InfoCatólica / Que no te la cuenten / Archivos para: Octubre 2018

30.10.18

Comportamientos homo-sexuales y pureza del sacerdote. Otro caso

Soy un enamorado de San Juan Bosco; desde hace años.

Quizás porque la Providencia me llevó a trabajar con jóvenes y niños desde mis épocas de seminarista, con todo el peligro que hoy esto conlleva.

Desde hace una década comencé a leer sus escritos, a meditarlo, a gozar de sus virtudes y intentar ver lo que había en el corazón de ese gigante.

Leí varios tomos –debo continuarlos– de las “Memorias biográficas” de Don Jean Baptiste Lemoyne: unos diecinueve volúmenes que el metódico secretario del fundador de los salesianos escribió durante décadas.

            - “No permitir siquiera que se dude de la “bella virtù” (la virtud de la pureza) en el sacerdote.

            - “No tener ni apariencia de predilección por ningún joven o niño”.

            - “Ser extremadamente cuidadoso en el trato con ellos, sin ser parco pero tampoco meloso”.

            Y más consejos del gran Don Bosco; porque incluso en su época podían existir casos escandalosos.

            Asimismo, era tremendamente severo con la virtud de la pureza para los futuros candidatos al sacerdocio (no sólo para los salesianos), al punto que, si un seminarista no lograba la virtud de la continencia durante un buen tiempo, desaconsejaba completamente que recibiera las órdenes.

Así le escribía a un seminarista, por ejemplo, allá por 1855, ante la inminente recepción del orden sagrado:

“Queridísimo hijo:

No nos hagamos ilusiones: si no consigue triunfar contra ese inconveniente (actos solitarios contra la pureza) no siga adelante, ni se arriesgue a recibir las Ordenes Sagradas a no ser después de un año, al menos, sin recaídas. Oración, fuga del ocio y de las ocasiones, frecuencia de los santos sacramentos, devoción a María Santísima, (una medalla al cuello), lectura de buenos libros y mucho valor. Omnia possum in eo qui me confortat (Todo lo puedo en aquel que me conforta), dice San Pablo (…). Créame suyo. Turín, 7 diciembre de 1855. Afmo. JUAN BOSCO, Pbro.”

 

Con quienes debían recibir las órdenes menores era más benévolo, por ser menor el tiempo que llevaban fuera del mundo:

Muy apreciado en el Señor: Para responder directamente a su muy estimada carta necesitaría saber desde cuándo no ha habido más recaídas. Mi parecer coram Domino (ante el Señor) sería que no se recibieran las órdenes, si no es pasados seis meses, al menos, de prueba victoriosa. Con esto no entiendo prohibirle que siga el parecer de aquellas personas que le han animado a continuar adelante. Dios le ayude; ruegue por mí y yo rogaré por usted, mientras con afecto paterno me profeso. Turín, 28 de abril de 1857. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro.”.

 

*          *          *

 

            No significa con ello que, al ingresar al seminario (o al convento, por extensión) se deba estar confirmado en gracia o ser la Inmaculada Concepción. No. Pero quien no pudo en un ambiente de oración, silencio, trabajo, penitencia, adquirir la continencia y la castidad necesarias, difícilmente pueda adquirirla luego.

            ¿Y a qué viene todo esto? A que hoy me levanto y veo en los diarios de mi país (Argentina) un nuevo caso de un sacerdote sodomita (ya hablamos AQUÍ del tema) que, por haber sido descubierto en propuestas indecentes a un joven (esta vez, gracias a Dios no menor de edad), termina renunciando a su cargo con un nuevo escándalo.

            Y me resisto a pensar que fue la única vez o que ya antes poseía la virtud probada y que fue un caso aislado. No. Esto venía de antes.

Y son estos los episodios que hacen que, luego, se pida sofísticamente “la abolición del celibato sacerdotal” para “evitar abusos” (supongo que en estos casos deberían pedir el “matrimonio homosexual”), colocándonos a todos los curas como constantes pedófilos en potencia.

            Señores obispos, sacerdotes, seminaristas y laicos: cuidemos el sacerdocio. Más vale no tener seminarios a educar futuros sacerdotes apóstatas o promotores de escándalos. Más vale marcar los pecados del sacerdote cuando los veamos fallar que callar. Todo un ejército de bautizados que intentamos vivir la pureza en tiempos de Sodoma y Gomorra los imploramos.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

 


 

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29.10.18

La música en la Iglesia. Sermón

Para oír el sermón, hacer clic AQUÍ

El canto es expresión de alma, pero del alma humana…; es cierto que algunos animales cantan: el zorzal nos embelesa con sus notas y el canario nos atrae con su trinar, sin embargo nunca un conjunto de animales podrá emitir “notas”; ellos emitirán “sonidos” que, aunque tengan sentido y quieran expresar un movimiento de sus almas sensitivas, jamás lograrán una armonía original, repitiendo siempre el mismo “tema” musical.

Es el hombre el que está hecho para cantar, o mejor dicho, es el canto que está hecho para el hombre.

Canta el hombre porque tiene voz, canta porque desea expresar sus sentimientos del alma; canta porque quiere comunicar algo. Es por esto que, cuando estamos tristes cantamos tendemos a cantar cosas tristes y, cuando alegres, alegres; o al revés, a veces, para motivarnos, enseñaba Martín Fierro:

 

Aquí me pongo a cantar,

al compás de la vigüela,

que al hombre que lo desvela una pena extraordinaria,

como el ave solitaria, con el cantar se consuela…”

 

1. Cristo Cantó

Luego de la Última Cena, momento culmen de la Encarnación, Cristo cantó, como dicen los Evangelios:

 

Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos” (Mt 26,30).

 

En la vida de Nuestro Señor, por ejemplo, no se nos dicen muchas cosas que hizo; porque serían obvias; no se nos dice que rió, no se nos dice cómo trabajó en Nazaret durante 30 años, o cómo escribió, pero sí se nos dice que “cantó”; y cuanto se dejó escrito en el Evangelio fue especialmente para imitación de los fieles cristianos, es decir, para que sigamos su ejemplo, como dice el mismo Señor (Juan 13,15): “os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho”.

2. La Iglesia cantó

 

Pero también su Esposa, la Santa Madre Iglesia, siguiendo su ejemplo, cantó: 

Después de haberles dado muchos azotes (a Pablo y Silas), los echaron a la cárcel y mandaron al carcelero que los guardase con todo cuidado. Este, al recibir tal orden, los metió en el calabozo interior y sujetó sus pies en el cepo. Hacia la media noche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios; los presos les escuchaban” (Hech 16,23-25).

 “Entonces, ¿qué hacer? Oraré con el espíritu, pero oraré también con la mente. Cantaré salmos con el espíritu, pero también los cantaré con la mente (I Cor 14,15).

Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5, 19).

(Col 3, 16) “La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantad  agradecidos, himnos y cánticos inspirados”.

(Santiago 5, 13) “¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore. ¿Está alguno alegre? Que cante salmos”.

La Iglesia cantó…

Y cantó desde sus orígenes, de aquí que la oración “oficial” de la Iglesia hayan sido los salmos, ese modo de cantar al estilo monacal que sigue resonando en los monasterios tradicionales y donde el canto sube por los aires como incienso hasta la casa de Dios…

Y tal es el regocijo que causa en las almas el canto litúrgico, cuando es bueno, que incluso cuando por momentos en la antigüedad se quería penar a algún convento o monasterio se les prohibía el cantar los salmos, imponiéndoles que sólo los recitaran, como le sucedió a la santa y vidente alemana, Santa Hildegarda de Bingen.

Es tan hermoso el canto que los primeros Santos Padres de la Iglesia lo comparaban con el murmullo del mar, como decía San Ambrosio: “sus salmodias rivalizan con el murmullo de las olas que chapotean levemente… ¿qué es el canto del mar sino un eco de los cantos de la asamblea cristiana?”[1]

Porque, según la famosa frase de San Agustín, “el que canta bien… ora dos veces”[2]. Ojo: el que canta bien…

 

3. ¿Cómo debe ser el canto sagrado? 

Ante todo, el canto debe ser expresión de lo que se celebra, es decir, debe acompañar los misterios que se están celebrando.

Nadie canta una canción de cuna en un velorio o una canción triste en una fiesta de casamiento…

La música debe acompañar lo que se contempla y es por esto la Iglesia siempre ha cuidado que la música ayude a rezar y no que disperse. 

Por ejemplo:

El ritmo: sabemos que el ritmo mueve la sensibilidad y es por esto, como queremos llegar a adorar a Dios “en espíritu y en verdad”, si le pongo un ritmo “bailable” a la música que se canta para acompañar la Misa, entonces deja de cumplir con su finalidad.

Nadie puede “bailar” la verdadera música litúrgica, porque esta música hace mover el alma, no el “esqueleto”, para no decir el trasero… 

Ejemplo:

“Si tuvieras fe, si tuvieras fe, como un granito de mostaza… eso dice el señor”.

Parece más bien una cumbia…

 

La melodía: aunque la melodía no tenga un gran ritmo pegadizo, puede llegar a mover la sensibilidad animal, como cuando las canciones son demasiado lentas, melosas… 

“Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como en la mañana se levanta el sol, tan cierto que cuando le hablo Él me puede oír”.

 

Más bien un “lento” para bailar con una chica… 

La letra: debe ser acorde a lo que se quiere expresar 

No ideologizada; ej:

“solo le pido a Dios…” (León Gieco)

Sólo le pido a Dios
que el dolor no me sea indiferente, 
que la reseca muerte no me encuentre
vacío y solo sin haber hecho lo suficiente. 

O idiota…

Zamba del grano de trigo… chabacana…

Zamba del grano de trigo

mañana yo he de ser pan;

no le tengo miedo al surco,

algún día he de brotar./ (bis)

 

Barbecho de terrón fresco

tu sangre yo he de mamar;

/tierra que serás mi madre,

un nuevo ser me has de dar./ (bis)

 

Ni mundana…, como los “genios” que le han puesto letra a la canción “Despacito”, en 2017: 

Re-su-cito, que me crucifican pues yo resucito 
Yo morí por ti y por todos tus amigos 
Y en tu vida entre mediante los cursillos 
Re-su-cito que me crucifican pues yo resucito 
Fui a Jerusalén montado en un burrito 
pero al tercer día la lié un poquito

 

Decía el gran papa Santo, San Pío X:

S. Pío X, en su Motu Proprio Tra le Sollecitudini (22 nov. 1903: AAS 36), hablando del c.l., dice que: «El oficio principal del canto sagrado es revestir de adecuadas melodías el texto litúrgico que se propone a la consideración de los fieles, y su fin consiste en añadir más eficacia al texto mismo, para que por tal medio se excite más la devoción de los fieles y se preparen mejor a recibir los frutos de la gracia, propios de la celebración de los sagrados misterios». Más adelante, después de vivos elogios al c. gregoriano, afirma: «Una composición religiosa será más sagrada y litúrgica cuanto más se acerque en aire, inspiración y sabor, a la melodía gregoriana, y será tanto menos digna del templo cuanto diste más de este modelo soberano». 

¡Y ni que hablar de la lengua! Que debería también ser la lengua de la Iglesia, la bella y misteriosa lengua latina que hasta el último Concilio se encarga de ensalzar: La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas”.(Sacrosanctum Concilium). 

Conclusión

“De la abundancia del corazón, habla la boca”, es decir, uno canta lo que tiene adentro y alaba a Dios según cuál es el concepto que tenga de Dios. Es Él el centro de la liturgia y no el hombre, es Él a quien estamos cantando y la Iglesia debe hacerlo del modo más solemne y adecuado que pueda.

El canto sagrado me debe ayudarnos a unirnos con, no con las creaturas; nadie está en contra de la buena música, pero cada cosa en su lugar; la mesa para comer, el auto para andar y el perro para ladrar…

A la Virgen, compositora del Magnificat le pedimos que nos ayude a comprender estas verdades hoy bastante olvidadas.

 

P. Javier Olivera Ravasi



[1] Hexameron, III, V: PL 14, 165.

[2] Normas generales del Misal Romano nro. 19, Misal Romano, C.E.A., 1981, p. 31.


 

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25.10.18

Sínodo de los jóvenes visto desde dentro. Una impresión

Un joven amigo, completamente fiable, que en estos días tuvo la gracia de visitar la Ciudad Eterna pudo también participar del actual Sínodo de los Jóvenes.

Contó lo que sigue.

1) Los “auditores” eran ‘jóvenes’ que habían estado en las sesiones y que participaron del “pre-Sínodo” (algunos eran adultos del ámbito de la educación y de congregaciones religiosas de avanzada…). Debían ser una ‘ayuda especializada’ de los obispos pero…, en realidad, estaban más bien para promover las modificaciones progresistas. 

Es más: ellos mismos proponían “modos”.

2) A lo largo de todo el Sínodo había una “barra” tipo cancha de fútbol con hinchada de auditores en el Aula sinodal, que aplaudía y gritaba en el estadio cuando algún obispo hablaba de aperturas, presencia de jóvenes y la mujer en ‘todos’ los espacios de decisión, acogida e integración de los homosexuales; mientras que hacían silencio cuando los obispos hablaban de Juan Pablo II, claridad en la doctrina, etc.

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21.10.18

Mons. Baseotto en contra de la beatificación de Mons. Angelelli

Hace un par de días, varios medios locales e internacionales  se han hecho eco de una presentación sin respuesta, que un grupo de abogados, letrados y ex-jueces realizaron ante las autoridades vaticanas para frenar la beatificación de Mons. Enrique Angelelli, muy cercano al marxismo y a la guerrilla armada en la Argentina.

Según confirma el diario La Prensa de Argentina en el día de hoy  Mons. Baseotto, ex-obispo de Añatuya (una de las diócesis más pobres de la Argentina) y obispo castrense emérito, ha escrito una carta donde expresa su malestar ante la posible y cercana beatificación (el texto original y completo puede leerse aquí).

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi


 

Buenos Aires, 12 de Octubre de 2018

He conocido a Mons. Angelelli por los años 70, cuando era Auxiliar de la Arquidiócesis de Córdoba. Venía a visitar a uno de nuestros sacerdotes, P. Félix Casá, profesor de Sgra. Escritura, quien abrigaba, si no ideas subversivas, sí muy afines a las mismas.

Sí me consta, por esas visitas, que era muy mal chofer, vista la forma que conducía entonces su camioneta cuando venía de la ciudad de Córdoba a nuestro convento redentorista de Villa Allende, casa San Alfonso.

En nuestro ambiente se lo ponderaba por su celo apostólico y cercanía con la gente de su Diócesis de La Rioja. Pero se lo veía con precaución y preocupación: muy cercano a grupos de ideología subversiva.

Las fotografías que, pasados unos años, me hicieran llegar, confirman ese malestar.

Pasé después de Córdoba (1973-1974) a Añatuya hasta 2002. Ahí conocí de cerca a Mons. Withe, quien había investigado por medio de gente especializada, los hechos de su antecesor, y abrigaba el mismo temor: complicidad con medios subversivos… y muerto en un accidente (…).

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20.10.18

En MADRID. P. Javier Olivera Ravasi - Natalia Sanmartín Fenollera. Presentación de "Que no te la cuenten" (12/11)

Queridos lectores (principalmente aquellos que se encuentran en la Madre Patria, ESPAÑA):

Gracias a Dios y aprovechando la ocasión de un viaje cultural con algunos alumnos, podremos cumplir con una promesa que desde hace tiempo existía con ciertos lectores: presentar la obra “Que no te la cuenten” en la península ibérica.

Venga entonces la invitación para el lunes 12 de Noviembre próximo, a las 19 hs. en el salón de grados de la Facultad de Cs. Económicas y Empresariales, CEU Universidad San Pablo (Calle Julián Romea 23, Madrid).

La presentación estará a cargo de nuestra amiga Natalia Sanmartín Fenollera, autora del famoso “El despertar de la Señorita Prim“; contaremos también con la presencia de nuestro amigo y hermano, el P. Federico Highton, SE, misionero en la meseta tibetana, de paso por allí en esos días.

Como existe la posibilidad de llevar algunos ejemplares (hemos reeditado los dos primeros volúmenes e impreso el tercero), quienes lo deseen, pueden escribir un mensaje de Whatsapp al número del sitio (+54 9 11 3580-9554), con su nombre, apellido y cantidad de ejemplares que querrían de cada tomo (así hacemos un tentativo). 

Si les parece, difundan. 

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi


 

 

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