Un Prozac llamado Sexo (2)

Advertencia: el lenguaje explícito, aunque respetuoso, de la presente entrada puede parecer inapropiado o desagradable a algunos lectores. En principio no se recomienda este texto a menores de edad.

La idea de que el sexo es un pasatiempo, un estimulante o un modo de levantarse el ánimo o la autoestima tiene consecuencias que no son obvias y que sólo emergen ante el paradigma del onmipresente “mercado.” Esta vez, sin embargo, no quiero referirme a los efectos económicos a los que aludí antes, sino a ese otro uso metafórico de la palabra que se dice con un guiño en parte cínico, como cuando una persona termina de resolver los asuntos de su divorcio (¿express?) y se dice que está volviendo “al mercado” porque de nuevo queda disponible para ligar con otros u otras.

La condición metafísica del sexo en cuanto extroversión que toma como meta primaria el cuerpo de otro ser humano es sencillamente única, compleja y no exenta de belleza. Pero tiene una injusticia innata: mi deseo no necesariamente es proporcional a los patrones de gusto de los demás, de donde puede pasar, y pasa, que mi demanda no se compadece con mi oferta, o sea, con lo que yo ofrezco en cuanto cuerpo.

El desfase, tan frecuente, entre la oferta y la demanda propicia una serie de compensaciones cuya forma más sencilla es la prostitución–que hizo tan famosa a Corinto en la Antigüedad. El hombre, digamos, que paga los servicios de una cortesana sabe que su propio cuerpo no es suficiente para el deseo, la alegría o la satisfacción de ella, y entonces completa en dinero lo que hace falta.

Otras situaciones son menos obvias pero no menos comunes. Una esposa que ha gastado su juventud siendo fiel y generosa con el esposo y los hijos de pronto ve con temor que su cuerpo es poco para esa idea implacable del mercado, y luego contempla con terror cómo la juventud de una advenediza interesa más que todo el amor de ella. Esto desde luego muestra que el terreno de la pura sexualidad-genitalidad engendra injusticias pavorosas, que no se limitan a la esposa sino que repercuten con dureza en los hijos. Precisamente por ello la institución llamada “matrimonio” quiere dar una estabilidad que el puro mercado de los gustos y los placeres jamás tendría.

Quienes no valoran el matrimonio se ven obligados a quedarse con la lógica del puro mercado. Su única respuesta es la Ley del Talión: enseñar a las mujeres a ser infieles e independientes para que cuando el hombre sea infiel ellas sepan pagar con la misma moneda sin pedir permisos a nadie. Es como querer resolver la inseguridad de una ciudad regalando garrotes a todos.

No sólo las mujeres fieles ya mayores sufrirán por la lógica espantosa del mercado. ¿Qué sucederá con los viudos, los célibes, los feos, los gordos, y sobre todo, con los niños? Todos ellos quedan automáticamente clasificados como “carne de segunda clase” que puede ser atrayente pero que, o no puede atraer o no puede hacer valer fácilmente sus derechos si alguien se siente atraído por ellos. nuestra sociedad de “bonitos / delgados / eternamente jóvenes / infinitamente sexualizados” crea un sistema de castas que arrincona en la soledad a una proporción dolorosamente alta de la población.

El sexo “liberado” ha de tener entonces un rostro harto distinto de lo que suele proponerse. Una visión humana de la sexualidad tendrá siempre una palabra para los que más necesitan y menos tienen que ofrecer. Cualquier otra cosa se llama rapacidad; crueldad vestida de rosado.

Fr. Nelson Medina, O.P.

2 comentarios

  
Desi
Este texto presenta con tanta viveza y veracidad lo que dice que parece como si no hubiéramos oído nunca nada de lo que se dice, lo que, por desgracia, no es así, sobretodo en este Corinto contemporáneo. El mercado y los mercaderes han encontrado un verdadero filón en la "industria del sexo", y no nos referimos, ni mucho menos, pese a su tremenda y creciente importancia, a la pornografía: el filon de los mercaderes está en haber multiplicado casi hasta el infinito la posibilidad de intercambios sexuales, pues ya se sabe que cuántos más intercambios se produzcan, más se aumenta la probabilidad de que entren más céntimos en el bolsillo del que los facilita. Hagan la cuenta, si pueden, de todos los intercambios posibles que pueden darse entre todos los que el mercado potencia: homosexualiad-heterosexualidad-bisexualidad; monogamia-bigamia-poligamia; romance-amor ocasional-aquítepilloaquítemato; jóvenes-viejos; hombres-muñecos-animales... Es imposible dar cuenta de todas las posibles combinaciones.
El mercado, deliberadamente, fomenta toda clase de promiscuidad (dentro y/o fuera del matrimonio) y el emborronamiento de la identidad sexual (que multiplica por 2 o por 3 o por n, los posibles intercambios, si es que no se inventa nuevas identidades sexuales).
Como muy bien se ha dicho aquí, el sexo se ha convertido en el antidepresivo esclavizante, usado del mismo modo que el fumador se tranquiliza aspirando más nicotina. Y cuanto más se fuma, más nicotina se necesita, ergo más difícil será desprenderse del vicio.
De esto, como de otras cosas, alguna culpa nos tenemos por haber reducido la religión "al ámbito de lo privado", entre otras cosas: nos la guardamos en casa y dejamos que los ladrones nos quitaran la cosecha.
Un cordial saludo
02/05/08 7:46 PM
  
RNA
Suscribo de principio a fuinal todas las afirmaciones de este acertadísimo análisis. La concepción del sexo como mercancía no afecta sólo a la prostitución explícita.

Cuántas chicas jóvenes hoy, sin ser conscientes de ello, viven obsesionadas con alcanzzar un tipo de belleza (poor lo demás inalcanzable) que les haga "subir puntos" een el ranking de lo sexualmente apetecible. Y cuántas mujeres maduras se desviven y gastan enormidades en tratamientos absurdos para mantenerse "en el mercado".

Unas y otras, cuando inexorablemente se quedan "fuera de circulación" sufrirán un batacazo (lo sufren de hecho) del que difícilmente se recupera una cuando ha puesto todo su afán en ser un objeto deseable.

¿Cuánto dinero mjeven las distintas "industrias" de la belleza? Probablemente, en conjunto, es lo que más beneficios debe producir en el mundo rico.

Claro que a esto hay que añadir si los varones no han contribuido tradicionalmente a que las mujeres sean presa fácil de la obsesión por sser guapas, eternamente jóvenes y deseables. No es de hoy que el marido se vaya con una jovenzuela porque su esposa ya está muy vista y muy estropeada. Jovenzuela a la que el tiempo pagará con la misma moneda.

Sólo un matrimonio que no ha sustentado su relación en una belleza física acorde con los cánones del consumismo, sigue encontrándose bella (bella la mujer, bello el marido, bella la pareja) al cabo de los años y de las décadas. Y así, aun con la edad, la relación sexual de un matrimonio maduro sigue siendo como la de la juventud, en lo que tiene de esencial esa relación (que, por cierto, también ayuda a la autoestima y a levantar el ánimo, ¿por qué no?)

Esta concepción del cuerpo como objeto que puntúa en un ranking de mercado es algo tan terrible para los chicos y chicas de hoy porque ahora la presión es fortísima y no son conscientes de cuánto puede llegar a destrozar a la larga su autoconcepto de personas, sobre todo el de las chicas cuando se vayan haciendo más mayores. Cuánta soledad va a padecer la actual juventud, cuando ya no sean "la" juventud.
03/05/08 11:54 AM

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