InfoCatólica / Tal vez el mundo es Corinto / Categoría: Iglesia

29.07.16

El peligro de pelear contra un solo monstruo

La figura del monstruo evoca aquello que tiene que ser combatido o de lo cual uno huye porque es un peligro inminente. Una parte considerable de la literatura universal contiene temas épicos en los que siempre sobresale un gran combate; a menudo se trata de luchar contra distintas clases de bestias potentes y crueles, persistentes y despiadados: auténticos monstruos, incluso si se trata de seres humanos.

Existe sin embargo el peligro, alimentado por Hollywood, de ver todo drama como una lucha contra  un solo monstruo, con lo cual fácilmente se pierde de vista la complejidad que trae la vida misma y además se pierden del radar algunos enemigos.

Esto es particularmente cierto cuando se trata de nuestra vida cristiana. Es fácil concentrar las fuerzas en derribar a un enemigo que se considera muy peligroso y muy dañino pero sólo para caer en las fauces de otro monstruo que nos esperaba exactamente en el extremo opuesto.

Consideremos, por vía de ejemplo, el caso de una persona que ha quedado traumatizada porque alguna vez que fue a confesarse el sacerdote, de una manera insistente y casi enfermiza, le repetía preguntas y más preguntas. A un cierto punto el penitente ya no sabe distinguir entre los interrogantes oportunos y las cuestiones que parecen brotar de alguna forma de morbosidad. La experiencia que esta persona ha tenido confesándose puede describirse como una sala de torturas. Si luego esa persona va a hablar sobre el sacramento de la confesión, es muy posible que describa ante todo lo que la confesión no debe ser: una sala de torturas. Y por supuesto, eso es verdad, pero sucede que ese no es el único peligro que acecha con respecto a la confesión: y al concentrar toda la atención en un extremo, a saber, en el monstruo del rigor, esta persona puede olvidar que existen otros monstruos que también quieren destruir nuestra vida, como por ejemplo el monstruo del relativismo.

Lo contrario también puede pasar: una persona fastidiada del relativismo que encuentra en tantos lugares de la Iglesia considerará probablemente que el verdadero cristianismo tiene que ser estricto y tiene que estar marcado por el rigor. Por ese camino puede llegar a la intransigencia e incluso a la agresividad–que no es sino el resultado de haberse entregado al monstruo que nunca llegó a ver.

Por eso digo que hay gran peligro en eso de luchar contra un solo monstruo: si nos concentramos en el rigor, para rechazarlo, podemos caer en el relativismo; si por el contrario vemos como único enemigo al relativismo podemos caer en el rigor y volver al rigor nuestra religión. Lo trágico de ambas historias es que cada uno justificará su opción describiendo con detalle los horrores del monstruo dle que está huyendo–sin atinar a ver al mosntruo al que se está dando.

Hay ejemplos semejantes a la pareja dialéctica rigorismo - relativismo. Pero será mejor que los lectores interesados los añadan en sus comentarios.

6.06.16

Las otras viudas de Naím

Homilía en un Congreso Católico Eucarístico, en Modesto, California.

Resumen: Detrás de las características más visibles de las dos viudas que aparecen en las lecturas de hoy está una condición de durísima desprotección, que es ocasión para que se manifieste la solicitud amorosa y compasiva de Dios por aquellos que no tienen a nadie que vele por sus derechos o se interese por sus necesidades. Ello nos obliga a preguntarnos quiénes son los desvalidos de hoy y cuáles son las actitudes nuestras, y de nuestras familias y comunidades, por aquellos que poco a poco vamos marginando y olvidando.

30.04.16

Ultimátum

Algunos están destinados a no encajar en el tiempo presente porque son como visitantes de un futuro que la sociedad y la Iglesia todavía no conocen.

A estos tales sólo les quedan dos caminos mutuamente excluyentes: o la fidelidad cargada de silencio y de humilde entrega en las manos de Dios, que es fuente viva del don teologal de la esperanza, o la rebeldía, que, no importa cómo se disfrace, al final sólo será traición a la Sangre inocente del Cordero.

Hemos de orar entonces, y revisar sin escrúpulo pero sí con detalle nuestra conciencia, porque si Dios nos ha elegido para que seamos imagen de lo que el mundo ha de ser, nos equivocamos al tratar de asemejarnos a lo que el mundo ahora mismo es, y a las cadenas bien decoradas que con hipócrita sonrisa nos ofrece.

Sólo hay estas dos posibilidades: o rebelarse contra Dios, para perdición eterna, o rebelarse contra el mundo, en la medida en que su lógica absorbente y seductora, arrogante y amenazante pretende encadenarnos al pie de sus altares y sus ídolos.

Bienaventurados aquellos que han respirado la libertad de la Pascua; bienaventurados los que alcanzan a ver el veneno aunque venga cubierto de miel; bienaventurados los que todavía ven la Cruz de Cristo y la saludan con palabra reverente: ¡Salve, oh Cruz, única esperanza nuestra!

22.04.16

Amoris laetitia - ¿Y ante la confusión, qué?

Así como no se puede tapar el sol con un dedo, tampoco se puede ocultar la perplejidad que muchos fieles experimentan ante un documento tan esperado como es Amoris laetitia, la exhortación apostólica postsinodal con que el Papa Francisco ha presentado tanto las conclusiones del sínodo 2014-2015, como las directrices pastorales que él considera coherentes con lo discutido durante los pasados dos años.

La perplejidad aumenta por dos razones. En primer lugar, hay voces de gran autoridad que están sacando conclusiones diversas, incluso opuestas, mientras afirman basarse en las palabras del Papa. Así por ejemplo, mientras que Mons. Lingayen Dagupan, arzobispo presidente de la Conferencia Episcopal de Filipinas, invita a que “ya” se abra espacio en la mesa de la eucaristía a los que están en relaciones “rotas,” al mismo tiempo, Mons. Livio Melina, presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II, recuerda a todos que comulgar en esas condiciones entraña pecado grave. (Más información sobre este tipo de divergencias en el magnífico artículo del P. José Ma. Iraburu sobre el Cap. VIII de AL). Nadie que ame a la Iglesia puede llamar a esto una situación particularmente deseable para la Iglesia y su obra evangelizadora.

En segundo lugar, vivimos tiempos de gran crispación en los que los juicios apresurados y absolutos desfilan en todo tipo de ambientes y conversaciones. Hay amigos que, después de asegurarme que la sede de Pedro está vacante, es decir, que no hay legítimo Papa en este momento, me han dado un portazo y me han bloqueado en Facebook. Es una afirmación absurda que de ninguna manera comparto pero que muestra que el volumen de las discusiones ha hecho saltar los quicios mínimos del respeto y la prudencia. Mientras que algunos quieren presentar todo lo anterior al Papa Francisco como una caverna fría de legalismos y abstracciones, otros quieren que veamos en nuestro Papa a una especie de infiltrado, venido de otro tipo de oquedad, sulfurosa y perversa. Y repito: nadie que ame a la Iglesia puede llamar a esto una situación particularmente deseable para la Iglesia y su obra evangelizadora.

Por eso la pregunta: Ante la confusión, ¿qué? Ofrezco algunas sugerencias:

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13.04.16

Amoris laetitia - Algunas notas de clarificación

Menos de una semana después de la promulgación de la Exhortación Post-sinodal Amoris laetitia, del Papa Francisco, varias cosas parecen claras:

  1. Las polarizaciones en torno al Papa, y en torno al futuro de la moral católica, o de la Iglesia misma, son más fuertes y agudas ahora. Hay quienes ven en Francisco una renovación del Evangelio y del Espíritu por encima de la ley (y el hombre por encima del sábado) mientras que otros creen descubrir ya las grietas de un cisma irreversible.
  2. La Exhortación muestra la intervención de varias manos (cosa que no es de extrañar en documentos papales). El grado de estas intervenciones hace que pueda considerarse al capítulo VIII como un texto extraño y en varios sentidos ajeno al tono del resto de la Exhortación, y sobre todo distante de la enseñanza expuesta en Veritatis splendor o en Familiaris consortio. La gran mayoría de las discusiones de estos días se han concentrado en ese capítulo.

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