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21.05.16

El cristianismo, ¿un "aporte colonialista"?

El pasado 17 de Mayo, el diario La Croix, afín a la Conferencia episcopal francesa, publicó una amplia entrevista con el papa Francisco, en la que se abordaron diversos temas de actualidad, rabiosa o no.

Entre esos temas, le preguntaron sobre las “raíces cristianas de Europa", a lo que Francisco contestó: “Hay que hablar de raíces en plural, porque hay muchas. En este sentido, cuando oigo hablar de raíces cristianas de Europa, temo a veces el tono, que puede ser triunfalista o vengativo. Esto se convierte entonces en colonialista”. Y me he quedado de piedra.

Luego, prosigue: “Juan Pablo II hablaba de ellas en un tono tranquilo". Y me he convertido en un muro de hormigón de tamaño más que notable, descomunal. Luego comentaré estas cosas.

Y remata: “Europa, sí, tiene raíces cristianas. El cristianismo tiene el deber de regarlas, pero en un espíritu de servicio, como en el lavatorio de pies. El deber del cristianismo hacia Europa es el servicio (…): el aporte cristiano a una cultura es el de Cristo con el lavatorio de pies, es decir, el servicio y el don de la vida. No debe ser un aporte colonialista".

Todo tal como lo acaban de leer: que yo simplemente estoy copiando. Ahora voy a tratar de “explicarme” -a mí mismo, a ustedes- lo que, sinceramente lo digo, me deja estupefacto. Este modo de decir, y de decir lo que dice -creo que entiendo el castellano: me he formado en él-, se me hace profunda y amargamente incomprensible.

Tradicionalmente, se señalan como raíces de Europa, la filosofía griega, el derecho romano, y el cristianismo. Estas acuñaron Europa enraizadas y amalgamadas por siglos en y desde Roma; porque los aportes de los pueblos “´barbaros", vinieron ya sobre una civilización asentada, la romana, que había tomado muchas cosas de los griegos; y luego del cristianismo, el cual había encontrado en la filosofía griega el mejor instrumento para la “explicación” y la formación de la “doctrina” cristiana que para más inri se hizo vida presente, desde muy temprano, en la misma casa del César. Las persecuciones, con su intento de arrasar la naciente Religión, contrariamente a su fin propio, sirvió para asentarla, expandirla y acrecentarla, pues “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos” (Tertuliano). Como así fue.

Hasta ahora nunca me había encontrado una descripción de la evangelización y conversión de Europa por parte de la Iglesia Católica como la que se recoge en La Croix: “…el tono, que puede ser triunfalista o vengativo. Esto se convierte entonces en colonialista". Nunca. Más bien parecen -y ahí sí encajarían- reproches a la Iglesia desde fuera, desde sus enemigos. Porque, que a mí me hayan llegado, nunca he leído ese tipo de opiniones, de “tonos", hablando del tema que no ha sido, por cierto, tanto “éxito” de la Iglesia Católica como de Jesucristo: del ESPLENDOR DE LA VERDAD que es Cristo mismo.

Lo del “tono tranquilo” de Juan Pablo II, no lo he pillado en absoluto: para todos los que estuvimos allí, en Santiago de Compostela, o lo vimos por la TV, fue un auténtico GRITO del Papa a tumba abierta para “despertar” -con el vozarrón que podía soltar cuando se lo proponía- a todo un continente, que se había/estaba “adormilado", como los Apóstoles en el Huerto de los Olivos, y no supieron orar con Jesús. Y así les fue. La prensa no dudó en señalar que el Discurso del Papa formaba ya parte, desde entonces, de la historia del Continente.

¿Y qué había dicho? “Desde Santiago te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes".

Era un programa de futuro: “Reconstruye tu unidad espiritual en un clima de respeto al as otras religiones y a las genuinas libertades. Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".

En la Europa de 1982, dividida aún por el Telón de Acero -hecho de opresión, injusticia, esclavitud y muerte-, en la que estaba sumida la misma Polonia, su Patria, se inició una confrontación entre dos mundos irreconciliables: el marxismo, que negaba al hombre, y la Iglesia Católica, nacida para el servicio y salvación del hombre. Y ganó la Iglesia.

¿Este decir y hacer de la Iglesia en/desde su misma Cabeza es algo que puede catalogarse de “triunfalista", “vengativo” o “colonialista". ¿El mandato de Cristo de ir por todas partes hasta los confines del mundo es “triunfalista", “vengativo” y “colonialista"? ¿No se pueden colocar otras etiquetas más que estas? ¿Más de 2000 años de Iglesia se resumen en esto? ¿Y sin ningún matiz?

Pues a ese GRITO de san Juan Pablo II -que me da que no casa nada con el “lavatorio de los pies” como referente de lo que tiene que hacer la Iglesia con las personas, las culturas y la sociedad-, como al sonido de las trompetas en Jericó, le siguió la caída del Muro: en Berlín y en toda la Europa del Este: aunque les suene a “triunfalista” o a "colonialista" a algunas personas, especialmente a las que piensan que quien sobra en la sociedad es la Iglesia, como otros ¿piensan? que quien sobra en la tierra es el propio hombre.

Pues eso. Y ya.