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6.05.16

Dos cruces de Isabel. Segunda: la cruz del Descubrimiento. Conclusión (8-8)

b. La cruz del Descubrimiento

La pesada cruz que llevará la Reina a lo largo de la historia, será también la conquista y el descubrimiento; conquista y descubrimiento que serían incompletos si no recordásemos lo que las animó: la evangelización.

Fue esta la «gran hazaña», al decir de Pemán, que España acometió. Fue ese desangrarse del imperio español en estas tierras americanas lo que logró lo inaudito: el trasplante y la pervivencia de lo mejor de Europa. Quizás por esto el Cardenal Aponte Martínez dirá de Isabel al momento de buscar un milagro para lograr beatificarla:¿Qué mayor milagro que la evangelización de América?

Pero los enemigos de la gran reina no han dejado de calumniarla; incluso en esto.

Como bien señala el padre Alfredo Sáenz[1] hablando del descubrimiento de América, es muy probable que la primera impresión que los Reyes se hicieran de Colón fuese la de una persona un tanto desequilibrada, con aires de grandeza y una enorme tenacidad y fantasía. En efecto, el marino genovés daba toda esa impresión cuando allá, por 1486, era preguntado sobre cómo encontraría las tierras del Preste Juan[2] que le ayudaría en la guerra contra el Islam: «Estoy seguro de ello porque Nuestro Señor me ha dicho que las encontraré para propagar la nueva de Su Pasión y Muerte» —decía; o bien: «lo dijo San Agustín»[3].

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21.04.16

Entre el laxismo y el rigorismo: los cismas de Novato y Novaciano

Por la Prof. Andrea Greco

Ante el revuelo levantado por la Exhortación apostólica Amoris Laetitia quiero detenerme en un aspecto que se deriva de la lectura del n. 296. En este párrafo el Papa se cita a sí mismo cuando expresa:

“Dos lógicas recorren toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar […] El camino de la Iglesia, desde el concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración […] El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero […] Porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita”[1].

 

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1.03.16

Isabel la Católica: conquistadora, inquisidora y reina santa (1-8)

Comienzo a publicar aquí, en varias partes, un largo artículo acerca de la gran Reina Isabel la Católica; el mismo fue publicado como capítulo en el libro “Que no te la cuenten II”, realizado a partir de la bilbiografía más autorizada y, especialmente, de la Positio canonica confeccionada para su proceso de beatificación.
Que les aproveche.

“Cuando las leí (las cartas de Isabel la Católica) (…) hice concepto de que eran tan parecidos estos dos naturales entendimientos y espíritus de la señora Reina y santa Teresa, que me pareció que si la santa hubiera sido Reina, fuera otra Católica doña Isabel; y si esta esclarecida princesa fuese religiosa (…) fuera otra santa Teresa.” (Beato Juan de Palafox y Mendoza).

¿«Santa» Isabel? Bueno, sí…, quizás exagere, pero el apelativo no es del todo incorrecto si bien se ve.

¿Qué «aún la Iglesia no la ha canonizado?». Es verdad pero tampoco lo había hecho con Juan Pablo II cuando todos gritaban ¡santo subito! desde la Plaza San Pedro.

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20.02.16

Una familia de bandidos en 1793

Una de las mejores memorias históricas (se lee casi como una novela) que he leído en mi vida. Es la historia de la contra-revolución francesa, narrada en primera persona por la Sra. María de Saint-Hermine, una joven de la nobleza francesa que, a causa de su fidelidad a Dios y al Rey, debió padecer en carne propia el “humanitarismo” y las “luces” de la República. 

El parecido con la historia de los Cristeros mexicanos, los rusos blancos o los anti-castristas cubanos es notable; pero también lo es respecto de aquellas familias que, manteniéndose fieles a la tradición, sufren con hidalguía los avatares de los progres. 

Puede ser descargada libremente aquí

Vale la pena leerla para,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

5.02.16

La Vida Contemplativa y la Evangelización de América (4 de 5)

En la entrega anterior procurábamos comprender y responder a los argumentos de algunos autores que han juzgado como decisivo el escaso aporte monacal en América. Ahora intentaremos vislumbrar cuál era el estilo de la Vida Contemplativa vigente hacia los siglos XVI, XVII cuando se lleva a cabo la obra evangelizadora de América.

Transformación de la Vida Contemplativa

Habíamos señalado cuatro objeciones a los planteos de Disandro y de Fray Petit de Murat. Sin embargo, hay una objeción más.

Cuando estos grandes pensadores reclaman para América una influencia de la vida contemplativa, concretamente del monacato, lo hacen pensando en el monacato de los tiempos medievales que no era la vida monástica del siglo XVI, como lo hemos visto en el parágrafo anterior, aun en el caso español en el que la retroceso no fue tan acentuado. No lo era, porque la decadencia del monacato había llevado a su reforma. O sea, si la vida monástica del siglo XVI se había transformado perdiendo su sentido temporal y “fundante” al decir de Petit, esto se debió a su corrupción, a la mundanización del monacato[1].  Para HillaireBelloc, fue una de las consecuencias de la Guerra de los Cien años con su debilitamiento de la cristiandad y la religión en aras del sentimiento nacional y, sobre todo de la Peste Negra con su secuela de muerte, violencia contra los más afortunados y su oposición a una autoridad espiritual central[2].

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