InfoCatólica / La Mirada en Perspectiva / Archivos para: Agosto 2019

3.08.19

(375) Ideas claras, católicas y tradicionales, ya apenas escuchadas

O se está en estado de gracia o se está en estado de pecado. No hay estados intermedios. 

Con el pecado mortal se pierde el estado de gracia.

Quien muere en estado de pecado es castigado con el infierno.

Es preferible perder la vida corporal antes que perder el estado de gracia.

Hay que salir cuanto antes del estado de pecado, por si se muere repentinamente.

Sólo en estado de gracia se puede merecer.

El estado de gracia se obtiene con el santo bautismo y se recupera con el sacramento de la confesión. Si no hay posibilidad de confesarse, basta un acto de contrición perfecta y el propósito de confesarse cuanto antes. Luego se recupera el estado de gracia de forma condicional. (A condición de confesarse en cuanto haya ocasión).

El ser humano en gracia merece verdaderamente.

El hombre en estado de pecado está en estado de enemistad con Dios y es hijo de su ira (Cf. Concilio de Trento ses. VI)

La voluntad no puede aceptar la gracia por sí sola. Necesita de la gracia para aceptar la gracia. (Cf. Concilio de Orange).

La fe es necesaria para salvarse, porque sin fe es imposible agradar a Dios (Hb 11, 6).

La persona no es el centro de la religión cristiana. 

Hay una dignidad humana ontológica, que no se pierde, y una dignidad humana moral, que sí se pierde con el pecado.

Dios ama a todo ser humano en cuanto criatura, pero no en cuanto pecador. En cuanto pecador el hombre es objeto de ira. Por eso en cuanto que está en estado de pecado, el ser humano necesita reconciliarse con Dios (a través de su Hijo, que es el reconciliador).

Las religiones naturales son religiones adámicas, o sea, surgidas del estado de enemistad.

Las religiones adámicas son un obstáculo para salvarse. 

Hay que salir a predicar por todo el mundo, para que los que no conocen a Cristo lo conozcan, y puedan salvarse.

Ningún bautizado tiene derecho a dejar la religión católica y pasarse a otra. Las herejías y las heterodoxias no son derechos de conciencia.

Todo ser humano tiene deber religioso para con la religión revelada.

No existe derecho a liberarse del deber religioso para con la religión revelada, y preferir otra distinta.

La misión es urgente para llevar la fe a los que no la conocen.

Sin fe no se llega a estar en estado de gracia, y sin estado de gracia nadie puede salvarse.

La fe sin caridad y sin buenas obras en estado de gracia no basta.

Dios no reparte las gracias por igual. A unos da más gracia que a otros.

Dios no niega jamás a nadie gracias necesarias y suficientes para salvarse.

El que está en estado de gracia no puede perseverar largo tiempo en su estado de gracia sin auxilios especiales de Dios. (Cf. Concilio de Éfeso, Concilio de Orange, Concilio de Trento)

El hombre en estado de gracia también necesita el socorro de la gracia actual para realizar actos sobrenaturales.

El hombre adámico con sus solas fuerzas naturales, aunque no sin moción divina creatural,  puede realizar algunas obras buenas sin ayuda de la gracia sobrenatural. Luego no todo es gracia (sobrenatural).

La libertad no fue destruida por el pecado, aunque sí herida.

La libertad es para el bien, no para el mal. La elección del mal es un abuso de la libertad. 

Toda autoridad viene de Dios, y por delegación, de su Primogénito.

Toda potestad humana debe ser delegación de la potestad única de Cristo.

Cristo debe reinar en todo, no solamente en los corazones, para que todo sea restaurado. 

Separando el orden de la gracia de la vida social, la vida social se deteriora, porque la gracia es necesaria para el orden social.

Todo lo que es bueno viene de Dios. Todo lo bueno es reinado de Cristo. Luego para que el bien se difunda y se haga mayor, se debe difundir y expandir el reinado de Cristo.

1.08.19

(374) A vueltas con los valores

Comentario 1:

«En estas consideraciones ha de hablarse de algo que nos afecta a todos, a cada cual a su manera: esto es, de la virtud. Probablemente esta palabra empieza por sonarnos como algo extraño e incluso antipático: fácilmente suena a anticuada y a “moralizadora”»  […] «Scheler aludió a la transformación que han experimentado en el curso de la historia la palabra y el concepto “virtud”, hasta tomar el penoso carácter que todavía revisten»[1].

«Si nuestro lenguaje tuviera otra palabra [que no fuera “virtud”]», la usaríamos. Pero no tiene más que ésta, de modo que, desde el principio, hemos de ponernos de acuerdo en que significa algo vivo y hermoso»[2].

 

1.1.- Virtud, palabra poco actual.— A los personalistas en general no les gusta demasiado la palabra “virtud”. El vocablo y el concepto les parece antipático. Durante los últimos decenios, virtud ha sido palabra malsonante, un tabú. Un atavismo de la “era constantiniana”, un escolasticismo.

Los males de la sociedad actual, se dice, son la falta de valores, no la falta de virtud. Las escuelas católicas educan en valores inspirados en el humanismo cristiano, pero no en la virtud, palabra demasiado grave, demasiado venerable, demasiado moral, demasiado confesional. Y porque la virtud de unos implica el vicio de otros, demasiado poco igualitaria. A la sociedad, para que sea democrática, se le pide que tenga valores, pero no virtud

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