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3.10.18

(301) Digerir bien la crisis (Manual de Avisos para navegantes del Maelstrom, IV)

8.- Saber digerir. Tenga el católico de hoy, en esta hora, estómago para digerir tinieblas. Pida el socorro necesario para una digestión rápida.Tener estómago para grandes bocados de la fortuna, rezaba un lema del rey Felipe II.

No está el ambiente para dispépsicos, sino para varones de estómago resistente. No se indigeste tan pronto con el descaro circundante, litúrgico y teológico; no se hiate tanto que en unas horas enferme y pierda la fe. Sepa digerir el mal momento en general, y resistir la fatiga —que así se llama en estas tierras a la náusea—. Alimente su mente de buen bocado: de hispanidad, de sana escolástica, de ciencia de santos y pura lógica.

—No se embote de valores, que se digieren muy mal: son revolucionarios aunque no lo aparenten;  prefiera bienes y virtudes; y no deguste, por obediente, lugares comunes, que la piedad no obliga al envenenamiento. Mire siempre lo fundamental de la fe, no ande probando ensayos por quedar bien.

Nútrase siempre de lo importante, que no es la tesis de tal o cual, ni las ideas de Mengano o de Zutano, ni la hermenéutica kantiana de Perico de los Palotes. Viva de Escritura y Tradición, de Padres y Doctores, de magisterio probado de generación en generación. Que eso ya es bastante, y va que chuta.

 

9.- De peso pero no espeso.— Sea el varón cristiano dechado de doctrina, y por ella de virtudes. No de la espesa, sino de la que pesa, y no precisamente como losa, sino como piedra de tropiezo, «piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios» (1 Pe 2, 4). Doctrina viva, que no abierta, rechazada por el adámico linaje; doctrina elegida y preciosa para Dios.

Sea por eso católico grave, no gravoso; de pensamiento sólido, objetivo, de empaque. No pretenda hechuras de modernos, ni embrolle ni tostonee; vaya a lo fundamental: a pensar cristianamente y a estar en gracia. Y no se enrolle que la cosa es muy sencilla: tenga en cuenta que, como en su Arte de prudencia apunta Baltasar Gracián, «más obran quintaesencias que fárragos»

—Piense que, en esta hora, no hay mayor imprudencia que acudir a imprudentes. Recurra a lo probado, busque la columna y el fundamento de la verdad (1 Tim 3, 15). No quiera dárselas de teologazo. No dé por supuesto lo que el impío da por supuesto, ni el progre por sentado, sentado en su cátedra. Hable y piense con razones de peso, sea cabal y sensato. No vaya de admirador de Rahner por la vida, sospechando de la recta doctrina por triunfal.

Que así como a perro viejo no se engaña con truco nuevo, al católico de veras no se le engatusa con novedades. Porque lo heredado tiene quilates.

 

David Glez. Alonso Gracián