InfoCatólica / Que no te la cuenten / Categorías: De pluma ajena, Enrique de Zwart

28.11.17

Leído para Ud.: “Las neuronas de Dios. Una neurociencia de la religión, la espiritualidad y la luz al final del túnel”. Por el Dr. Jordán Abud (3-3)

3- OTRA VEZ EL MATERIALISMO PRESOCRÁTICO

Por todo lo expuesto diremos que, efectivamente, el libro unifica. Pero explicando lo más por lo menos, y no lo menos por lo más. Es decir, más allá de los avances tecnológicos y de las novedades de laboratorio, no ha sabido sobreponerse a la fuerza del materialismo y terminó siendo otro exponente de lo que Mario Caponnetto llama el  retorno de los presocráticos.

Decimos que unifica porque la obra pareciera una recusación del dualismo cartesiano, lo cual es plenamente válido. Pero, paradójicamente, los fenómenos que avalan tal recusación son interpretados a la luz del monismo materialista que aparece como el rasgo común y más sobresaliente de las neurociencias.

Citemos entonces, por última vez, a quien hemos recurrido en este tramo de la crítica. Resulta ineludible, por tanto, un fuerte cuestionamiento crítico frente a lo que a todas luces es, cuanto menos implícitamente, una muestra evidente de  materialismo ingenuo y acrítico que, en definitiva no es sino una aporía. Es lícito, por tanto, desde el hilemorfismo objetar que sin la presencia de un principio formal no pueden  explicarse los fenómenos en cuestión; y resulta plenamente lícito, también, sostener que ese principio formal no puede ser corpóreo. La argumentación de Santo Tomás tiene, a nuestro entender, plena vigencia[1].

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26.11.17

Leído para Ud.: “Las neuronas de Dios. Una neurociencia de la religión, la espiritualidad y la luz al final del túnel”. Por el Dr. Jordán Abud (2-3)

2 - REPROBADO EN FILOSOFÍA

                Resulta conveniente señalar un puñado de desaguisados filosóficos o, para no exponer al desprecio un término que las neurociencias suelen fustigar (“filosófico”), digamos mejor, un puñado de “desaguisados conceptuales”. Ellos (los principios de orden nocional) tienen enorme vigencia en el mundo neurocientista, en el psicológico y en el clínico -aunque no pertenezcan propiamente a ellos- . Y como tal deben calibrarse con medido rigor.

                En primer lugar, nos encontramos en el libro con una clara contradicción epistemológica interna. ¿Qué se propone estudiar el autor?, ¿qué realidad está dispuesto a aceptar?, ¿qué alcance le dará a la razón en su proceso investigativo?

                Podremos disentir en la noción de ciencia, lo cual es grave e impide posiblemente un diálogo fructífero. Pero más grave aún, descendiendo un peldaño más, es la propia contradicción en los fundamentos epistemológicos de aquello que se estudia. En aras de definir el objeto propio, el autor aclara que antes de generar polémicas innecesarias, antes de avivar hogueras y discusiones estériles, vale la pena reflexionar una vez más sobre lo que hemos intentado hacer en este libro. Habrán notado (espero) que no se trata sobre la existencia de Dios. Ni siquiera sobre Dios. Esas, en todo caso, no son preguntas científicas, por lo que caen fuera de nuestro análisis; casi podría decirse que ni siquiera son interesantes desde el punto de vista que perseguimos[1] .

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22.11.17

Leído para Ud.: “Las neuronas de Dios. Una neurociencia de la religión, la espiritualidad y la luz al final del túnel”. Por el Dr. Jordán Abud (1-3)

Publicamos aquí, por pedido de su autor, el Dr. Jordán Abud, un comentario al libro del biólogo argentino, Diego Golombek titulado “Las neuronas de Dios. Una neurociencia de la religión, la espiritualidad y la luz al final del túnel” donde desde el punto de vista materialista se insiste en la “creación” de Dios a partir de las neuronas.

Por lo extenso del trabajo, hemos decidido publicarlo en tres entradas.

El presente estudio forma parte de un trabajo que acaba de salir a la luz.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

 


LAS NEURONAS DE DIEGO

A propósito del libro Las neuronas de Dios. Una neurociencia de la religión, la espiritualidad y la luz al final del túnel, de Diego Golombek. Siglo veintiuno Editores, 2014

Por el Dr. Jordán Abud

 

Por si de algo sirviese esbozar los motivos que justifican la recusación de un libro presentado como “científico” intentaré dar sólo un par de ellos -finalmente entrelazados-, a los cuales considero suficientes para exponer aquí mi disconformidad.

Primero, porque el autor, parapetado entre los oropeles de los lauros científicos y los diplomas de la más variopinta procedencia, selecto representante de la comunidad de neurocientistas argentinos, catedrático respetado por la “elite pensante” argentina, titular indiscutido de la pantalla estatal, este autor -digo-, no ha titubeado en meterse -y de la peor manera- con Dios, con la Santa Iglesia Católica y con el depósito de la Fe, ninguno de ellos producto de la secreción glandular o de una eventual combinación química, mal que le pese a los ideólogos de la neurona.

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18.11.17

El Holodomor de los ucranianos (3-3)

Los negacionistas del Holodomor lo tienen fácil porque no hay registros, ni fotos, ni documento alguno. Los soviéticos se ocuparon de borrar el rastro de tal manera que los historiadores actuales tienen que hacer cálculos a base de las estadísticas de años anteriores y posteriores al suceso, de ahí que las cifras bailen entre cuatro o seis millones de personas. Tampoco la desclasificación de la documentación después de la Caída de la URSS ha arrojado mucha más luz porque si Krushev -que fue uno de los enviados a Ucrania para sustituir a las depuestas autoridades- dice que no los contaron es que no lo hicieron, lo que podría tener relación con el famoso censo de 1937, que costó la vida a los integrantes del Instituto de Estadísticas, porque no salían las cuentas al gusto del Politburó. No lo pusieron fácil para que se supiera la verdad y es asombroso como desparecen millones de personas de un censo sin que nadie las eche en falta.

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15.11.17

El Holodomor de los ucranianos (2-3)

Una vez hecho el cambio semántico pertinente la palabra kulak quedó maldita en el lenguaje soviético de manera que constituyó un problema para todos aquellos que, al rellenar documentos donde era necesario hacer constar el origen social, se veían obligados a poner en el apartado “profesión de los padres” la palabra kulak. De esta manera los que sobrevivieron al Holodomor y fueron deportados, preferentemente a Siberia, se vieron en la necesidad de renegar públicamente de sus orígenes o hacer méritos extraordinarios demostrando ser más comunistas que nadie, como fue el caso de Mijail Kalashnikov, hijo de kulaks y bautizado secretamente en la fe ortodoxa a la que volvió después de la Caída de la Unión Soviética.

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