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21.12.19

(399) La ofensiva marxista y conservadora

56.- El neomodernismo tiene su propia norma próxima de fe.— Que no es el magisterio antimoderno, sino sus propios autores de culto, sobre todo los fundacionales. Lo ha expuesto certeramente el Padre Julio Meinvielle:

«Para caracterizar el fenómeno progresista dentro de la Iglesia, vamos a utilizar los artículos que la revista Le Monde et la Vie publica en su número de diciembre de 1962, y que lleva el título: “¿Adónde va la Iglesia de Francia?” Allí leemos en la página 63: “Sobre el plano doctrinal, el Papa Pío XII, había, el 13 de julio de 1949, castigado con excomunión a los comunistas y a sus cómplices. Tres meses más tarde Mounier comentando esta condenación, emitía la hipótesis de que era un error histórico macizo, lo que permitía el 15 de agosto de 1958 decir a un digno Padre Capellán a sus estudiantes, en presencia del Obispo de Nancy: “Vuestros maestros no son ya ni el Papa ni los Obispos, sino Emmanuel Mounier y Péguy". En esta palabra, por lo demás Péguy no era citado sino bajo su forma socialista y proletaria.» (Julio MEINVIELLE,  El progresismo cristiano, Cruz y Fierro Editores, Argentina, 1983, pág.13)

 

57.- El neomodernismo hibrida el marxismo con el conservadurismo liberal.— No es una mezcla extraña, sino coherente con el nuevo orden mundial producido tras la Segunda Guerra Mundial. Los neomodernistas apelan al socialismo idealizado, informal y “piadoso” de los personalistas, representado por Mounier, Maritain o Péguy; y se consideran “de izquierdas” en lo social y económico; pero conservadores en lo moral, mas no a la manera tradicional, demasiado “objetivista"; sino al modo ilustrado: con ese nuevo concepto moderno de libertad de autodeterminación heredado del nominalismo, tal y como lo ha sistematizado la filosofía moderna, sobre todo Hegel o Kant.

Humanismo de derechas y humanismo de izquierdas se combinan en humanista solución. La utopía de la Nueva Humanidad necesita un concepto informalista de esperanza, para el que se acude tópicamente, por ejemplo, a Péguy. Poesía, arte y cultura se ponen al servicio de una mezcla homogénea de socialismo y liberalismo en un sólo bloque ideológico.

 

58.- El neomodernismo combate el tomismo.— Los neomodernistas, medio progresistas y medio conservadores, se burlan de Aristóteles, cantan las glorias de Platón, sin conocerlo; pero a Santo Tomás, por su autoridad, prefieren reinterpretarlo y recontextualizarlo, quejándose de su objetivismo, falseándolo subrepticiamente, como hacen de Lubac o Rahner; disolviendo su principios en el pluralismo doctrinal, como hace Hans Urs von Balthasar; y refundiéndolo con la doctrina kantiana. Siendo la doctrina tomista el enemigo principal del mundo conceptual hegeliano-kantiano, es combatido por cosista, y refundido en el existencialismo heideggeriano y la fenomenología husserliana. Combatir la doctrina aristotélico-tomista es combatir, como pretende Guardini, la dictadura del cosismo. Combatir la sagrada escolástica es defender, como quiere Odo Casel, una doctrina extendida de los sacramentos, en clave misteriosista. En definitiva, el ataque al tomismo es en realidad una revisión de la mente católica, despreciada en cuanto clásica y tradicional, y puesta en oposición esencial con la mente moderna.

El P. Meinvielle, cabalmente, recalca que:

«En primer lugar, hay en los progresistas, sobre todo seminaristas y sacerdotes, un desprecio bien marcado de la filosofía y de la teología de Santo Tomás. Sabido es que para la Iglesia, Santo Tomás de Aquino es el primer Doctor que ha logrado una síntesis hasta ahora insuperada de las enseñanzas cristianas y las ha expuesto en un cuerpo de doctrina que forman toda una arquitectura. Pues bien, los clérigos progresistas desprecian la filosofía y teología tomista, arguyendo que toda ella está en dependencia de una ciencia arcaica y superada ya definitivamente. Luego, así como esa ciencia ha caducado, también caduca la metafísica y la teología de Santo Tomás. No es difícil advertir el error de estos clérigos progresistas.» (Ibid., pág. 15).

Serán los conservadores los que, aplicando la dialéctica hegeliana y el normativismo kantiano al pensamiento tomista, pretendan pasar por tomistas siendo, en realidad, católicos actualizados, esto es, modernos antitomistas

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