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29.09.19

(384) Doctrina escamondada

23.- Frescor gratísimo.— Blancor de doctrina pasada por lejía, frescor gratísimo. Esto es para el alma la buena filosofía, el recto teologar según el numen tradicional, el clásico sentir. La recta doctrina es fuerza y honor de Cristo, contra la mala, debilidad y suciedad del siglo. Centrada en lo esencial, aislada de todo bochorno doloso, la recta doctrina es frialdad de manantial y remedio de tibios. El acaloramiento revolucionario no la dilata.

Una doctrina escamondada alegra la vida. Sin conceptos extraños, dudosos; sin nociones alienígenas. La mente se recrea en precisiones, se reconforta y descansa en claridades del Verbo. La mala teología cansa sin remedio. Por eso consuela, y descansa mucho, conocer sin obstáculos la verdad, lavada de teorizaciones extrañas añadidas, y fresca, sin sudores de acomodamiento.

 

24.- Procedencia y precedencia.— El abuso teológico, que es indicio de esclavitud y no de libertad, procede del giro moderno de la pastoral posconciliada. Y se remonta sobre la Casa del Dios vivo para vivir entre nubes de lo ideal, en el orden heideggeriano de la posibilidad, como demandan, imprudentes, los existencialistas católicos.

Se adultera con el Leviatán para vivir entre algodones, que en eso consiste sentir con el Maelstrom, en vez de con la Iglesia. Siendo la libertad negativa el origen de la crisis, y su ejercicio la tónica del día, es lógico que la Bestia tenga la supremacía, aunque no podrá hasta el final.

 

25.- Se ha de recomendar cautela.— Insiste en ello nuestra tradición local, la hispánica, emblemática y cervantina: «más difícil es conservar lo propio que adquirir lo ajeno», enseña Francisco Gómez de la Reguera en sus Empresas de los Reyes de Castilla y de León; porque «cuanto más se adquiere [de lo ajeno] más se desea». Es obra de la gracia, y de su sana ascética, conservarse católico, y esto demanda heroísmos sin cuento. Lo fácil, facilísimo, es perder la propia identidad y enajenarse en otra. Cuanta más filosofía moderna se aplique a la función docente de la Iglesia, menos será de la Iglesia, y más será del espíritu de esta época; con el mundo presente, como demanda la Escritura, no hay que enredarse en coqueterías (Cf. Rom 12, 2).

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