus justos e inescrutables juicios, que ese tal se condene.

El no elegido por Dios para la gloria es que es elegido para el infierno, y como dicha elección al infierno es irrevocable e infalible, dicha elección al infierno equivale a un dictamen seguro y cierto de condenación.

Un cordial saludo

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En efecto, los no elegidos no son predestinados, porque la predestinación es o solamente para la Vida Eterna, o también para las gracias con las cuales se la alcanza, o, en el lenguaje del Concilio de Valence, solamente para la pena, no para la culpa, de los condenados.

Y la predestinación a la pena, en lenguaje de Valence, es posterior a la previsión de las culpas, mientras que la no elección tomista es anterior a la previsión de las culpas. Así que efectivamente, esta última no es predestinación.

Se la conoce como "reprobación", negativa, además, porque sólo consiste en la no elección, y es anterior a la previsión de las culpas, por eso también se la llama "antecedente".

La reprobación positiva es la que es posterior a la previsión de las culpas, y entonces implica la condenación al Infierno, y se la conoce como "consecuente", y coincide con lo que Valence llama "predestinación de las penas eternas".

En cuanto a las opciones, es claro, como ya dije, que la opción es elegir o no elegir a Pedro para la Vida Eterna. Eso no quiere decir que en el caso de no elegirlo no haya elección, porque se elige entre concederle y no concederle la Vida Eterna a título de bien indebido y gratuito, y cualquiera de estas dos alternativas que se elija, hay, obviamente, elección.

Saludos cordiales.
17/05/17 9:43 PM
  
Renzo
Perdone Néstor pero sigo sin entenderlo. Se lo plantearé de otro modo.

Alguien para quien Dios ha elegido no concederle el Cielo, ¿puede acabar en el Cielo?
Si la respuesta es no, ¿dónde acaba entonces?, ¿qué posibilidad tiene de cambiar la elección divina?
Si la respuesta es sí, o bien la elección de Dios es irrelevante e intrascendente o bien cambia de opinión, lo que contradice su inmutabilidad y también su omnisciencia.

Saludos.

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Ahí la respuesta va pareja con la respuesta a esta otra pregunta: ¿el que elige libremente A, puede elegir libremente B en lugar de A?

Según como se lo mire, ¿no? Porque ciertamente que si es libre, puede hacerlo, pero no puede al mismo tiempo elegir A y no elegir A sino otra cosa.

Y sin embargo, eso no va contra la libertad de esa persona, porque nadie exige que para poder elegir libremente algo se deba poder elegirlo y no elegirlo al mismo tiempo.

O sea que es la libertad misma la que es difícil de entender.

El que Dios no ha elegido para el Cielo, ¿puede acabar en el Cielo?

Eso es como preguntar si el que Dios no lleva al Cielo puede de todos modos ser llevado al Cielo por Dios.

Porque en la fe cristiana nadie escala el Cielo por sí solo, a pulmón. O Dios nos lleva, o no llegamos.

Por lo ya dicho: para que la creatura haga el bien libremente hace falta que Dios ayude, pero para que libremente haga el mal no hace falta que Dios ayude, alcanza con que no ayude.

Y de nuevo, en un sentido sí, claro que el que Dios no lleva al Cielo puede ser llevado al Cielo por Dios, lo cual implica poner los actos libres correspondientes movido por la gracia divina.

Pero lo que no puede ser es que al mismo tiempo Dios lo lleve y no lo lleve. Por tanto, si no lo elige, no lo elige, y si no lo lleva, no lo lleva, y si no lo lleva, libremente deja la creatura de poner los actos libres necesarios.

Por tanto, ni la persona carece de posibilidad de hacer otra cosa y así llegar al Cielo, ni la elección divina es intrascendente, ni tiene que cambiar nada en el Eterno e Inmutable decreto divino.

Saludos cordiales.
18/05/17 12:09 AM
  
Renzo
No Néstor, la pregunta sería:

Una vez Dios a elegido A, no antes, ¿puede elegir B din dejar de ser inmutable?

Si a elegido A para alguien, ¿puede ese alguien acabar en B?

O puede, y la elección de A para él por parte de Dios no determina dónde acabará, o no puede y sí está predeterminado, haga lo que haga, dónde acabará.

En el primer caso la elección divina es intrascendente y la creatura puede elegir dónde acabará. Si es con ayuda divina o no, es irrelevante y sólo implica que Dios toma decisiones que pueden cambiar en función de lo que haga la creatura, lo que no deja muy bien su omnipotencia, omnisciencia e inmutabilidad.

En el segundo caso, sea por acción o por omisión divina, la creatura no tiene verdadera libertad para cambiar lo ya decidido por Dios.

Saludos.

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Ese es otro problema. Una cosa es si un ser libre puede no elegir lo que elige, ahí hay que responder distinguiendo, en un sentido (dividido) sí, en otro (compuesto), no.

Otra cosa es si un Ser Inmutable puede elegir. Suponiendo que puede hacerlo, ya hablaremos de eso, entonces se le aplica lo de arriba: en un sentido (dividido) puede no elegir lo que elige, en otro, (compuesto) no.

Y por tanto, supuesto que elige A, en un sentido (dividido) puede elegir B, en el otro (compuesto), no.

Respecto del elegido, si Dios lo elige para A, como él también es libre, puede acabar en B en un sentido (dividido), en otro (compuesto), no.

De donde no se sigue ni que la elección divina sea intrascendente ni que el elegido carezca de libertad.

En cuanto a si un Ser Inmutable puede elegir, el requisito necesario y suficiente para la elección es que el objeto querido sea un bien particular, finito, contingente, y que la que lo quiere sea una voluntad.

Porque siendo el objeto de la voluntad, la cual depende del intelecto, el bien en general, la voluntad tiende a ese bien en general necesariamente.

A los otros bienes solamente tiende la voluntad en tanto que participan del bien en general, porque ninguna potencia actúa fuera de su propio objeto ni por otra razón que él mismo.

Pero la relación que los bienes finitos tienen con el bien en general es contingente. Ellos no pueden pensarse sin él, pero él puede pensarse sin ellos.

Por eso, la voluntad sólo puede querer a esos bienes en forma contingente, no en forma necesaria, ya que no guardan relación necesaria con su objeto propio y definitorio.

Y querer en forma contingente algo es lo mismo que elegirlo, sea que se lo quiera en vez de no quererlo (libertad de ejercicio) o que se lo quiera en vez de querer otra cosa (libertad de especificación).

Por tanto, lo necesario y suficiente para que un Ser Inmutable pueda elegir es que tenga Voluntad. La elección siempre va a ser sobre lo contingente, nunca sobre lo necesario.

Si un Ser Inmutable, dotado de Voluntad, quiere un bien contingente, lo elige ya por eso mismo, aunque lo quiera inmutablemente.

Porque la contingencia que es esencial a la elección es que la hay entre el acto de la voluntad y su objeto, no la que hay entre el acto de la voluntad y su sujeto, digamos.

Ésta última se da en nosotros, en forma esencial a nuestro ser creaturas, pero en forma accidental a la libertad de elección como tal.

Y por eso en nosotros el acto de la voluntad libre es variable y contingente no solamente por relación al término querido, el bien finito y contingente, que puede existir o no, puede ser ese u otro, sino además en sí mismo considerado.

En Dios, en cambio, el acto libre de la Voluntad divina se identifica con el mismo Acto Puro Inmutable, y su contingencia le viene solamente de y por su término creado, que puede existir o no, ser el que es u otro.

Por supuesto que al llegar aquí nuestra capacidad de imaginar hace rato que quedó fuera de juego, y sólo nos queda la capacidad de comprobar que no se puede encontrar en esto una contradicción.

Saludos cordiales.
18/05/17 8:01 AM
  
Renzo
Agradezco su elaborada respuesta Néstor, pero, tal y como usted mismo acepta, mi limitada capacidad para imaginar la situación tal y como la plantea me deja confundido. Si no le importa intentaré plasmarlo en un ejemplo más cotidiano.

Supongamos que es usted un ser inmutable que toma decisiones siempre correctas e igualmente inmutables (supongamos también que no hay, para usted, un tiempo previo al de la elección que toma, es decir que lo que elige lo elige desde siempre y para siempre a efectos de los actores que estén afectados por su decisión).
Tiene usted un vehículo (el Cielo) que sólo puede conducirse si usted presta las llaves que sólo usted posee (la gracia divina). Si usted elige prestarme las llaves, yo tengo la opción de usar el vehículo o no hacerlo, hasta ahí lo entiendo, pero, si usted elige no prestarme las llaves, ¿cómo voy a tener la posibilidad de usar el vehículo?. En este caso da igual lo que yo quiera hacer o lo que elija, mi acceso a conducir el vehículo es imposible al estar condicionado por su elección de no prestarme las llaves, con lo que no tengo opción alguna frente a quien ha sido elegido por usted para sí recibir las llaves.

Saludos.

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La imaginación, siendo una especie de residuo o huella de la percepción sensible, es radicalmente incapaz ante los objetos que trascienden lo sensible.

Ya el mero triángulo en general, que no es ni determinadamente isósceles ni determinadamente escaleno ni determinadamente equilátero, pues es solamente lo común a todos ellos, es imposible de imaginar, y por eso mismo, de dibujar.

Es la inteligencia conceptual, que se rige por el principio de no contradicción, la única que puede moverse en el plano de lo puramente inteligible.

Por eso es ella, no la imaginación, la que nos dice, por ejemplo, que la suma de los ángulos del triángulo es igual a 180 grados.

En la objeción concreta que Ud. presenta se olvida la distinción católica entre la gracia suficiente y la gracia eficaz.

La primera da la capacidad de hacer el bien sobrenatural y salvífico, la segunda, da el hacerlo de hecho.

Es decir, siendo Dios el Ser y el Bien Supremo, fuente de todo ser y de todo bien, no sólo de él depende que tengamos la llave, sino también que la metamos en el arranque y arranquemos el coche. Puede darnos lo primero (la gracia suficiente), y no darnos lo segundo (la gracia eficaz).

Como Ud. bien dice, la gracia suficiente nos da la posibilidad de usar el vehículo. Ésa, según el sentir más común de los teólogos, Dios la da a todos los hombres. La gracia eficaz nos da además el uso efectivo del mismo, y ésa, al menos si trata de la gracia de la perseverancia final, Dios la da solamente a los elegidos.

Es inevitable que cada vez que hablamos de Dios nos asomemos a lo insólito. De lo contrario, como dice San Agustín, no sería Dios. El criterio suficiente es que no se pueda probar la contradicción.

Saludos cordiales.
19/05/17 8:05 AM
  
Pepito
Estimado profesor Néstor:

De todas formas, si cuando Dios no elige a alguno para la gloria, tampoco le elige para el infierno, entonces Dios no eligiría a ese tal ni para la gloria ni para el infierno, y por tanto Dios simplemente no le eligiría ni para lo uno ni para lo otro, y por tanto no habría ni predestinación ni reprobación para ese tal.

Y el hecho de que la gloria sea un bien gratuito e indebido no cambia las cosas, ya que no por ello la única alternativa a la gloria deja de ser el infierno.

Logicamente no cabe elegir sino entre cielo o infierno, por tanto si Dios no elige para el cielo es que elige para el infierno, y si no es así, Dios no elige, y entonces no hay ni predestinación ni reprobación.

Por tanto, si Dios no elige a alguno para la gloria es que lo elige para el infierno, y si lo elige para el infierno es que Dios quiere que ese tal vaya al infierno, pues sería absurdo que Dios no quisiera aquello que elige.

Y si Dios quiere que alguien vaya al infierno, es que dictamina que ese tal se condene, pues querer que alguien vaya al infierno es lo mismo que querer que ese tal se condene.

Y si ese dictamen de condenación lo hiciera Dios sin atender a las culpas del condenado, como afirman los tomistas, estaríamos ante un dictamen condenatorio de Dios previo a la consideración de la culpa, lo cual va contra lo enseñado en el Concilio Valentino III.

Un cordial saludo.

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A eso es a lo que he respondido precisamente en el mensaje anterior, donde respondía precisamente a esos mismos argumentos en el comentario suyo previo a éste.

Es claro que siendo la vida eterna un don sobrenatural y por eso gratuito, debe ser concedida a la creatura racional por un acto libre de Dios, y eso quiere decir, que Dios puede efectivamente no darla sin cometer injusticia alguna.

Por tanto, para cada creatura racional creada por Dios se plantea a la Voluntad divina la elección entre llevarla o no efectivamente a la vida eterna (mediante los actos libres de la creatura, obviamente, puestos bajo la acción eficaz de la gracia divina).

Y eso quiere decir que Dios puede negarse a llevar a la vida eterna a tal criatura racional que ha creado, sin injusticia alguna.

De lo contrario habría que decir que una vez que Dios crea un determinado número de creaturas racionales ordenadas al fin sobrenatural de la participación en la vida divina, está obligado a elegirlas a todas, de modo de conducirlas efectivamente a todas ellas a ese fin.

Lo cual es la negación de la gratuidad de la gracia, porque en tanto que creada, la creatura racional sólo tiene su naturaleza, y ésta no exige la gracia, que es, precisamente, sobrenatural.

Y tampoco es posible sin contradicción que Dios ordene a las creaturas racionales al fin sobrenatural como algo que necesariamente se les debe dar.

Sin duda, supuesto que Dios hubiese elegido a todos, necesariamente (en sentido compuesto) llegarían todos. pero esa es precisamente la cuestión, que Dios es libre de elegirlos a todos o no.

Y lo que no se exige, no se exige, y no hay injusticia alguna en no darlo.

Pero eso sería imposible si implicase necesariamente que Dios está eligiendo para el infierno a esa creatura, anteriormente a la previsión de sus culpas.

Porque esto último es claramente imposible y contrario a la fe católica, ya que Dios no puede ser autor del pecado, y sí sería injusticia predestinar al infierno sin la previsión de las correspondientes culpas, como sostiene el calvinismo.

Y la clave está en que efectivamente no es lo mismo la negación de la gloria a título de bien indebido y gratuito, y la negación de la gloria a título de pena por el pecado.

Sólo la negación de la gloria a título de pena por el pecado es condenación al Infierno, obviamente, y sólo esto se puede identificar con la "predestinación a las penas del Infierno" de que habla el Concilio de Valence.

En ese sentido, es el réprobo el que se elige a sí mismo para el Infierno, no Dios, porque para hacer el bien, que es ente, necesitamos la ayuda de Dios, es decir, la causalidad divina, pero no para hacer el mal, que es privación de ente.

El no elegido elige libremente la culpa que lo lleva al infierno, porque la elige pudiendo no elegirla, aunque de hecho esa no elección de la culpa no se produce.

De hecho, cada vez que elegimos libremente algo, podemos elegir lo contrario, aunque de hecho esa elección no se produce.

Y lo mismo podemos decir de la Presciencia divina: no puede suceder que no tomemos las opciones libres que Dios conoce infalible e inmutablemente desde la Eternidad que tomaremos, y sin embargo, podemos no tomarlas, por eso son libres.

No hay forma de resolver esta aparente contradicción que no sea acudiendo a la distinción entre sentido dividido y sentido compuesto, con la cual solamente se puede resolver también la dificultad que dice que el que está sentado a la vez puede y no puede estar de pie, y que el que está eligiendo A está pudiendo no elegirlo.

Saludos cordiales.
19/05/17 11:12 AM
  
Renzo
"Y lo mismo podemos decir de la Presciencia divina: no puede suceder que no tomemos las opciones libres que Dios conoce infalible e inmutablemente desde la Eternidad que tomaremos, y sin embargo, podemos no tomarlas, por eso son libres."

Pero entonces, si decidimos no tomarlas, falla la Presciencia divina, ¿no? , o eso o Dios apuesta a todos los números y así se asegura acertar siempre. Si elijo A es lo que Dios sabía que yo iba a hacer, si elijo B, es que sabía que no elegiría A, es un poco hacer trampas, me parece a mi; así cualquiera acierta, más aún si no se puede comprobar el resultado ni la predicción antes de que ocurra.

Saludos.

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En efecto, si decidimos de hecho no tomar esas decisiones que desde la Eternidad Dios prevé que tomaremos, falla la presciencia divina, lo cual es imposible.

Por eso es que de hecho nunca decidimos no tomar esas decisiones libres que Dios eternamente prevé que tomaremos, como de hecho nunca dejamos de hacer, en general, lo que libremente hacemos.

Recordar que propiamente hablando Dios no prevé, sino que ve en su Eterno Presente.

Y entonces, es claro que si veo a Pedro levantar libremente la mano, hay dos cosas que no pueden ser: que no la esté levantando, y que no lo esté haciendo libremente.

Saludos cordiales.
19/05/17 2:14 PM
  
Renzo
Hombre Néstor, no me quiera dar la vuelta con el tema, yo ya le acepté que, teniendo la llave, podemos elegir usar el vehículo o no, pero mi cuestión es ¿qué sucede si no tenemos la llave?, no me venga con que podemos abrir la puerta y sentarnos en el vehículo sin ponerlo en march y tal, creo que qued claro a qué me refiero cuando pongo el ejemplo de "utilizar" el vehículo y, evidentemente, sentarse, ponerse a dormir en su interior o usar su radio, no es lo que se entiende por utilzar un vehículo, pero si se siente más cómodo se lo puedo concretar: sin que me concedan la llave no me es posible poner en marcha el vehículo y desplazarme conducíendolo, ¿qué opción me queda?
Repito que no hablo de que tenga la llave y decida que ni me acercaré al vehículo, digo que no tengo, ni tendré, la llave porque usted ha elegido no me la da.

Saludos.

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Es que por "la llave" podemos entender o la capacidad de hacer lo que Dios quiere, o el hacerlo efectivamente.

En el primer caso, Dios la da a todos los hombres (gracia suficiente). No hace falta que ellos decidan nada.

En el segundo caso, no es solamente la llave, sino también el hacer arrancar el auto con ella (gracia eficaz).

Saludos cordiales.
19/05/17 2:27 PM
  
Renzo
Entiendo entonces que si Dios no me da la gracia eficaz nada de lo que yo haga o deje de hacer cambiará mi destino y no podré acceder al Cielo por mucha gracia suficiente que tenga, así que de poco me sirve la supuesta libertad de elección que o bien queda restringida o no modifica nada.

En ese caso Dios no sería responsable de mis elecciones, pero éstas no tendrían ningún valor salvífico para mi por responsabilidad directa de Dios al no haberme concedido la gracia eficaz.

¿Es correcto?

Así que la "pregunta de millón" es ¿qué motivo tiene Dios para elegir a unos u otros para que reciban o no la gracia eficaz?
Está claro que no la otorga por "méritos" y que quien no la recibe está imposibilitado para salvarse, entonces, ¿para qué sirve todo esto?, quiero decir, de qué le sirve a Dios elegir sólo a algunos pudiendo elegir a todos o a ninguno (lo que sería lo más justo y ecuánime para todos), ¿cómo se hace todo esto compatible con un ser infinitamente, justo, bueno y misericordioso?

Saludos.

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Más bien hay que decir así: Si Dios me da la gracia eficaz, lo que yo libremente haga y deje de hacer influirá tan decisivamente en mi destino que determinará mi salvacion eterna, y si no me la da, lo que yo libremente haga y deje de hacer influirá tan decisivamente en mi destino que determinará mi eterna condenación.

Es como coser con dos hilos de colores diferentes: la libertad divina y la libertad humana. Ambos deben ir siempre juntos, y nunca uno sin el otro, de modo que nombrar a uno es ya nombrar al otro, con la peculiaridad de que el segundo depende del primero, causativamente, en el bien, y permisivamente, en el mal.

En cuanto a la segunda pregunta, oigamos al Angélico (no olvidar que en la espantosa traducción de la Summa en la nueva edición de la BAC donde nosotros traducimos, como se debe, "reprobación", se pone "condenación"):

I, q. 23, a. 3:

"Dios reprueba a algunos. Ya se dijo anteriormente (a.1) que la predestinación es parte de la providencia. Y a la providencia, como también se dijo (q.22 a.2 ad 2), pertenece permitir la existencia de algún defecto en las cosas que le están sometidas. Por eso, como por la providencia divina los hombres están ordenados a la vida eterna, también pertenece a la providencia divina permitir que algunos no alcancen este fin. Y a esto se llama reprobar. Por lo tanto, así como la predestinación es parte de la providencia con respecto a aquellos que, divinamente, están ordenados a la salvación eterna, así también la reprobación es parte de la providencia con respecto a aquellos que no alcanzan dicho fin. De ahí que la reprobación incluya, además de la presciencia, la providencia según nuestro modo de entender, como ya se dijo (q.22 a.1 ad 3). Así como la predestinación incluye la voluntad de otorgar la gracia y la gloria, así también la reprobación incluye la voluntad de permitir a alguien caer en culpa y recibir la pena por la culpa."

En las respuestas a las objeciones:

"1. Dios ama a todos los hombres y también a todas las criaturas en cuanto que les desea algún bien; y, sin embargo, no quiere cualquier bien para todos. Cuando no quiere para algunos el bien de la vida eterna, se dice que los odia o los reprueba."

(lo cual es justamente el tema del "post")

"2. En cuanto causa, la reprobación no es lo mismo que la predestinación. Pues la predestinación es causa de lo esperado en la vida futura por los predestinados, esto es, la gloria; y es causa, también, de lo que se recibe en la vida presente, esto es, la gracia. En cambio, la reprobación no es causa de lo que se da en la vida presente, esto es, la culpa, en la que Dios no tiene parte. Y, sin embargo, es causa de lo que se le retribuirá en el futuro, esto es, la pena eterna. Pero la culpa proviene del libre albedrío por el que se condena y se separa de la gracia. Este es el sentido de lo dicho por el profeta: Israel, tú mismo te pierdes."

"3. La reprobación divina no merma la capacidad del réprobo. Por eso, cuando se dice que el réprobo no puede alcanzar la gracia, no hay que entenderlo como una imposibilidad absoluta, sino condicionada. Al igual que es necesario que el predestinado se salve, como ya dijimos (q.19 a.8, ad 1), con necesidad condicionada, esto es, que no anula su libertad de albedrío. Por eso, si bien el reprobado por Dios no puede alcanzar la gracia, sin embargo, el que incurre en éste o aquel pecado, lo hace siguiendo su libertad de albedrío. Por eso, con razón se le imputa la culpa."

Aquí Santo Tomás hace sin nombrarla la distinción entre "sentido dividido" y "sentido compuesto". Lo que es necesario con necesidad condicional es necesario en sentido compuesto, no en sentido dividido. Así, por ejemplo, es necesario que el que realiza un acto libre lo realice, con necesidad condicional, o sea, supuesto que realiza ese acto.

Cuando dice "el réprobo no puede alcanzar la gracia", hay que entenderlo de la gracia santificante perseverantemente poseída hasta el fin, que en sentido dividido el réprobo puede poseer, porque tiene la gracia suficiente, que lo capacita para evitar el pecado, por el cual se pierde la gracia santificante, pero en sentido compuesto no puede tener, porque no tiene la gracia eficaz, al menos, la necesaria para de hecho evitar todo pecado de este tipo.

I, q. 23, a. 5:

"3. En la misma bondad divina puede encontrarse la razón de la predestinación de algunos y de la reprobación de otros. Pues se dice que Dios hizo todas las cosas debido a su bondad, para que la bondad divina estuviera representada en todas las cosas. Por lo tanto, es necesario que la bondad divina, una y simple, en las cosas esté representada de múltiples formas, debido a que las cosas creadas no pueden alcanzar la simplicidad divina. De aquí que para la plenitud del universo se precisen diversos grados en las cosas, ocupando unas el lugar más alto y otras el más bajo. Y para que se mantenga la multiformidad de grados en las cosas Dios permite que haya algunos males a fin de que no se impidan muchos bienes, como ya se dijo anteriormente (q.2 a.3 ad 1; q.22 a.2).
Por lo tanto, tomaremos todo el género humano como la totalidad de las cosas. Y así, Dios quiso representar su bondad en algunos hombres, los que predestina, a través de su misericordia, con el perdón; y a otros, los que reprueba, a través de su justicia, con el castigo. Y ésta es la razón por la que Dios a unos predestina y a otros reprueba. A esta misma causa se refiere el Apóstol en Rom 9,22s. cuando dice: Queriendo Dios mostrar su ira (esto es, su justicia vindicativa), y queriendo dar a conocer su poder, contuvo (esto es, permitió) con mucha paciencia los vasos de la ira preparados para la condena a fin de dar a conocer la riqueza de su gloria contenida en los vasos de la misericordia preparados para la bienaventuranza. Y en 2 Tim 2,20, dice: En una casa de altura no sólo hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro; unos, para servicios honrosos; otros, para servicios más bajos.
¿Por qué elige a unos para la gloria y a otros los condena? La razón de esto está en la voluntad divina. Por eso, en Super Ioannem dice Agustín: ¿Por qué a éste? ¿Por qué no a aquél? No quieras juzgarlo si no quieres equivocarte.

También en los seres naturales sucede algo semejante, ya que en la materia prima, que es toda uniforme, se puede determinar por qué una de sus partes ha recibido forma de fuego y otra forma de tierra desde que Dios la creó: es decir, para qué hubiera diversidad de especies en las cosas naturales. Pero por qué esta parte tiene una forma y aquella parte otra, depende de la simple voluntad divina. Lo mismo que de la voluntad del arquitecto depende que esta piedra esté en esta parte de la pared y aquélla en la otra, aun cuando la razón de arte estime que unas tengan que estar en unas partes y otras en otras.

Sin embargo, aun cuando Dios no trate igual a quienes son iguales, no por eso hay iniquidad en El. De ser así, se opondría a la razón de justicia si el efecto de la predestinación fuera pago de la deuda y no don de la gracia. En lo que se da por gracia, alguien puede dar libremente lo que quiera, o más o menos, mientras no deje de dar lo debido a quien le toque y no haya detrimento de la justicia. Esto es lo que dice el padre de familia en Mt 20,14s.: Toma lo tuyo y márchate. ¿Acaso no puedo hacer lo que quiero?"

Donde se termina volviendo a la parábola de los trabajadores de la última hora.

Saludos cordiales.
19/05/17 3:56 PM
  
Renzo
Néstor, agradezco nuevamente su interés en debatir conmigo y sus elaboradas explicaciones. Su última respuesta abre más cuestiones de las que cierra y plantea, para mi, bastantes objeciones difíciles de abordad desde un blog, ademas me parece descortes seguir acaparando su tiempo.

Lo que sí me queda claro es que los creyentes y los ateos abordan estas cuestiones de forma totalmente distinta. Mientras los primeros terminan anteponiendo la fe y la obediencia al magisterio de la Iglesia a sus dudas y prefieren aparcarlas o reducirlas a su mínima expresión y limitar o suprimir comentarlas, so pena de ser tildados de herejes, los ateos seguimos buscando respuestas que nos resulten creibles y convincentes y mientras llegan, si llegan, optamos por mantenernos escépticos y guiarnos por el conocimiento positivo y no por la especulación y los malabares filosóficos, metafísicos o teológicos.

Cordiales saludos.

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Obviamente, el creyente es precisamente un creyente, o sea, alguien que cree. La fe no nace del temor a la herejía, sino a la inversa. Todo se reduce a reconocer o no que Dios ha hablado. En caso afirmativo, es claro que lo que Dios ha revelado juega el rol de axioma, porque es imposible que sea falso. Y por esa razón es imposible que sea contradictorio. De ahí surge la especulación del creyente, es decir, la teología.

Saludos cordiales.
19/05/17 5:51 PM
  
Pepito
Estimado profesor Néstor:

Solamente darle las gracias por sus explicaciones acerca de este tema de la predestinación, las cuales reeleré y meditaré con toda atención, al igual que las otras explicaciones suyas en otros temas tomasianos como el de la iluminación divina de la mente humana.

Le confesaré que hoy no acierto a comprender la llamada "reprobación negativa antecedente" tomista, pues una pura y simple no elección divina a la gloria que no sea tampoco y al mismo tiempo una elección positiva al infierno, me resulta muy difícil de entender.

Pero que a mi tal cosa me resulte incomprensible, no quiere decir que no sea posible, sobre todo cuando son muchos piadosos y probos tomistas que así lo aseguran.

Seguiré estudiando y meditando el tema y espero con el favor de Dios y la ayuda de profesores como Vd., que algún día pueda tener la dicha de convertirme en un probo y ortodoxo tomista.

Un cordial saludo y muchas gracias por su paciente amabilidad y por sus explicaciones.

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Muchas gracias y saludos cordiales. Que la Virgen de Fátima nos conceda a todos lo fundamental, que es ser buenos católicos.
19/05/17 10:30 PM
  
Néstor
Agregué al texto un hallazgo posterior: Concilio de Trento, Decreto sobre la Justificación, cap. VII:

“Finalmente, la única causa formal [de la justificación] es la justicia de Dios, no aquella con la que Él es justo, sino aquella con que nos hace justos a nosotros, es decir, aquella por la que, dotados por Él, somos renovados en el espíritu de nuestra mente y no sólo somos reputados justos, sino que verdaderamente nos llamamos y lo somos, al recibir en nosotros cada uno su justicia, según la medida en que el Espíritu Santo la reparte a cada uno como quiere (1 Cor. 12,11) y según la propia disposición y cooperación de cada cual." (D. 799)

Disposición y cooperación nuestra, a su vez, que, de acuerdo con el II Concilio de Orange, deberá entenderse como fruto de la acción divina eficaz en nosotros.

Saludos cordiales.
24/05/17 3:36 PM

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