658 - SANTA SEDE: HOMBRE Y MUJER, IGUALES EN DIGNIDAD Y COMPLEMENTARIOS

SANTA SEDE: HOMBRE Y MUJER, IGUALES EN DIGNIDAD Y COMPLEMENTARIOS.

Documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo.

Fuente: VIS, 31-07-04.

Por Juan C. Sanahuja

Fue dada a conocer hoy en la Santa Sede, la Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, que lleva fecha del 31 de mayo de 2004.

Los capítulos se titulan: I El problema; II Los datos fundamentales de la antropología bíblica; III La actualidad de los valores femeninos en la vida de la sociedad; IV La actualidad de los valores femeninos en la vida de la Iglesia.

El documento da una respuesta doctrinal a diversos temas que se plantean en la concepción postmoderna de la persona, la complementariedad de los sexos, la familia, etc.

Entre algunos de esos aspectos a los que el documento responde están destaca la concepción dualista, neomaniquea, de la persona sobre la que ya advertía el Santo Padre en la Carta a las Familias (02-02-94).

Dice el texto: "Además, hay que hacer notar la importancia y el sentido de la diferencia de los sexos como realidad inscrita profundamente en el hombre y la mujer. 'La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico y espiritual con su impronta consiguiente en todas sus manifestaciones'.

Ésta no puede ser reducida a un puro e insignificante dato biológico, sino que 'es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano.

Esta capacidad de amar, reflejo e imagen de Dios Amor, halla una de sus expresiones en el carácter esponsal del cuerpo, en el que se inscribe la masculinidad y femineidad de la persona. Se trata de la dimensión antropológica de la sexualidad, inseparable de la teológica.

La criatura humana, en su unidad de alma y cuerpo, está, desde el principio, cualificada por la relación con el otro" (n. 8).

(…) "Distintos desde el principio de la creación y permaneciendo así en la eternidad, el hombre y la mujer, injertados en el misterio pascual de Cristo, ya no advierten, pues, sus diferencias como motivo de discordia que hay que superar con la negación o la nivelación, sino como una posibilidad de colaboración que hay que cultivar con el respeto recíproco de la distinción. A partir de aquí se abren nuevas perspectivas para una comprensión más profunda de la dignidad de la mujer y de su papel en la sociedad humana y en la Iglesia". (n. 11).

Otra de las cuestiones a las que alude directamente es a la ideología de la perspectiva de género. "Esta antropología, que pretendía favorecer perspectivas igualitarias para la mujer, liberándola de todo determinismo biológico, ha inspirado de hecho ideologías que promueven, por ejemplo, el cuestionamiento de la familia a causa de su índole natural bi-parental, esto es, compuesta de padre y madre, la equiparación de la homosexualidad a la heterosexualidad y un modelo nuevo de sexualidad polimorfa" (n. 3).

El documento responde a estas y otras cuestiones desde la perspectiva bíblica y, por último, remarcando las auténticas virtudes de la mujer y su dimensión social dentro de la Iglesia y la sociedad civil.

Creados a imagen de Dios, iguales en dignidad

En una entrevista hecha dada a conocer por el VIS, S.E.R. Angelo Amato, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, explicó el fin y el contenido del documento afirmando entre otras cosas, sobre su contenido: "La novedad reside en la respuesta a dos tendencias bien delineadas en la cultura contemporanea. La primera tendencia subraya fuertemente la condición de subordinación de la mujer, que para ser ella misma tendría que constituirse en antagonista del hombre. Se plantea, por lo tanto, una rivalidad radical entre los sexos, según la cual la identidad y el rol de uno son asumidos en desventaja del otro".

Continuó Amato diciendo: "Para evitar esta contraposición, hay una segunda corriente que tiende a cancelar las diferencias entre los dos sexos. La diferencia corporal, llamada sexo, se minimiza y se considera un simple efecto de los condicionamientos socio-culturales. Se evidencia, así, como máximo, la dimensión estrictamente cultural, llamada género. De ahí nace el cuestionamiento de la índole natural de la familia, compuesta por padre y madre, la equiparación de la homosexualidad a la heterosexualidad, la propuesta de una sexualidad polimorfa". "Según esta perspectiva antropológica, la naturaleza humana no lleva en sí misma características que se impondrían de manera absoluta: toda persona podría o debería configurarse según sus propios deseos, ya que sería libre de toda predeterminación biológica". "Frente a estas concepciones erróneas la Iglesia reafirma algunos aspectos esenciales de la antropología cristiana fundados en los datos revelados en la Sagrada Escritura". (…) "Las palabras de conclusión son dos: redescubrimiento y conversión.

Redescubrimiento de la dignidad común del hombre y la mujer, en el reconocimiento recíproco y en la colaboración. Conversión por parte del hombre y de la mujer a su identidad originaria de 'imagen de Dios', cada uno según su propia gracia" .

Comienzo de la Carta:

"Este documento, después de una breve presentación y valoración crítica de algunas concepciones antropológicas actuales, desea proponer reflexiones inspiradas en los datos doctrinales de la antropología bíblica, que son indispensables para salvaguardar la identidad de la persona humana. Se trata de presupuestos para una recta comprensión de la colaboración activa del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, en el reconocimiento de su propia diferencia" (n. 1). (…)

"En los últimos años se han delineado nuevas tendencias para afrontar la cuestión femenina. Una primera tendencia subraya fuertemente la condición de subordinación de la mujer a fin de suscitar una actitud de contestación. La mujer, para ser ella misma, se constituye en antagonista del hombre. A los abusos de poder responde con una estrategia de búsqueda del poder. Este proceso lleva a una rivalidad entre los sexos, en el que la identidad y el rol de uno son asumidos en desventaja del otro, teniendo como consecuencia la introducción en la antropología de una confusión deletérea, que tiene su implicación más inmediata y nefasta en la estructura de la familia.

"Una segunda tendencia emerge como consecuencia de la primera. Para evitar cualquier supremacía de uno u otro sexo, se tiende a cancelar las diferencias, consideradas como simple efecto de un condicionamiento histórico-cultural. En esta nivelación, la diferencia corpórea, llamada sexo, se minimiza, mientras la dimensión estrictamente cultural, llamada género, queda subrayada al máximo y considerada primaria. El obscurecerse de la diferencia o dualidad de los sexos produce enormes consecuencias de diverso orden. Esta antropología, que pretendía favorecer perspectivas igualitarias para la mujer, liberándola de todo determinismo biológico, ha inspirado de hecho ideologías que promueven, por ejemplo, el cuestionamiento de la familia a causa de su índole natural bi-parental, esto es, compuesta de padre y madre, la equiparación de la homosexualidad a la heterosexualidad y un modelo nuevo de sexualidad polimorfa.

"Aunque la raíz inmediata de dicha tendencia se coloca en el contexto de la cuestión femenina, su más profunda motivación debe buscarse en el tentativo de la persona humana de liberarse de sus condicionamientos biológicos. Según esta perspectiva antropológica, la naturaleza humana no lleva en sí misma características que se impondrían de manera absoluta: toda persona podría o debería configurarse según sus propios deseos, ya que sería libre de toda predeterminación vinculada a su constitución esencial.

"Esta perspectiva tiene múltiples consecuencias. Ante todo, se refuerza la idea de que la liberación de la mujer exige una crítica a las Sagradas Escrituras, que transmitirían una concepción patriarcal de Dios, alimentada por una cultura esencialmente machista. En segundo lugar, tal tendencia consideraría sin importancia e irrelevante el hecho de que el Hijo Dios haya asumido la naturaleza humana en su forma masculina.

"Ante estas corrientes de pensamiento, la Iglesia, iluminada por la fe en Jesucristo, habla en cambio de colaboración activa entre el hombre y la mujer, precisamente en el reconocimiento de la diferencia misma.

"Para comprender mejor el fundamento, sentido y consecuencias de esta respuesta, conviene volver, aunque sea brevemente, a las Sagradas Escrituras, -ricas también en sabiduría humana- en las que la misma se ha manifestado progresivamente, gracias a la intervención de Dios en favor de la humanidad" (n.2).

texto completo

FIN, 31-07-04