InfoCatólica / Que no te la cuenten / Categoría: Sin categorías

26.11.15

Padre Leonardo Castellani: obras en "Que no te la cuenten"

Si ha habido un autor que, en el mundo “Con todos se peleó”

El católico del siglo XX ha quedado relegado y que merece ser conocido, ese fue el Padre Leonardo Castellani.

Las obras del gran jesuita se encontraban ya en el mundo virtual, pero de modo desordenadas. Venga aquí, entonces, un listado para su consulta, por si alguno quiere adentrarse en el alma de ese profeta incómodo que nos honra a los argentinos.

Que no te la cuenten…

 

P. Javier Olivera Ravasi

Para descargar las obras, pueden hacer clic AQUÍ

Para una biografía completa de la primera parte de su vida, AQUÍ (en formato mobi) o AQUÍ (en formato pdf), con permiso expreso de su autor.

También puede ser de utilidad el congreso realizado en su honor, AQUÍ

leonardo-castellani

13.11.15

¿Signos cristianos bajo la lava del Vesubio?

 

 

Trataremos un tema arqueológico, no por  curiosidad sino porque  sus resultados tienen directa atingencia con la crisis de  fe que vive la Iglesia,   con los fundamentos históricos  del cristianismo y con los textos  sagrados del Nuevo Testamento. Como lo dice  san Pio X en la  Pascendi, de la que estamos a punto de  celebrar el centenario, en la destrucción de la  fe primero viene el filósofo, luego el historiador y en tercer término el  exegeta o biblista.

Pues bien nosotros nos detendremos en un dato   arqueológico que confirma  la redacción tempranísima del N.T. y su difusión en el área mediterránea. Con esto se destruye una objeción importante a  la enseñanza constante del Magisterio de la Iglesia.

 

Leer más... »

9.11.15

La mejor Biblia católica en español

Siempre es difícil encontrar una buena Biblia en castellano y con notas explicativas que ayuden a comprender el texto sagrado.

Por gracia y por el esfuerzo de un alma desinteresada, nos ha llegado este material genial que ahora presentamos del gran biblista alemán, Mons. Juan Straubinger, infatigable apóstol en Argentina y reconocido traductor y comentador de las Sagradas Escrituras en la lengua de Cervantes. No tememos equivocaros si decimos que, sus traducciones y especialmente sus comentarios, son de los más adecuados para que el católico sencillo y de a pie pueda comprender mejor la palabra inspirada.

Vaya aquí el texto de un sacerdote amigo con algunas notas introductorias sobre su vida.

P. Javier Olivera Ravasi

9.11.2015

Obras de Straubinger para descargar en distintos formatos

Leer más... »

30.10.15

Gandhi, luces y sombras de un "héroe" con pies de barro

El resultado de sus prácticas contra la ocupación británica de La India es indiscutible. Sí es objeto de debate su calidad como persona, en cuanto que es considerado adalid de bondad, autocontrol y altruismo.

Es lo que tienen los ídolos de masas. Nunca se ha de olvidar que por muy buen músico que sea un músico, o magnífico escritor, profundo filósofo o solemne orador, esto no les convierte en mejores seres humanos. Son los hechos quienes definen a las personas, y no lo que promulgan. Y a veces ni siquiera las palabras de estos héroes de leyenda suscriben la naturaleza de su propio mito.

Leer más... »

13.10.15

Una vida nerviosa

gritoComo antídoto a lo que el autor plantea con certeza, invito a que descubramos la hermosura de una capilla silenciosa, un sillón, un libro y un buen café.

P. Javier Olivera Ravasi


Una vida nerviosa

Por Juan Manuel de Prada

Un profesor universitario amigo me confiesa desolado que una amplia mayoría de sus alumnos son por completo incapaces de leer un libro; y que, entre los pocos que afrontan su lectura, sólo un puñado puede comprenderlo. Aunque recomienda a lo largo del curso diversas lecturas que complementan sus apuntes, cuando llegan los exámenes comprueba que casi nadie ha seguido su recomendación; y los pocos alumnos que le comentan los libros recomendados suelen ser pícaros que recopilan en interné cuatro reseñas birriosas, en un esfuerzo estéril por camelarlo. Pero nada ha conturbado tanto a mi amigo como un episodio que le aconteció recientemente: un alumno le solicitó permiso para grabar en vídeo sus clases; como mi amigo se resistía a aceptar, temeroso sobre todo del destino que luego pudieran correr tales grabaciones (que ya imaginaba divulgadas en youtube y, por supuesto, utilizadas para escarnecerlo), el alumno le confesó atribulado que era incapaz de estudiar sus apuntes, porque apenas se ponía a leerlos perdía la concentración. Sólo contemplando el vídeo de sus clases podía llegar a aprender y memorizar las lecciones. Asustado, mi amigo preguntó a su alumno cómo lograba, entonces, estudiar las demás asignaturas; y el alumno le confesó que mediante el mismo método, asegurando que por interné se pueden encontrar numerosos vídeos y presentaciones de PowerPoint que permiten ir aprobando a cualquier universitario remolón, aunque sea sin excesiva brillantez.

Mi amigo no es hombre abstruso ni alambicado; se expresa en un español correctísimo, incluso levemente ‘didáctico’, y apenas recurre a las oraciones subordinadas cuando expone sus lecciones. Sucedía, sin embargo, que su alumno era incapaz de mantener la atención fija; era incapaz de entender los razonamientos más elementales; era incapaz de seguir el hilo de un relato escrito. Mi amigo se quedó perplejo y horrorizado ante su confesión; y al principio no supo si expulsarlo de clase con cajas destempladas o concederle que grabase su lección. Pero pensó que ambas soluciones eran improductivas; así que citó al alumno en su despacho, en un intento de comprender mejor las causas de su deterioro cognitivo. El alumno acudió contrito al despacho de mi amigo, como quien acude al confesionario, y en varias conversaciones le reconoció que toda su vida, desde que se levantaba hasta que se acostaba, estaba ligada a los diversos cacharritos y artilugios que le permitían mantenerse on line con amigos y allegados: guasapeando, tuiteando, intercambiando vídeos, hablando por el skype, a veces con varios a la vez, en un intercambio excitante.

Inevitablemente, el cerebro de aquel muchacho había acabado por acompasarse a esta vida nerviosa y aturdidora, entretejida de impresiones fugaces y asediada de estímulos cambiantes. Su atención se había acabado convirtiendo en un pájaro enjaulado que salta a cada instante de uno a otro balancín, por no detenerse nunca a considerar que está encerrado. Su repudio de la letra impresa era una consecuencia natural de ese aturdimiento; no podía entender un razonamiento mínimamente complejo por la sencilla razón de que su cerebro se exasperaba tratando de hilvanar sus proposiciones, tratando de desentrañar el significado de sus palabras, y buscaba los mensajes inmediatos, netos, ramplones: las consignas, los apóstrofes, los enunciados más sencillos que le permitiesen saltar de inmediato a cualquier otra simpleza que irrumpiese, a modo de relámpago fugaz, en su cerebro. Todo ello envuelto en una especie de ansiedad eufórica, como si el acopio incesante de estímulos fuese la droga que su cerebro necesitaba para no perecer del todo, o para vivir esa vida sin poso ni reposo, sin cognición ni discernimiento, una vida a modo de incesante carrusel de novedades huidizas en la que no hay tiempo para leer, ni para meditar, ni para conversar, ni para rezar, ni para amar, ni para hacer ninguna de las cosas que hasta hace poco nos distinguían como humanos. Una vida descerebrada y desalmada, ligada a una pantalla táctil, que tal vez sea el paso previo (y tal vez sin retorno) a nuestro internamiento en la trituradora, allá donde formaremos la papilla humanoide que conviene a los nuevos tiranos.

Porque cada vez resulta más evidente que esta vida nerviosa es el cimiento de una nueva esclavitud, mucho más aberrante que ninguna otra que la haya precedido: una esclavitud de esclavos eufóricos, ansiosos de su droga, felices con su droga… ¡Y con título universitario!

Juan Manuel de Prada,

11 de octubre de 2015

Fuente