InfoCatólica / La Mirada en Perspectiva / Categoría: Tópicos del Personalismo

11.10.18

(303) Desactivación de la política católica y diferenciación maritainiana entre individuo y persona

«El Estado liberal […] se constituye como una contra-Iglesia, apropiándose de todas las funciones del reinado de Cristo sobre la sociedad. […] Y no es, por tanto, un Estado neutral y simplemente laico, sino anti-cristiano, antiCristo.» (P. José María IRABURU, (36) Cardenal Pie, obispo de Poitiers –IV el relativismo liberal vigente)

«El reinado social de Cristo es el único plan válido para los pueblos. Todos los otros planes llevan a la perdición. » (37) Cardenal Pie, obispo de Poitiers –V reino de Cristo y mundo secular).
 
Es imposible hacer política católica desde presupuestos personalistas y liberales, concretamente, desde la diferenciación de individuo y persona. Porque lo primero que queda afectada es la noción de bien común, sobre todo en su acepción de vida social virtuosa en la verdad natural y sobrenatural.
 
Reflexionemos sobre ello.
 

1.- Dado que la esencia de la política es el bien común, tener claro qué es el bien común es fundamental para entender qué es la política.

Como explica Miguel Ayuso:

«La noción de bien común pertenece al acervo de la filosofía clásica y, en concreto, constituye la piedra angular de la llamada filosofía de las cosas humanas. Tiene raíces platónicas, en tanto el verdadero problema político consiste en el reconocimiento en común del Bien, pero es la formulación aristotélica la que le ha dado su perfil más significativo

En efecto, el bien común, como perfección última de un todo, puede ser trascendente o inmanente respecto del mismo y, aunque en rigor sólo Dios es el bien común trascendente, todos los demás bienes comunes finitos son participación de la bondad absoluta del Bien en sí. El bien común temporal, por su parte, consiste en la vida social perfecta. De la noción que se tenga, pues, del bien común deriva necesariamente el concepto de política» (Miguel AYUSO, ¿Por qué el bien común? Problemas de un desconocimiento y razones para una rehabilitación, Verbo 509-510, Madrid 2012, p. 898)

 

2.- El cristiano no puede entender la política de otra manera que según su esencia, esto es,  según el bien común. Porque si la entiende en otra clave su labor no es fecunda. Sobre todo, porque ignorar la esencia es ignorar la obligación que impone al gobernante y al ciudadano.

 

3.- Todos los seres humanos tienen en común la naturaleza humana. La naturaleza humana es atraída por el bien que la perfecciona. Este bien que perfecciona la naturaleza humana es común, en cuanto que la naturaleza humana es común a todos los hombres. Y es particular, en cuanto que cada persona singular tiene naturaleza humana.

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24.07.18

(280) Concepto personalista de libertad como autodeterminación. Problemas y equívocos

El personalismo incorpora a su concepto de libertad el concepto de autodeterminación, que no es propio del pensamiento clásico y tradicional católico, pues procede del pensamiento moderno. Esto tensiona la doctrina católica y produce equivocidad, generando confusión y dando problemas, sobre todo a la teología moral.

Es un concepto poco claro, que por su ambigüedad puede más o menos entenderse en un sentido correcto, pero también malentenderse y dar lugar a errores.

Además, una interpretación en sentido antimetafísico, o asimilado al concepto de libertad negativa, como en Hegel, puede utilizarse para justificar tesis incompatibles con el magisterio de la Iglesia.

 

1. El concepto de libertad según la doctrina católica

—1.1. Libertad como facultad de elección del bien

La doctrina tradicional de la Iglesia enseña que la libertad es «la facultad de elegir entre los medios que son aptos para alcanzar un fin determinado, en el sentido de que el que tiene facultad de elegir una cosa entre muchas es dueño de sus propias acciones.» (León XIII, Libertas praestantissimum 5, 1888).

Hay que dejar claro que la elección voluntaria de un medio malo no es un acto propio o capacidad de la libertad, sino una posibilidad que supone un abuso, un indicio de albedrío, pero como la enfermedad es indicio de vida.

Especifica León XIII en el mismo punto de la encíclica Libertas, utilizando la doctrina tomasiana: 

«Pero así como la posibilidad de errar y el error de hecho es un defecto que arguye un entendimiento imperfecto, así también adherirse a un bien engañoso y fingido, aun siendo indicio de libre albedrío, como la enfermedad es señal de la vida, constituye, sin embargo, un defecto de la libertad. De modo parecido, la voluntad, por el solo hecho de su dependencia de la razón, cuando apetece un objeto que se aparta de la recta razón, incurre en el defecto radical de corromper y abusar de la libertad.»

«El Doctor Angélico se ha ocupado con frecuencia de esta cuestión, y de sus exposiciones se puede concluir que la posibilidad de pecar no es una libertad, sino una esclavitud.»

La libertad, por tanto, para el pensamiento clásico, es la capacidad de elegir el bien, siendo la elección del mal un abuso posible. Necesita radicalmente de la ley moral, necesita de la razón, necesita de la gracia. 

1.2. La gracia, auxilio eficacísimo de la libertad

Libertas, 6 realiza una síntesis espléndida, en su concisión y precisión, del papel de la gracia, en sintonía además con la tradición tomista hispánica:

Enseña Leon XIII que los auxilios de la gracia son «aptísimos para dirigir y confirmar la voluntad del hombre». La gracia divina «iluminando el entendimiento y robusteciendo e impulsando la voluntad hacia el bien moral, facilita y asegura al mismo tiempo, con saludable constancia, el ejercicio de nuestra libertad natural.»

Combate el prejuicio voluntarista que presupone que la gracia reduce la libertad, afirmando, de acuerdo con la doctrina tomasiana, que: «es totalmente errónea la afirmación de que las mociones de la voluntad, a causa de esta intervención divina, son menos libres.». Y aporta la explicación de ello:

«Porque la influencia de la gracia divina alcanza las profundidades más íntimas del hombre y se armoniza con las tendencias naturales de éste, porque la gracia nace de aquel que es autor de nuestro entendimiento y de nuestra voluntad y mueve todos los seres de un modo adecuado a la naturaleza de cada uno. Como advierte el Doctor Angélico, la gracia divina, por proceder del Creador de la Naturaleza, está admirablemente capacitada para defender todas las naturalezas individuales y para conservar sus caracteres, sus facultades y su eficacia.»

Añadimos, además, que la gracia santificante cualifica la voluntad humana para realizar actos libres sobrenaturales y meritorios. El estado de gracia, cuya pérdida es el peor mal que puede sufrirse, eleva la libertad humana a un plano de esplendorosa claridad, en que se participa de los méritos de Nuestro Señor y se puede, incluso, gracias a los dones del Espíritu Santo, actual al modo sobrehumano.

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10.03.18

(254) El Imperio del Mundo y el lenguaje de los valores

La Barca, zarandeada por las olas

1.- El doble abuso del lenguaje de los valores

En anteriores artículos hemos criticado el abuso de la teoría de los valores —así, en pluralen el lenguaje de la teología y filosofía católicas.

Nos hemos referido tanto al abuso común, por el cual el católico en general se expresa confusamente acerca de aquello en lo que cree; como al abuso especializado, por el cual el teólogo o filósofo católico en particular explican desenfocadamente aquello en lo que creen.

Las consecuencias de este abuso doble son muchas. Porque muchas son las acepciones del término. Su ambigua polisemia, siendo un rasgo esencialmente moderno, sirve a las mil maravillas al pensamiento anfibológico del Estado Mundial. Abusar de la teoría de los valores acerca peligrosamente a la dictadura del relativismo. Porque el pluralismo axiológico es su figura.

Este abuso del término va asociado al culto a los especialistas, propio de la mentalidad occidental  posmoderna. Mediante el lenguaje de los valores, el Occidente descristianizado proyecta y legitima su nueva ética, un derechohumanismo positivista y desustanciado elaborado por expertos, y difundido a través de tópicos y lugares comunes.

Porque es un lenguaje que no sólo se aparta del pensamiento clásico, sino también del lenguaje natural; tanto, que el pensamiento católico, cuando es axiologizado en sintonía con el paradigma hodierno, degenera en una especie de teología antiteológica, mezcla de literatura, espiritualismo, sociología y reflexión privada.

Es por esto que el uso indiscriminado de un enfoque axiológico de la realidad favorece el ensayismo, la anomia y la ambigüedad. El ensayismo, porque privatiza los conceptos católicos. La anomia, porque los desvincula de la regla de la tradición. La ambigüedad, porque los difumina y pixela.

2.03.18

(252) El lenguaje de los valores da problemas

La secularización puede ser interpretada, también, como una crisis del lenguaje con que se expresa la Iglesia, como una restricción conceptual del numen católico, como un abandono de la propia identidad intelectual.

Adoptar conceptos extraños, propios del mundo moderno, puede traer problemas.

 

1. Valores y piedra de tropiezo

El abuso del lenguaje de los valores hace invisible el lenguaje bíblico-tradicional, lo priva de visibilidad conceptual, tan necesaria a la Iglesia para poder “ser vista” como lo que es en esencia.

Y si la mente de la Iglesia, de alguna manera, no es vista en su lenguaje, no puede iluminar la oscuridad con las palabras con que puede y debe hacerlo.

Y es que con el término los valores, así en plural, los moralistas axiólogos pueden difuminar la virtud de la clasicidad en una vaga atmósfera humanitaria, general y no específicamente católica.

Es el término que ha usado el voluntarismo para hacer divisible la modernidad e incorporársela. A tal efecto, con el término de marras se suaviza y lima la piedra de tropiezo, se ahuyenta el fantasma del martirio y se disfruta de una más cómoda y tolerante espiritualidad del bienestar.

 

2. La máquina de vacío

Es de notar que este abuso del lenguaje de los valores desustancia el concepto de persona, lo desliga del orden de las esencias, legitima un uso liberticida de la conciencia, como proponía Bernhard Häring con ese eufemismo de la creatividad.

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23.02.18

(250) Ánomos y Anfíbolos, III: subjetivismo y desorden, contra el orden clásico

 Es un monstruo de dos caras, un Leviatán bifronte: Ánomos es anomia, y Anfíbolos es anfibología e indefinición. Son los padres fundadores del posmodernismo. Y su lucha es contra el orden clásico.

 

1.- Malos precursores.— Kant, Fichte, Hegel, Heidegger, introducen a Anfíbolos en el conocimiento de la realidad, dejando la razón en suspenso ante el ser, incapaz de un sí o un no, manteniéndola siempre en la indefinición, siempre pendiente y enajenada en su propia actividad inmanente. Como precursores del posmodernismo, son buenos fundadores pero malos consejeros.

a.- Otro tanto ocurre con el descripcionismo fenomenológico. Aporta poco y daña mucho. No sólo por ser, en definitiva, otra forma de poner las esencias a merced de un ego artificial. Sino también, y sobre todo, por constituir una reducción de lo real al mundo de la conciencia subjetiva. Thomas Molnar, entre otros, han denunciado lúcidamente el poder des-naturalizador de este poner entre paréntesis lo real. 

 

2.- El orden natural y sobrenatural en suspensión.— La reducción fenomenológica que provoca Anfíbolos se traduce en la desjuridización general que introduce Ánomos: bajo su perspectiva, la realidad, al no ser cognoscible en su esencia, queda desdibujada en lo que tiene de orden, de normatividad jurídico-política, de ley natural, de principio católico.

b.- Por extensión, ya no cuenta tanto la palabra divina como la respuesta que puede dar el hombre. Ya no es tan importante el Legislador divino como el legislado humano. Ya no importa tanto la unidad católica y su ordenamiento clásico, como un testimonio cristiano subterráneo al orden de la sociedad, a la que ya no se exige sometimiento a la ley natural ni al Dios Encarnado.

 

3.- Otra vez la libertad negativa.— La tesis de inspiración heideggeriana de Bultmann —que no importa tanto la cruz en sí misma como su significado—, es un resumen del proceso de subjetivización y desorden que venimos describiendo. Molnar lo asemeja, certeramente, al libre examen luterano. En el fondo, es la misma idea: lo que la realidad (divina) es para mí, eso es lo que verdaderamente importa. Es la misma idea del principio de autodeterminación, en que Pico de la Mirándola funda la dignidad humana: el hombre sin esencia definida, que alcanza a ser lo que quiera. —Responsablemente, eso sí, pero al fin y al cabo lo que  quiera.

c.- Con veracidad Cornelio Fabro critica a Heidegger su inversión existencialista: que el hombre pretenda determinar el ser, y no viceversa. ¿No es, acaso, la pretensión fundante de la modernidad?

 

4.- Crisis del derecho.— Ánomos desdibuja el sentido de lo justo. La pérdida del sentido del derecho trae consigo la impunidad, los abusos, los cambios de paradigma y los mil y un vientos de doctrina. Cuando se minusvalora lo que es justo, se justifica lo que es injusto. La desjuridización de la Iglesia es un síntoma de descomposición, sin duda paradigmático. La pérdida del sentido del derecho, fomentada por un concepto desenfocado de la misericordia, conlleva la subordinación de la prudencia jurídica a la conveniencia pastoral.

d.- Que en lo natural conduce al convencionalismo ético de la moral de la situación, pues desvincula el derecho de los casos particulares; y en lo sobrenatural a la tergiversación de la doctrina de la justificación, pues desliga la salvación de la obediencia meritoria (en estado de gracia) a la ley.

 

5.- La mente gnóstica.— El proceso coordinado por Ánomos y Anfíbolos conduce siempre al mismo resultado: el yo erigido en juez. No el yo natural, sino el yo autodeterminado, el ego transcendental. El yo gnóstico que curva la realidad hacia sí mismo, convertido en valor absoluto e infinito —eso sí, con la ayuda de Dios, para no ser pelagiano.

e.- El comunitarismo posmodernista parece, bajo esta luz, un recurso para salvar las apariencias de individualismo. Poner en conexión los egos autodeterminados, por muy piadosos que sean, y hacerlos depender unos de otros, no es propiamente poner en comunión.

 

y 6.- ¿El nihilismo educador?.— A la luz de estas consideraciones, entendemos el proyecto nietzscheniano como proyecto esencialmente moderno: es la voluntad de poder dejar en suspenso el orden del ser. El nihilismo, así, no parece más que la realización de esta suspensión, entendida como un derecho humano fundamental. Este proceso, en cuanto movimiento sin meta, en cuanto itinerario ciego, en cuanto praxis desvinculada de la tradición, será el numen bifronte que el constructivismo contemporáneo convierta en modelo educativo.

 

y f.- Conclusión.- Todo el empeño de Ánomos y Anfíbolos, por tanto, será contra el orden clásico. Urge recuperarlo de sus garras y rehabilitarlo. Urge un nuevo clasicismo católico.

 

 

David Glez. Alonso Gracián