(391) Clasicidad, III: Cambio y revolución

11.- En su lucidísima crítica a la obra de Maritain, contrastándola con la de los polemistas católicos, concretamente Bossuet, el gran Leopoldo Eulogio Palacios comentaba que «la variación es signo del error. ¿Varías? ¡Luego yerras!». (LEOPOLDO EULOGIO PALACIOS, El Mito de la Nueva Cristiandad, Rialp, Madrid, 1952, pág. 12).

 

La variación, el cambio, la innovación, la novedad, la diferencia indebida, la mutación son indicios de error. El crecimiento, la perfección, la aplicación, la explicitación, el enriquecimiento, la glosa fiel son signos de verdad.

 
La variación no se hace verdadera por más que se apoye en la potestad. ¡La norma no vuelve verdadero lo que es falso!
 

12.- La traditio garantiza el bien común porque entrega fielmente el legado, que es bien comunicable y universal. Fielmente significa sin cambio, sin variación, sin corrupción, es decir sin alteración.

Es virtud del accipiens la recepción agradecida de la herencia, y por tanto su custodia. La protege frente al Maelstrom, la defiende con su vida, la engrandece comprendiéndola mejor, extrayendo con manos de hierro sus virtualidades ocultas, con temor y temblor y auxilio divino. 

 
13.- El hombre tradicional, en cuanto accipiens, es hombre deudor, y en él se cumple la Escritura, que cuestiona: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías, como si no lo hubieras recibido?» (1 Cor 4, 7).

 

La visión tradicional del mundo no es otra: es la del Padre Nuestro: dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Y es que todo lo hemos recibido de Dios, somos deudores suyos, tanto en el orden natural como en el sobrenatural. Por eso explica Santo Tomás que

«El hombre es constituido deudor, a diferentes títulos, respecto de otras personas, según los diferentes grados de perfección que éstas posean y los diferentes beneficios que de ellas haya recibido.[…] Así, pues, después de a Dios, el hombre les es deudor, sobre todo, a sus padres y a su patria» (S. Th., II-II, 101, 1)

14.- El hombre revolucionario se siente acreedor. No pide, exige. No recibe, desecha. El Estado ha de plegarse a sus pretensiones, que quiere juridizar. Reclama y contrarreclama su parte, que es bien suyo y de nadie más, y en este orden de reclamaciones y contrarreclamaciones (Turgot), de voluntades y contravoluntades, pretende fundar la sociedad. Ama el cambio, lo novedoso, lo original, para no deberle nada a nadie ni a nada, ni a la naturaleza de las cosas. Quiere competir con el Creador, su “fidelidad” debe ser “creativa", su libertad, autodeterminada; su religión, la que prefiera.

El hombre sin tradición está obsesionado con las innovaciones, con lo novedoso, con lo original, con hurtarle a Dios su papel de Creador. Sueña autocrearse y ser causa primera, y para eso inventa la revolución.

 

15.- El hombre tradicional, frente al cambio y al afán de movimiento, prefiere la estabilidad, la determinación de un punto de apoyo invulnerable, en que permanecer en la verdad. Ama el orden que viene de arriba, la esencia de las cosas, la ley de la virtud y el auxilio sobrenatural que lo hace posible.

El hombre tradicional aborrece el espíritu de independencia y la variación sustancial que lleva consigo, rechaza el mundo de las altas velocidades de la Modernidad. Renuncia a lo suyo para entregarse al legado, y hacerse tradición.

Sólo así, a hombros de gigantes, fortalecido por la gracia, camina la corriente salvaje del Maelstrom y combate la revolución.

David Glez Alonso Gracián

 

7 comentarios

  
Ricardo de Argentina
Es una síntesis preciosa: el hombre religioso se sabe deudor, mientras que el hombre moderno se siente acreedor. El martilleo ideológico de siglos lo ha sacado de quicio, ensoberbeciéndolo hasta extremos asombrosos.
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A.G.:
El hombre moderno es el hombre acreedor. Es la imagen-martillo de la Modernidad. Así es Ricardo.
15/11/19 11:23 PM
  
Andrés
Lejos de significar la tradición un peso muerto de ideas desvitalizadas y costumbres obsoletas (que cae sobre nosotros como un peso muerto) supone una fuente inagotable de fecundidad que nos apela a ser artífices de la obra creadora de Dios
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A.G.:
Muy cierto Andrés. Por eso, como decía Don Eugenio d´Ors, todo lo que no es tradición es plagio.
16/11/19 3:50 PM
  
Alonso Gracián
Recuerdo que no publico comentarios donde se aluda personalmente al Pontífice, ni se emitan juicios en bloque excesivos o imprudentes. Ruego cumplamos las normas de esta casa infocatólica. Agradezco, por otra parte, vuestros comentarios, y disculpad si no publico aquellos que van más allá del tema y alcance de cada post.
16/11/19 4:01 PM
  
Ricardo de Argentina
A.G.:El hombre moderno es el hombre acreedor. Es la imagen-martillo de la Modernidad.
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Es diabólico, porque el hombre acreedor se auto-cierra las puertas del Cielo.
Dícese bien que en el Cielo no todos son confesores, vírgenes o mártires. Pero lo que sí son todos es humildes.
El hombre-acreedor, el que convierte sus pretensiones en "derechos humanos", no es que no practique la humildad, es que ni siquiera puede entender que ella sea una virtud, y altamente necesaria.

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A.G.:
Sí, ciertamente, Ricardo, la ausencia de humildad es un rasgo revolucionario. La revolución es la soberbia colectiva.
16/11/19 8:33 PM
  
Fuenteovejuna
Magnífica síntesis del drama en su último acto al que hoy asistimos perplejos. Durante 2.000 años, la Iglesia debió enfrentar infinidad de enemigos y siempre salió victoriosa porque el enemigo estaba afuera, en el mundo, pero dado que ahora el enemigo está adentro, el resultado no puede ser otro que la derrota. ¿Acaso no nos advirtió Nuestro Señor que un reino dividido camina a la ruina? Pero así como dijo eso también nos ha dicho que estará con nosotros hasta el fin de los tiempos, y que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella, la Iglesia; de modo que no hay duda que su Segunda Venida es inminente dado que el hombre ha caído tan bajo que ya no es capaz de levantarse por sí solo. Conociendo su infinita Misericordia, sabemos que Dios no tardará en ayudar al hombre a ponerse de pie, pero claro, eso no será gratis, porque ahora hay que pagar la fiesta. ¿Y cómo la pagaremos? Pues con una purificación acorde a nuestros pecados, a cuyo lado los pecados de Sodoma y Gomorra son un juego de niños. ¡A prepararse entonces, que lo mejor está por venir!
19/11/19 2:34 AM
  
Juan Andrés
"Ama el cambio, lo novedoso, lo original, para no deberle nada a nadie ni a nada, ni a la naturaleza de las cosas. Quiere competir con el Creador, su “fidelidad” debe ser “creativa", su libertad, autodeterminada; su religión, la que prefiera". Se trata nada más y nada menos que del pecado original en acción. del non serviam, de un ataque directo al Padre. No es casual que el Padre sea el gran olvidado, incluso a nivel eclesial en forma escandalosa, y que de allí derive el ataque a cualquier autoridad, al pater familiae, al tratamiento de Cristo como un hombre más pero de relevancia histórica, etc. Si dejamos de lado al Padre, Jesús es cualquier cosa menos Dios y el Espíritu Santo nos puede inflamar de novedades, porque ninguno de estos dos últimos es engendrado del Padre, van por libre según se puede presumir de lo que dicen. Por eso también la sociedad actual ataca tanto al padre. Nada es casual, todo esta relacionado.
19/11/19 4:32 PM
  
Ricardo de Argentina
En 2016 el presidente boliviano Evo Morales convocó un plebiscito con la esperanza de que se lo habilitada para ser reelegido indefinidamente.
Perdió, pero no obstante ello, volvió a presentarse como candidato recientemente, gracias a que el Tribunal Supremo dictaminó (créase o no) que impedirle al Evo ser candidato ¡vulneraba sus derechos humanos!

Traigo esta aberración política y jurídica a colación, porque el argumento al que apelaron los venales jueces, los "derechos humanos", es en esta sociedad contaminada por la soberbia colectiva, algo así como un talismán, un salvoconducto para justificar cualquier cosa.
20/11/19 4:48 AM

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