InfoCatólica / Que no te la cuenten / Categorías: De pluma ajena, Enrique de Zwart

13.11.19

Celibato y continencia. Por el P. Dr. Christian Ferraro. La recepción de la disciplina apostólica de la continencia en los primeros seis siglos de la Iglesia (3-4)

Seguimos publicando el excelente texto del P. Dr. Christian Ferraro, escrito para nuestro sitio.

Vale completamente la pena no sólo por lo que dice sino por haberse tomado el trabajo de cotejar y traducir las citas que aquí nos trae para,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE

3. La recepción de la disciplina apostólica de la continencia en los primeros seis siglos de la Iglesia

 

        Presentaremos ahora una serie de textos, seleccionados entre tantos posibles, a partir de los cuales consta con evidencia palmaria cómo la disciplina de la continencia consagrada, más allá de eventuales transgresiones ocasionadas por la humana fragilidad, es cosa prevista y procurada, promovida y defendida, amada con sencillez por los fieles y asimilada responsablemente por los pastores con serena naturalidad.

        A partir de estos textos emerge también con claridad que la conexión que se estableciera en los primeros siglos entre la instauración de la disciplina celibataria y la obligación a la continencia perpetua de los casados una sola vez es directa, y prácticamente obvia: no tenía sentido alguno que se casasen aquellos que desearan acceder al ministerio, si luego hubieren debido estar de todos modos obligados a la continencia perpetua, justamente en razón del ministerio. Es así también desde esa obligación a la continencia que se impone, con lógica inapelable, la clara normativa de la prohibición de acceder al matrimonio para aquellos que ya hubieran sido ordenados. Este punto es clarísimo y no aferrarlo significa, lisa y llanamente, no haber entendido nada de nada.

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11.11.19

Celibato y continencia. Por el P. Dr. Christian Ferraro (2-4)

     

   § 3. Estamos ahora en condiciones de considerar más detalladamente los textos paulinos a partir de los cuales se plantea el problema:

 

        Texto 1 – 1Tim 3,2-4 [los obispos]

2Es, pues, necesario (δεῖ) que el obispo sea irreprensible (ἀνεπίλημπτον), varón de una sola mujer(μιᾶς γυναικὸς ἄνδρα), sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para enseñar, 3ni bebedor ni violento, sino moderado, enemigo de pendencias, desprendido del dinero, 4que gobierne bien su propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad [con todo decoro].

        Texto 2 – 1Tim 3,8-10.12 [los diáconos]

8También los diáconos deben ser dignos, sin doblez (μὴ διλόγους – nos encanta esta expresión, vaya a saber porqué), no dados a beber mucho vino ni a negocios sucios; 9que guarden el misterio de la fe con una conciencia pura (ἐν καθαρᾷ συνειδήσει). 10Primero se les someterá a prueba y después, si fuesen irreprochables(ἀνέγκλητοι), serán diáconos. […] 12Los diáconos sean varones de una sola mujer (ἔστωσαν μιᾶς γυναικὸς ἄνδρες) y gobiernen bien a sus hijos y su propia casa.

        Texto 3 – Tit 1,5-8 [los presbíteros]

5El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené. 6Si [hay] alguno, sea irreprochable (ἀνέγκλητος), varón de una sola mujer (μιᾶς γυναικὸς ἀνήρ), cuyos hijos sean creyentes, no tachados de libertinaje  ni de rebeldía. 7En efecto, es necesario (δεῖ) que el obispo, como administrador de Dios, sea irreprochable (ἀνέγκλητον); no arrogante, no colérico, no bebedor, no violento, no dado a negocios sucios, 8sino hospitalario, amigo del bien, sensato, justo, piadoso (ὅσιον), dueño de sí (ἐγκρατῆ).

        No pertenece a los objetivos del presente estudio entrar en el problema de la diferenciación interna del sacramento del orden en la Iglesia de los orígenes. Ciertamente resulta incuestionable la diferenciación entre el diaconado y el episcopado-presbiterado,

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9.11.19

Celibato y continencia. Por el P. Dr. Christian Ferraro (1-4)

El Padre Christian Ferraro es sacerdote católico, especialista en Santo Tomás de Aquino y Cornelio Fabro y ex profesor de Metafísica de la Pontificia Universidad Lateranense.

A raíz de la reciente discusión en el Sínodo del Amazonía acerca de la ordenación sacerdotal de hombres casados, ha realizado este estupendo trabajo que ahora comenzamos a publicar en cuatro entregas para,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE


Celibato y continencia

P. Dr. Christian Ferraro

 

 

Con los tapones de punta: advertencias previas contrarias a toda corrección política

 

        No espere el paciente lector encontrar en el presente escrito consideraciones acerca de la importancia y excelencia de la castidad consagrada, de su enorme utilidad para la vida espiritual, de su función de signo trascendente y demás cosas que todo católico medianamente formado más o menos conoce o intuye. El presente escrito es de carácter estrictamente exegético e histórico, y no propiamente espiritual, en el sentido de la espiritualidad católica. Por eso mismo el escrito no es apologético ni polémico y no pretende abrir disputa ni, menos aún, debate alguno; tampoco se reduce al menudeo de una discusión con los evangelistas o protestantes en general, ni procura contrarrestar los delirios de quienes sostienen que el Señor no contrajo matrimonio porque las circunstancias de la vida no se lo habrían permitido o salir al cruce de las trasnochadas fabulaciones de quienes hipotizan morbosamente alguna historia secreta con la Magdalena.

    

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24.10.19

De conversiones, de inclusiones y de tiendas (a propósito de cristianismos paganos)

De pluma ajena y a propósito de yerbas amazónicas y cristianismos paganos.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE

     


Por Pierre Laroche

      La Iglesia es, ante todo, una realidad de libertad: a ella se ingresa mediante la libertad, porque nemo credit nisi volens, y el resultado de ese ingreso es la consolidación de la libertad, en cuanto que se confiere al creyente la libertad de los hijos de Dios. Hijos de Dios por participación: la filiación divina por participación no es como la filiación natural, sino que está mediada por una decisión responsable y estrictamente personal. Por eso, ningún adulto puede estar incluido en la Iglesia si no quiere estar incluido y por eso los infantes necesitan inicialmente el compromiso vicario y transitorio de un adulto, el padrino, que deberán después rubricar con la decisión personal apenas comiencen a tener uso de razón.

        Los paganos están llamados a la Iglesia en cuanto que están llamados a la conversión, es decir, a abandonar la adoración de los ídolos y a aceptar a Jesús, el Mesías, único salvador de todos los hombres, hijo unigénito del eterno Padre, de la misma, única, naturaleza que el Padre, y que con el Padre y el Espíritu Santo es un solo y único Dios, el único Dios verdadero. De la aceptación efectiva del Mesías se sigue necesaria e inseparablemente una serie de conductas concretas, de las cuales cabe señalar, sobre todo y en cuanto inequívoca señal de pertenencia a la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, la aceptación de toda su dimensión sacramental y litúrgica y de toda su dimensión disciplinar y pastoral.

        Es por eso que ningún pagano puede ser de hecho incluido en la Iglesia mientras no abandone sus antiguas prácticas y no acepte a Jesucristo a todos los efectos –es decir, mientras no se convierta–. Porque no hay nada en común entre un creyente y un no creyente, como no lo hay entre Cristo y Belial (2Cor 6,14-16). Y porque no pueden estar incluidos si no quieren estarlo. Ponerlos, trágico remedo y vil parodia de conversión, adentro de un recinto (majestuosa catedral, capilla, carpa, tienda, descolorido galpón tercermundista o lo que sea) no significa para nada incluirlos en la Iglesia: antes bien, puede significar la trágica renuncia de la Iglesia a su misión evangelizadora y magisterial, a su noble y heroica misión de anuncio, de invitación, de llamada y de propuesta. Estar adentro de un recinto, real o imaginario, no es lo mismo que pertenecer al cuerpo místico de Cristo.

        Asimismo, invocar la imposibilidad de conversión amparándose en presuntas barreras culturales constituye una refinada manera de hipocresía farisaica de la más baja calaña. Curiosa situación: las barreras culturales parecen ser muy fuertes e imposibles de franquear a la hora de aceptar los sacramentos y la moral católicas, pero no para aceptar la coca-cola y el fútbol, la internet y los smartphones, los ordenadores y las notebooks, los jeans y el rock, la música-pop y los vuelos en avión. Hay que ser muy, pero muy muy muy hipócritas, para aceptar esto rechazando aquello.

        De carácter semejante es la hipocresía que invoca la profunda e ilustrada labor evangelizadora de la cultura que caracterizó a la vigorosa y pujante Iglesia de los primeros tiempos, para deponer a favor del vergonzante sincretismo propuesto por pastores carentes de toda ilustración y más amigos del aplauso del mundo que del testimonio martirial. Jamás la Iglesia hizo de un ídolo pagano el término ad quem del acto cultual y, cuando asumió lo que podía asumir, lo hizo sin generar equívoco alguno.

        La inclusión de los paganos en la Iglesia no puede consistir, jamás y bajo ningún concepto, en que la Iglesia se convierta a los ídolos paganos y termine por ponerlos en el mismo lugar que Cristo –generando, así, confusión en la conciencia de los fieles y endurecimiento en la de los paganos, al esclerotizarlos y fijarlos en sus graves errores y desvíos–. Una iglesia de este tipo es una iglesia apóstata, que habría puesto en acto el divorcio más grave y más profundo de toda la historia de la humanidad.

Pierre Laroche, 24.10.19

19.09.19

El "Gran Reemplazo" es solo una teoría conspirativa, excepto cuando se lo celebra

Por Enrique de Zwart para Que no te la cuenten

En una entrevista reciente el Cardenal Sarah equiparó a las migraciones masivas contemporáneas con una nueva forma de esclavitud.

          “Es una falsa exégesis utilizar la Palabra de Dios para valorizar la migración […]. Dios nunca ha querido estos desarraigos […]. Esta voluntad actual de globalizar al mundo suprimiendo a las naciones, las especificidades, es una locura total”.

Las palabras del cardenal, nacido en Guinea-Conakri en África occidental, resultan especialmente corajudas ya que dignatarios de la Iglesia, incluido el papa Francisco, han hablado a favor de la inmigración masiva hacia Europa citando pasajes del Evangelio e insinuando que quien se opone no es un buen cristiano, o algo peor aún.

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