InfoCatólica / Tal vez el mundo es Corinto / Categoría: Sociedad Occidental

2.03.19

La palabra necesaria

La novedad del Evangelio, ¿cuál es?

De manera sorprendente una gran cantidad de cristianos no podrían responder a esta pregunta. De hecho, un buen número ni siquiera se lo ha planteado y por eso no es de maravillarse que vean su propia fe como un camino idéntico a cualquier otro cuando se trata de creencias y religiones.

Una razón por la que la pregunta ni siquiera se plantea está en el hecho de la enorme presión que hay sobre la Iglesia para lograr la “existencia” o “supervivencia” social. Fruto colateral del Concilio Vaticano II fue la mentalidad de que la Iglesia debía correr, y correr bastante, para que no la dejara “el Tren de la Historia.” Fue ese el modo prevalente de entender la expresión “aggiornamento” que en la mente del Papa San Juan XXIII significaba adecuación en los medios para difundir el Evangelio pero no cambio alguno en su sustancia ni en sus exigencias. La palabra, tan querida por él, fue “secuestrada” por el ala progresista y muy pronto empezó a significar: “el mundo nos ha abandonado; somos irrelevantes; algo tenemos que hacer para lograr significancia en las nuevas coordenadas sociales.”

Así surgió la idea, o más bien, la tendencia a buscar “relevancia” a toda costa. Uno se asombra de ver cuántas cosas pasan en la Iglesia sobre el presupuesto de “seamos relevantes.” Ya se trate de reventar la liturgia para que pueda conectar con las emociones del hombre moderno, o ya se trate de experimentar con sacerdotes y religiosas en el mundo de la farándula, uno puede ver esa prisa, esa urgencia, de no ser descartados, de no quedarse atrás, de no perder el ritmo del mundo.

Por supuesto, el problema está en que, una vez acordado que el mundo va delante y la Iglesia detrás, será siempre el mundo el que determine los temas, los énfasis e incluso el contenido del Evangelio que está dispuesto a aceptar. Hoy por ejemplo, el mundo acepta con gusto temas de justicia social, ecología, fraternidad universal y espiritualidad neutra, entendida esta simplemente como una pausa en el materialismo. Si la Iglesia no quiere ser rechazada por ese mundo entonces hablará solo de esos temas, y dejará sin perturbación lo que parece discutible en el dogma, como por ejemplo, los novísimos, o lo que es incómodo para el hedonismo individualista actual, como por ejemplo, la defensa de la vida o del matrimonio según el designio de Dios.

La palabra que resulta proscrita en este modo, esencialmente modernista, de ver las cosas es la conversión. En la mentalidad del mundo no cabe que alguien desee o trabaje por la conversión de otros. Tal cosa es vista como un atentado a la libertad y autodeterminación de la persona, que hoy es vista como una especie de absoluto metafísico intocable. Además, y siempre según la misma mentalidad igualitaria tan propia del Modernismo, pretender la conversión de otros implica que hay verdades objetivas, y que no todo da lo mismo. El mundo no está dispuesto a tragar eso de que alguien puede tener la verdad. El dogma prevalente en nuestra cultura es que la verdad es una construcción comunitaria y por eso nadie puede esperar que otro cambie, y si lo pretende, es reo de fundamentalismo, mentalidad inquisitorial y muy posiblemente, sarna mental en avanzado estado.

Llegamos así a una multitud de evangelizadores que no quieren serlo; predicadores que solo quieren “caer bien;” pastores paralizados de miedo con solo pensar que alguien se incomode; actividades pastorales evaluadas puramente en términos de número de selfies e impacto en redes sociales… Pero, ¿un llamado claro, fuerte, cargado de amor y celo por la gloria divina? Escaso, muy escaso.

A las puertas de la cuaresma conviene recordar, subrayar, con humildad pero con absoluta claridad, el llamado de Jesucristo a la conversión.

Así como se oye: dejar el pecado, a través de una buena confesión; emprender la ruta de una vida sellada por la fe, la esperanza y el amor; abrazar el misterio solemne de la Cruz; hacer penitencia por los pecados propios y los del mundo entero; orar con perseverancia y total confianza; dar testimonio, cada vez más pleno, de la gracia recibida con nuestra vida y nuestras palabras, para que también otros tengan la bendita experiencia de la CONVERSIÓN.

24.01.19

Doce verdades

Doce verdades de gran urgencia pero poca presencia hoy

1. No solo existen errores, opciones y decisiones: el pecado existe y es ante todo guerra contra Dios.

2. Que un pecado esté de moda no disminuye su maldad y en cambio sí aumenta su capacidad de daño.

3. Parte esencial de la Buena Nueva es el llamado a la conversión; si este llamado claro no se da, estamos ante una suplantación del Evangelio.

4. No se puede garantizar que algo es bueno o malo simplemente porque es antiguo o reciente.

5. La evangelización tiene su cumbre en la celebración creyente y fructuosa de los sacramentos; sin ellos, corre riesgo de ser solo ruido, ideología o simple exaltación de lo humano.

6. Lo mismo someter que  desconectar la caridad del sentimiento gozoso de amar son graves errores.

7. Hay dos deformaciones que se engendran de continuo la una a la otra: la vida cristiana sellada por la amargura y el cinismo postcristiano sellado por la superficialidad.

8. La penitencia fue necesaria ayer, es necesaria hoy, y será necesaria hasta el retorno de Cristo.

9. Solo el silencio abre paso a la Palabra de Dios; hay una proporcionalidad entre la capacidad de escucha y el vigor del Evangelio en un alma.

10. La santidad, en cuanto obra propia del Evangelio en nosotros, es inseparable de una vida de virtud, incluso hasta el heroísmo.

11. El fruto natural de una comunidad auténticamente cristiana y católica es abundancia y variedad de vocaciones que buscan la santidad para bien de toda la Iglesia.

12. Es preciso desconfiar de la predicación que se dice cristiana pero solo se ocupa de cómo se mejorará este mundo… mientras calla las grandezas del cielo y de la bienaventuranza eterna.

25.10.18

Elegía sobre la tumba de Pablo VI

Había dos gigantescos negocios que hacían muy deseable desobedecer a la Humanae Vitae de San Pablo VI; (1) Placer ARTIFICIALMENTE estéril (pornografía, prostitución) y (2) Fecundación ARTIFICIALMENTE asistida (negocio de los “in vitro"). Y por todo eso artificial, dinero.

En efecto, lo que enseña y propone Humanae Vitae es la íntima relación entre el placer propio de la unión conyugal y el fruto propio de tal unión en la prole. El ataque a ese vínculo “natural” tiene un propósito: instaurar en ambos casos lo “artificial,” el negocio, que es donde se hace posible el lucro.

A medida que se separan más y más la dimensión unitiva y la procreativa de la sexualidad humana, se complen las profecías de Humanae Vitae: aparecen expresiones cada vez más degradantes de una y otra cosa: la idolatría del placer produce tráfico y esclavitud de seres humanos; la hybris del poder produce niños diseñados.

Por este camino llegamos a este ser humano del siglo XXI, ebrio de presunción y saturado de antidepresivos: es el que quiere ser dueño de otras vidas (aborto, eutanasia, adopción al mejor postor) mientras la suya se le escapa en un laberinto de hormonas y cirugías por tratar de serlo todo: hombre, mujer y adolescente perpetuo.

Y sobre aquel varón confundido, doblegado y cínico; y sobre aquella mujer estéril, machorra y maldiciente, cae la sombra y el aliento sulfuroso de alguien desde el infierno. San Pablo VI lo supo muy bien, y advirtió al mundo con Humanae Vitae. Por eso el mundo lo odió.

28.09.18

Estrategias del Nuevo Orden Mundial

Llamamos Nuevo Orden Mundial (NOM) a una serie de tendencias ideológicas, disposiciones legales y cambios masivos en la escala de valores de naciones enteras, según patrones que vemos repetirse en muy diversos lugares, a una escala que solo podemos llamar global.

Es difícil establecer qué clase de poderes centrales están detrás del NOM, en buena parte porque la eficacia de su modo de obrar también depende de mantenerse ocultos y actuar detrás de poderes que la gente considera legítimos.

Lo que sí podemos asegurar es que hay unas siete estrategias repetidas a las que hay que conocer y de las que hay que advertir:

1. El Neo-marxismo. Imitando el modo de obrar del antiguo marxismo, el neomarxismo se fija en sectores de la población que puedan sentirse vulnerados o menospreciados y trata de despertar en ellos conciencia de clase y alianzas fuertes para conquistar el poder. Esta estrategia se ha observado en un número de comunidades que siguen la Teología de la Liberación, y también en el lobby lgbt y en la mayor parte de los movimientos feministas.

2. La socialización de la adicción. Los gobiernos saben que los efectos propios de las adicciones favorecen el esquema social de “esclavos felices” que serán incapaces de resistir, organizarse o cambiar la dinámica del poder. Estos efectos son: el individualismo y la notable disminución de las capacidades intelectuales y volitivas. Por eso al NOM le sirve que pronto seamos adictos de la marihuana, la pornografía, el juego, el licor, o lo que sea.

3. El racionalismo y el cientificismo. Se trata de “inflamaciones” de la capacidad racional del ser humano, que quiere tomar como criterio último de verdad lo que puede entender y controlar, o lo que puede verificar empíricamente. Esto sirve al NOM para desconectar a las personas de los valores tradicionales de sus familias, y sobre todo, de la fe católica. Además, el cientificismo consagra como “sacerdotes” de una nueva autoridad social a quienes presenten algo–cualquier cosa, incluso mentiras patentes–como “dato científico.”

4. El subjetivismo-relativismo. Lo propio del subjetivismo es afirmar que todas las opiniones son igualmente respetables por el hecho de que todas las personas son igualmente respetables. De ese modo, la atmósfera subjetivista renuncia a la verdad, o más frecuentemente, exacerba el valor de ciertas verdades y derechos mientras que omite gravemente a otros. De nuevo, la consecuencia es: desconectar a las personas y aislarlas en sus criterios y gustos, para hacerlas más vulnerables y manipulables.

5. Desactivación o debilitamiento de las instancias intermedias: soledad del individuo frente al poder del Estado. Es decir, agrietar el derecho de asociación. Fundamentalmente se trata de que el individuo esté SOLO, desconectado de la ley, de la familia, del pasado, de la Iglesia, para que cada uno de nosotros sea solo un consumidor del Mercado y un ciudadano del Estado. Así aislados, podremos gruñir o lamentarnos pero no reaccionar de modo eficaz: nuestra voz será ahogada en la cacofonía de quienes repiten los discursos políticamente correctos.

6. Uso de astuto de verdades parciales. Confirmación y divulgación masiva de “paquetes” de hechos verdaderos, y a la vez sucios y vergonzosos, que afianzan la idea de que la existencia misma de la Iglesia es un daño para la sociedad y que la Iglesia de ningún modo puede ser creíble. Es lo que se ha hecho con esos informes que recogen décadas de denuncias de abusos de sacerdotes. Por supuesto, los inmensos bienes que ha traído la fe quedan en silencio.

7. Infiltración de enemigos de la Iglesia dentro del clero católico para destruir desde dentro. Paralelamente, y en clara simbiosis, establecimiento de círculos de homosexualidad masculina, como filtros que controlan quién logra o sostiene posiciones de gobierno en la Iglesia.


[Esta conferencia forma parte de una pequeña serie de tres charlas. Pueden verse completas aquí.]

15.09.18

Anatomía del Combate Espiritual

¿Cómo no ver la garra del demonio, cómo no sentir su hedor, allí donde el orden de las cosas se pervierte hasta convertirse en caricatura que hace la guerra al propósito original de Dios? Suframos juntos la siguiente lista y entendamos la clase de combate en que estamos:

1. Que el vientre femenino, manantial de vida, se convierta, a través del aborto, en una cámara de tortura y luego ejecución de seres humanos inocentes: algo peor que cualquier basurero o cementerio.

2. Que luego el CRIMEN del aborto se vuelva LEY, y que después otra ley castigue a quienes quieren impedir o incluso disminuir la frecuencia de ese crimen.

3. Que algunos de los primeros encargados en predicar la conversión y la santidad, esto es, los sacerdotes, sean en cambio primeros en corromper a menores de edad indefensos.

4. Que las comunidades religiosas traicionen sus propios carismas, de modo que quienes debieran brillar en una determinada virtud se destaquen exactamente por el vicio opuesto.

5. Que la liturgia, cumbre del honor que el hombre puede tributar a Dios, se convierta en lugar de exhibición y egolatría para el ser humano, de espaldas a Dios.

6. Que se pongan barreras físicas o químicas a la unión íntima entre el hombre y la mujer, y luego ellos digan que están haciendo el amor, cuyo fruto es unión, mientras marcan su mutua distancia.

7. Que las mujeres digan, como si nada, que se están “cuidando” cuando tienen sexo deliberadamente estéril. “Cuidarse” solo puede significar ahí: cuidarse de un enemigo/problema/intruso llamado “hijo.” ¡Madres que ya rechazan a los hijos que no han tenido!

8. Que haya quienes para evangelizar al mundo se acercan tanto a él que al final el mundo los “evangeliza” a ellos, con lo cual algunos clérigos muy destacados se convierten en acérrimos enemigos de la Iglesia a la que supuestamente servían.

9. Que haya seminarios en donde algunos pierden su fe, en medio de escándalos; mientras que algunas casas de formación de religiosos o religiosas sean lugar de deformación moral.

10. Que en tantas ocasiones el mal cuente con profesionales dedicados y el bien solo tenga aficionados inconstantes.

¿Qué decir? Tiempo este nuestro para orar, y para meditar Efesios 6,10-20.