(105) Más cosas sobre la gracia

1.- Mendiga satisfecha el alma el arrimo del Hijo de Dios, porque sabe que lo tiene ya, desde antes de pedirlo, y es la gracia.

 
2.- A menudo obra el Señor en tu vida como ladronzuelo que se cuela en tu salón; cómo se lleva con las manos de su gracia las cosas que más quieres, para que sin ellas aprendas lo que es querer.

 
3.- Sobrecoge pensar que el auxilio de Dios desordena y pone del revés, sorprendentemente, todo aquello que uno se llevó años y años conservando derecho y bien puesto en los estantes del alma, limpiándole el polvo de vez en cuando.
 
4.- Emociona que, cuando se acerca la noche, la gracia consuela esa frialdad que sobreviene cuando no vemos al Sol vivo, y andamos a tientas en medio de nosotros mismos.
 
5.- No deja de sorprender, un día tras otro, lo empeñado que está el Señor en engatusarnos con problemas y dolorcillos. ¿A quién sino a Él se le ocurriría atraernos con espinas?
 
***
 
6.- Los pasos que el alma da por su cuenta, ¿a dónde conducen, sino a la necesidad de la gracia? Todos nuestros afanes de autosalvación van conformando el hueco en que caemos una y otra vez, y comprendemos que es la mano del Hijo de Dios que nos salva, y que hasta el impulso y la fuerza de aferrarnos a ella es obra suya, para que sea nuestra.
 
7.- Resplandece el huerto de la gracia cuando abre la puerta el Hortelano, y muchos son los cauces abiertos al prodigio.  Y el Señor camina sobre las hojas, con un crujir de maderos de cruz.
 
8.- La mirada del Jardinero traspasa todos los pistilos y acomete la floración de la vida cristiana. Con ojos orantes contemplamos su hermosura, y el huerto vivo palpita en su Cuerpo, que es la Iglesia. 
 
9.- Cuando es de noche en el jardín, tal vez no se vea trabajar al Jardinero, pero cómo se escucha latir su Corazón en todos los crecimientos, en todas las maduraciones, en todas las inflorescencias.
 
y 10.- Nuestro Señor se comporta a veces con nosotros como un hortelano despistado. Le pedimos fruta y no la encuentra. Le damos nuestras semillas y se olvida de plantarlas. Buscamos la salida del jardín y no sabe dónde está. Hay que callar entonces y sentarse en aquel banco, junto al níspero, a esperar y esperar, y mantener la confianza en tan gran jardinero. Porque sin duda quiere probarnos.
 
 
 
 

7 comentarios

  
Roblete
¡Qué preciosa es la Verdad!. Dios te bendiga Alonso por tus palabras resplandecientes.
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A.G.:
Sí, qué hermosa es la verdad, qué bella la obra de Cristo.

Gracias amigo.
04/10/15 1:44 PM
  
Horacio Castro
Este post suyo Alonso, me recuerda otro memorable donde dice ": “los méritos son la brecha que el Señor abre en tu vida con sus propios méritos, para que irrumpan como si fueran tuyos, y en verdad lo sean”. Es bueno señalar que no podemos entender 'todo'. Saludos.
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A.G.:
Gracias amigo Horacio.

Yo también lo creo: es bueno señalar que no podemos entender todo. Es importante esto, aunque muchos no lo comprendan, o lo consideren una autojustificación.

Pero es que, aun siendo razonable, la fe es oscura, de tanto esplendor.
04/10/15 2:00 PM
  
Manuel Pérez
"Mendiga el alma satisfecha".

¡Qué gran paradoja! Parece contradictorio, pero no para el renacido en las aguas bautismales. Sí para el voluntarista que precisa el fruto tangible del esfuerzo de sus manos. Y para el autosuficiente que "se hace a sí mismo". Y para los obsesionados con la eficacia.

En el momento en que abandonas tu voluntad, entras en el descanso de vivir en Dios. Sabes que eres un siervo inútil, que te limitas a echar la red en contra de toda lógica productiva, simplemente porque lo dice el Maestro.

Por eso, mendigas, pides, suplicas, anhelas, aspiras, deseas, pero estás satisfecho porque sabes que tienes un Padre que te quiere más que tú mismo y que te lo que realmente es bueno para ti.

La clave: la humildad. Ni Eva ni Adán pudieron esperar a recibir el fruto del árbol de la ciencia. No pudieron esperar a que Dios quisiera dárselo. No pudieron conformar su voluntad a la de Dios. No pudieron ser mendigos de la gracia. Ellos, por engaño demoníaco que les hizo desconfiar del Amor, quisieron darse a sí mismos lo que ellos consideraban bueno. ¿Por qué esperar?

Por eso decía que esto sólo lo entiende el que ha renacido del bautismo. El hombre adámico tiene que morir.
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A.G.:
El hombre adámico tiene que morir, para que nazca el hombre nuevo.

Es así, Manuel.

Nos pasa a menudo lo que comentas de nuestros primeros padres: que queremos darnos a nosotros mismos lo que consideramos bueno. Nuestro Defensor, sin embargo, nos mueve a estar satisfechos solamente con lo que viene de lo alto, y en ello complacernos únicamente. Y por eso queremos más.

Paradoja, como bien apuntas, aunque no contradicción.

Me gustó cómo lo interpretaste: "Parece contradictorio, pero no para el renacido en las aguas bautismales. Sí para el voluntarista que precisa el fruto tangible del esfuerzo de sus manos. Y para el autosuficiente que "se hace a sí mismo".

Un abrazo.
04/10/15 2:02 PM
  
Mª Adosinda
Quiero agradecer a esas almas buenas y "anónimas..." que van dejando las semillitas de tan bellos comentarios, que nos hacen caer en la cuenta de como el Señor obra misteriosamente en nuestras almas...
El dolor es amargo, a nadie nos gusta, y hasta nos da miedo; pero nos hace madurar y crecer y quizás nacer a una nueva vida!!!
Me gustó especialmente el punto 2.- y el 5.-
Gracias!!! Saludos cordiales.
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A.G.:
Me gustó cómo lo dijiste: "nos hacen caer en la cuenta de como el Señor obra misteriosamente en nuestras almas."

Gracias Mª Adosinda
04/10/15 6:33 PM
  
JUAN NADIE
Alonso
Certero como siempre, aunque se que tienes razón y que hay que aceptar lo que venga, con buen ánimo, yo estoy como en el chiste, si hay que ir se va, pero si puedo evitarlo... Si se pueden evitar dolores y dolorcillos...mejor. Eso si sin caer en la autorredención. No creas que por lo llano del comentario desprecio la profundidad de tus enunciados.
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A.G.:
Jeje todos queremos evitarlo, porque somos débiles. Pero el Espíritu, nuestro Defensor, viene en nuestra ayuda.

Como bien apuntas, sin caer en autorredencionismos, que es cerrarse a la gracia, porque solos no podemos. "Sin Mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 5)

Gracias amigo.
04/10/15 10:04 PM
  
Guillermo
Todavía hoy, no alcanzo a entender cuál es el alcance de mi fuerza de voluntad por santificarme y cuál es el alcance de la gracia. Dios lo puede todo pero ¿y nosotros? ¿qué tenemos que hacer?

En el caso de un vicio nocivo por ejemplo, ¿cuál es nuestra función? ¿Debemos luchar o sólo confiar en Dios? ¿Las dos cosas? Hay veces que la vida me arrastra a situaciones en las que me cuesta y hasta abandono mi oración regular y formal...

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A.G.:
Guillermo, el papel de la voluntad en todo el proceso de tu santificación es éste: 100%.

La gracia lo hace posible. Es el auxilio del Señor el que activa tu voluntad y hace que dé todo lo que puede dar.

¿Qué hemos de hacer?

Pedir gracia para hacer las obras que el Padre nos conceda a hacer. Esas, y no otras. Cueste lo que cueste, sean fáciles, difíciles, heroicas, sencillas, lo que sea y como sea.

Que para hacerlas con plena voluntad nos da la gracia.
05/10/15 7:53 AM
  
Silvia Inés
Tanta belleza es para meditarla muy despaciosamente... Gracias Alonso.
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A.G.:
Eso, despaciosamente.

Gracias Silvia Inés, gloria a Dios.
05/10/15 11:31 PM

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