(99) Predestinación, V: El gran don de la perseverancia final

I.- LA VERDAD QUE NO PODEMOS IGNORAR

Hermanos, solamente hay una manera de salvarse: conservando la gracia santificante hasta el momento de la muerte.

Olvidar esto vacía de sentido la vida cristiana, y reduce la fe a una simple moral inmanente.

Muerte en pecado mortal es condenación. Muerte en gracia es salvación. No hay alternativa a esta encrucijada. O con Cristo o contra Él.

Esta es la verdad fundamental que no podemos perder de vista un solo momento.

El Catecismo 1035, nos lo enuncia con rotunda claridad:

“Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno”

 

II.- NOS CONDUCE AL MISTERIO DE TODOS LOS MISTERIOS

Si morimos en gracia, nos habremos salvado. Arrojémonos por ello a los pies de Nuestro Señor, a pedir tan gran y misteriosa merced.

Porque, como expone con su habitual claridad Royo Marín:

“nadie morirá de hecho en gracia de Dios si no recibe del mismo Dios, de una manera enteramente gratuita y misericordiosa, el gran don de la perseverancia final." ("Teología de la salvación”, CAP. IV )

Misterio tremendo, para temor y temblor, y quebrantamiento de todo antropocentrismo:

Para salvarse hay que conservarse en estado de gracia santificante. Pero para conservarse en estado de gracia hace falta una gracia que nadie puede merecer, y que Dios envía de forma enteramente gratuita. No basta, pues, estar en gracia, para conservarse en gracia hasta el momento de morir. Se precisa que Dios conceda un auxilio especial.

He aquí la gran paradoja, el misterio de todos los misterios, que se resuelve con una sola palabra: ¡Predestinación! Y una sola petición, que resume las demás: Señor, ¡cuéntanos entre tus elegidos!

 

III.- ¿DE VERDAD SE PIERDE LA GRACIA SANTIFICANTE CON EL PECADO MORTAL?

En efecto, no se pierde por el pecado venial:

“Respecto de las veniales, por las que no quedamos excluidos de la gracia de Dios, y en las que caemos con frecuencia” (Trento, ses. XIV, cap.5)

sino por el pecado mortal:

“Mas como todos los pecados mortales, aun los de solo pensamiento, son los que hacen a los hombres hijos de ira, y enemigos de Dios; es necesario recurrir a Dios también por el perdón de todos ellos, confesándolos con distinción y arrepentimiento. En consecuencia, cuando los fieles cristianos se esmeran en confesar todos los pecados de que se acuerdan, los proponen sin duda todos a la divina misericordia con el fin de que se los perdone.” (Trento, ses. XIV, cap.5)

Tengamos en cuenta, pues, que esto es de fe divina y católica definida, y su censura es herejía.

Por lo tanto, hemos de creer firmemente que:

CAN. XXIII. “Si alguno dijere, que el hombre una vez justificado no puede ya más pecar, ni perder la gracia, y que por esta causa el que cae y peca nunca fue verdaderamente justificado; sea anatema.” (Trento, ses. VI., can. 23)

Interesante es recordar el error de Joviano, que presumía que el hombre no podía pecar tras ser justificado.

O de Calvino, que enseñaba que justificado es lo mismo que predestinado.

O de Lutero, autoengañosamente convencido de que sólo el pecado de infidelidad hace perder la gracia de la justificación, y no el pecado mortal en general, sea cual sea.

 

IV.- DIOS PERMITE QUE MUCHOS LE RECHACEN DELIBERADA, VOLUNTARIA Y CONSCIENTEMENTE HASTA EL FINAL

Dios permite el mal.

Es una realidad que comprobamos a diario. Permite el mal, el pecado, ser rechazado, escupido, declinado, postergado, olvidado, combatido. Lo permite, y es un hecho pavoroso ante el cual sólo podemos doblegar la rodillas y reconocer nuestra incapacidad para comprenderlo del todo.

Dios permite que le rechacen hasta el final. Dios permite la impenitencia. Gran misterio, terrible y tremendo, ante el cual sólo podemos reconocer lo limitado de nuestra inteligencia.

Salta a nuestra mente la realidad de esta permisión, atravesada de una consoladora certeza: si Dios permite el mal, es para obtener un bien mayor. Por lo que podemos imaginar que si Dios permite que un alma le rechace y se autoexcluya de su salvación, es para obtener un bien mayor que muestre su justicia.

 

V.- LA OBSTINACIÓN HASTA EL FINAL

Definimos la obstinación final como

“Disposición de la voluntad por la cual el pecador se adhiere de tal manera al mal, que NO QUIERE volver al bien.” (Royo Marín, “Teología de la salvación”, 88)

No estamos hablando, pues, de permanecer en el pecado un tiempo, sino de no querer de ninguna manera salir de él, de querer confirmarse en el pecado hasta el final.

Pecar es humano, perseverar en el pecado es diabólico.

Santo Tomás acude a San Agustín para dejar claro que la impenitencia final es un pecado contra el Espíritu Santo, y así lo dice.

“San Agustín, en cambio, en el libro De verb. Dom., considera como blasfemia o pecado contra el Espíritu Santo la impenitencia final, o sea, la permanencia en el pecado mortal hasta la muerte.” (Suma II, II, 14, 1)

Y más adelante:

“está el testimonio de San Agustín en el libro De fide ad Petrum, según el cual pecan contra el Espíritu Santo quienes desesperan del perdón de los pecados o quienes sin méritos presumen de la gracia de Dios. Asimismo, en Enchiridion, añade que quien termina su día postrero con la obstinación de la mente es reo de pecado contra el Espíritu Santo. Llega también a decir en el libro De Verb. Dom. que la impenitencia es pecado contra el Espíritu Santo.” ( Suma II-II, 14,2)
 

San Juan Pablo II lo explica con estremecedoras palabras en Dominum et vivificantem, 46:

 
“Sabemos que un fruto de esta purificación es la remisión de los pecados. Por tanto, el que rechaza el Espíritu y la Sangre permanece en las « obras muertas », o sea en el pecado. Y la blasfemia contra el Espíritu Santo consiste precisamente en el rechazo radical de aceptar esta remisión, de la que el mismo Espíritu es el íntimo dispensador y que presupone la verdadera conversión obrada por él en la conciencia.”
 
“Si Jesús afirma que la blasfemia contra el Espíritu Santo no puede ser perdonada ni en esta vida ni en la futura, es porque esta « no-remisión » está unida, como causa suya, a la no-penitencia , es decir al rechazo radical del convertirse.  
Ahora bien la blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado cometido por el hombre, que reivindica un pretendido derecho de perseverar en el mal  —en cualquier pecado— y rechaza así la Redención
 
A MODO DE SEGUNDA PARTE
 

Hermanos, hemos visto que la obstinación hasta el final, entendida como rechazo persistente de la gracia y del perdón divino, sostenido con advertencia y voluntariedad hasta el final, si coincide con el momento de la muerte, supone la terrible desgracia de la condenación eterna, querida y deseada bajo forma de autoexclusión, y llevada a cabo como castigo justo del pecado.

Veremos a continuación su contrario: la perseverancia hasta el final.

Vamos a referirnos concretamente no a la perseverancia como virtud, relacionada íntimamente con la constancia, aunque diferente de ella; sino a la perseverancia en cuanto don gratuito.

 
VI.- LA PERSEVERANCIA FINAL EN LA GRACIA SANTIFICANTE, DON GRATUITO Y EXCELSO DE DIOS

Definimos la perseverancia final como un maravilloso don especial de Dios, que

hace coincidir el estado de gracia con el momento de la muerte” (Royo Marin, “Teología de la salvación, 96)

El Tridentino lo califica como magnum illud donum, un gran, excelso, magno don.

Ninguno de los justos que están en estado de gracia se podrán mantener en él hasta la muerte SIN UN AUXILIO ESPECIAL que no pueden merecer en estricta y absoluta justicia.

Por eso muchos justificados podrán caer, y obstinarse en su caída hasta el final, si no imploran la misericordia gratuita de Dios y no se liberan del engaño de su propio merecimiento y capacidad propia para perseverar hasta el momento de la muerte.

Por eso consideramos pertinente recordar una realidad que enunciamos según la declaración dogmática de Trento:

“Si alguno dijere que el justificado puede perseverar, sin ESPECIAL AUXILIO DE DIOS, en la justicia recibida, o que con este auxilio no puede, sea anatema” (Denz 832)

Por esta razón es necesario grabar en nuestra mente que la perseverancia final es un gran don divino que CASI NADIE puede saber con certeza si lo recibirá o no. Es decir:

“Si alguno dijere con absoluta e infalible certeza que tendrá ciertamente aquel grande don de la perseverancia hasta el fin, a no ser que lo hubiera sabido por especial revelación, sea anatema” (Denz 826)
 

VII.- SEÑOR, CUÉNTANOS ENTRE TUS ELEGIDOS

Dios, en su misericordia, ha dispuesto, según su beneplácito, que aquellos que elige no caigan en la tentación final, según se pide en el Padre Nuestro: no nos dejes caer en la tentación: la tentación de la impenitencia final, la tentación de obstinarse en el pecado hasta el fin.

Es un imponente y sobrecogedor misterio que, siendo la gracia de la perseverancia final un obsequio de Dios que no se puede merecer, sea concedido a unos sí, por vía de gratuidad, y a otros no, por vía de merecimiento malo y de justicia.

Santo Tomás incide en resaltar la misteriosa inconmensurabilidad de esta cuestión:

“Porque, si me preguntas en singular por qué Dios da a este y no al otro el don de la perseverancia, no hay otra razón que la divina voluntad” (In 2 Tim 2, lect.3)

De esta manera, respetando el Misterio, abriendo el Misterio, mostrando el Misterio sin querer rebajarlo ni cerrarle el paso, recoge la enseñanza del Doctor de la Gracia, san Agustín, que afirma:

“Por qué, entre dos fieles piadosos, a éste se le da la perseverancia final, y al otro no, es un misterio inescrutable de Dios” (“De dono perseverantiae”, c9, n21)

No reflexionemos sobre esto de manera carnal, acusando a Dios de hacer acepción de personas, sino como hijos adoptivos que confían en su Padre, y saben en su Primogénito que Dios ni hace acepción de personas, ni a nadie predestina al mal, ni es injusto, sino Justo, y Santo, y Soberano.

En la oración del Padre Nuestro pedimos al Padre no nos deje caer en la tentación. Y si lo pedimos, enseñados por su Hijo, es porque efectivamente puede NO DEJARNOS CAER. Puede darnos la perseverancia final.

Y en esto consiste la elección. Que según su sabiduría y su divina voluntad, no deja caer en obstinación final a quien quiere, es decir: a quien se lo pide con las debidas condiciones. Siendo por ello este pedir fruto mismo de la elección, signo de ella.

 

VIII.- ¿QUÉ HEMOS DE HACER ENTONCES? ¡ORAR!

La perseverancia final, pues, consiste en la coincidencia del estado de gracia con el momento mismo de la muerte.

Este gran don de Dios excede en absoluto la potencia del libre albedrío e incluso del mérito sobrenatural. Como dice Royo Marín:

“Este gran don escapa en absoluto no sólo al poder del libre albedrío -como es obvio- sino incluso al mismo mérito sobrenatural del que posee ya la gracia habitual o santificante. Es un don enteramente gratuito y misericordioso de Dios, que nadie puede estrictamente merecer y que responde en última instancia a la divina predestinación a la gloria.” (“Teología de la salvación”, cap. IV, IIb)

Sin embargo, podemos pedirlo. Debemos pedirlo. Conforme a la Escritura:

“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque quien pide recibe; quien busca halla, y a quien llama se le abre” (Mt 7, 7-8)

Santo Tomás da en el blanco, con una lapidaria afirmación, esplendorosa en su claridad:

“Con la oración podemos impetrar incluso lo que no podemos merecer.” (Suma I-II, 114, 9, ad 1)

 

IX.- GUIADOS POR SEÑALES DE PREDESTINACIÓN

¿Qué hemos hacer? Hemos dicho que ORAR. Porque el espíritu de oración es señal de estar predestinado.

Podemos esperar, confiar, conjeturar que estamos entre el número de los predestinados, cultivando en nuestra vida las señales de predestinación, que nos servirán de guía. Es toda una espiritualidad, profundamente cristiana, profundamente orante, profundamente confiada, serena, centrada en la obra de la gracia en nuestras vidas.

Como vuelve a decir Royo Marín:

“Aunque nadie puede saber con certeza -a menos de una revelación especial- si recibirá o no el gran de la perseverancia final, sin embargo, para tranquilidad y consuelo”  se pueden “señalar algunas conjeturas por las cuales podemos alimentar una esperanza muy firme y fundada de que obtendremos de Dios ese gran don fe la perseverancia final" (“Teología de la salvación”, 103)

Y como explica magistralmente Eudaldo Forment en su reciente post:

“Hay que esperar de Dios la gracia de la perseverancia en el orar, porque: Este fue asimismo aquel gran don que El prometió a sus elegidos por boca del Profeta. Y derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén el espíritu de gracia y oración (Zach 12, 10). ¡Qué gran gracia es el espíritu de oración, esto es, la gracia de orar siempre, que Dios concede a un alma! No dejemos pues de pedir siempre a Dios esta gracia y este espíritu de orar a toda hora; porque si oramos siempre, obtendremos ciertamente del Señor la perseverancia y todo lo otro que deseamos, pues no puede fallar su promesa de escuchar al que le pide.

En esperanza estamos salvados” (Rm 8, 24)”

 

X.- SEÑALES DE PREDESTINACIÓN

1.- Vivir habitualmente en estado de gracia santificante.

Por eso, en cuanto suframos la desgracia de cometer un pecado mortal, vayamos corriendo a confesarnos. Porque estar habitulmente en estado de gracia es señal de predestinación. Pero malvivir habitualmente en estado de pecado es señal de obstinación final, que desemboca, lamentablemente, en un destino terrible, irremediable, espantoso, eterno.

2.- Oración constante.

La oración, con las debidas condiciones, obtiene la perseverancia final. Nuestro Defensor, que quiere protegernos del abismo de la impenitencia, nos empuja a orar sin descanso. No rechacemos esta gracia. Conforme a la Escritura:

“Estad siempre alegres. Orad sin cesar.” (1 Tes 5, 16-17)

3.- Cristocentrismo eucarístico.

Según la promesa del Señor:

“El que come mi carne y bebe mi Sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día. El que come este pan vivirá para siempre” (Jn 6, 54, y 58)

4.- Amar profunda y apasionadamente a la Iglesia.

Es distintivo de los santos. Y brújula de toda auténtica reforma de la Iglesia. La gracia de Cristo nos mueve a amar a su Esposa, a la que el Hijo del Hombre cuida, mima, distingue, protege con su Santo Espíritu.

5.- Amar tierna y filialmente a María. 

Porque nuestra Madre es Madre de Gracia. Y vela por nosotros, y pide a su Hijo por nosotros, y el Hijo va y le hace caso porque la ama, y nosotros la amamos a imitación de su Hijo, de cuyo corazón participamos, conforme a la Escritura:

“Tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Fil 2, 5)

6.- Tener una gran caridad para con el prójimo y practicar las obras de misericordia.

Abnegados en la caridad, vínculo de perfección, desvividos por Cristo en el amor al prójimo, conforme al nuevo mandamiento del orden de la gracia.

7.- Vivir pacientemente las adversidades. Amor a la cruz y al martirio.

Nuestro Defensor nos mueve a nuestra propia cruz, según la cruz de Cristo. Liberados por la doctrina de la primacía de la gracia de toda sombra pesada de voluntarismo, no sobrevaloramos la parte humana, sino redundando en todas las obras sobrenaturales que el Padre nos conceda realizar en gracia, proclamamos la verdad que cura y salva. Y no tememos al martirio, sino antes bien abriendo los brazos en la cruz, obedecemos la palabra del Apóstol:

“Ahora me alegro de poder sufrir por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia.” (Col 1, 24)

8.- Participar de la humildad de Cristo. Porque

“Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes” (Jn 4, 6)

 

CONCLUSIONES

Hermanos, estemos atentos en nuestra vida a estas señales de predestinación, Dios nos concede trabajarlas y examinarnos y confrontarnos con ellas, para mantener viva la esperanza de salvación:

Confesándonos frecuentemente, y al momento, si hemos pecado; orando sin cesar, permaneciendo en la presencia de Dios; llevando una existencia eucarística, centrados en sacramento tan excelso; amando a la Iglesia con todo el corazón, y a su figura, que es nuestra Madre; abnegándonos en la caridad, según el orden de la gracia de la justificación; y participando de la cruz de Cristo, fuente de la verdadera humildad.

 

¡Señor, cuéntanos entre tus elegidos!

LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI

42 comentarios

  
Eduardo Chafer
¿Pero los méritos de Cristo que son infinitos no merecieron para nosotros la gracia de la perseverancia final?Entiendo que si el amor no puede ser sino libre, quepa resisitirse a esta gracia-como a tantas que hemos resistido- y que esa no resistencia sea precisamente el don decisivo, pero contamos con las promesas de Cristo parra los ´que creen en El y le obedecen.
He entendido bien?
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A.G.:
Es un don, Eduardo, un auxilio especial, que Dios da a quien considera oportuno según su beneplácito y sabiduría. Por supuesto, toda gracia es por los méritos de Cristo. Podemos merecer gracias en virtud de los méritos del Señor. Pero lo que ocurre aquí es que el principio del mérito no cae bajo mérito. La gracia de la perseverancia final no se puede merecer, como la primera gracia.
04/09/15 11:04 AM
  
Maribel
Da mucho consuelo , poder compartir ideas tan claras en un mundo en el que todos se sienten en la obligacion de decir sus puntos de vista , sean o no acordes conla Iglesia y la revelacion.
Gracias .
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A.G.:
Gracias por el comentario. Me alegra mucho que el post proporcione consuelo. Gloria a Dios.
04/09/15 11:18 AM
  
Tomás Bertrán
1 Cor 2:
6 Es verdad que anunciamos una sabiduría entre aquellos que son personas espiritualmente maduras, pero no la sabiduría de este mundo ni la que ostentan los dominadores de este mundo, condenados a la destrucción.
7 Lo que anunciamos es una sabiduría de Dios, misteriosa y secreta, que él preparó para nuestra gloria antes que existiera el mundo;
8 aquella que ninguno de los dominadores de este mundo alcanzó a conocer, porque si la hubieran conocido no habrían crucificado al Señor de la gloria.
9 Nosotros anunciamos, como dice la Escritura, lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman.
10 Dios nos reveló todo esto por medio del Espíritu, porque el Espíritu lo penetra todo, hasta lo más íntimo de Dios.
11 ¿Quién puede conocer lo más íntimo del hombre, sino el espíritu del mismo hombre? De la misma manera, nadie conoce los secretos de Dios, sino el Espíritu de Dios.
12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que reconozcamos los dones gratuitos que Dios nos ha dado.
13 Nosotros no hablamos de estas cosas con palabras aprendidas de la sabiduría humana, sino con el lenguaje que el Espíritu de Dios nos ha enseñado, expresando en términos espirituales las realidades del Espíritu.
14 El hombre puramente natural no valora lo que viene del Espíritu de Dios: es una locura para él y no lo puede entender, porque para juzgarlo necesita del Espíritu.
15 El hombre espiritual, en cambio, todo lo juzga, y no puede ser juzgado por nadie.
16 Porque ¿quién penetró en el pensamiento del Señor, para poder enseñarle? Pero nosotros tenemos el pensamiento de Cristo.

2 Cor 12:
1 ¿Hay que seguir gloriándose? Aunque no esté bien, pasaré a las visiones y revelaciones del Señor.
2 Conozco a un discípulo de Cristo que hace catorce años –no sé si con el cuerpo o fuera de él, ¡Dios lo sabe!– fue arrebatado al tercer cielo.
3 Y sé que este hombre –no sé si con el cuerpo o fuera de él, ¡Dios lo sabe!–
4 fue arrebatado al paraíso, y oyó palabras inefables que el hombre es incapaz de repetir.
5 De ese hombre podría jactarme, pero en cuanto a mí, sólo me glorío de mis debilidades.
6 Si quisiera gloriarme, no sería un necio, porque diría la verdad; pero me abstengo de hacerlo, para que nadie se forme de mí una idea superior a lo que ve o me oye decir.
7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere.
8 Tres veces pedí al Señor que me librara,
9 pero él me respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad». Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo.
10 Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
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Gracias, Alonso, por hablar del Cielo. ¡Sursum corda!.
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A.G.:
Gracias Tomás por las citas de la Escritura. "De ese hombre podría jactarme, pero en cuanto a mí, sólo me glorío de mis debilidades." Imagino que con esta cita en general muestras que la debilidad del hombre consiste en que ha de recibir todo de Dios, de su gracia. ¿Es así?
04/09/15 11:43 AM
  
Rexjhs
Excelente post Alonso. Como dijo también S. Luis María Grignon de Montfort, la devoción a María Santísima es signo claro de predestinación. También San Pío de Pietrelcina nos dijo que el mejor atajo para ir al Cielo es querer muchísimo a la Virgen. Bajo tu manto, madre mía, me recojo, y te pido que me lleves a la casa de tu hijo, aunque sea tirándome de los pelos.
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A.G.:
Así es, Rexjhs, el amor a María es signo de predestinación, y de los más claros.
Me hizo gracia lo de "tirándome de los pelos".
04/09/15 1:28 PM
  
Horacio Castro
Alonso Gracián. ¿Quién puede dejar de entender lo que usted explica en este artículo? Dios no predestina a nadie al pecado ni a la condenación eterna. Permite el pecado para obtener un bien mayor. El hombre ‘solo’ sabe condenarse pues no puede nada bueno sin Dios. Con infinito amor Dios elige entre pecadores, a los que predestina con su gracia a la perseverancia final. Es muy justo su reconocimiento a D. Eudaldo Forment cuando señala la gracia que Dios concede de orar, aun a los peores pecadores, y que acompaña la razón de ser de los Sacramentos instituidos por nuestro Redentor. Sencillamente muchas gracias.
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A.G.:
Muchas gracias por el comentario. En efecto, el hombre se condena por su propia causa, por merecimiento malo, por influjo del demonio, en quien puso su confianza.

D. Eudaldo, un maestro. Un privilegio tenerle en Infocatólica.
04/09/15 1:56 PM
  
José Luis
Es muy interesante esta enseñanza espiritual, pedir a Dios que nos conceda la Gracia santificante, la Perseverancia Final. Y pedirlo a los pies del Sagrario, un día, otro día, siempre. Rogar también por nuestros seres queridos, para que abriendo su corazón al Espíritu Santo, también reciban ese don gratuito del Señor.

Tomarnos en serio la petición a Dios, para que nos ayude. No es solamente pedir una o varias veces este don, sino cada día, porque es un peligro para nuestra vida, que nuestro corazón se embote por culpa nuestra, que después de pedir al Señor nuestra salvación, nos expongamos voluntariamente en malos caminos, que la mundanidad suele ofrecer. Debemos perseverar en la voluntad de Dios, huir de cualquier cosa que sea un riesgo en la caída del pecado, Es inevitable que cometamos pecados veniales, y nos arrepentimos de corazón, pero luchemos con todas nuestras fuerzas para que el pecado mortal no eche a perder nuestra vida. Se pierde infinito con el pecado mortal, es verdad que Dios nos perdona, pero ojo con las recaídas, por eso, ya nos dice el Señor que oremos incesantemente para no caer en tentación. La oración nos ayuda a vencer cualquier tentación por muy grave que se nos ponga delante. Y la Eucaristía es la vida del alma, es el comienzo, una preparación para la vida eterna, por lo que debemos considerarla con mucho respeto.

En la mente del cristiano cada día, cuando tenga otras ocupaciones de la vida presente, debe hacer escapadas, alzar el vuelo hacia los intereses de Cristo. Meditar la Palabra de Dios que ha oído o leído en la iglesia, en su casa, etc.
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A.G.:
Pedir cada día, eso es José Luis. Pedir insistentemente, porque es algo que no podemos alcanzar con nuestras propias fuerzas.

Como muy bien apuntas: "Debemos perseverar en la voluntad de Dios, huir de cualquier cosa que sea un riesgo en la caída del pecado, Es inevitable que cometamos pecados veniales, y nos arrepentimos de corazón, pero luchemos con todas nuestras fuerzas para que el pecado mortal no eche a perder nuestra vida."

Gracias. Gloria a Dios.
04/09/15 1:57 PM
  
Luis Fernando
Alonso:
No estamos hablando, pues, de permanecer en el pecado un tiempo, sino de no querer de ninguna manera salir de él, de querer confirmarse en el pecado hasta el final.

LF:
Es EXACTAMENTE el caso de quienes viven en adulterio constante y, una vez se les ha mostrado su pecado en caso de que no lo supieran, no tienen intención de dejarlo. Y no solo eso, sino que pretenden que la Iglesia acepte e incluso bendiga sus uniones adúlteras.

Alonso:
Pecar es humano, perseverar en el pecado es diabólico.

LF:
¿Y cómo calificar entonces a quienes procuran que quienes perseveran en el pecado, sigan perseverando en él y además osan apelar a la misericordia de Dios?


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A.G.:
En efecto, Luis Fernando, es que el que vive en adulterio público no puede comulgar porque no se puede confesar tampoco, si no tiene propósito de enmienda. Es un círculo vicioso que aparta del estado de gracia.
04/09/15 2:41 PM
  
Gabriela de Argentina
Estimado Alfonso: le agradezco tan hermoso y clarificador artículo. Confieso que hay muchas cosas sobre este tema de la predestinación que no comprendo, pero intuyo que no las comprenderemos nunca en esta tierra. Me resultó especialmente consolador escuchar una conferencia del P. Royo Marín donde él decía de sí mismo que muchas veces tenia crisis de fe (notable que hasta personas santas se ven tentadas de esta forma), y que en esos momentos las solucionaba prontamente diciendo: "Señor, no comprendo esto, pero si tú lo has dispuesto así, yo lo acepto, porque Tu haces bien todas las cosas" (no son las palabras literales, pero son aproximadas). Y es verdad, cómo vamos a pretender entender completamente estas cosas? No digo que no haya gente muy erudita, como es su caso y el de muchos otros, que logran entender un poco mas. Pero ante las dudas: oración y aceptación, gran lección que aprendí del P. Royo Marín.
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A.G.:
Lo cierto, Gabriela, es que este misterio tan grande nunca terminaremos de comprenderlo del todo aquí en la tierra.
Es buen consejo: oración y aceptación de la fe y sus misterios, como un todo, sin rechazar nada, aun aquello que nos choca o no comprendemos bien. Irán perfeccionando nuestra razón y dándole horizontes. A medida que los dones del Espíritu Santo trabajan el alma, el Señor concede una mayor comprensión de todo ello. Y sobre todo, apoyarnos en hombros de gigantes, como santo Tomás y san Agustín, los dos pilares de estas doctrinas.

Gracias por el comentario. Gloria a Dios.
04/09/15 4:32 PM
  
Gabriela de Argentina
Ahora Alfonso, quisiera preguntarle algo que me perturba bastante. Tengo muchos colegas, e incluso amigos, a quienes aprecio sinceramente, que o bien son agnósticos (o directamente ateos), o bien creen vagamente en la existencia de alguna divinidad (típicamente new age), pero no soy cristianos. Dado mi sincero aprecio, hace ya un tiempo empecé a pensar en ellos en térninos de su salvación, y he comenzado a orar. Pero en el terreno intelectual tengo varias dudas sobre esta gente. Cómo aplica para un agnóstico, o para alguien que sin ser ateo está fuera de la iglesia (no cristianos, en general) el tema de la gracia, o el concepto mismo de pecado mortal, por ejemplo? Puede pecar mortalmente una de estas personas cuando posiblemente ni siquiera conozca el concepto de pecado, o no reuna las condiciones que se necesitan para pecar (conocimiento y aceptación voluntaria)? Cómo se compagina con el dogma "fuera de la iglesia no hay savación"? Disculpe si quzás me fui un poco de tema, Ud. juzgará hasta donde cree conveniente explayarse en su respuesta. Sea como sea le doy las gracias.
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A.G.:
Gabriela, cualquier persona que no haya perdido la razón ni esté enajenada puede pecar mortalmente, dado que a través de su conciencia puede conocer la Ley Natural. Siempre es posible la virtud, con la ayuda de Dios, y no faltarán gracias actuales de Dios para suscitar movimientos de aproximación. Otra cosa es que en las acciones no exista deliberación, o falte voluntariedad o advertencia, condiciones del pecado mortal.

Pero la terrible realidad es que si rechazan explícitamente a Cristo y a su Iglesia, y mueren en pecado mortal, les espera un final pavoroso e irremediable. Sólo se salva en este caso quien desconoce inculpablemente a Cristo. Si ayudado por Dios sigue la voz de su conciencia, se salvará con gracias que proceden de la misma Iglesia, enviadas por caminos extraordinarios que desconocemos.

No obstante, el grado de culpabilidad en la negligencia con que no han formado su conciencia sólo podrá determinarlo Dios mismo. Pero aparte de orar por ellos, hay que hablarles, anunciarles a Cristo, presentarles la misma ley natural que pueden conocer, aunque por su ofuscación en el pecado lo tienen más difícil; y la gracia, que hace posible su cumplimiento.

Si son bautizados, han tenido dentro el germen de la fe, la caridad y la esperanza, aplastado por el pecado, pero latente de alguna manera, que puede ser despierto a través de la predicación, sin miedo, que les confronte con su pecado y les muestre la verdad y la vida del Señor.

Hay que hablarles de Cristo, de la gracia y del pecado. Rechazarán, posiblemente, la Palabra y a su mensajero, pero no temamos, la vocación martirial es congénita al buen apóstol de Cristo, y hay que aceptar incluso su rechazo.

Todo auxilio de Dios que reciban procede de la Iglesia. Fuera de la Iglesia no hay salvación.

El problema es que los pecados de apostasía, infidelidad, agnosticismo, etc.,son graves, pues deconstruyen la razón. Por eso, junto a la palabra, hemos de orar, orar y sacrificarnos por ellos. Pedirle al Señor gracias eficaces para ellos, rogar al Señor que les convierta, para que se conviertan.

Porque esta gente, posiblemente, no tenga quien ore por ellos. Gracias a Dios te tienen a ti, Ánimo.
04/09/15 4:40 PM
  
Manuel Pérez
Cada vez estoy más convencido de que todo tengo que recibirlo de Dios. Cada vez más convencido de pecado, más consciente de mi debilidad, más necesitado de abandonar mi propia voluntad, más seguro de que mi vocación es ser alabanza de la gloria de su gracia. Y, simultáneamente, el ataque del demonio, diciendo cada día: "¿Tú, desgraciado? ¿No ves que no puedes, que eres un desastre, un idólatra, un descreído, un débil, un iracundo, un lujurioso, un murmurador, un vanidoso? ¿No ves que no tienes posibilidad de escaparte?"

El demonio se vale de una aparente verdad para mentir, y de la mentira para aniquilar la esperanza, para matar definitivamente a todo hombre. Porque todo eso que dice es mentira. No es verdad que no tengamos posibilidad alguna. Por eso, no queda sino el abandono en brazos del Señor, el dejar que él haga con nosotros, el rogarle continuamente su gracia, el renunciar a la propia voluntad, el negarse a sí mismo, el tomar la cruz, el acudir a los sacramentos, el vivir en la caridad... el vivir en santidad, sin huir de nuestra vocación martirial.
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A.G.:
Amigo Manuel, tu comentario, como siempre, profundo y bello. No sabría que resaltar de él, porque tiene mucha miga. Lo dejo tal cual. Gloria a Dios.
04/09/15 4:41 PM
  
Manuel Pérez
La salmodia complementaria de la hora intermedia tiene, entiendo, una gran relación con este post. Así, por ejemplo,el segundo salmo (el 126) dice lo siguiente:

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.


¿No está clara la relación con la necesidad de la gracia?

Por otro lado, el tercer salmo de la hora (el 127) recoge que "¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!"


Y el post nos invita a vivir en el temor del Señor.

Al mismo tiempo, el responsorio de la lectura breve no tiene desperdicio:

V. Arrancó el Señor mi alma de la muerte.
R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Sólo el Señor puede salvarnos de la muerte.

Por último, la oración final de la nona, hoy, es la siguiente:

Señor Jesucristo, tú que, crucificado a la hora de nona, diste al ladrón arrepentido el reino eterno; míranos a nosotros, que como él confesamos nuestras culpas, y concédenos poder entrar, también como él, después de la muerte, en tu paraíso. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.


Así que no hay forma de entrar el reino eterno si no es recibiéndolo, y el dador es Dios y sólo Dios.
__________
A.G.:
Sin duda, Manuel. Es muy oportuna, en este caso, la Palabra de Dios que citas.

Como bien dices, no hay forma de entrar en el Reino si no es recibiéndolo, y este recibirle, es don de Dios, y por eso conquista nuestra, según los planes de Nuestro Señor, que nos atribuye como propio y meritorio lo que en principio es regalo y merced.

Qué bueno es Dios. Porque, ¿qué tenemos que no hayamos recibido? Nada. Porque hasta nuestra aceptación de la gracia recibida, es fruto excelso de la gracia misma. Gloria a Dios y a su Madre.
04/09/15 5:12 PM
  
Remigio Rivera
Por eso cada día le rogamos a Nuestra Madre del Cielo:
"...ruega por nosotros, pecadores, ahora Y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE. Amén"
Oremos con Fe.
__________
A.G.:
Eso, Remigio. En la hora de nuestra muerte, nuestra Madre nos protege, ampara, y ruega, con su omnipotencia suplicante. Signo de predestinación. Amémosla, a hechura del amor con que la amaba su Hijo.
04/09/15 8:23 PM
  
Silvia Inés
Hermoso comentario. Como un faro en estas espesas tinieblas que estamos viviendo, Gracias!
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A.G.:
Eso son las verdades de nuestra fe católica, un faro en la oscuridad.
Gracias Silvia Inés. Gloria a Dios.
05/09/15 2:33 AM
  
Ma. Teresa Gallegos
Le agradezco su hermoso artículo, que nos explica como debemos proceder para alcanzar de Nuestro Señor la gracia de la perseverancia final, y poder gozar de su presencia eternamente, ojalá Dios tenga misericordia de nosotros y nos ayude a alcanzarla. Yo creo que esto que usted nos explico, sería muy bueno que se diera a conocer a todos los mas que se pueda, porque la ignorancia de muchísimos es fuente de perseverancia en el pecado, porque no le dan importancia al mal, no tienen conciencia del pecado, porque en esta sociedad en que vivimos, todo e permisible, desgraciadamente, muchos medios de comunicación influyen en esto. Debemos de rogar a Dios porque les de la luz a los equivocados, para que también participen de las gracias del Señor. Ma.Teresa. México.
__________
A.G.:
Es verdad, Ma. Teresa, la ignorancia de estas verdades silenciadas, y tan poco predicadas, es fuente de errores, de perseverancias o, mejor dicho, de obstinaciones en el pecado. La verdad nos hace libres. Por otra parte, la presión de los medios de comunicación del mundo agrandan y enquistan esta ignorancia.

Gracias por el comentario. Gloria a Dios.
05/09/15 4:47 AM
  
Luis Fernando
Tomás Bertrán, un consejo. Con poner la cita, basta. Sobre todo si son casi capítulos enteros. Y si se va a copiar el texto entero, se edita bien.
05/09/15 11:51 AM
  
Tomás Bertrán
A.G.:
Gracias Tomás por las citas de la Escritura. "De ese hombre podría jactarme, pero en cuanto a mí, sólo me glorío de mis debilidades." Imagino que con esta cita en general muestras que la debilidad del hombre consiste en que ha de recibir todo de Dios, de su gracia. ¿Es así?.
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Lo que también veo en esta imagen de S. Pablo es que es bueno que el hombre si sienta débil, pequeño, como se siente un niño. Un niño, si se pierde, lo primero que hace el llamar a sus padres. Nosotros, si nos hacemos pequeños, al perdernos, al sentir las tentaciones o incluso si caemos en ellas, lo primero que debemos hacer es llamar, acudir, a nuestro Papá (Abba) y a nuestra Mamá (la Virgen) como si fuésemos niños. "Si no os hacéis niños, no entraréis en el Reino de los Cielos".
Cuando nos sentimos débiles, y de ahí la vejez es una gran gracia que nos envía Dios porque nos damos más cuenta de nuestra debilidad, hace que cada vez confiemos menos en nuestras fuerzas y nos vemos "obligados" (la Gracia) a cobijarnos en la fuerza de Dios, que todo lo puede.
De ahí la necesidad para ser santos de ser humildes, a la cual, la humildad, se llega a través de humillaciones. Por eso el invento de Freud, la autoestima, no es cristiana.
05/09/15 3:12 PM
  
Néstor
"Y en esto consiste la elección. Que según su sabiduría y su divina voluntad, no deja caer en obstinación final a quien quiere, es decir: a quien se lo pide con las debidas condiciones."

Esta frase se puede entender de dos maneras: que el motivo por el cual Dios elige a algunos es porque éstos se lo piden con las debidas condiciones, o bien, que éstos se lo piden con las debidas condiciones porque son los elegidos de Dios y así reciben la gracia intrínsecamente eficaz, independiente de su consentimiento libre, y productora del mismo, para que así oren.

Por eso dice Santo Tomás en I, q. 23, a. 8:

“Otros, sin embargo, han dicho que por las oraciones se cambia la predestinación divina. Y esta era la opinión de los egipcios, quienes dijeron que la ordenación divina, a la que llamaron destino, podría ser impedida por ciertos sacrificios y oraciones. Pero contra esto también está la autoridad de la Sagrada Escritura. Dice 1 Re. 15: “el Vencedor de Israel no perdonará y no será movido al arrepentimiento”. Y Rm. 11 dice que “la vocación y los dones de Dios son sin arrepentimiento”. Y por lo tanto hay que decir de otro modo, que en la predestinación hay dos cosas a tener en cuenta, a saber, la ordenación divina, y su efecto. En cuanto a lo primero, de ninguna manera puede la predestinación ser ayudada por las oraciones de los santos, pues no es por las oraciones de los santos que alguien está predestinado por Dios. En cuanto a lo segundo, se dice que la predestinación es ayudada por las oraciones de los santos, y por otras buenas obras, porque la providencia, de la que la predestinación es una parte, no elimina las causas segundas, sino que provee a los efectos de tal manera, que el orden de las causas segundas cae también bajo la providencia. Por tanto, como se provee a los efectos naturales, de modo que las mismas causas naturales se ordenen a esos efectos, sin las cuales esos efectos no se darían; así es predestinada por Dios la salvación de alguno, de modo que también caiga bajo el orden de la predestinación todo lo que promueve a ese hombre a la salvación, sea las oraciones propias o las de otros, u otros bienes, o cualquier cosa de éstas, sin las cuales alguien no consigue la salvación. De ahí que los predestinados deban esforzarse por obrar bien y orar, porque es a través de estos medios que el efecto de la predestinación se cumple con toda certeza. Por lo cual dice 2 Ped. 1: “procurad con diligencia, que por las buenas obras hagáis cierta vuestra vocación y elección.””

Es decir, Santo Tomás dice que no es verdad que debamos orar para que logremos de ese modo estar entre los predestinados, sino que debemos orar, porque si estamos entre los predestinados, solamente mediante esos efectos de la predestinación que son nuestras oraciones y buenas obras podremos alcanzar el fin de la predestinación, que es la vida eterna.

Saludos cordiales.

__________
A.G.:
Sí, tenía muy presente ese pasaje, que he leído muchas veces.

Por eso maticé:

Y en esto consiste la elección. Que según su sabiduría y su divina voluntad, no deja caer en obstinación final a quien (Dios) quiere, es decir: a quien se lo pide con las debidas condiciones". O sea, quien se lo pide con debidas condiciones es precisamente quien Dios quiere que se lo pida. Por eso es lícito pedir: Señor, cuéntanos entre tus elegidos. Porque si somos elegidos (cosa que no podemos saber con certeza) estamos alcanzando el fin de la predestinación mediante sus efectos, en este caso nuestra propia petición.
05/09/15 5:56 PM
  
Néstor
En efecto, hay solamente dos alternativas posibles: o bien la oración del hombre es la que hace que éste esté entre los elegidos, o bien, el hecho de estar entre los elegidos es el que hace que ore de esa manera.

Saludos cordiales.
__________
A.G.:
Así es. Pedir al Señor nos cuente entre los elegidos es iniciativa de Dios mismo y fruto de su elección.

Por eso lo de las señales de predestinación. Es como decir: mira, eso son efectos de estar predestinado. Nos guiamos por los efectos. Por los frutos los conoceréis.

Saludos cordiales
05/09/15 7:39 PM
  
Feri del Carpio Marek
Por eso nos viene bien el dicho popular: "sabia consejera es la muerte". Es algo santo y santificante viajar por este valle de lágrimas siempre acompañado del pensamiento en la hermana muerte. En particular la muy popular y piadosa costumbre de rezar las tres Avemarías antes de dormir, pidiéndole a nuestra Señora la gracia de una santa muerte.

Decía Leonardo da Vinci: "Mientras pensaba que estaba aprendiendo a vivir, he aprendido cómo morir." o de manera más sucinta, San Agustín: "Vive bien, para no morir mal".

A veces pienso que mis caídas, mis pecados vergonzosos en esta vida, esos resbalones de los que habla el Papa Francisco, son un entrenamiento para acoger humildemente la misericordia de Dios. Esa vergüenza de reconocer el pecado y de ir a contárselo al confesor pienso que nos va preparando, rompiendo nuestro orgullo, para estar bien dispuestos para acoger la misericordia de Dios en esos momentos cercanos a la muerte y al inmediato juicio personal.

Valoremos cada vez más ese tesoro que llevamos, a pesar de ser recipientes de barro, y alabemos al Señor junto con San Francisco:

«Alabado seas, mi Señor,
por aquellos que perdonan por tu amor,
y sufren enfermedad y tribulación;
bienaventurados los que las sufran en paz,
porque de ti, Altísimo, coronados serán.

Alabado seas, mi Señor,
por nuestra hermana muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

Ay de aquellos que mueran
en pecado mortal.

Bienaventurados a los que encontrará
en tu santísima voluntad
porque la muerte segunda no les hará mal.

Alaben y bendigan a mi Señor
y denle gracias y sírvanle con gran humildad.»
__________
A.G.:
Cierto, amigo, esa vergüenza es una buena humillación, aunque puede servir de ayuda al demonio, cuando no podemos resistirla y nos aparta del sacramento.

A menudo hay soberbia detrás de la vergüenza: ¿cómo es que yo he caído? ¿yo?

Si es sana, es un verdadero dolor y aborrecimiento de sí mismo, que puede ser provechoso en el Espíritu Santo.

"Ay de aquellos que mueran
en pecado mortal"

Ay que ir a confesarse rápido, para recuperar pronto el estado de gracia.
06/09/15 3:01 AM
  
Gerardus VIII
Lo que dicen sobre la oración personal como signo de predestinación, me llama mucho la atención por la implicación que tiene en la oración de intercesión por los pecadores, pues se tendría que decir que el pecador impenitente que recibe oraciones y se salva por ello, es porque habría sido predestinado.
Sin embargo en Fátima la Santísima Virgen María dijo que muchos pecadores se habrían salvado (y se pueden salvar los que aun viven) sí otros hubieran rezado y hubieran hecho sacrificios por ellos.
Según lo expuesto tal falta de oración y ayuno es porque tales almas no fueron predestinadas, por lo tanto es incomprensible la petición de la Virgen.
Les voy a decir lo que yo creo:
1 todo aquel que se salva, es por gracia divina
2 Dios quiere que todos se salven.
3 sin merito de la criatura favorecida, Dios se a reservado algunos seres humanos para Él, ciertamente San Pío de Pietrelcina o Santa Faustina Kowalska eran distintos de nosotros, pues desde la más tierna infancia se les manifestaba y veían el mundo sobrenatural, es decir existe una clara jerarquía de intensidad de predestinación, siendo la máxima expresión la Santísima Virgen María.
4 Dios es paciente con nosotros, pero de Dios nadie se burla, llegado el momento nos puede abandonar y de esta forma se hace imposible nuestra conversión y por lo tanto la salvación.
5 Tal y como lo dice la Sagrada Escritura, Dios a concedido a sus elegidos hacer cosas semejantes a las realizadas por Cristo, los cristianos somos corredentores, estamos llamados a completar los sufrimientos de Cristo, con nuestras predicas les es concedido a los oyentes la gracia de la fe, con nuestras oraciones, sacrificios y sufrimientos unidos al sacrificio redentor de Cristo, Dios les concede la gracia de la conversión incluso a aquellos a los que habían sido abandonados por Dios.
Así como el Sagrado Corazón de Jesús nos dijo que el suple todas nuestras carencias, como por ejemplo; sí no amamos a Dios, Él lo ama por nosotros. Nosotros estamos llamados a suplir las carencias del pecador empedernido, debemos creer por quien no cree, rezar por quien no reza, ayunar por quien no ayuna, pedir perdón por quien no pide perdón. De forma parecida a como ocurre con las indulgencias, los meritos excedentes de Cristo y los santos, son aplicados a los demás.
__________
A.G.:
La intercesión, y los frutos de la intercesión, van incluidos en los decretos de predestinación, cuya realización incluye las acciones auténticas y verdaderas de las causas segundas subordinadas.
06/09/15 9:20 PM
  
Manuel Pérez
Si Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, ¿no estaremos todos predestinados a la salvación y, por ello, la condenación es sólo fruto de nuestro rechazo de esa decisión divina, rechazo tan radical que lleva a apagar las mociones de la gracia?

Siento ser repetitivo, pero es que soy así de bruto.

Cuando Pablo escribe a los efesios que hemos sido elegidos, ¿acaso no es posible que haya elegidos que se condenen por un rechazo posterior?
__________
A.G.:
Dios quiere que todos se salven, por eso a todos concede gracias necesarias para salvarse. Pero dado que existe el misterio de la iniquidad y la infinita maldad del pecado, Dios predestina a la gloria a los que quiere, y los preserva de la masa de perdición.

Hay que distinguir, pues, entre la voluntad antecedente de Dios y la voluntad consecuente.

Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos. Lo elegidos, si se condenaran, no serían elegidos.
07/09/15 10:55 AM
  
Ramontxu
De toda la enseñanza católica, el dogma de la predestinación es lo que me parece más absurdo, porque se da de patadas con casi todo lo demás: con la libertad, con el concepto de pecado, con el sentido de las buenas obras, con la idea de un Dios justo, con la idea de un Dios misericordioso... Incluso con la misma idea de la Salvación y con el sentido del nacimiento, muerte y resurrección de Cristo. Entiendo que haya cosas que aceptéis por fe, pero la predestinación repugna a la razón.
__________
A.G.:
En efecto, la doctrina de la predestinación es escándalo y locura para el mundo. Por eso Dios reserva su sabiduría a los que se hacen como niños, a lo más débil de la tierra.
07/09/15 11:08 AM
  
Ramontxu
Yo creo que para aceptar la predestinacion no hay que hacerse como niños. Lo que hay que hacerse es escolástico. Un niño puede decir que sí sin dudar a una frase contradictoria que le diga su papá, pero yo no llamaría a eso sabiduría sino aceptación ciega.
__________
A.G.:
La obediencia de la fe no es ciega, sino sobrenatural. No es antirracional, sino suprarracional, perfeccionando de paso la razón natural misma.

Lo que a la razón ofuscada por la Caída parece imposible, la luz de la Revelación con el auxilio de la gracia desvela como verdad, don y Misterio. Quien no se hace como niño, no puede entrar en el Reino de los cielos.

No hay contradicción en el misterio de la Predestinación, sino justamente eso, Misterio.
07/09/15 1:29 PM
  
Feri del Carpio Marek
Ramontxu, si afirmas que el dogma católico de la predestinación contradice a la libertad del ser humano, es porque no entiendes bien en qué consiste la predestinación y en qué consiste la libertad. Y lo mismo se puede decir de aparentes contradicciones con el sentido de las buenas obras, el pecado, la justicia y la misericordia. No veas el problema afuera, cuando está dentro de ti, y pide la luz del Espíritu Santo, que nos conduce a la verdad. Primero viene la fe, después, por mérito de esa misma fe, viene la gracia de entender lo que se cree. La fe no es ciega, todo lo contrario, ilumina. Pero necesita un anticipo de confianza en Dios, y de humildad de reconocer lo limitada que es nuestra razón.

Gerardus VIII, te equivocas cuando dices que llegado el momento Dios nos puede abandonar. Dios no abandona a ninguno de sus hijos, corrige la imagen que tienes de Dios, que es amor, y deja las 99 ovejas por buscar a la que se ha perdido. Es cierto que nadie se burla se Dios, lógico, pero aquí el tema está más bien en que Dios no se burla de nosotros, y cuando nos dice que nos ha dado la libertad y capacidad de obstinarnos en el mal al punto de rechazar definitivamente a Dios, hasta el punto de escoger la opción de permanecer en el pecado, es porque nos dio esa capacidad y esa libertad, no es broma. De ahí la recomendación de Jesús: "vigilen y oren". Debemos vigilar si no estamos inclinando nuestro corazón a permanecer en el pecado, y debemos orar para no caer en la tentación y ser librados del mal.

07/09/15 3:52 PM
  
Ramontxu
Feri del Carpio Marek,

" si afirmas que el dogma católico de la predestinación contradice a la libertad del ser humano, es porque no entiendes bien en qué consiste la predestinación y en qué consiste la libertad"

No, Feri. Alonso ha dado la única respuesta honesta: es un misterio. No tiene nada que ver con "entender". Dices que "por mérito de la fe viene la gracia de entender", pero eso no es entender porque, si lo fuera, no sería necesaria la fe y se podría explicar. Tu crees que lo entiendes pero la verdad es que sólo lo aceptas. De nuevo, como dice Alonso: "no por fe ciega, sino sobrenatural".
__________
A.G.:
Claro que tiene que ver con entender. La acción de los dones del Espíritu Santo, al modo sobrenatural, proporciona conocimiento del Misterio y comprensión, aunque limitada aquí en la tierra. El Misterio no es antirracional, sino suprarracional. Nada más razonable que la razón comprendiendo su propio límite y dejándose por ello auxiliar por la verdad revelada.
07/09/15 6:47 PM
  
Néstor
En efecto, se habrían salvado si otros hubiesen rezado por ellos, eso quiere decir que si hubiesen sido predestinados, esos otros habrían rezado por ellos y ellos se habrían salvado.

Saludos cordiales.
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A.G.:
Buena y oportuna respuesta. Gracias Néstor.
07/09/15 7:06 PM
  
Gabriela de Argentina
La verdad que en esto le doy un poco de razon a Ramontxu, nuestro amigo ateo. A mi se me hace contra la logica la doctrina de la predestinacion y el libre albedrio. Pero como tengo fe decido abandonarme en manos de Dios, no pretendo entender porque no entiendo. Pero tengo fe en Dios, infinitamente bueno, y por eso aplico la maxima del padre Royo Marin cuando a el le asaltaban dudas de fe: "oracion y aceptacion" .
08/09/15 1:08 AM
  
Gabriela de Argentina
Alonso, en primer lugar le pido disculpas por haberlo llamado AlFonso en mis comentarios previos, asi que rectifico mi error.

En relacion a su consejo de predicarles a Cristo a mis conocidos agnosticos y/o apartados de la fe, y teniendo en cuenta la teoria de la "ignorancia invencible". No seria mejor dejarlos en la ignorancia y permitir asi que se salven, y no advertirles y que por un eventual rechazo, se condenen? Hay algo que no cierra cuando tratamos de conjugar el "extra ecclesia nulla salus" con la "ignorancia invencilble"... Los ignorantes se salvarian por su ignorancia y no por amor a Dios! Que sentido tendria el "id y predicad a todas las naciones", si total los ignorantes se salvarian por ignorancia? No me cuadra...

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A.G.:
Gabriela, confunde el desconocimiento inculpable de Cristo con el agnosticismo o el apartamiento de la fe. No es cuestión, aquí, de ignorancia, sino de rechazo de Dios y de la capacidad natural para conocerlo, así como de la revelación que ha realizado en su Hijo.
08/09/15 1:14 AM
  
Gerardus VIII
Nuestra Señora de Fátima:
Visteis el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si se hace lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas
¿No será simplemente que el justo rechaza la gracia que lo movería a rezar y hacer penitencia por los pobres pecadores?
Tengo la fuerte impresión que Dios les a concedido a sus elegidos un poder absoluto contra el mal, pero lo deben de usar, la petición de la Virgen, no fue para las prostitutas, homicidas, masones, liberales, o a los futuros comunistas, fue una petición dirigida a los justos, al propio Papa Pío XI le pidió la consagración y por supuesto que Dios sabia que seria ignorado, el mismo tercer secreto describe las consecuencias de tal omisión.
Feri del Carpio Marek
Los Padres de la Iglesia enseñaron que Dios a fijado el número de pecados que le perdonara a cada ser humano, rebasado ese número Dios lo abandonara.
Las siguientes revelaciones privadas lo ilustran muy bien, y a esos pecadores son a los que me refiero cuando digo que la intercesión del justo es su última tabla de salvación.
Nuestra Señora del buen suceso
El Niño Jesús reveló a la madre Mariana que muchas almas religiosas y sacerdotales “quieren servirme a medias, conservando sus caprichos y genios, satisfaciendo en todo sus voluntades y tomando libertades incompatibles con su estado y profesión. Yo no las tolero; nada por la mitad me agrada. Yo las abandono y dejo que sigan todos los deseos de su corazón pervertido para desconocerlas delante de mi Padre Celestial. ¡Ay de aquéllos y de aquéllas!”
San Pío de Pietrelcina:
“En la mañana del viernes me encontraba todavía en el lecho cuando se me apareció Jesús. Se hallaba de mala traza y desfigurado, y me mostró una gran multitud de sacerdotes, religiosos y seculares, entre los cuales se hallaban varios dignatarios de la Iglesia. De todos ellos, unos estaban celebrando la Santa Misa, otros iban a celebrarla y otros más ya lo habían hecho.
“La contemplación de Jesús así angustiado me causó mucha pena, por lo que quise preguntarle el motivo de tanto sufrimiento. No obtuve ninguna respuesta. Pero Él miraba a aquellos sacerdotes hasta que, como cansado de hacerlo, retiró la vista y, con gran espanto mío, pude apreciar que dos lágrimas le surcaban las mejillas. Se alejó de aquellos sacerdotes con expresión de gran disgusto y desprecio, llamándolos carniceros.
“Y vuelto hacia mí, dijo: “Hijo mío, no creas que mi agonía haya durado tres horas; no, yo estaré en agonía por motivo de las almas más favorecidas por mí hasta el fin del mundo.
08/09/15 4:59 AM
  
Jose Diaz
Alonso, muchas gracias por el artículo. Recordará que en el post anterior le expresé que había descubierto recientemente el blog. He comenzado a leerlo desde el principio y, dado que este es el quinto post dedicado a la predestinación y aun no he leído todos los anteriores, estoy seguro de que me faltan todavía muchos elementos para poder hacer un comentario juicioso.
En primer, gracias de nuevo, ¡muchísimas gracias! por un texto tan extraordinariamente consolador. Consuela saber que existe un poder más fuerte que nuestra fragilidad, que Dios acude en auxilio de nuestras limitaciones, que no estamos abandonados al abismo de nuestros pecados porque existe un abismo de poder, de justicia y de misericordia que socorre nuestras flaquezas.
Por otro lado y, conectando con el tema del post anterior -el declive contemporáneo de la razón y la Gran Impostura- me atrevo a sugerir que quizá exista una relación entre el pelagianismo y la crisis de la razón, entre la confianza superlativa del individuo en sí mismo y la actitud de quien no reconoce más fuentes vitales y epistemológicas fuera de su propia subjetividad. Porque el hombre que desconfía de la razón, que se afirma a sí mismo como fuente y destino del conocimiento y que niega la existencia de una naturaleza de las cosas, incluida la del ser humano, no estará nunca abierto a ser salvado por Otro, a esperar fuera de sí mismo una fuerza mayor que la suya. ¿No cree que el pelagianismo y sus variantes son en un cierto sentido una suerte de "revestimientos espirituales" fabricados por el hombre que quiere afirmarse a sí mismo por encima de toda realidad trascendente y con los que, en definitiva, se cubre el hombre desnudo que 'quiere ser como Dios', pero que, en la práctica, hipócritamente, quiere ocultar su rebeldía? ¿Acaso no responde el pelagianismo a una actitud de soberbia que quiere pasar por alto la advertencia del Señor "sin Mí no podéis nada" (Jn 15, 5)? ¿Podemos afirmar, Alonso, que el pelagianismo encuentra más fácil difusión en la Iglesia cuando el contexto socio-cultural en el que se mueven sus hijos está sembrado de relativismo? El hombre pelagiano, relativista y negador del Logos y del logos rechazará siempre unirse al coro de quienes cantan con el salmista "¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que cuides de él?" (Sal 8).
Por último, quiero expresarle mi admiración por las pinturas que ilustran el artículo. Me gustaría preguntarle si, como supongo, guardan algún significado conceptual más allá de la escena formal representada y alguna relación con el contenido del artículo.
Finalmente, le reitero mi gratitud por este post y por todos cuantos hasta ahora he leído. Un fuerte abrazo, Dios le bendiga y, por supuesto, a Infocatólica.
08/09/15 1:06 PM
  
antonio
Excelente!!!!!!!Es un gran misterio el de la predestinación!!
Siempre tengo un familiar Dominico, que en las Homilias las termina diciendo,: pedir la Gracia de la Perseverancia Final!!!

Que Dios te bendiga y bendiga a la Iglesia.


Muchas Gracias!!
08/09/15 1:35 PM
  
Néstor
La fe se basa en la autoridad de Dios que revela, es decir, el misterio revelado se cree porque Dios lo ha dicho, no porque se vea que es verdadero.

Es como cuando nos tomamos la medicina que nos receta el médico sin ser médicos, ni farmacéuticos, ni químicos y sin saber por tanto qué contiene y si nos curará o nos matará. Nos apoyamos en la ciencia y veracidad del médico, y en la fe cristiana nos apoyamos en la ciencia y la veracidad de Dios.

El misterio revelado "se puede entender·", en el sentido de que no es posible demostrar en él una contradicción. No en el sentido de que se lo pueda demostrar racionalmente, o dar una explicación que elimine toda oscuridad (sí que elimine toda contradicción).

Saludos cordiales.
08/09/15 5:45 PM
  
Néstor
Es que ahí está la cuestión: "rechaza la gracia que lo movería rezar" ¿Cómo se decide si la gracia lo mueve o si él la rechaza? Porque si lo mueve, no la rechaza, y si la rechaza, no lo mueve. ¿Y entonces? ¿Quién decide al final?

No hay más que dos alternativas, en el fondo, aunque superficialmente parezca que hay otras: O la gracia mueve a la libertad humana, y entonces, la gracia que se rechaza es la suficiente, no la eficaz, y se la rechaza porque no se ha recibido la gracia eficaz para no rechazarla. O la gracia no mueve a la libertad humana, y entonces, tampoco la mueve a rezar.

Saludos cordiales.
08/09/15 6:54 PM
  
Ramontxu
/EDITADO/
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A.G.:
Ramontxu el comentario despectivo se lo edito. Se puede debatir, pero amistosamente. Comentarios así crean mal ambiente en la sala de comentarios.
08/09/15 9:37 PM
  
Ramontxu
Vale, Alonso, tu mandas, pero estoy seguro de que al aludido le habría encantado mi comentario.
09/09/15 12:00 AM
  
Alonso Gracián
Jose Diaz:

Así lo pienso yo, que este Misterio es altamente consolador. Conforta saber que es Dios quien tiene el control, quien lleva el volante, porque si fuera por nosotros...

Es como ud profundamente comenta: "Consuela saber que existe un poder más fuerte que nuestra fragilidad, que Dios acude en auxilio de nuestras limitaciones, que no estamos abandonados al abismo de nuestros pecados porque existe un abismo de poder, de justicia y de misericordia que socorre nuestras flaquezas. "

Ciertamente, la relación entre pelagianismo y crisis de a razón existe, yo diría que es una relación de una lógica aplastante. Porque solamente la sinrazón conduce al hombre a creerse capaz de autorredimirse y volver la espalda al auxilio divino.

09/09/15 11:02 AM
  
Alonso Gracián
Y sobre la certera pregunta que plantea, amigo Jose Diaz, " ¿Podemos afirmar, Alonso, que el pelagianismo encuentra más fácil difusión en la Iglesia cuando el contexto socio-cultural en el que se mueven sus hijos está sembrado de relativismo? ", le respondo que así es, en efecto.

El pelagianismo se deduce de la esencia del relativismo, que procede de la voluntad de poder, curiosamente: del proceso por el cual la subjetividad pretende imponer su opinión frente a la verdad objetiva, con el consiguiente aplastamiento del Logos por el logos, y la independización de la creatura respecto a su Creador y Redentor.

Si toda opinión es verdadera, la verdad no existe, y el logos queda por encima del Logos, del que ya no quiere participar. El ser humano se vuelve autónomo, y el auxilio divino innecesario.
09/09/15 11:30 AM
  
Roblete
Mis padres rezaban todos los días juntos el Rosario y al final pedían con un Padrenuestro a San José su intercesión para tener una buena muerte. Recuerdo que siendo pequeño- con cinco o seis años- aquello me sonaba extraño, por lo que pregunté a mi madre por su significado. Me dijo que una buena muerte es la que nos llega estando en gracia de Dios y que se la pedimos a San José porque él murió acompañado de Jesús y María y no cabe muerte más dulce. Supongo que es pedir la perseverancia final.
Cuando oigo hablar hoy en día de lo que el Mundo llama muerte digna, me acuerdo de aquellas palabras de mi madre. Por cierto ella aún vive, aunque muy mayor y con la cabeza algo perdida. Mi padre murió hace años, pero le llegó la muerte después de recibir los Sacramentos y rodeado de su familia, un sábado 12 de septiembre, día del dulce nombre de María.
09/09/15 1:14 PM
  
Feri del Carpio Marek
Néstor ha aclarado bien lo que yo lo he expresado de forma inexacta. Con nuestro entendimiento, aún auxiliado por la fe y perfeccionado por el Espíritu Santo, no podemos agotar el misterio, pero el entendimiento de lo revelado siempre es suficiente para evitar concebir falsos "entendimientos" que nos hacen ver contradicciones en lo revelado. Se necesita la humildad para reconocer que si veo una contradicción en la revelación, el equivocado soy yo, y no así la Sagrada Escritura, la Tradición, y el Magisterio que las interpreta. Dios se revela a los humildes, nunca hay que olvidar esa verdad. Mientras queremos ser árbitros de Dios, y descalificarlo por incoherente, siempre vamos a permanecer ciegos a la verdad.
09/09/15 4:13 PM
  
Horacio Castro
Estimado Alonso Gracián. Por supuesto no se trata del sola gratia protestante, pero en algunos comentarios hay cierto encontronazo con la racionalidad de santo Tomás. Recordemos que Jansenio pretende que la justicia de Dios excluye de la salvación y condena a las penas eternas a los hombres indignos de sus gracias por el pecado original, pero entre los que elige a sus predestinados. Ciertamente no es aceptable la tesis acerca de la doble predestinación y la culpabilidad actual del pecado original. Además no basta con decir que la doble predestinación es una conclusión herética sino enseñarlo. Por extensión, es conveniente no silenciar de ninguna manera a quienes siendo católicos comentan sobre lo que es opinable. Lo saludo.
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A.G.:
No entiendo bien a qué se refiere con lo de no silenciar. No obstante, si se refiere a este blog, como puede ver doy paso a todos los comentarios, salvo los poco respetuosos.

Saludos cordiales
09/09/15 9:16 PM
  
Horacio Castro
Desde ya que no en su blog D. Alonso Gracián, pero sí probadamente en otros tres sobre un tema como la gracia. En uno donde hasta anuncié el envío, sigue sin publicar- luego de 6 días- el comentario que se puede ver en scribd.com/doc/278928686/La-Gracia-de-La-Oracion con el que no quiero importunarlo a Ud., pero que es una simple, 'inocente' y bien intencionada opinión. Lo saludo y agradezco su atención.
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A.G.:
Pues no sé qué habrá pasado, pero aquí en Infocatólica respetamos los comentarios de los lectores, salvo los indebidos. Habrá sido un fallo técnico ajeno a esta casa.
10/09/15 10:43 AM
  
Hector Malo
Interesantisimo todo lo escrito y descrito aquí. Soy devoto consagrado de el Sagrado Corazón de Jesús y en esta devoción están las 12 promesas que el Jesús le dicta a santa Margarita de Alacoque la ultima descrita como la gran promesa habla de la perseverancia final y de hecho al ser una promesa es como usted dice una asistencia divina que promete el señor en el ultimo momento. Una gracia extraordinaria a quienes sigan,amen, sirvan al Sagrado Corazón y sean dignos por cumplir con los requisitos de esta gran promesa que es la siguiente. "A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final".
Dios lo siga bendiciendo.
31/01/19 5:47 PM

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