InfoCatólica / La Mirada en Perspectiva / Archivos para: Octubre 2018

26.10.18

(308) Principios y contraprincipios de sana política católica

1ª.- El derecho natural no es opinable.

 

2ª.- No hay que exponer a la sociedad a las mutaciones ideológicas del positivismo jurídico. Hay que garantizar que, respecto al bien común, la vida social repose sobre principios estables.

 

3ª.- La tradición política hispánica incide, especialísimamente, en una renovación del derecho penal clásico en sus fundamentos antropológicos y teológicos, también para el derecho eclesiástico.

Por ejemplo, para evitar que la autoridad desista de su potestad. 

Para que el derecho canónico y su teología moral consiguiente se libere de la influencia del derecho administrativo moderno (dejando de denominar, por ejemplo, “situación irregular” al adulterio).

 

4ª.- El constitucionalismo es hoy, ante todo, el sistema de la democracia cristiana. Por eso la secularización promovida por el constitucionalismo es la secularización promovida por la democracia cristiana.

 

5ª.- La democracia cristiana constitucionalista contiene actualmente un principio liberal de tercer grado. La idea de un estado católico resulta, por eso, en su perspectiva, un antivalor. 

 

6ª.- El constitucionalismo es personalista, porque fundamenta la defensa del ciudadano en la distinción individuo/persona. Suprime la noción de dignidad moral, sobredimensiona el concepto de dignidad ontológica, hace innecesaria la realeza del bien común. 

 

y 7ª.- Con la imposición del tercer grado de liberalismo en el derecho público, se difunde la secularización y el indiferentismo, se desactivan el derecho natural y penal, y desaparece el derecho público cristiano. Las leyes civiles dejan entonces de estar sustentadas en la ley natural y divina. El orden de la gracia, en consecuencia, queda desligado de la vida social, con lo que se apuntala la secularización.

 

Que la unidad católica pueda parecer más o menos imposible, hoy día, ni merma el esplendor de la doctrina clásica, ni mengua el poder de Dios Todopoderoso. La tradición política hispánica entiende que no es lícito en la vida política apartarse de los preceptos de Dios y legislar sin tenerlos en cuenta para nada. Y de esta tesis hace su bandera. Como apunta con lucidez Caturelli:

«Pero estas imposibilidades o dificultades para nada alteran la doctrina. Es eternamente verdadero que el error no tiene derecho alguno, aun en un Estado como la China actual; será entonces menester la tolerancia del error en virtud del bien mayor de la Iglesia y de las almas (en hipótesis) sin que esto cambie la esencia de la doctrina; por ejemplo, deberá tolerarse el «pluralismo» de opiniones (subjetivamente sinceras, sostenidas por personas concretas que debemos amar en Cristo) pero mantener sin desmayos la verdad objetiva de la doctrina católica.» (Alberto CATURELLI, Liberalismo y apostasía, Gratis Date, Pamplona 2008, p.13)

 
David Glez. Alonso Gracián
 
 
SÉPTIMAS MORALES

(305) Séptimas morales y políticas, I: cosas que hacen falta

(306) Séptimas morales y políticas, II: Asaltar la Bastilla

(308) Séptimas morales y políticas, III: Principios y contraprincipios de sana política católica

23.10.18

(307) Cuatro consecuencias indirectas de la reforma personalista

1.- La difusión del personalismo en el pensamiento católico ha tenido consecuencias relevantes en teología, filosofía y derecho, entre otras disciplinas.

Al incorporarse el numen católico elementos conceptuales de la Modernidad, se ha incorporado también, inevitablemente, elementos intelectuales de la mal llamada reforma luterana, del humanismo renacentista, del racionalismo ilustrado, del liberalismo ideológico, del marxismo cultural y, en general, del ethos revolucionario del Estado Mundial.

Son, por tanto, efectos indirectos, no directamente queridos, pero confusamente asumidos, aunque no del todo conscientemente.

 

2.- Consecuencia 1ª.— Primacía de lo teórico.  Transformación de lo teorético en teórico. Abandono de la contemplación de los primeros principios en pos de las ideaciones de la conciencia. Lo doctrinal tiende a lo ensayístico. Introducción abusiva de teologías y filosofías privadas en la función docente de la Iglesia. Abandono de la filosofía del ser por la filosofía de los valores. 

 

3.- Consecuencia 2ª.— Primacía de la voluntad. Transformación de la libertad como potencia ordenada en potencia absoluta, es decir como libertad negativa. Lo bueno se desliga del ser y se religa al querer. El obrar deja de seguir al ser, es el ser el que sigue al obrar. La voluntad como autodeterminación. Filosofía de la acción. Principio de Inmanencia. Experiencialismo. Fenomenología.

 

4.- Consecuencia 3ª.— Primacía de la conciencia. La conciencia subjetiva es sobrepotenciada. El juicio moral deviene valoración personal. La comunidad política se convierte en Estado como árbitro de reclamaciones y contrarreclamaciones. Sustitución de la ley objetiva por la norma convencional. El derecho administrativo usurpa funciones del derecho penal. La idea de pena y sacrificio expiatorio son sustituidas por la idea de sanción y corrección. La anomia de la ley se combina con supernormativismo. Declive de la teología penal en favor de una nueva teología administrativa (como ejemplo: el adulterio ya no es adulterio sino situación irregular)

 

5.- Consecuencia 4ª.— Primacía de lo personal. Relativización de las mediaciones. Declive del culto de dulía. La autoridad se concibe como autoritarismo, por lo que desiste de su potestad; pero la obediencia es entendida, por contra, como obediencia absoluta. La idea de ciudad católica visible, amurallada y perfecta, cede ante la idea de pueblo invisible, imperfecto, laico y peregrino, en constante movimiento de búsqueda. El derecho público cristiano cede ante los derechos humanos. Transformación de la libertad de cultos como pretensión tolerada por la comunidad política, en libertad religiosa como derecho exigible al Estado.

David Glez. Alonso Gracián

19.10.18

(306) Asaltar La Bastilla

1ª.- No pretenda la Iglesia asaltar La Bastilla, sino instaurar el Reino de los Cielos.

 

2ª.- No pretenda la Iglesia evitar el Maelstrom sumándose a sus olas.

 

3ª.- No pretenda la Iglesia ser cuerpo de Adán sino Cuerpo de Cristo.

 

4ª.- Y si pretende lo que no debe pretender, con objeto de ser lo que no debe ser, que la sacuda el oleaje más fuerte, que es la sangre de los mártires. Que no hay reforma mejor que la pasa por la Cruz.

 

5ª.- No es la Iglesia un adminículo del Leviatán, sino el cuerpo del León que habrá de abatirlo.

 

6.- No enseña la Iglesia a base de democratazos. 

 

y 7ª.- La Iglesia, «Casa del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad»(1 Tim 3, 15), busque «la paz de Cristo en el reino de Cristo» (Pío XI, Quas primas 1, 1925),  guardando «con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe» (San Pío X, Pascendi, 1907). Porque Dios, «por una gracia particular, nos ha llamado a la Iglesia de Jesucristo, para que con la luz de la fe y la observancia de la divina ley, le demos el debido culto y lleguemos a la vida eterna.» (Catecismo Mayor, 147).

 
David Glez. Alonso Gracián
 
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SÉPTIMAS MORALES

 

(305) Séptimas morales y políticas, I: cosas que hacen falta

(306) Séptimas morales y políticas, II: Asaltar la Bastilla

 

17.10.18

(305) Séptimas morales y políticas, I: cosas que hacen falta

1ª.- Hace falta un cristianismo fuerte y recio, cimentado en la gracia. No sólo para restaurar la vida privada, sino también, y sobre todo, para regenerar la sociedad. Hace falta la realeza de Cristo, en orden a la vida social virtuosa.

 

2ª.- Hace falta limpiar de ambigüedad personalista la teología católica, para que el manierismo ético desaparezca de la predicación. No queremos “catolizar" el ethos de 1789, sino ser lo que somos. 

 

3ª.- Hace falta abnegarse en estado de gracia y prodigarse en buenas obras. No escalaremos a la Ciudad Celeste sin grandes trabajos.

 

4ª.- Hace falta prohibir e impedir el mal, fundamentando el bien sobre la ley natural, posible por la gracia. Autoridad y potestad sin desistencia.

 

5ª.- Hace falta liberar el bien común del cuarto puesto de la lista, y restituirlo en toda su realeza. Porque no es que sea “no negociable", es que es la esencia de la política cristiana.

 

6ª.- Hace falta abandonar la jerga fenomenólogica de los valores y recuperar la doctrina de la virtud, luminosa y clásica.

 

y 7ª.- Hace falta política católica, no sólo políticos católicos. Porque existe un Reino que hemos de pedir, y no sólo para el corazón, sino también para nuestros hijos, para las familias, para la sociedad, para las instituciones, para la vida militante en este mundo. Porque no queremos laicidad, ni fuerte ni débil, sino al Rey de reyes.

 
David Glez. Alonso Gracián
 

15.10.18

(304) Leviatán de tercer grado

1.- Una conclusión perniciosa.— El liberalismo que León XIII, en su encíclica de 1888 Libertas praestantissimum 14, denomina de tercer grado, acepta que «las leyes divinas deben regular la vida y la conducta de los particulares», pero no que regulen «la vida y la conducta del Estado».

Por tanto, este liberalismo defiende que «es lícito en la vida política apartarse de los preceptos de Dios y legislar sin tenerlos en cuenta para nada.»

A continuación, el Pontífice enseña con claridad que de esta proposición dañina y perniciosa para la vida social se concluye erróneamente que: «es necesaria la separación entre la Iglesia y el Estado». Y remata, por si alguien lo duda: «Es fácil de comprender el absurdo error de estas afirmaciones.»

 

2.- Una mala componenda, para no perder la ola.— Alberto Caturelli, en su muy lúcida obra Liberalismo y Apostasía, explica así este pasaje citado de Libertas:

«Esta verdadera componenda, a la que León XIII señala también como contradictoria, implica la tesis de un Estado laico al que, cuanto más, lo cristiano podría serle adscripto como denominación extrínseca. En cierto sentido, este tipo de liberalismo es el más pernicioso de todos, porque conlleva una carga de enorme confusión y hace sentirse cómodos a aquellos cristianos que, en lugar de enfrentarse con el liberalismo, prefieren no perder la ola de la historia (según dicen algunos) y adaptarse a todo el “sistema”, especialmente en la política.» (Alberto CATURELLI, Liberalismo y apostasía, Gratis date, Pamplona 2008, p. 11)

 

3.- Un tópico dañino.— La mala conclusión comúnmente aceptada, da lugar a un lugar común comúnmente dañino, valga la redundancia. ¡Cuántos católicos, metidos o no en la faena política, creen que es católico separar las leyes divinas de la vida y la conducta del Estado! Y creen que no es liberalismo de tercer grado, sino doctrina social de la Iglesia, sanamente adaptada a los principios democráticos. Pero la separación de la Iglesia y el Estado, como eslogan liberal, valdrá como tópico de adaptación al medio, pero no como verdad.

 

4.- Porque no es lo mismo distinguir que separar.— Es sano distinguir el orden de la ley divina del orden de la conducta de la comunidad política, pero no separarlos. Se admite distinción pero no animadversión, se admite distinción pero no desunión. Así lo explica Libertas 14:

«Pero hay otro hecho importante, que Nos mismo hemos subrayado más de una vez en otras ocasiones: el poder político y el poder religioso, aunque tienen fines y medios específicamente distintos, deben, sin embargo, necesariamente, en el ejercicio de sus respectivas funciones, encontrarse algunas veces. Ambos poderes ejercen su autoridad sobre los mismos hombres, y no es raro que uno y otro poder legislen acerca de una misma materia, aunque por razones distintas. En esta convergencia de poderes, el conflicto sería absurdo y repugnaría abiertamente a la infinita sabiduría de la voluntad divina; es necesario, por tanto, que haya un medio, un procedimiento para evitar los motivos de disputas y luchas y para establecer un acuerdo en la práctica. Acertadamente ha sido comparado este acuerdo a la unión del alma con el cuerpo, unión igualmente provechosa para ambos, y cuya desunión, por el contrario, es perniciosa particularmente para el cuerpo, que con ella pierde la vida.»

 

5.- Un tópico antinatural.— A continuación, en el mismo punto, León XIII realiza otra afirmación igual o más potente que la otra:

«Por esto, es absolutamente contrario a la naturaleza que pueda lícitamente el Estado despreocuparse de esas leyes divinas o establecer una legislación positiva que las contradiga»

Es decir, es contranatura que el Estado no tenga en cuentas las leyes divinas legislando contra ellas. Se entiende que, con ello, actúa contra su propia naturaleza. En ello incide con rotundidad: «los que en el gobierno de Estado pretenden desentenderse de las leyes divinas desvían el poder político de su propia institución y del orden impuesto por la misma naturaleza.»

 
Algunos detalles del proceso de autodeterminación de tercer grado

6.- La independencia del Estado como super-voluntad autónoma. La autarquía del Estado respecto a la ley de Dios procede, sin duda, del nominalismo de Guillermo de Occam (1300-1350). Es fácil deducir de su deconstructivismo la supuesta autosuficiencia del poder temporal. Es fácil deducir de los principios occamistas la autogénesis de las leyes inicuas, al margen y en contra de la ley natural. Es fácil deducir de la fragmentación voluntarista la autonomía indebida de las realidades temporales.

 

7.- La disgregación nominalista.— Caturelli, en la misma obra, menciona, en la genealogía del pensamiento liberal, el averroísmo de Juan de Jandun († 1328), que en su De laudibus Parisius rechaza toda influencia sobrenatural sobre el orden temporal.

Asimismo, gracias a Marsilio de Padua (1275-1343) se difunde la concepción de la sociedad como suma de individuos, perdiendo sentido el derecho natural.

 

8.- Desactivando intelectualmente el orden natural, y con él su fundamento metafísico, es fácil apuntalar el subjetivismo. Nicolás de Autrecourt (1300-1350) («refugiado –como Occam, Juan de Jandum y Marsilio– en la corte de Luis de Baviera», recuerda oportunamente Caturelli) contribuye a ello deshabilitando el conocimiento de la realidad de las cosas, declarando indemostrable el mundo objetivo y confinando la realidad a la mente humana.

 

9.- Las toxinas de nominalismo, (anteriormente mencionadas al hilo del lúcido pensamiento de la tradición hispánica, esta vez por boca de Alberto Caturelli), convergieron además en el monstruo del humanismo italiano, que contagiará a Occidente su propio principio de autodeterminación, en clave esotérica, sincretista e interreligiosa.

Con lógica implacable, de la reforma luterana surgirá, más tarde, el ethos ilustrado, y de él esa politica de compensación de reclamaciones y contrarreclamaciones, que diría Turgot (1727-1781), que será la base del constitucionalismo positivista moderno.

El preámbulo cientificista también fue puesto hace tiempo. Una vez separada la razón de la fe, matematizar la primera y convertirla en racionalismo técnico será fácil para Thomas Hobbes (1588-1679). Esta degradación de la ciencia en técnica congeniará con el irracionalismo fiducial, que servirá a Kant para su religión sometida a criticismo civilizador. 

(Ya se divisa en el horizonte la separación maritainiana de individuo y persona, figura de la separación Iglesia/estado; ya se otea en el porvenir la nueva cristiandad laica, descristianizada y en permanente crisis de fe, abierta a la tecnocracia y al fideísmo, curiosamente hermanados por la tecnocracia).

 

10.- Para que resultara socialmente superfluo el orden de la redención, la atención de los gobernantes se fijará en un hipotética condición reductivamente “natural” del hombre, o más bien ecológica, sin profesar su condición caída. Entonces se sobrevalorará la libertad, se sobrevalorará lo humano, se sobrevalorarán las posibilidades del hombre adámico.

Bastará, se piensa, con el andamiaje de ese nuevo orden fundado en pactos que ya empezara a sondear John Locke (1632-1704).

Pero Dios será, ya, definitivamente un Dios separado del orden temporal mediante la ilustración: el hombre ser supremo para el hombre, dice Volney (1757-1820); luego mediante una revolución de alcance universal (la de 1789); también mediante una crítica, la de Immanuel Kant (1724-1804); asimismo mediante nuevas teorías espiritualistas no metafísicas, como la de los valores de Max Scheler (1874-1928), o introduciendo la religión en los abismos de la conciencia, como hará Edmund Husserl (1859-1938); e incluso, en clave psicologista, reinterpretando las virtudes teologales en términos de experiencia privada y desarrollo de la personalidad, como hará la escuela personalista, heredera de la ilustración.

 

11.- Este proceso de descristianización de la política, del que hemos citado, un poco desordenadamente, sólo algunos hitos, puede quintaesenciarse así:

-por obra del liberalismo de tercer grado, el Reino de Cristo deja de ser pedido para el ámbito social, quedando reducido a opción privada. 

Se asume entonces, por ley, que lo sobrenatural no ha de tener influjo en el orden temporal, ni en sus instituciones, ni en sus leyes, ni en la vida social general. El Estado, en cuanto acreedor de potencia absoluta, se declara exento de obligaciones para con la única Religión que redime.

Así, de esta manera, el Reino de Cristo anticipado, es decir la Cristiandad, es sustituido por el Estado de la Persona Privada, es decir, la democracia liberal de tercer grado. El Estado Nominalista separa, de esta forma, el orden de la gracia, que es para la ley divina, de la vida social, que es para el bien común.

El Estado Nominalista, que pasa de estar subordinado a lo universal a estar subordinado a lo personal, se convierte, así, en un ídolo administrativo que tiene en su mano el bien y el mal; pero no caprichosamente, sino para equilibrar con potencia absoluta las voluntades. La anomia que profesa es respecto a la ley divina, no respecto a la norma convencional.

 

y 12.- Definiendo al Leviatán.— Aquí vamos a dar ahora, como conclusión, una definición muy clara y precisa del Leviatán de tercer grado. Y lo definimos como la supervoluntad estatal que instaura en la sociedad la libertad negativa, esto es: la pretensión de autodeterminarse en sí y por sí sin depender de la ley divina.

De esta definición, de ascendencia hegeliana, se concluye que, para el católico, no hay otra opción política que estar en contra de esta componenda con la Modernidad. Y que la forma de estarlo es muy concreta:

defendiendo que NO es lícito en la vida política apartarse de los preceptos de Dios y legislar sin tenerlos en cuenta para nada.

 

David Glez. Alonso Gracián