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11.01.18

(238) Ánomos y Anfíbolos, I: cómo hacerse modernista y naufragar en teología

Ánomos y Anfíbolos son los dos ídolos del modernismo. Anomia y Ambigüedad son sus anillos de poder. Nosotros los combatiremos en esta serie de artículos, para neutralizar sus obras. Comencemos pues.

 

1.- Tener la cabeza bien amueblada es juicioso, sobre todo en estos tiempos. Y si se es católico, más. Si además se es teólogo, triplemente. Debe darse cuenta el erudito que es gran temeridad pensar cabeza a pájaros, y más aún si se es docente. No se dedique a teologar como viviendo en una isla desierta. «Nada de robinsonear», como diría Eugenio D´Ors. Porque piensa en la Iglesia, y al pensamiento de la Iglesia no se llega naufragueando. La mente privada eclesial debe estar siempre subordinada a la mente tradicional en su mayor momento de esplendor. La anomia en teologia es rebelión contra la ley de la tradición, es rechazo de la humilde virtud de la clasicidad. Nadie puede ponerse a hacer teología como si no hubiera recibido un legado. 

 

1.1.- Nos importa aquí la clasicidad de la Iglesia en esta acepción de la RAE: Que no se aparta de lo tradicional. Nos referimos a la síntesis de conceptos y verdades establecida por nuestros mayores, a la fe de nuestros antepasados; a la ciencia de los que nos precedieron antes del Leviatán.

 1.2.- Tambien viene al caso la acepción primera del Diccionario de la Lengua: dicho de un período de tiempo de mayor plenitud de una cultura, de una civilización, de una manifestación artística o cultural. Y el alma de este período de Cristiandad  tiene un nombre: Clasicidad, que no clasicismo. Que esta virtud ha sido reemplazada, actualmente, por el culto a los expertos, es una gran desdicha, que hay que reformar.

Para eso, nos remitimos a la tercera acepción: dicho de un autor o de una obra, que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia. Y estos son los clásicos católicos. No confundir, repito, clasicidad con clasicismo. Clasicidad es Cristiandad. Clasicismo es otra cosa.

1.3.- La Clasicidad es enemiga del Leviatán, que es Anfíbolo. Lo antitradicional siempre es ambiguo, siempre es sí y no, esto y lo contrario, por aquí y por allá. Toda doctrina de una cosa y su contraria  no es clásica en la Iglesia. Es via moderna.

 

2.- Distingo, para el caso, naufragar de naufraguear. Uno puede naufragar por el error y el pecado, vivir mala vida y condenarse, por aborrecimiento de gracias. Otro puede naufragar y hallar auxilio eficaz, salvándose libremente. Pero un tercero, intelectual, profesor o catequista o incluso obispo, puede jugar a ser causa primera, y perderse por mares inhóspitos, filosofando inconsciente entre las olas del Maelstrom. Soñaba ir por libre, y acabó entre caníbales.