28.10.17

(219) Personalismo V: vanas pretensiones de realismo

COMENTARIO 

«podemos apuntar, por un lado, la satisfacción por la tarea acabada y, por el otro, la conciencia de haber logrado al menos en cierta medida proporcionar una imagen global del personalismo y también de haberlo caracterizado de un modo suficientemente válido, primero, como una filosofía realista y, dentro de este amplio marco, como una filosofía nueva con unos rasgos lo suficientemente precisos como para distinguirla de otras posibles filosofías» (J.M. BURGOS, El personalismo, Palabra, Madrid, 2000, p. 194)

* * *

Coincido con el autor de este libro en que en él se proporciona una buena imagen global del personalismo, y es un texto bien acabado y bien escrito. Sin duda, es un buen libro sobre el personalismo.

Pero no coincido con sus conclusiones ni con su estimación del pensamiento personalista. 

Porque el personalismo ni es una filosofía propiamente hablando, cosa que evita ser, ni es realista en sentido metafísico.

 

El personalismo no es una filosofía porque no pretende serlo; creo que por su asistematismo anti-abstractivo, o por la inconsistencia conceptual de sus principios fundacionales; también por su preterición del entendimiento al plano afectivo —es decir, a la voluntad.

Por eso, más que como una filosofía estrictamente hablando, podría caracterizarse como una idiosincrasia con ideo-sincrasia.

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26.10.17

(218) En tiempos de prueba

En tiempos de prueba, fácilmente decae la fe. No creamos que depende principalmente de nosotros mantenerla en alto. Hay que pedirla y no dejar de orar.

En tiempos de prueba, fácilmente decae la esperanza. No creamos que depende principalmente de nosotros fortalecerla y reactivarla. Hay que pedirla y no dejar de orar.

En tiempos de prueba, fácilmente se enfría la caridad. No creamos que depende principalmente de nosotros conservarla y aumentarla. Hay que pedirla y no dejar de orar.

Hay que tener vida sacramental, que nutre la oración, y la sustenta. Hay que pedir la fe, y la esperanza y la caridad. Porque la causa segunda, ¿qué puede obtener por sí sola?

 

La importancia de mantener, en estos tiempos difíciles, el alma tensionada hacia la perfección cristiana, es vital. Creer en la eficacia y primacía de la gracia es más urgente que nunca.

Si confiamos en nuestras solas fuerzas estaremos perdidos. Una vida sacramentalmente intensa, en que la Santa Eucaristía, la confesión frecuente, la oración litúrgica, y la confiada inmersión en el tesoro de la Iglesia y sus sacramentales, es vital.

Nosotros proponemos una renovación de la vida interior, dada la crisis de fe actual. Que nunca decaiga ni nuestro amor al ministerio petrino, ni a la autoridad docente de la Iglesia. Escritura y Tradición y tradiciones, en la obediencia al Magisterio de la Iglesia (su intérprete auténtico), son los pulmones con que respirar.

Y no olvidemos ser más marianos más que nunca.

 

25.10.17

(217) La yugular de la Iglesia

«Junto a la cruz de Jesús estaba su Madre» (Jn 19, 25)

«Y así como el género humano fue sometido a muerte por obra de aquella virgen [Eva], así recibe la salvación por obra de esta Virgen» (SAN IRENEO, Contra las herejías, 4, 19, 1)

«La humanidad de Cristo por estar unida a Dios; la bienaventuranza creada por ser goce de Dios; la bienaventurada Virgen por ser Madre de Dios, tienen una cierta dignidad infinita que les proviene del bien infinito que es Dios. Y en este sentido, nada se puede hacer mejor, pues nada puede ser mejor que Dios.» (SANTO TOMÁS, Suma Ia, q25, a6, ad4)

«María, trono de la recta doctrina» (SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, Homilía IV)

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1.- María es la yugular de la Iglesia.

 

2.- A María por Jesús. Y una vez en María, a Jesús.

 

3.- Sin María el credo está incompleto.

 

4.- Si se evangeliza sin Madre, se anuncia orfandad.

 

5.- Quien no tenga a María en la garganta, nada tiene que decir en la evangelización. 

 

6.- El amor a la Inmaculada expresa predestinación.

 

7.- Fuera de la maternidad de María no hay salvación.

 

8.- Si María es secundaria, entonces la Iglesia también es secundaria.

 
9.- La Santísima Virgen, por ser Madre de Dios, posee como una cierta dignidad infinita.
 

10.- A la Inmaculada Concepción nos confiamos, destructora de herejías, vencedora del diablo.

 
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI
 
 
David Glez. Alonso Gracián
 
 
 

22.10.17

(216) Personalismo, IV: apertura a la Modernidad, psicologismo y naturalismo religioso

Afirma el gran Nicolás Gómez Dávila en uno de sus Escolios que «la humanidad cree remediar sus errores reiterándolos».

Y yo me pregunto si los católicos de hoy, en especial aquellos que de una forma u otra están implicados en la formación del clero y del laicado, también creen remediar sus errores reiterándolos.

Alejarse del sistema intelectual tradicional —es decir, del realismo metafísico— ha traído muchos problemas a la Iglesia. Es hora, pues, de rectificar.

No nos cabe duda que la Modernidad —y su metástasis super-nominalista, o posmodernidad— es el gran error de Occidente; y que el personalismo no es más que una reiteración bienintencionada de sus errores, bajo un débil sistema conceptual de apariencia ortodoxa.

Su prevalencia durante el posconcilio fue un hecho. Conviviendo con mil y una heterodoxias, cobró prestigio y autoridad, llegando a conformar, hasta el día de hoy, una reacción de ortodoxia débil, o de apariencia de ortodoxia, poco eficaz contra el enemigo modernista.

 

Y es que un sistema en el que existen algunos elementos positivos, combinados con errores de origen existencialista, gnóstico e idealista, no tiene la suficiente entidad como para combatir el modernismo; antes bien sucumbe a él y es parte y artificio suyo; el modernismo no se puede refutar con humanismo devoto; la fenomenología de la persona no posee la suficiente potencia filosófica y teológica como para hacer frente al conjunto de todos los errores y herejías. No posee Tradición ni tradiciones, que es el arma más eficaz contra la máquina modernista, cuerpo y alma del mundo moderno.

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15.10.17

(215) Los grandes tópicos del personalismo, III: fe contra religión

1.- La obra de Dietrich Bonhoeffer (1906- 1945), pastor protestante asesinado por los nazis, ha nutrido con algunos tópicos teológicos la mente personalista de hoy. Lugares comunes que perduran hasta este momento, incuestionados, popularizados, mutados de una forma u otra, y que tienen un papel importante en algunas tendencias de la nueva evangelización.

Y es que tiene cierto atractivo para la mentalidad occidental, secularizada y antimetafísica, que se separe netamente la fe de la religión. Por eso presentar el mensaje cristiano como un mensaje espiritual pero no religioso tiene cierto éxito aparente.

Nicolás Abbagnano, existencialista, historiador de la filosofía, lo capta perfectamente: «Por primera vez, en la obra de Bonhoeffer, se intenta una interpretación no religiosa de la fe: es más, se contrapone la fe a la religión» (Historia de la Filosofía, vol. 3, cap. XVI, 864, pág. 793).  No era la primera vez,  como cree Abbagnano.  Porque la relectura no religiosa de la fe fue el objetivo del humanismo renacentista,  que idolatraba Maritain. 

 

2.- Bonhoeffer niega que la religión sea condición mediadora de la fe.- Por ello es absurdo el proselitismo. Porque “captar” para la propia religión, cuando lo importante no es la religión sino la fe, es, bajo este punto de vista, un sinsentido.

Una fe adulta, bajo esta perspectiva, no consiste esencialmente en sacramentos, creencias o ritos, propios de una inmadura mentalidad meramente religiosa. Sino en tener una fe personal, que sirva al hombre en su búsqueda natural de sentido; una fe entendida como experiencia natural (naturalmente espiritual) de realización personal, que supere los limites conceptuales, sacramentales y cultuales de la religión heredada.

Presentar la necesidad de fe como la necesidad natural de algo (Alguien) que dé sentido inmanente a la vida, es otro de los temas recurrentes del personalismo. Que gusta de recurrir, para ello, a la obra de otro de sus autores de culto, Victor Frankl (1905- 1997), del que hablaremos en próximos artículos.

Para ser auténtica, por tanto, se dice que la fe debe transcender la rígida religiosidad de culto y dogma, propia de inconversos, y los límites formalistas de su creencia inmadura. Es la tesis a la que inevitablemente nos conduce Bonhoeffer, lo quiera o no, con su Resistencia y rendición. Como explica Abbagnano:

«El intento, muchas veces repetido por la apologética religiosa, de llevarlo a depender de creencias de las cuales se ha liberado, se asemeja al intento de volver a la juventud a un individuo que ya es un hombre maduro» (Ib., p.246)

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