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5.03.19

(338) La lluvia interrumpida. Beato Diego José de Cádiz

Beato Diego nació en la ciudad del Atlántico el 30 de marzo de 1743. De las calles y las olas de Cádiz pasó al convento de los Padres capuchinos de Sevilla, donde profesó austerísima vida el 31 de marzo de 1759. Vive oculto, estudiando y orando, hasta los veintitrés años de edad, en que es ordenado sacerdote en Carmona, en 1766.

Otros siete años más se dedica al estudio y a la vida ascética en el convento de Ubrique. Allí, en la sierra gaditana, tiene la visión apostólica que determinará su vida. La describe su biógrafo y estudioso, Fray Ambrosio de Valencina:

«allí siente venir sobre sí el Espíritu de Dios, que le da el fuego de los Profetas, la sabiduría y el celo de los Apóstoles, el heroísmo de los Mártires, y lleno del Espíritu Divino, recorre, predicando y haciendo prodigios, las Andalucías, Murcia, Valencia, Cataluña, Aragón, ambas Castillas, León, Galicia, España toda entera; y en todas partes es oído como un oráculo, como un enviado de Dios, que prueba su misión con multitud de milagros» (P. VALENCINA, El director perfecto y el dirigido santo, correspondencia entre el Beato Diego José de Cádiz y su director espiritual Fray Francisco Javier González, Sevilla, Imprenta de la Divina Pastora, 1924, p. 7).

Dios le concede numerosos dones, curaciones milagrosas, milagros y portentos, conversiones de multitudes, que abarrotan Iglesias, plazas, calles, para escucharle predicar, implorarle curaciones o consejo.

Beato Diego ora abrazándose al crucifijo, a las imagenes de Nuestra Señora, su vida de oración no tiene descanso, y su penitencia no se demora. Se cree el hombre más vil del mundo, pero es consciente de su misión.

Predica con fuerza contra las ideas ilustradas y el ethos de la Revolución, defendiendo la raigambre tradicional de España. Y es odiado por los neotéricos, por los que quieren, para la Hispanidad, las nuevas ideas que vienen de más allá de los Pirineos. Beato Diego, para los proliberales, será ya siempre el gaditano reaccionario, el capuchino oscurantista opuesto al progreso.

 

La lluvia interrumpida

Predicaba el beato Diego José de Cádiz en la Iglesia de San Pablo para pasmo de los cordobeses; más no cabiendo la gente, de tanta que había, saliose el santo a predicar en la plaza de la Corredera. La tarde era lluviosa. Comenzado el sermón, tumultuoso y potentísimo como siempre, la lluvia comienza a arreciar, y de tal forma, que según cuenta Fray Ambrosio de Valencina “en tales términos que parece un diluvio". 
Y sigue contando el biógrafo que, de tal forma torrenciaba, que el santo enarbola su crucifijo, haciendo la señal de la cruz sobre las nubes, al mismo tiempo que clama con voz de trueno: “en nombre de la Beatísima Trinidad, de la Virgen Santísima Madre del Buen Pastor, del Arcángel San Rafael protector de esta ciudad, y por los méritos del V.P. Posadas… ¡cese pronto esta agua!”
Y el agua cesa en el recinto de la plaza durante hora y media que duró el sermón, mientras llovía torrencialmente en los alrededores de la misma.
Movió grandemente a penitencia y dolor de pecados a toda la multitud, y de tan grande manera, que recordando lo sucedido, pudo D. Victorio Molina y Pastoriza escribir que tras el fin de la predicación:

«Huye Fray Diego al convento,
que los aplausos le amargan,
y el prodigio pregonando
la multitud se separa.
Quedó la plaza desierta,
y el suelo mojado estaba,
que lo que el cielo no hizo
lo hicieron luego las lágrimas.»

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