Acerca de la "falacia naturalista".

Falacia naturalistaUno de los principales argumentos contra la existencia de una ley moral basada en la naturaleza humana es el conocido como el argumento de la “falacia naturalista”. A continuación lo exponemos y hacemos su crítica. Los subrayados en “negrita” son nuestros.

1)    El argumento de la “falacia naturalista”.

Se trata de un argumento por el que se critica a la moral basada en la ley natural, sobre la base de que dicha moral incurriría en una “falacia naturalista”, que consistiría en el intento, supuestamente imposible lógicamente, de derivar el “deber ser” ("ought") del “ser” ("is").

Es decir, no es que los que usan este argumento se presenten a sí mismos como cometiendo o defendiendo una “falacia naturalista”, sino que acusan a la moral iusnaturalista de incurrir en dicha falacia.

2)    El argumento de Hume.

Es un argumento contra la existencia de una ley moral natural que se encuentra en unas pocas líneas de un escrito de David Hume, y se lo considera una de las primeras exposiciones de la objeción basada en la “falacia naturalista“,

“En todo sistema moral de que haya tenido noticia, hasta ahora, he podido siempre observar que el autor sigue durante cierto tiempo el modo de hablar ordinario, estableciendo la existencia de Dios o realizando observaciones sobre los quehaceres humanos, y, de pronto, me encuentro con la sorpresa de que, en vez de las cópulas habituales de las proposiciones: es y no es, no veo ninguna proposición que no esté conectada con un debe o un no debe. Este cambio es imperceptible, pero resulta, sin embargo, de la mayor importancia. En efecto, en cuanto que este debe o no debe expresa alguna nueva relación o afirmación, es necesario que ésta sea observada y explicada y que al mismo tiempo se dé razón de algo que parece absolutamente inconcebible, a saber: cómo es posible que esta nueva relación se deduzca de otras totalmente diferentes. Pero como los autores no usan por lo común de esta precaución, me atreveré a recomendarla a los lectores: estoy seguro de que una pequeña reflexión sobre esto subvertiría todos los sistemas corrientes de moralidad, haciéndonos ver que la distinción entre vicio y virtud, ni está basada meramente en relaciones de objetos, ni es percibida por la razón.”

(Tratado de la Naturaleza Humana, vol. 2).

El argumento se puede resumir así:

O las proposiciones normativas se derivan de proposiciones solamente descriptivas, lo que es imposible, ya que el "deber ser” no se contiene en el "ser", o se derivan de premisas ya normativas, y entonces, la ley moral no se deriva de premisas descriptivas acerca de la naturaleza humana.

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La consecuencia que muchos sacan de esta argumentación es que no es posible una ley moral natural, es decir, fundada en la naturaleza humana. Pero no hay otra alternativa posible entre lo natural y lo artificial. Por tanto, la ley moral sería creación del hombre, y eso implica el relativismo ético, pues lo que depende de nosotros lo podemos formular del modo en que nos parezca conveniente.

De hecho, los autores empiristas que suscriben el argumento de la “falacia naturalista” vienen a dar en que la moral se basa en una especie de sentimiento o intuición inefable que en todo caso no puede pretender validez objetiva alguna, pues su argumentación les impide fundar la ley moral en el conocimiento objetivo de la naturaleza humana y sus exigencias.

Para nuestro análisis de este tema nos basamos en parte en el artículo de Carlos I. Massini Correa, “La falacia de la “falacia naturalista””, publicado en Internet en esta dirección:

http://dadun.unav.edu/bitstream/10171/12812/1/PD_29_03.pdf

3)    Respuesta al argumento de Hume.

El supuesto del argumento es que si la ley moral se basa en la naturaleza humana, entonces las proposiciones normativas se derivan lógicamente de premisas solamente descriptivas.

Una forma de responder es que las premisas no son solamente descriptivas, porque la naturaleza humana es buena.

De hecho, toda proposición “valorativa” es también descriptiva, porque la bondad es una propiedad objetiva de las cosas.

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A esto se puede objetar de todos modos que todavía habría que pasar de premisas valorativas a premisas normativas. No es lo mismo decir “Esto es bueno” que decir “Esto debe ser hecho“. Se presupone que “lo bueno debe ser hecho”, que es justamente el primer principio de la razón práctica, y es normativo. Con lo cual estaríamos en la segunda rama del dilema: partimos de lo normativo y no por tanto del estudio de la naturaleza humana. 

Así parece decirlo John Finnis, sobre el que hablaremos más adelante. La referencia la tomamos del artículo de Mayda HocevarEl primer principio de la razón práctica en la teoría de la ley natural de John Finnis”, en DIKAIOSYNE, 15, Revista de filosofía práctica Universidad de Los Andes Mérida – Venezuela, Diciembre de 2005:

“Los que tratan de pasar, dice, de un juicio teórico ‘es’, incluso un juicio de “es” que dice que  tal y tal “es razonable” o “es justo”, a un juicio práctico que tal “se debe hacer” están cometiendo un error lógico. En otras palabras, la inderivabilidad  de las sentencias del bien de los juicios sobre la naturaleza no es, para Finnis, solamente un rechazo del recurso a la naturaleza en la ética. Es inseparable de su afirmación de que los juicios sobre el bien son prácticos y no teóricos de ninguna manera“.

http://www.monografias.com/trabajos907/teoria-ley-natural/teoria-ley-natural2.shtml

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El razonamiento ético tiene siempre como premisa básica este primer principio de la razón práctica, por ejemplo:

a)    Se debe hacer el bien y evitar el mal. (primer principio normativo)

b)    Robar es malo. (premisa descriptiva y valorativa a la vez)

c)     Tal acción es robo. (premisa explícitamente descriptiva e implícitamente valorativa)

d)    Tal acción no debe ser realizada. (conclusión normativa).

En defensa de la ley natural, se podría argumentar que aunque una premisa sea normativa, en la otra que es descriptiva y valorativa, en este caso, “Robar es malo”, va implícito el conocimiento de la naturaleza humana y sus exigencias.

Pero se nos responderá que la premisa que expresa una ley, un deber, una obligación, allí, es la normativa, y que esa, por lo visto hasta ahora, no se deriva de consideraciones sobre la naturaleza humana.

Así lo dicen por ejemplo Germain Grisez y John Finnis, autores que aceptan la validez del argumento de la “falacia naturalista”:

“Nunca hemos dicho que no se puede pasar de verdades metafísicas o de hecho, junto con principios de la razón práctica a conclusiones normativas. Nuestro punto más bien era que no puede haber ninguna deducción válida de una conclusión normativa sin un principio normativo, y por lo tanto que los primeros principios prácticos no pueden derivarse de las especulaciones metafísicas.”

FINNIS, John, y GRISEZ, Germain: The Basic Principles of Natural Law: A Reply to Ralph Mclnerny, en The American Journal of Jurisprudence, Vol. 26 (1981): 21-31 (traducción nuestra).

http://scholarship.law.nd.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1853&context=law_faculty_scholarship

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A esto se puede responder que la ley natural no se integra solamente por los primeros principios evidentes de la razón práctica, sino también por las conclusiones a las que se llega partiendo de esos principios y de otras proposiciones valorativas, como “Robar es malo”, que suponen el conocimiento de la naturaleza humana

Recordando siempre que para extraer una conclusión no basta una sola premisa sino que hacen falta dos, y que por más que una de ellas sea inmediatamente evidente, bien puede no serlo la otra. 

De todos modos, en este caso, tendríamos conclusiones normativas válidamente derivadas de una premisa descriptiva (y valorativa) y otra normativa e inmediatamente evidente. 

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Otra forma de responder es negando el supuesto: no necesariamente la ley moral ha de deducirse de premisas descriptivas sobre la naturaleza humana para poder fundarse en el conocimiento de la naturaleza humana y del ente en general.

Porque la razón práctica es la misma razón humana, cuando su finalidad no es, como en el caso de la razón especulativa, el conocimiento mismo, sino dirigir la acción. Eso quiere decir que todo el campo de lo práctico surge cuando al conocimiento especulativo, que es el conocimiento sin más, se le agrega la finalidad de dirigir la acción humana.

En efecto, lo simple es anterior a lo complejo, y el conocimiento especulativo es simple en el sentido de que requiere solamente el ejercicio del intelecto con su tendencia natural a conocer, mientras que el conocimiento práctico, como dijimos, es complejo, pues implica agregarle al intelecto y a su conocimiento la finalidad de dirigir la acción humana, y por tanto, la intervención de la voluntad.

No se trata entonces de una deducción lógica de lo normativo a partir de lo descriptivo, sino que los conceptos descriptivos y  valorativos y en el fondo metafísicos de “bien", “acción”, etc., se les agrega la intención de obrar propia de la voluntad y la finalidad por tanto de dirigir la acción humana, y así surge la evidencia del primer principio práctico y normativo: “Se debe hacer el bien y evitar el mal".

Primer principio evidente e indeducible, por tanto, que sin embargo se basa en los conceptos objetivos y ontológicos de “bien", “acción humana", y por tanto, “ser humano", “ser racional", “ente en general", etc.

Y por tanto, se basa en definitiva en la naturaleza del hombre y del ente en general y en nuestro conocimiento de los mismos.

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Al silogismo, entonces:

“Lo que no se basa en premisas puramente descriptivas y/o valorativas acerca de la naturaleza humana no se basa en nuestro conocimiento de la naturaleza humana. Es así que la ley moral no se basa en premisas puramente descriptivas y/o valorativas acerca de la naturaleza humana. Por tanto, la ley moral no se basa en nuestro conocimiento de la naturaleza humana”

se responde distinguiendo la Mayor:

A) Lo que no se basa en premisas…etc., y además, tampoco se basa en conceptos pertenecientes originariamente al intelecto especulativo acerca del bien, el hombre, el ente, etc., no se basa en nuestro conocimiento de la naturaleza humana: Concedo.

B) Lo que no se basa en premisas…etc., pero sí se basa en tales conceptos especulativos, que se vuelven prácticos al agregarse la intención de obrar propia de la voluntad y la finalidad por tanto de dirigir esa acción humana: Niego. 

y contradistinguiendo la Menor:

A) No se basa en premisas…etc., pero sí en tales conceptos especulativos…etc.: Concedo.

B) No se basa en premisas…etc., y tampoco en tales conceptos especulativos…etc.: Niego.

Y negando por tanto la Conclusión.

En efecto, por algo en el primer principio normativo: “Se debe hacer el bien y evitar el mal", aparecen los conceptos de “bien” y de “mal” que son precisamente los mismos conceptos de “bien” y de “mal” que están presentes en el intelecto especulativo.

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Entendemos coincidir aquí con lo que dice Felipe Widow Lira en su Memoria defendida en la Universidad Complutense de Madrid en el año 2013, titulada “El problema de la autonomía de la razón práctica en la “New Natural Law Theory” y Tomás de Aquino: dos versiones de la teoría clásica de la ley natural frente a la “Ley de Hume” y la “Falacia Naturalista“, publicada en Internet y de la cual nos permitimos citar algunos pasajes (recordamos que los subrayados en negrita son nuestros).

“(…) la distinción entre intelecto especulativo e intelecto práctico es una distinción cuyo alcance es muy preciso y limitado y que, en cuanto se la exagera o absolutiza, produce una profunda incomprensión de la naturaleza de la razón práctica: en efecto, lo propio del entendimiento es la posesión de la verdad que, como tal, es objeto de contemplación; como se verá en lo sucesivo, la función práctica del entendimiento se distingue por el fin: se dice práctica, la razón, en tanto la verdad conocida es ordenada a la dirección de la voluntad en la búsqueda del bien; pero el  entendimiento no pierde nunca aquello que es más propio de él, que es la posesión de la verdad, de suyo ordenada a la contemplación. Por ello, aunque en un sentido se dice especulativo del entendimiento para distinguir aquellos actos y hábitos en los que no hay ninguna ordenación a la acción, en un sentido más amplio, el intelecto es siempre especulativo, y se dice práctico no porque discurra por un camino paralelo al de una función especulativa, sino porque a aquello siempre propio del intelecto se añade algo, que es la ordenación a la acción. Esto permite advertir que todo acto meramente especulativo del entendimiento puede hacerse práctico, en la medida en que se descubra algún vínculo entre la verdad contemplada y la propia vida moral.” (p. 468).

 “(…) lo verdaderamente importante, para estas páginas, es la razón por la que esta distinción no es causa de la diversificación de la potencia: “aquello que se añade accidentalmente a la razón del objeto al que refiere una potencia, no diversifica la potencia”, en lo cual se advierte que la ordenación de la verdad conocida a la acción es accidental respecto de lo esencial de la operación intelectual, que es la posesión de la verdad -que, como ya se ha dicho, es, de suyo, objeto de contemplación-, por lo que en aquellos actos en los que se da esa ordenación de lo conocido a la acción, permanece inmutable esto esencial a toda operación intelectual.” (p. 470).

“(…) el intelecto especulativo se dice, en sentido estricto, de aquél en que no hay ninguna ordenación a la acción y, en este sentido, el intelecto práctico no es de ningún modo especulativo. Sin embargo, puesto que la diferencia entre uno y otro está dada por la adición de un fin que es accidental al objeto del entendimiento sin más, como es la ordenación a la acción, permanece en el intelecto práctico todo aquello que es propio del especulativo.” (pp. 470 – 471).

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Y cita algunos textos fundamentales de Santo Tomás, que damos traducidos por nosotros:

“El intelecto práctico y el especulativo no son potencias distintas”. S. Th. I,q. 79, a. 11, in c.

 “El intelecto práctico difiere del especulativo por su finalidad.”. S. Th., I, q. 14, a. 16, in c.

“Lo teórico o especulativo difiere de lo práctico según el fin, pues el fin de lo especulativo es la verdad, pues esto es a lo que tiende, es decir, al conocimiento de la verdad. Pero el fin de lo práctico es la obra.” In Metaph., II, lec. 2.

 “Al cuarto argumento respondemos que el objeto del intelecto práctico no es el bien, sino la verdad relativa a la obra”. De Ver., q. 22, a. 10, ad 4.

“Pero se ha de saber que el artífice tiene un doble conocimiento de lo operable, es decir, especulativo y práctico. Tiene conocimiento especulativo o teórico cuando conoce las razones de la obra sin aplicarlas a la intención de obrar, y tiene propiamente conocimiento práctico cuando por la intención extiende las razones de la obra al fin de la operación […] Por lo que es evidente que el conocimiento práctico del artífice sigue al conocimiento especulativo, pues lo práctico se realiza por extensión de lo especulativo a la obra.” De Ver., q. 2, a. 8, in c.

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Así dice también Peter Philips Simpson en su libro “Vices, Virtues, and Consequences: Essays in Moral and Political Philosophy, Washington, D.C.,  Catholic University of America Press, 2001.

Se refiere a John Finnis, el cual, como dijimos, acepta la validez del argumento de la “falacia naturalista” (la traducción es nuestra): 

“Es una consecuencia necesaria de la teoría de Finnis que el saber práctico y el saber teórico deben diferir en cuanto saberes. El saber práctico, dice, tiene sus propios principios evidentes que son diferentes de los principios que rigen al sabe especulativo y que no pueden de ninguna manera ser derivados de algún saber especulativo. El saber práctico es, por así decirlo, sui generis, y no puede ser entendido como cualquier tipo de desarrollo o extensión del saber teórico. Según Santo Tomás, sin embargo, parece que esto es precisamente lo que el saber práctico es. Lo práctico y lo especulativo no difieren en cuanto conocimientos, sino en cuanto a lo que se hace con el conocimiento".

“Es notable cuán diferente es el pensamiento expresado en estas citas del de Finnis. Lo que estas citas muestran es que Santo Tomás toma la diferencia entre el saber práctico y el especulativo del hecho de que el conocimiento práctico es la aplicación de conocer a una obra, mientras que el saber especulativo es saber que no se aplica así, sino que es poseído por su propio valor. Si esto es así, es decir, si estos dos conocimientos difieren en que uno es aplicado y el otro no lo es, entonces eso sólo puede significar que, por lo que al conocimiento como tal se refiere, no difieren".

“Cuando Santo Tomás afirma, por lo tanto, el primer principio práctico como ” el bien debe ser buscado y hecho, el mal evitado”, debemos suponer que él tiene la intención de dar un principio en el que se contiene la aplicación a la acción. Como ya se ha señalado, esto es lo que el término “que debe buscarse” serviría para expresar, porque esto es lo que convierte al principio en una prescripción. Pero lo que será inderivable o auto-evidente aquí para la razón práctica será el prescriptividad del principio. El pensamiento práctico comienza con sus propios principios evidentes porque, precisamente en tanto que práctico,  debe comenzar con algo preceptivo. Esto es lo que es nuevo y original en lo práctico. Porque claramente no puede proceder de algún pensamiento teórico anterior; ya que el  pensamiento teórico, precisamente por ser teórico, carece de prescriptividad. Sin embargo, la auto-evidencia del primer principio se basa en algo teórico, a saber, la verdad teórica de que el bien es lo que todos apetecen. En el pensamiento práctico esta verdad sobre el bien se considera desde el punto de vista de la práctica. Tener en cuenta esta verdad desde este punto de vista es considerarla desde el punto de vista de la pregunta “¿Qué hacer? ‘, Y por lo tanto necesariamente considerarla como la respuesta a esa pregunta en la forma de la prescripción: “lo bueno debe ser hecho“.

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Por ello nos parece que hay que hacer algunas precisiones a lo que dice Massini Correa en el artículo en el que en parte se basa este “post”:

”Por último, es necesario hacer notar que, para los autores realistas, el recurso a la “naturaleza humana” no tiene carácter teórico o meramente descriptivo; por el contrario, es en la búsqueda de la perfección humana, es decir, en una labor de carácter práctico-ético, en la que se descubren los rasgos fundamentales de esa naturaleza. Dicho en otra forma, no se trata de que sea necesario efectuar un estudio teorético de la esencia humana –estudio que corresponde propiamente a la antropología filosófica- para deducir luego de sus conclusiones las reglas de la eticidad o el valor moral de las acciones o hábitos; por el contrario, se trata de que en la indagación racional de la razón práctica, pero racional al fin - de “bueno” para el hombre, se descubren las dimensiones básicas del perfeccionamiento humano. Así por ejemplo, al investigar la bondad o maldad de las restricciones o coacciones que se realizan al pensamiento humano y a su expresión, se percibe el elemento racional-cognoscitivo del modo de ser del hombre y la necesidad de su desarrollo y desenvolvimiento; se percibe al conocimiento como un bien humano básico y, por tanto, al hombre como un “entre cognoscente” y a su naturaleza como “racional". No se trata, por tanto, de que sea necesario “definir” o “describir” al hombre para pasar luego -indebidamente- a la aprehensión de “bueno"; se trata sólo de buscar, a partir de la experiencia, las dimensiones fundamentales del perfeccionamiento humano, los aspectos de su desarrollo vital que aparecen como más valiosos, los elementos de su estructura ontológica que requieren ser plenificados. Esta comprensión de la naturaleza humana no es “teórica", ni “metafísica", ni “naturalista": es pura y simplemente ética, realizada por la razón práctico-moral sobre un objeto práctico, con un fin práctico y de modo práctico. No hay aquí, por  tanto, “falacia” de ninguna especie, sino pura y simplemente uso práctico-moral de la razón humana, que ni define, ni “pasa” de proposiciones de una clase a otras de una clase distinta.”

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Nos parece que aquí habría que subrayar más el carácter sí teórico y especulativo de los conceptos básicos de “bien”, “acción humana”, “fin”, que están en la base de la razón práctica, y sobre todo, el hecho de que la razón práctica es misma razón que en otro orden es especulativa, transformada no intrínsecamente, sino solamente en la finalidad con la que utiliza sus conceptos y sus juicios, que ya no es más el conocimiento en sí mismo sino la orientación de la acción humana.

Sólo así  se entiende, pensamos, la estrecha relación que se debe ineludiblemente afirmar entre la antropología filosófica y la ética.

4)    Una objeción.

Se puede replicar: es que no es posible que conceptos teóricos, sacados de lo que las cosas son, permitan formar proposiciones valorativas o normativas como es el primer principio de la razón práctica. Porque el “ser” no contiene el “deber ser” y por tanto éste no puede derivarse de aquél. En efecto, en el “ser”, o sea, de hecho, se dan tanto el bien como el mal moral.

A lo cual respondemos distinguiendo: En el ser entendido como lo fácticamente dado, se dan tanto el bien como el mal: Concedo. En el ser entendido como lo que naturalmente corresponde a cada cosa, se dan tanto el bien como el mal: Subdistingo: El mal físico: Pase. En realidad, el mal físico se da en la naturaleza de las cosas sólo como posibilidad o realidad natural de defecto o fallo de esas mismas naturalezas. El mal moral: Niego. El mal moral, justamente, es lo que contradice la naturaleza humana, y además, depende del libre albedrío, pudiendo darse o no, y por tanto, si se da fácticamente, no por eso pertenece a la naturaleza humana como tal.

Por tanto, nada obsta a que se tome la naturaleza humana como fuente de donde se abstraen los conceptos relativos al bien moral del hombre.

5)    El argumento de Moore.

En relación con esto último se plantea la otra objeción, que es la del filósofo inglés George Moore, de la que propiamente deriva el nombre de “falacia naturalista” aplicado a la ley natural, y es la que en realidad trata el artículo de Massini Correa.  

Moore sostiene que la noción de “bien", siendo simple, o sea, sin partes, no es definible, porque definir algo es analizar su comprensión explicitando algunas de las notas que la componen, justamente, aquellas que son definitorias del objeto, de modo que sólo las nociones compuestas de otras nociones, que son las de sus notas componentes, pueden ser definidas.

En cambio, “bien“, dice Moore, es una noción simple, como “amarillo“: sabemos lo que quiere decir, pero no lo podemos definir, porque no tiene partes.

Todo intento de definir el bien, por tanto, nos lleva a sustituirlo por otra cosa o conjunto de cosas que nunca es el bien mismo, aunque en la realidad pueda darse a veces junto con el bien. Por ejemplo, el espíritu, la vida, la historia, la evolución, la sociedad, Dios, la naturaleza humana, etc.

Una ley moral natural, y basada, por tanto, en la naturaleza humana, debería entonces llegar finalmente a lo que es bueno para el hombre a partir de cosas que no tienen nada que ver con el bien, de modo que por otro camino se denuncia aquí la misma supuesta falacia que denunciaba Hume: el paso del ser al deber ser, de lo descriptivo a lo valorativo.

6)    El argumento de Moore expuesto por Prior y Hare.

Según leemos en el citado artículo de Massini Correa, Arthur N. Prior ha sostenido, en términos equivalentes al menos, que si el ser forma parte del bien, entonces la afirmación “el ente es bueno” es tautológica, porque se reduce a “el ente es el ente”.

El argumento de Prior viene a ser éste: supongamos que “bien” y “ente” tienen la misma extensión, o sea, se predican de los mismos sujetos. Entonces, o bien tienen distinta comprensión, y no se puede definir el “bien” por el “ente”, o bien tienen la misma comprensión, y entonces, decir que “el ente es bueno” es tautológico, es lo mismo que decir que “el ente es el ente”.

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R. M. Hare sostiene que “bueno” no puede identificarse con ninguna realidad natural, pues nunca la enumeración de las cualidades naturales de una cosa puede darnos el significado de “bueno”. Así, cuando decimos que una frutilla es buena porque es dulce, no estamos diciendo, señala, que es dulce porque es dulce. “Bueno” es algo más que “dulce”; el significado de “bueno” siempre apunta a “algo más” (es algo “sobreviniente”, dice Hare) que las cualidades naturales y por lo mismo no puede derivarse de las mismas.

7)    Respuesta al argumento de Moore.

En definitiva, para Hume el bien es externo al ente, y por eso, no se puede derivar el bien del ente.

Mientras que para Moore el ente es externo al bien, y por eso no se puede identificar el bien con el ente.

Ambos están de acuerdo, entonces, en que no hay intersección entre el ente y el bien.

Contra esto, sostendremos la noción clásica del bien según la metafísica escolástica: el bien es el ente en tanto que apetecible.

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La clave está, como siempre en el tomismo, en la teoría del acto y la potencia. Los entes finitos son compuestos de acto y potencia, y la potencia puede estar ya actualizada por el acto, o bien aún “en potencia“, aguardando, por así decir, su actualización.

El ente en acto es el ente perfectamente realizado, el ente en potencia es el ente imperfectamente realizado. Es la diferencia que hay, por ejemplo, entre ver y tener la capacidad de ver con los ojos cerrados. La actualización de la potencialidad, por tanto, es un perfeccionamiento.

Las potencialidades naturales, por tanto, apuntan a la perfección que le corresponde por naturaleza a un ente dado, pues ésta es la finalidad de las operaciones de ese ente, que sin ella quedarían sin razón suficiente.

El “deber ser“, entonces, radica en el ser como la perfección exigida por la naturaleza de cada cosa, en la medida en que esa naturaleza está de suyo en potencia para esa perfección y sólo la alcanza  mediante la actualización de esa potencialidad natural, que no está de entrada actualizada y que debe actualizarse mediante las operaciones del ente en cuestión.

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Ahora bien, algo es ente porque tiene o puede tener el acto de ser. Y el ser es el acto fundamental, porque sin él, ningún otro acto sería el que es, pues no sería nada.

En los entes finitos, el acto de ser actualiza a la esencia o naturaleza de ese ente, que es potencia pasiva para el mismo, y en eso consiste precisamente la Creación divina del ente en cuestión. Una vez existente en acto, la sustancia finita está todavía naturalmente en potencia para múltiples perfecciones accidentales, sin las cuales, por tanto, no llega a la perfección que le corresponde, y ahí es donde se plantea del tema del “deber ser” en relación con las operaciones propias de esa sustancia

Por tanto, el ser es la perfección fundamental, fuente de toda otra perfección, y entonces, el ente, que es aquello que tiene o puede tener el acto de ser, posee por eso mismo siempre algún grado de perfección, con la cual es capaz de perfeccionar a alguna potencia pasiva. De ahí que la potencia pasiva tiende a su acto propio como a su perfección y a su bien. Y entonces, en tanto que perfecto y por eso mismo capaz de perfeccionar, el ente es  apetecible, y en esa medida, bueno.

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Por eso, el bien es distinto del ente “ratione”, no “re”, es decir, en el concepto, no en la realidad, pues el bien es el mismo ente, sólo que considerado en relación al apetito.

Para “deducir”, entonces, el bien del ente basta con considerar al ente en relación con el apetito, mientras que para, no “definir”, que no se puede, pero sí dar una caracterización del bien en términos de ente, basta precisamente eso mismo.

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El problema con la crítica de Moore es que efectivamente la noción de “bien” no es una noción simple. El bien es “aquello que todos apetecen“, o sea, el ente en relación con el apetito, o el ente en tanto que apetecible.

Por lo que la noción de “bien” está compuesta, por así decir, de otras dos nociones: la de “ente” y la de “apetito“.

No se trata, entonces, de que caemos en el error de creer que “ente” es idéntico a “bien” porque siempre los vemos juntos, sin más, sino de que “ente” forma parte de la comprensión de “bien”.

Es cierto que, como dice Moore, el “bien” es indefinible, pero eso es porque para que algo sea definible no alcanza con que sea compuesto, contra lo que Moore piensa, sino que hace falta además que sus componentes sean más extensos que él, como sucede con “animal” y “racional” respecto de “hombre".

Pues toda definición se hace, digamos, buscando una intersección entre dos conjuntos que es menos extensa que esos conjuntos mismos: la intersección, por así decir, del género próximo y la diferencia específica.

En efecto, desde que la diferencia específica se agrega a la comprensión del género, dada la ley de relación inversa entre extensión y comprensión de los conceptos, por eso mismo la extensión del compuesto resultante es menor que la del género.

En cambio, “bien“, siendo un trascendental, tiene la misma extensión, absolutamente universal, que “ente” el cual, además, por su misma universalidad, es también indefinible.

Eso no quiere decir que no se pueda dar una descripción del bien, que es justamente eso de “el ente en tanto que apetecible”.

Ahora bien, si “ente” forma parte de “bien", entonces de ningún modo el bien es algo que no tenga nada que ver con el ente, y entonces, tampoco tiene porqué ser imposible llegar al bien del hombre partiendo de lo que el hombre es. 

En efecto, dado que el bien es el ente en tanto que apetecible, y dado que algo es apetecible en tanto perfecto y perfectivo de otros, bastará considerar el ser del hombre en tanto perfectible para conocer cuál es la perfección y el bien que le corresponde. Y así Aristóteles llega a la conclusión que es la actuación de la mejor parte del hombre, a saber, el intelecto, respecto de su objeto más perfecto, a saber, Dios.

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A lo que dice Prior respondemos que la comprensión de “ente” y la de “bien” son distintas, pero de tal modo, que “ente” es precisamente una parte de “bien”, de modo que junto con la otra parte, “apetecible”, permite dar, no una definición propiamente dicha, pero sí una descripción suficiente del bien.

Y por la misma razón, “el ente es bueno” no es tautológico, sino que simplemente señala que el ser “apetecible” le corresponde al ente en tanto que ente.

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Y a lo que  dice Hare respondemos que ese “algo más” es precisamente la relación de la cualidad natural en cuestión con el apetito, sensible o intelectual (volitivo), y que lo dulce, en tanto apetecible por algún sujeto, es una de las realizaciones analógicas del bien.

El conocimiento de tal relación de la propiedad natural con el apetito es tarea del intelecto, tanto como el conocimiento de esa propiedad natural misma.

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8) Resumiendo:

El argumento de la “falacia naturalista” dice que:

“Las proposiciones normativas no pueden derivarse de proposiciones descriptivas.

A lo que respondemos que no se deducen de proposiciones descriptivas pero se forman con conceptos descriptivos a los que se añade la intención de obrar de la voluntad.

Esos conceptos descriptivos, teóricos, son valorativos, son acerca del bien o mal que hay en las cosas y en las acciones.

Los conceptos y proposiciones valorativos no tienen su origen último en la voluntad, sino en el intelecto. La voluntad, como voluntad, sólo puede apetecer, no conocer, el bien que el intelecto, que sí lo conoce, le presenta.

Se vuelve a objetar:

“Los conceptos teóricos o descriptivos no pueden ser base de proposiciones normativas, porque 1) el bien, lo valorativo, no se contiene en el ser 2) Lo normativo no se contiene en lo valorativo.”

Respondemos que el bien está implícito en el ser, y se explicita cuando se relaciona al ser con el apetito. Por eso mismo, el ser forma parte de la descripción del bien. De modo que se puede decir que algo es ente si y sólo si es bueno.

Y según esto, se puede derivar tanto el ente del bien como el bien del ente.

Por tanto, cuanto Moore niega que se pueda derivar el ente del bien, niega también que se pueda derivar el bien del ente. Su argumento entonces es un caso particular de objeción de la “falacia naturalista".

En cuanto a lo valorativo, se vuelve normativo cuando se agrega la intención de obrar. Lo valorativo sin más pertenece al intelecto teórico; lo normativo, al intelecto práctico.

El intelecto teórico valorativo dice que tal cosa o acción es buena y tal otra cosa o acción es mala. Al agregarse la intención de obrar, surge como una evidencia inmediata la primer directiva de la acción, normativa, propia del intelecto práctico:se debe hacer el bien y evitar el mal”.

La razón práctica existe porque la voluntad apetece algún bien que se propone por eso mismo como fin a alcanzar, y entonces la razón delibera acerca de los medios más apropiados para alcanzar ese fin.

Como toda apetición de un fin supone la apetición del fin último, pues no es posible que todo se quiera en función de otra cosa, está por eso mismo subordinada a él, y por eso mismo, la primer norma de la acción es que todo medio elegido por la voluntad debe ser compatible con esa ordenación de todo el obrar humano al fin último, que es lo constitutivo de la bondad moral de las acciones, y por eso el primer principio de la razón práctica es un principio ético.

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9) Intentos de “bautismo".

El caso es que algunos autores católicos, vinculados a lo que se conoce como “nueva teoría de la ley natural“, pretenden afirmar la ley natural aceptando al mismo tiempo la validez del argumento de la “falacia naturalista". Los más conocidos son Grisez, Finnis, y Ronheimer.

Sobre esta base afirman, entonces, que el conocimiento de la ley moral natural no depende de ningún modo del conocimiento de la naturaleza humana.

Sobre ello hablaremos, Dios mediante, en un próximo “post”.

15 comentarios

  
Horacio Castro
Estimado Néstor. Después de haber leído que algunos ‘acusan’ al Papa por haber evitado un muy probable nuevo escándalo a la Iglesia, por una donación en Argentina, ya no tengo temor alguno de incurrir en simplezas sobre temas complejos como el que Ud. trata en este post. Aquí va. Respecto al discernimiento de bien y mal ínsitos en el alma del hombre desde su creación, lo comparo con la capacidad (comprobada en mis propios hijos) de reír con muchas ganas ante situaciones objetivamente nuevas y graciosas, desde que habían cumplido apenas unas semanas de vida. Es muy interesante su artículo. Saludos.
17/06/16 12:02 AM
  
Joaquín
Este artículo es ilegible para cualquiera que no tenga una íntima familiaridad con la filosofía escolástica, y desde luego, no convencerá a nadie que sostenga las ideas en él refutadas.

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Me alegro de que le haya gustado. En realidad he escrito cosas bastante más ilegibles que ésta, que dentro de todo me parece que se mantiene en un plano intermedio. Por lo menos, es claro que Ud. sí tiene una íntima familiaridad con la escolástica, pues supongo que lo ha leído. En cuanto a la profecía que tiene a bien anunciarnos, pienso que habría que esperar en todo caso la verificación empírica. De todos modos, lo de convencer es una meta realmente ambiciosa, por lo menos yo me conformaría con que nosotros nos aclaráramos un poco las ideas, que según mi experiencia, no es poca ambición, tampoco.

Saludos cordiales.
17/06/16 10:01 AM
  
Quidam
Buenos días profesor Néstor.

como siempre es un gusto leerlo.

Una pregunta: ¿la obra famosa de monseñor Derisi, Fundamentos Metafísicos del Orden Moral, sería entonces un poco "simplista" al afirmar lisa y llanamente la derivación de la ley moral de la comprensión inteligible de la esencia humana? ¿sería blanco fácil de los partidarios del uso de la falacia naturalista?

Muchas gracias.

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Gracias a Ud. En esa obra monumental Mons. Derisi abunda y profundiza en los principales conceptos que hemos apenas esbozado en este "post". Dice, por ejemplo, por citar solamente un pasaje:

"La raíz de toda la vida especulativa o teorética es la inteligencia, la raíz de toda la vida práctica es la voluntad. La de ésta es, por eso, siempre práctica; la de aquella es de sí siempre especulativa, pero puede ser práctica o puramente especulativa, según se subordine o no a la actividad de la voluntad." (p. 367).

Con lo que viene a coincidir, como no puede ser de otro modo, con Santo Tomás, y por tanto, también con Widow Lira y Philips, entre los autores que he citado.

Es decir, la razón es siempre especulativa, pero puede ser puramente especulativa, o ser razón práctica, es decir, razón especulativa subordinada a la actividad de la voluntad, en el sentido de "utilizada con la finalidad de dirigir la acción".

En el texto de Mons. Derisi están todas las bases para responder a la objeción de la "falacia naturalista". Incluso cuando trata de la separación entre "ser" y "valor" propia de la axiología de Max Scheler está tratando básicamente el mismo problema planteado por los que proponen el argumento de la "falacia naturalista".

Lo que sí es posible es que dado el marco de referencia preferentemente europeo-continental de la obra no enfoque la objeción de la falacia naturalista tal como brota de la filosofía anglosajona.

Saludos cordiales.
17/06/16 3:48 PM
  
Ricardo de Argentina
" la distinción entre vicio y virtud, ni está basada meramente en relaciones de objetos, ni es percibida por la razón." Hume dixit.
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¿Que la diferencia entre vicio y virtud, percibida por todos los pueblos de todas las épocas con sólo diferencias de estilo y costumbres, y que basamenta todas las legislaciones que en el mundo han sido, no es percibida por la razón???
¡¡Qué tan cierto es que quien pierde la fe, termina perdiendo la razón!!
17/06/16 7:42 PM
  
Quidam
Mil gracias por su respuesta. Efectivamente es una obra 'monumental'. Y al parecer debo leerla con mayor cuidado, ahora gracias a sus aclaraciones seguramente la leeré 'con otros ojos', y con mayor fruto.

Gracias.
17/06/16 9:09 PM
  
Constantino Paz
Los animales se roban la comida siguiendo la ley natural. Los hombres son animales. Los hombres se roban la comida.a

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La ley natural es la que gobierna a cada cosa según su naturaleza. A los irracionales, la ley natural los gobierna sin que puedan elegir el camino a seguir, por las leyes físicas y químicas o por las tendencias o instintos propios de los seres vivos. A los seres racionales, la ley natural los gobierna apelando a su capacidad de elección, mediante la obligación o deber moral.

Por eso mismo, los animales no roban nada, porque tampoco tienen el derecho a la propiedad. El hombre es un animal racional, sujeto a la ley moral, que establece derechos y deberes, entre ellos, el de propiedad.

Saludos cordiales.
18/06/16 1:42 PM
  
Ramontxu
Estoy de acuerdo en que el intelecto puede valorar la bondad de los actos y apetecerlos.

Ahora bien, el intelecto es siempre el intelecto de un individuo y no se ha mostrado cómo un individuo puede valorar y apetecer actos que trascienden su bien particular y que incluso van en contra de su bien particular, actos altruistas sin los que no tiene sentido hablar de ética.

Tampoco se ha mostrado cómo el intelecto puede llegar al concepto de "obligación". Una cosa es entender la bondad de algo y, por lo tanto, apetecerlo y otra muy distinta sentir una obligación. La obligación sólo puede venir de algo externo al individuo y es independiente de lo que el intelecto de ese individuo perciba como "bien".

No se ha mostrado, por lo tanto, cómo se puede llegar a la ética sólo mediante la razón.

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Todo intelecto, por serlo, tiene la noción del ente en general y del bien en general, y la voluntad que siempre acompaña a todo intelecto puede apetecer y apetece, por tanto, el bien en general, bajo la forma de "felicidad". Esa apertura al bien en general sólo puede ser saciada por un Bien sin límites que es el fin último de todo ente dotado de intelecto. El bien particular, por tanto, de un individuo racional es sobre todo su fin último, que se identifica con el Bien sin más, o sea, Dios. Ningún acto moralmente bueno va en contra de este bien "particular" del individuo racional que es su Fin último, pues por el contrario, ir en contra de la ordenación al fin último es lo propio de los actos intrínsecamente malos.

Y efectivamente, la obligación no se entiende sin esa identificación final entre el Fin último de todo intelecto y el Bien Supremo, que es Dios mismo, Creador del hombre, el cual por tanto es al mismo tiempo Fin último, Bien Supremo, Creador y Legislador al cual la creatura racional debe obediencia y frente a la cual por tanto está moralmente obligada, de tal modo que coinciden maravillosamente la obligación moral procedente de una Fuente externa que es Dios mismo, y la tendencia íntima de cada cual a la felicidad o bien en general, que es su bien "particular" por excelencia.

Por eso separar el bien del deber es kantiano, no aristotélico ni tomista.

Saludos cordiales.
20/06/16 12:02 AM
  
Ramontxu
A los dos puntos me respondes echando mano de Dios. Para ese viaje, no hacían falta alforjas.

Si resulta que, al final, la explicación está en Dios, todo el discurso anterior, supuestamente racional, se queda en una gimnasia mental que, además de innecesaria, no llega por sí misma a ninguna conclusión.

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En primer lugar, la existencia de Dios se demuestra racionalmente, como ya he mostrado en varias publicaciones en este mismo sitio.

En segundo lugar, efectivamente, sin Dios la obligación moral no puede ser lógicamente fundamentada.

Eso no quiere decir que el ateo, por ejemplo, no oiga la voz de la conciencia moral, sino solamente que no puede dar razón de la misma.

En cuanto al argumento de este "post", se trata de responder a una objeción específica, y no de desarrollar toda la doctrina sobre la ley natural. Para ese fin sí alcanza con el discurso que aquí se presenta.

Y efectivamente, la ley moral se apoya en la naturaleza humana. Pero la naturaleza humana es obra de Dios Creador. Así que la ley moral expresa al mismo tiempo las exigencias más profundas de nuestro ser y la Voluntad del Creador y Legislador divino.

Saludos cordiales.
20/06/16 9:17 AM
  
guerrero memetico
Hola Nestor:

Hace unos años escribí un post en su blog acerca de un articulo suyo sobre la evolución. Por entonces yo empezaba a volver a la fe católica. Y me di cuenta de que sabía muy poco de la filosofía perennis, realista, en la que, estaba convencido, era la clave para situarse en el mundo y poder pensar claramente acerca de él, porque es la que los primero pensadores consideraron evidente, sin deformaciones ideológicas.

Y heme aquí después de haber leído un poco, entre ellos a usted y muchos de sus artículos. Bueno al grano: Siempre me ha interesado el problema de la falacia naturalista y estoy acabando "El problema de la autonomía de la razón práctica en la “New Natural Law Theory” y Tomás de Aquino: dos versiones de la teoría clásica de la ley natural frente a la “Ley de Hume” y la “Falacia Naturalista“

Widow disecciona casi con exceso de detalle el problema y la defectuosa respuesta de los seguidores de la NNLT, que aceptan el postulado de la falacia y dejan poco menos que una ley natural sin ley natural, ya que sus principios son tan vacíos poco menos que los de sus oponentes, pero creo que falla al explicar al final la filosofía de Santo tomás con el mismo espíritu didáctico con el que explica todo lo demás.

Yo creo que hay un problema muy serio a la hora de explicar el realismo a personas que han vivido en el seno del nominalismo toda su vida, que somos todos nosotros sin excepción. Yo creo que urge un manual de escolástica realista para nominalistas. No vale repetir constantemente la expresión "apertura radical a....." y póngase en los puntos suspensivos Bien, Ser Belleza o cualquier cosa. Ese invento moderno de "apertura radical..." o usar "radical" cada dos por tres me horripila y espero que ni Platón ni Aristóteles ni Santo Tomás ni Suarez lo hubieran usado jamás.

Por eso me decepciona la última parte del libro, porque no logra clarificar con rotundidad las tesis de Santo Tomás.

En algún pasaje, hacia el final como preludio del último capítulo, da la clave que hace click en mi mentalidad nominalista en busca de una escalera segura hacia la filosofía de Santo Tomás: Parece decir que el ser no es algo estático sino dinámico que tiende a su (perpetuación y) perfección. El ser de algo incluye los modos en que el a ese mismo ser le permite seguir siendo y tender hacia su perfección, que no es en si aislada, sino en complementariedad con todas los demás seres. Por tanto el ser tiene en si el deber ser inherente a su naturaleza, de otra manera, dejaría de ser. Por ejemplo el animal o come cosas apropiadas a su naturaleza o muere. Por tanto es bueno que el animal coma eso y "debe" comerlo.

La implicación del ser al "deber ser" produce por la propia naturaleza del ser animal del tipo concreto. De la misma forma, el ser humano tiene en su naturaleza aspectos que determinan su deseo hacia ciertas cosas que llamamos bienes y que le permiten ser. No hay falacia alguna.

Esto sería entendible por un nominalista. Luego podríamos por medio de la analogía del ser y por la idea de participación y seguir la filosofia de Santo Tomás a la conclusión de que el mayor bien es la contemplación divina, pero primero hay que levantar del lecho dogmático al nominalista que llevamos dentro

¿Podríamos decir que el concepto de ser de la escolástica es mas "dinámico"? . Un ser o ejecuta las operaciones que le permiten continuar existiendo inherentes a su naturaleza o deja de ser, por lo que tiene en si un "deber de ser". Además el el caso del ser racional tiene un impulso hacia la perfección, a ser mas uno mismo, y en su finitud encuentra una limitación en ese ansia que solo puede llenar Aquel que ya es perfecto y está permitiéndole con la ayuda de su gracia transcender esa limitación.

Otra consideración acerca de esa concepto dinámico del ser es el concepto católico de libertad, que a mi me hizo abandonar el concepto simplón nominalista y liberal de libertad. Para los escolásticos, libertad es una conjunción de conocimiento y voluntad: con ambas se puede ser libre, si falla una de las dos, se pierde; El que sabe que las drogas le esclavizan pero no tiene voluntad para rechazarlas, pierde su libertad y viceversa, lo mismo puede ocurrir con el ignorante voluntarioso.

Esto contrasta con el concepto liberal y nominalista de libertad: el drogadicto es libre porque lo ha elegido así. Eso es evidentemente falso. Ese concepto nominalista de libertad es fruto de un concepto estático del ser libre, un concepto que se fija en la sola voluntad casi de movimientos del individuo, lo cual es absolutamente falaz en términos intuitivos. Como en casi todo el nominalismo, su simploneria es obscena una vez se contempla desde el realismo (filosofico y del sentido común).

Necesitamos explicar el realismo a los nominalistas, que somos todos. Y repasarlo cada mañana.

Autocrítica:
"dinámismo" sería en este caso por mi parte, la expresión fetiche a utilizar en lugar de esa otra expresión fetiche "apertura radical". O mas bien "dinamismo hacia la permanencia y la perfección" que suena aún mas horrible.

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Disculpe si edité alguna palabra hacia dimensiones más realistas :)

Sin entrar en el tema del libro de Widow Lira, del cual lo que puedo decir es que he sacado luces muy importantes para el "post", a lo que Ud. dice puedo hacer dos observaciones:

Efectivamente, la clave está, como siempre en el tomismo, en la teoría del acto y la potencia. Los entes finitos son compuestos de acto y potencia, y la potencia puede estar ya actualizada por el acto, o bien aún “en potencia“, aguardando, por así decir, su actualización.

El ente en acto es el ente perfectamente realizado, el ente en potencia es el ente imperfectamente realizado. Es la diferencia que hay, por ejemplo, entre ver y tener la capacidad de ver con los ojos cerrados. La actualización de la potencialidad, por tanto, es un perfeccionamiento.

Las potencialidades naturales, por tanto, apuntan a la perfección que le corresponde por naturaleza a un ente dado, pues ésta es la finalidad de las operaciones de ese ente, que sin ella quedarían sin razón suficiente.

El “deber ser“, entonces, radica en el ser como la perfección exigida por la naturaleza de cada cosa, en la medida en que esa naturaleza está de suyo en potencia para esa perfección y sólo la alcanza mediante la actualización de esa potencialidad natural, que no está de entrada actualizada y que debe actualizarse mediante las operaciones del ente en cuestión.

En ese sentido sí se puede hablar de "dinamismo", pues la misma teoría aristotélica del acto y la potencia fue ideada para dar razón del movimiento real, contra Parménides (y también contra Heráclito).

El segundo punto es que no hay forma de entender esto en clave nominalista, donde para empezar no existen las naturalezas de las cosas.

Me parece que su consulta me ha dado oportunidad de explicitar mejor este concepto básico así que lo agrego al "post".

Saludos cordiales.
20/06/16 12:09 PM
  
Ricardo de Argentina
"En segundo lugar, efectivamente, sin Dios la obligación moral no puede ser lógicamente fundamentada. "
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Si me permites Néstor, sobre esta corta frase tuya de la respuesta a un comentarista diré que me parece im-por-tan-tí-si-ma.
Porque sin Dios no hay orden moral posible, ni siquiera concebible. Habrá a lo sumo una ética concensuada, como ese engendro sustituto que suele denominarse las "normas de convivencia" (que yo he visto en ¡colegios católicos!, produciéndome vergüenza ajena), pero no un Orden Moral que objetiva y subjetivamente me obligue.
Y tampoco habrá, claro está, un Orden Natural.

Suele decirse en la recia y sólida doctrina tradicional católica, que por donde sale Dios (que jamás sale si no lo sacan), entra el Demonio. Y es tal cual. Al disolverse el Orden Moral fundamentado en el Decálogo, o sea en una orden divina, cunde la inmoralidad primero (irrespeto a las normas morales) y la amoralidad actual, que es una ignorancia paladina acerca de cualquier norma objetiva de las conductas que no surja de la voluntad del tirano político de turno. La cual suele denominarse, en le aufemística farisaica al uso, como "opinión pública" o más descaradamente, "voluntad popular".

Y la amoralidad es el objetivo dorado de Satán.

Ahora bien, los ateos en cuanto fautores de la amoralidad, no son ni de lejos religiosamente neutros, tal como proclaman y pretenden. Que eso ya lo sabíamos, pues Cristo nos enseñó que quien no junta, desparrama. Que quien no está con El, está contra El. Pero que queda más claro apenas vemos que la amoralidad infelizmente reinante es la grieta por donde penetra Satán en las sociedades. Los ateos pues ( y también su versión aguada, los agnósticos) preparan el terreno para el reino de Satán en el mundo.

Pero a ver: ¿es que acaso tal cosa es concebible, o más aún, posible? Los católicos sabemos perfectamente que sí, porque creemos en la Buena Nueva (que enseña estas cosas entre otras tantísimas) y en sus profecías. Los ateos dirán en cambio que no, que qué tonterías dices, que el Diablo no existe y todos esos tópicos trilladísimos que ya nos conocemos de memoria.

Pero si de pronto a esos ateos así engañados les mostrasen:
Una ceremonia abiertamente satánica, que escenifica el triunfo de Satán y la adoración que le tributan los hombres.
En pleno corazón de Europa.
Con la asistencia de las máximas autoridades de grandes países europeos.
En ocasión de un evento importantísimo que fue divulgado por todo el orbe.
Evento que ha sucedido hace apenas tres semanas atrás!!
Entonces creo que los ateos lúcidos y honestos reconocerán que estaban equivocados.

Aquí tenéis el enlace:
www.youtube.com/watch?v=ddtmG823Ozo


20/06/16 6:24 PM
  
Héctor glez
¿La teoria de la evolucion tiene alguna implicacion sobre esta "teoria" de la ley natural?

Saludos cordiales.

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Depende de lo que se entienda por "teoría de la evolución". Un evolucionismo que sostenga que la vida sale sin más de la materia y la vida inteligente sale sin más de la vida no inteligente, está negando el principio de no contradicción y por tanto, toda la metafísica, y toda la ley natural.

En mi opinión, una teoría de la descendencia de las especies unas a partir de otras debería hacer lugar a algún tipo de causalidad divina sobrenatural en cada pasaje de lo ontológicamente inferior a lo superior.

En ese caso no habría problemas con la ley natural.

Saludos cordiales.
22/11/16 4:27 PM
  
Mario
"La raíz de toda la vida especulativa o teorética es la inteligencia, la raíz de toda la vida práctica es la voluntad. La de ésta es, por eso, siempre práctica; la de aquella es de sí siempre especulativa, pero puede ser práctica o puramente especulativa, según se subordine o no a la actividad de la voluntad." (p. 367)."

Si conocer es un bien apetecible, entonces, ¿quién precede a quién? ¿la inclinación de la razón práctica, la voluntad, a conocer la verdad o la razón especulativa, el intelecto, que posee o contempla la verdad?

"(...) el ente, que es aquello que tiene o puede tener el acto de ser (...)"
¿Es posible un ente que no tenga el acto de ser, la existencia? Porque si es así, podría hablarse de un trascendental o universal como una idea o esencia sin existencia y por lo tanto inalcanzable.

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La verdad es un bien para la voluntad, pero la voluntad sólo puede quererla una vez que la inteligencia se la presenta como tal bien, para lo cual es necesario que primero la inteligencia conozca la verdad y la conozca también como buena.

Porque la verdad en tanto que simplemente verdad es anterior, al ser más simple, a la verdad en tanto que buena, y por eso, lo primero es siempre la captación intelectual de la verdad.

En efecto, el bien agrega a la noción de la cosa buena la conformidad con el apetito, según la definición aristotélica: "el bien es lo que todos apetecen". Y así la consideración en la línea del bien es menos simple, más compleja, y por tanto, posterior, respecto de la consideración en la línea de la verdad.

"¿Es posible un ente que no tenga el acto de ser"? La pregunta puede entenderse de dos maneras distintas: 1) ¿Es posible que exista algo que de hecho no existe? 2) ¿Es posible que algo exista sin tener el acto de ser? A la segunda hay que responder obviamente que no, a la primera, obviamente, que sí.

Lo cual es lo mismo que decir que a la primera pregunta se puede también responder que, en sentido compuesto, o sea, considerando eso que no existe precisamente en tanto que no existe, no es posible, pero en sentido dividido, o sea, considerando eso que no existe en sí mismo, solamente en cuanto a lo que su naturaleza permite o no, sí lo es, al menos en algunos casos.

Saludos cordiales.
20/12/16 8:58 PM
  
Mario
Pero si el bien lo es en cuanto apetecible, ¿donde se encuentra con la verdad conocida como buena? Porque lo concupiscente también es apetecible pero no es bueno y, por tanto, no habría identificación entre el bien y lo bueno. ¿No será, más bien, que verdad y bondad se aprehenden al unísono, de modo simple y objetivo, y que el bien pertenece a lo subjetivo y complejo?

Creo que podríamos encontrar un principio ético sin necesidad de referirnos al bien aunque lo presuponga. "No tomar lo ajeno como propio (V a X mandamiento) y no deshacernos de lo propio como si fuese ajeno (I a V mandamiento)". Porque la verdad o la bondad y sus contrarios, o ausencias, son entidades relacionales, consigo mismas, con nosotros mismos y con los demás.

De este modo, la relación entre ser y deber ser quedaría perfectamente encauzada porque lo que afirma Hume es un principio de no ética al negar la relación entre "objetos". Realmente, el "deber ser", carencia de bien, sí se contiene en el "ser", el bien, y qué mejor lugar para observarlo que en el razonamiento lógico, A=B; B=C de lo que A -debe ser- igual a C, o lo que es lo mismo A -es- igual a C. No podría enunciar los presupuestos sin mencionar la conclusión. Y es así, porque la verdad y el bien constituyen una unidad indisoluble.

La verdad antecede al bien pero el bien exige la verdad y lo completa. O en otras palabras, el -deber ser- es potencia necesaria del -ser-. No se puede renunciar a lo perfecto si es posible alcanzarlo y de ahí nace la tendencia al bien. La ética no es más que el reflejo de la deuda o el crédito del ser cuyos límites viene marcados por lo natural y lo sobrenatural respectivamente. Podemos conocer las verdades naturales con la sola luz de la razón. Para las sobrenaturales necesitamos, también, el crédito de bondad que se nos comunica por la gracia. El Logos se hace comprensible a través de la Bondad.

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EL bien es el ente, en tanto que apetecible. La inteligencia conoce que el ente es apetecible, la voluntad lo apetece.

Pero la voluntad es un apetito "elícito", es decir, dependiente del conocimiento. Esto quiere decir que la inteligencia debe presentarle al ente como apetecible, para que la voluntad lo apetezca.

No sería así si la voluntad fuese un apetito "innato", no dependiente del conocimiento, como la tendencia de las raíces de los vegetales a hundirse en la tierra.

El conocimiento que la inteligencia tiene del ente como apetecible es verdadero. La verdad, por su parte, también es apetecible para el ser racional, es decir, es un bien.

La inteligencia, entonces, debe presentar la verdad a la voluntad, y presentársela como apetecible, es decir, como buena, para que la voluntad la apetezca.

Eso supone que la inteligencia, previamente, conoce (no apetece) a la verdad, y la conoce no solamente como verdadera, es decir, como adecuación entre la inteligencia y la realidad, sino también como buena, es decir, como apetecible.

La bondad es la cualidad por la que algo es un bien. No se puede ser un bien sin tener bondad, y no se puede tener bondad sin ser, bajo ese aspecto al menos, un bien.

El objeto de la concupiscencia es bueno y es un bien en tanto que es apetecible. Es malo en tanto que no lo es, porque nadie apetece la no adecuación con el bien moral o lo que es lo mismo, con el fin último del hombre, en lo que consiste el mal moral, como tal.

Lo que sucede es que por el apetito del bien que encierran, el ser humano se decide a veces a realizar acciones moralmente malas. Decimos entonces, que esas acciones, que en sí mismas encierran bienes reales, consideradas desde el punto de vista del fin último o punto de vista moral, son males reales y bienes aparentes.

Saludos cordiales.
21/12/16 1:46 AM
  
Matías Murúa
Hola Nestor:
Este es un tema que me interesa y apasiona mucho. He estudiado medianamente la filosofía clásica (escolástica tomista) y me parece que una de las cosas que deberíamos poder recuperar en estos tiempos tan caóticos es la fundamentación de la moral en la naturaleza humana, cosa que hace falta.
Estaba enterado de que Finnis y Grisez separan la ética de la naturaleza humana (y de la metafísica), pero... ¿Rhonheimer también? es decir, no estoy seguro de si Rhonheimer también postulaba esa 'desnaturalización' de la ética como se ha señalado, pensaba que Rhonheimer era más ortodoxo en este punto.

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Perdón por la demora. Sobre Rhonheimer:

"También Rhonheimer ha participado en estas discusiones. A su juicio, las comprensiones esencialistas de la ley natural no terminan de dar cuenta del carácter práctico de la razón[3]. Yerran, señala, al reducir la inteligencia a la condición de un simple órgano de lectura de las inclinaciones naturales, según el modelo de la filosofía estoica[4]. Aun cuando santo Tomás haya recogido buena parte de las reflexiones de la antigua Stoa sobre la lex naturalis, éstas no representan lo más central de su pensamiento, que es, según parece, la afirmación del carácter constitutivo de la razón práctica."

//scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-68512014000200018#footnote-34627-6-backlink

Lo que eso quiere decir, a fin de cuentas, es que la naturaleza humana no es algo dado para nuestra razón, sino que es construida o "constituida" por nuestra razón. Y eso, digo yo, es negar la naturaleza humana y por tanto lleva a que la ética quede separada de la naturaleza humana.

Si la inteligencia no es el "órgano de lectura" de la naturaleza humana y sus exigencias, entonces lo que queda es que esas exigencias sean "escritas" por nuestra inteligencia, y entonces, ya no son algo natural, porque no son algo dado, sino construido por nosotros, es decir, artificial.

Saludos cordiales.
06/06/19 5:38 AM
  
Gastón
Buscando por internet respuesta a la falacia naturalista desde una perspectiva tomista me encontré con este post. El cual me resultó bastante complejo. De todos modos, quisiera saber si una respuesta más "modesta y casera" elaborada por mí le parece correcta o no. Sostengo lo siguiente:
Todo razonamiento ético tiene un primer principio normativo: debe hacerse el bien y evitar el mal. ¿De dónde surge? Pues brota de un agente que es libre de actuar o no. (No puede haber un deber ser en una realidad es y actúa de modo determinado).
Para profundizar en esto podemos remontarnos al principio metafísico que dice que “todo agente opera por un fin” (es decir, toda operación se encamina hacia un algo y no hacia la nada), pero este principio se aplica analógicamente según la naturaleza en que se aplique.
Los seres inertes se dirigen en su actividad hacia cierta estabilidad. Los seres vivientes vegetales se encaminan a nutrirse, desplegar su figura propia y reproducirse. Lo seres animales se encaminan a lo que su apetito sensitivo los lleve, según el conocimiento sensitivo les presente la cosa como apetecible o no, como beneficiosa o perjudicial. En el caso del ser humano la inteligencia presenta algo como bueno (es decir apetecible) y la voluntad se encamina hacia ello (quiere lo que le resulta querible, pues bueno se dice de algo en cuanto resulta querible o apetecible a la voluntad). De lo dicho se ve con claridad de donde surge el principio “debo hacer lo que “querible” (es decir lo bueno) y evitar lo “no querible” (es decir lo malo). Es decir, este principio de apoya en la antropología (voluntad libre) y la metafísica (acto y potencia, accidente acción).
En todo lo dicho creo no encontrar una proposición normativa. Solo aparece ésta cuando a un ser libre (es decir capaz de elegir entre una cosa y otra) se le plantea la cuestión ¿Qué hacer? El “deber” hacer una cosa y no otra, supone la naturaleza libre del ser humano que puede hacer una cosa u otra.
¿Y que hace a algo querible verdaderamente y no solo aparentemente? Lo que tiene o me lleva a una mayor razón de plenitud de ser. Por lo que el deber ser (o mejor dicho el deber hacer) para las decisiones humanas se apoya en la bondad ontológica, que hace a algo “apetecible”.
No es que el deber ser brota del ser, y por lo tanto hay una falacia naturalista. Sino que la cuestión del deber ser (o mejor dicho del deber hacer) solo puede decirse de una realidad que tiene la capacidad de actuar libremente, y elegir entre una cosa y otra, actuará según le resulte una más querible y otra menos querible, pero esa realidad será verdaderamente más querible o menos querible si tiene más plenitud de ser o menos plenitud de ser (lo que absolutamente no se puede querer es la nada).
Podrían profundizarse muchas cosas (como se puede dar el error o elegir el mal, la necesidad de un fin último, la plenitud de ser de la propia naturaleza y la plenitud de ser en absoluto, etc.). Pero a mi parecer, en lo expuesto aparece más claro por qué el “deber hacer” se apoya en el ser.
¿Qué opina?

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Me parece que estoy de acuerdo con mucho de lo que Ud. dice ahí, pero el asunto es que en el “post” trato de responder a una objeción específica que dice que lo normativo o valorativo no puede derivarse de lo descriptivo, porque en la conclusión de un razonamiento no puede haber nada que no esté de algún modo en las premisas.

Esa objeción deja solamente tres posibilidades: 1) No hay nada normativo ni valorativo 2) Lo hay, pero no depende de nada descriptivo, sino que se sostiene por así decir en sí mismo, como el imperativo categórico de Kant 3) Lo hay, y se puede derivar de lo descriptivo, que es lo que yo sostengo, obviamente.

Una cosa es probar una tesis y otra responder a una objeción contraria a esa tesis. El “post” apunta a esto último. El asunto, por tanto, es mostrar cómo lo valorativo y lo normativo ya está dado de algún modo en lo descriptivo, que es por donde va el “post”, principalmente partiendo de la tesis metafísica de la identidad entre el ser y el bien, de donde deriva el carácter normativo de la esencia de una cosa respecto de sus operaciones, que, como Ud. dice, en el caso de un ser libre, implica una normatividad de tipo moral.

Saludos cordiales.
26/06/21 4:57 PM

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