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14.06.18

(272) Tiranía del Leviatán y poder social de Cristo

«Las leyes civiles tienen su fundamento en la ley natural, en un orden moral objetivo, instaurado por Dios, Creador y Señor de toda la creación, también de la sociedad humana. De otro modo, es inevitable el positivismo jurídico, propio del liberalismo, que lleva necesariamente al relativismo moral.» (José María IRABURU, (97) Católicos y política –III. principios doctrinales. 1) 

 

1.- El alejamiento social e institucional de Nuestro Señor, Perfecto Dios y Perfecto Hombre, se traduce en leyes injustas, desórdenes morales, sufrimiento de los más débiles, destrucción legal de inocentes, corrupción de la comunidad política, conceptos espúreos de soberanía, normativización positivista y muchos males más.

 
2.- Es muy difícil corregir la deriva del Leviatán Moderno. Porque su esencia positivista congenia con leyes inicuas. No olvidemos que utilizar sus mismos instrumentos de navegacion supone naufragar en las mismas aguas.
 
 
3.- Si la autoridad civil está alejada de Cristo es normal que legisle inmersa en el orden caído, bajo imperio del Ojo de Sauron, y al margen del orden natural y sobrenatural. La única forma de edificar en su seno la urbe católica, anticipo de la Ciudad del Cielo, es propiciando el Retorno del Legislador Divino.
 

4.- El alejamiento institucional del Redentor de las instituciones tiene funestas consecuencias para la sociedad. No se trata de confiar en exceso, pelagianamente, en la política, sino de subordinarlo todo al Logos. Se trata de tener muy claro que los individuos y las sociedades tienen deberes para con Dios, «para con la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo» (Dignitatis humanae 1), y que el rechazo institucional, individual o colectivo, de estos deberes, conduce a la perdición.

 

5.- El influjo social de Cristo se refleja en sus leyes, capaces de sanar una sociedad, y de infundir en ella unidad natural y sobrenatural. La vida social virtuosa se alcanza por el poder social de Cristo. Se precisan cristianos fuertes en gracia, heroicos, que abanderen, sin miedo, el Retorno del Rey.

 
 
 
David Glez Alonso Gracián