(42) Que pidiendo al Señor que nos convierta, nos convertiremos

Pidamos sin cesar:

¡Conviértenos, Señor, y nos convertiremos!

En el capítulo 5 de las Lamentaciones, ante el pecado, abandono y calamidad del Pueblo de Dios, exclama el profeta:

21 ¡Vuélvenos hacia ti, Señor, y volveremos!

No dice el autor sagrado, a secas: “volveremos a Ti”.

Sino: “Vuélvenos a Ti, Señor, y volveremos.”

En la Vulgata se dice:

21 converte nos Domine ad te et convertemur

Conviértenos, Señor, y nos convertiremos a Ti.

Piden al Señor que les convierta. ¿Es que acaso ellos no pueden convertirse por sí mismos, ellos solos? No.

Tiene el Señor que convertirles primero a ellos, para que puedan convertirse.

Así es. La iniciativa y el poder son siempre del Señor.

Por eso movidos por el auxilio divino piden que les vuelva a Él. Que cambie la dirección de sus pasos. Están perdidos, desolados por sus pecados. Alejados del Señor. Y no dicen: nos volveremos a Ti, sino:

Vuélvenos a Ti, y entonces, una vez que Tú, Señor, nos conviertas, nos vuelvas a tu seno, a tu abrazo misericordioso, a tu Poder, nos tomes del brazo, cambies la dirección torcida de nuestros pasos, y nos vuelvas hacia tu Divino Rostro, entonces, y sólo entonces podremos volver a Ti.

Piden al Señor les haga desear reconstituir su vida y regresar a Él.

¡Sálvamos Señor! No podemos salvarnos a nosotros mismos. Pedimos al Señor su auxilio, porque su auxilio nos mueve a seguir pidiendo.

Lo mismo hace la Iglesia. Pues si nos convertimos, es también porque la Iglesia, Nuestra Madre, pide por nosotros.

De hecho, estas palabras de las Lamentaciones son palabras de la Iglesia. El profeta habla por ella, por nosotros. Pedimos al Señor nos haga desear que, tras la esclavitud del pecado, nos vuelva hacia su Rostro.

Porque el deseo verdaderamente nuestro y verdaderamente libre de volver constantemente a Él es obra suya en nosotros, por la Iglesia.

Porque toda oración personal es eclesial.

En la Divina Liturgia, por ejemplo:

“"Oh Dios que en el día de hoy, por medio de vuestro Unigenito Hijo, vencida la muerte, nos habéis abierto las puertas de la eternidad, oid favorablemente nuestros deseos, que Vos mismo habéis inspirado en nosotros con vuestra gracia” (Oración tras el Introito )

Como si dijéramos: Escucha nuestro deseo, Señor: queremos volver a Ti. Hemos pecado. Hemos tomado otra dirección, hacia el Maligno. Pero Tú has hecho que queramos volver libremente nuestros pasos hacia tu Nombre, hacia tu Casa, Señor, de la que nos hemos alejado por el mal que elegimos esclavizados por el Demonio. Ya que nos has infundido este deseo de volver a Ti, escúchalo, y concédenos que podamos volvernos a tu divino Amor, con el sacramento de la reconciliación y nuestra oración continua.

Hemos de desconfiar de nuestra supuesta capacidad para dar nosotros el primer paso.

No podemos. Hay que refugiarse en Cristo.

Oremos sin cesar. Es la única manera de regresar constantemente al Señor. Con la oración logramos por misericordia gracias eficaces de conversión continua.

¡Bendito sea y alabado por los siglos de los siglos! Cuánto nos ama, de qué manera, que no espera a que nosotros, mendigos de su gracia y  su Palabra, le pidamos lo que sólo Él puede darnos pedir.

Es Él Quien nos desea primero.

Para que nosotros nos convirtamos con esa fuerza cristocéntrica que Él invierte en nuestra recuperación, en nuestra conversión. Todos nuestros pasos hacia Dios son movidos, sustentados, suscitados y mantenidos en dirección teocéntrica por Él. Y POR ESO son nuestros, libres, porque nos da la gana.

Vuélvenos a Ti, para que podamos volvernos a Ti.

Si somos verdaderamente libres, salvíficamente libres, es por obediencia sobrenatural, que perfecciona nuestra naturaleza. Por ductilidad libre. Por gracia. ¡Paradoja sublime, grande, grandiosa del Amor de Dios!

Por eso pide la Iglesia, por la Escritura:

conviértenos, y nos convertiremos.

Como si dijera: danos lo que queremos darte, para que podamos dártelo.

Es decir:

volver al Señor tras el pecado es un acto sobrenatural, eclesial, profunda y libremente humano, auténticamente humano, razonable aunque misterioso y supra-inteligible, inspirado por Dios mismo, inaccesible a nuestras fuerzas meramente humanas pero humanizante, posible por la gracia y auténticamente humano, en que lo humano llega a plenitud.

Es Dios mismo Quien nos da el poder colaborar libremente y el colaborar de hecho infaliblemente:

Así lo enseña de forma clara el Magisterio de la Iglesia, recogiendo esta verdad de la Escritura y de la Tradición:

“”Confesamos a Dios por autor de todos los buenos efectos y obras y de todos los esfuerzos y virtudes por los que desde el inicio de la fe se tiende a Dios, y no dudamos que todos los merecimientos del hombre son prevenidos por la gracia de Aquel, por quien sucede que empecemos tanto a querer como a hacer algún bien

“”Ahora bien, por este auxilio y don de Dios, no se quita el libre albedrío, sino que se libera, a fin de que de tenebroso se convierta en lúcido, de torcido en recto, de enfermo en sano, de imprudente en próvido.

“"Porque es tanta la bondad de Dios para con todos los hombres, que quiere que sean méritos nuestros lo que son dones suyos, y por lo mismo que El nos ha dado, nos añadirá recompensas eternas.

“”Obra, efectivamente, en nosotros que lo que El quiere, nosotros lo queramos y hagamos, y no consiente que esté ocioso en nosotros lo que nos dio para ser ejercitado, no para ser descuidado, de suerte que seamos también nosotros cooperadores de la gracia de Dios. Y si viéramos que por nuestra flojedad algo languidece en nosotros, acudamos solícitamente al que sana todas nuestras languideces y redime de la ruina nuestra vida (Ps 102,3) y a quien diariamente decimos: No nos lleves a la tentación, mas líbranos del mal (Mt 6,13) (Denzinger, 248)

Conviértenos, Señor, y nos convertiremos día a día, constantemente, en este camino hacia tu Plenitud, de la que recibimos gracia sobre gracia.

Por eso decimos: nos convertimos a Ti. Para dejar clara nuestra libertad. Pero ante todo pedimos: Conviértenos, para dejar clara tu iniciativa.

Como enseña luminosamente el Tridentino:

“Declara además, que el principio de la misma justificación de los adultos se debe tomar de la gracia divina, que se les anticipa por Jesucristo: esto es, de su llamamiento, por el que son llamados sin mérito ninguno suyo; de suerte que los que eran enemigos de Dios por sus pecados, se dispongan por su gracia, que los excita y ayuda para convertirse a su propia justificación, asintiendo y cooperando libremente a la misma gracia; de modo que tocando Dios el corazón del hombre por la iluminación del Espíritu Santo, ni el mismo hombre deje de obrar alguna cosa, admitiendo aquella inspiración, pues puede desecharla; ni sin embargo pueda moverse sin la gracia divina a la justificación en la presencia de Dios por sola su libre voluntad. De aquí es, que cuando se dice en las sagradas letras: Convertíos a mí, y me convertiré a vosotros; se nos avisa de nuestra libertad; y cuando respondemos: Conviértenos a ti, Señor, y seremos convertidos; confesamos que somos prevenidos por la divina gracia. (Trento, ses 6, cap. V)

Queremos (y este deseo Tú nos lo has infundido) que la Vida de tu Hijo Jesucristo nos transforme por el poder de su Espíritu de Amor, nos santifiques en la verdad. 

¡Señor, no nos abandones! Queremos convertirnos constantemente a Ti para ser santos; por eso, te pedimos:

conviértenos, y nos convertiremos!

¡Santidad o muerte!

13 comentarios

  
Longinos
¡Ah, qué maravilla! ¡Qué bien oír esta predicación ferviente de la gracia, de la boca de un católico, sin errores y tan eclesial! ¡Gloria a Dios!
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A.G.- Muy importante, sí, hablar de la gracia, eclesialmente y sin errores. Porque hace mucho que no se habla de la gracia, y aunque ahora se habla por aquí y por allá, a menudo es semipelagianamente o con graves errores. Por eso hay que dar sana doctrina, que enardece los corazones.

Gracias Longinos. Un abrazo en Cristo y su Madre Inmaculada.
17/11/14 11:22 PM
  
Martina
Doy gracias a Dios por hacer de ti un buen maestro que con tus artículos ayudas a asimilar y contrastar la experiencia de lo que Cristo obra en nosotros, de como lo hace... Cuando me atasco en mi conversión siempre acabo encontrando ayuda en alguien que como tu me explica mejor que yo lo que Dios quiere que entienda. Estaba desanimada conmigo misma pensando que no soy dócil a la acción del Espíritu Santo y leyendo lo que escribes entiendo mejor lo que creía saber. Meditare y orare sobre todo esto ¡Es tan bonito! Me siento agradecida a Dios. Me encuentro mejor dispuesta para no ser yo misma el tapón que impide recibir la ayuda que necesito.
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A.G.--Es verdad, asimilar cómo obra el Señor en nosotros nos ayuda mucho en nuestra vida cristiana. Es Dios quien nos convierte, por eso, porque está en su mano darnos lo que necesitamos, hemos de orar mucho,pedir mucho, porque cuanto necesitamos para ser santos nos lo dará. Pidámoslo.

Gracias por sus palabras y un saludo en Cristo y María.
18/11/14 5:32 AM
  
José Luis
Únicamente el Señor puede convertirnos. Nosotros, aunque hagamos las mejores obras del mundo sin contar con Cristo nunca nos convertiremos. –“Quiero hacer el bien, para que el mundo me reconozca, la prensa, la televisión…” Pero esto no es vivir de cara al Señor, y la vida del egoísta siempre termina mal.
Pero mejor, transcribo un extracto de la nota doctrinal: Lectio divina, a la que todos debemos recurrir a diario. La Sabiduría de Dios por medio del Magisterio de la Iglesia Católica.

• «La conversión es primeramente una obra de la Gracia que Dios hace volver a Él nuestros corazones: “conviértenos Señor y nos convertiremos” (Lm 4, 21) Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del Amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios y verse separado de Él. El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cfr. Jn 19, 37; Za 12, 10). «Tengamos los ojos fijos en la Sangre de Cristo y comprendamos cuan preciosa es a su Padre, porque habiendo sido derramada nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia del arrepentimiento» (S. Clemente Romano, Cor. 7, 4) » (n. 1432). (Sagrada Biblia de Navarra, tomo 4, Eunsa)

Cuanto más amamos al Señor, incluso más horror comenzamos a tener, ya no solo por el pecado mortal, que es gravísimo. Pues él no dar importancia al pecado venial, el alma terminará pecando mortalmente, y no le dará demasiada importancia.
Cuánto más puro es nuestro corazón, más detestaremos también la insoportable carga de nuestros pecados veniales. Si un alma está apegada así mismo, no busca la propia conversión.
Volver al Señor, volveremos al Señor, en cuánto nuestro corazón se vacíe plenamente de sí mismo.
Cuando el Señor nos da fuerzas para comenzar de nuevo, no significa que nosotros una y otra vez, pondremos nuestros ojos en las cosas que Dios aborrece y abomina. No es bueno, nada bueno abusar de la misericordia de Dios para nuestros propósitos terrenales y mundanos, esto es alejarse de la conversión, y por tanto de la salvación eterna.
Cada persona de este mundo tiene la opción de decir sí, al arrepentimiento, no al abuso, no a renovar las ofensas al Señor.

Por cierto, en esta enseñanza de Alonso, la conversión es mediante la Iglesia Católica, es lo que aprendemos y estamos seguros.

Cuántas conversiones ilusorias se nos presenta,
dice el deportista, "Me he convertido" y como se regocija de los aplausos del mundo, los premios que reciben; "me he convertido", cuánto amor al mundo y gran desconocimiento de la Voluntad de Dios.

"Me he convertido" dice tal actor, tal actriz, aquel bailarín, etc., y otras gentes del mundo, que únicamente conoce un concepto de "conversión", que no es nada espiritual.

"me he convertido y me he consagrado", sí, pero ¿para qué vuelves de nuevo al mundo y ser famosa en un festival profano como eurovisión? Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.

¡Despierta, vuelve en ti!, no te expongas en el grupo de los pocos escogidos y vuelve tu corazón a Dios.
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A.G.- Sólo Dios puede convertirnos con su auxilio, para que nos convirtamos. Y no sólo es que Dios nos convierta, sino que nos sustente en nuestro camino de santificación.
Nosotros no podemos juzgar si una conversión ha sido ilusoria, pero podemos contemplar los frutos, y dar gracias a Dios si vemos un hermano que produce frutos de santidad y nos edifica. Y orar por el que se desvía o no da fruto.

Hemos de orar mucho, estar vigilantes para no hacer vana la gracia, y pedir al Señor todo lo que necesitamos para ser santos.

Huir de la mundanidad, como tú, amigo, repites tantas veces. Es fundamental. Y esta huída es signo de conversión.

Gracias de nuevo, y un abrazo en Cristo y su Madre Inmaculada.
18/11/14 10:08 AM
  
José Luis
Corrección es: (Lm 5, 21).

Perdón por la errata. Gracias.
18/11/14 5:43 PM
  
María de los Ángeles
San Agustín decía (parecido a sus líneas), "dame lo que me mandas y mándame lo que quieras".
San Juan María Vianey decía también que a diario hemos de pedir la Gracia de la Contrición verdadera. Es decir, pedir a Dios que nos conceda arrepentirnos verdaderamente de nuestros pecados para que no volvamos a cometerlos; como lo hizo con San Agustín, con San Pablo, y con tantos santos.
Continuamente necesito convertirme a Dios, pero si Él no me lo da, ¿que será de mí?, pero esto mismo me da confianza y esperanza, porque si me fío de mis propias fuerzas, entonces estoy condenada al fracaso y a la desesperación; pero como es el Señor quién da el don de la Conversión, entonces con toda mi alma debo pedirlo, y Él, que dijo "Pidan y recibirán", me lo dará en el tiempo que sea su voluntad.
Dios le bendiga Alonso, por tan hermoso artículo.
__________
A.G.- Sí, eso es, no hay fiarse de las propias fuerzas. Nuestra confianza ha de estar puesta en el Señor, y pedirle cuanto necesitamos para la santidad.

Gracias por el comentario y un saludo en Cristo y su Madre
18/11/14 6:24 PM
  
Javier Sánchez Martínez
Disculpe que ni comente más ni lo haga más a menudo. Pero, ante la belleza teológica que nos expone, ¿qué decir? Ante la pulcritud del lenguaje, ¿qué se puede comentar, añadir, rebatir, matizar, disentir?

Dios quiera que sus post den fruto abundante e iluminen las inteligencias y enfervoricen el corazón.

Un gran abrazo.
__________
A.G.- Gracias por su comentario. Realmente la belleza (también la teológica) es importante, como vd predica a menudo en sus escritos y homilías. El Espíritu Santo nos mueve a expresar los misterios de nuestra fe con lenguaje fervoroso y claro en doctrina, con la ayuda del Señor.
Un fuerte abrazo

18/11/14 8:05 PM
  
últ
De acuerdo en todo. Pero además Dios da la gracia a todos y todos la podemos resistir.
__________
A.G.- Dios quiere que todo el mundo se salve y llegue al conocimiento de la verdad (1 Tim 2:4) Por eso da gracias suficientes a todos para salvarse. Sin embargo, no hay salvación universal automática.

La gracia se puede rechazar, abusando voluntariamente de la propia libertad.


Saludos cordiales

20/11/14 7:02 PM
  
Feri del Carpio Marek
Cada entrada a este blog acaba siendo un mini-retiro espiritual. Ando muy en eso de que el Señor me convierta, todavía me apego demasiado a mi propia voluntad. Que Dios me dé la gracia de pulverizar mi pobre ego inflado.

Quería preguntarte hermano, ¿qué se entiende (católicamente) por la predestinación? Comentabas en tu post anterior que los saltos de San Juan Bautista en el vientre de Santa Isabel eran un signo de predestinación. ¿Qué quiere decir? ¿Se aplica también la predestinación a cada uno de nosotros? ¿Qué implicaciones tiene en nuestra vida cristiana?
__________
A.G.-- Sí, andemos en eso, Feri del Carpio Marek, de pedir que el Señor nos convierta. Hemos de andar en ello día a día. Y nunca confiar en nosotros mismos.

Sobre la predestinación he publicado ya varios post, con la enseñanza de la Iglesia y la explicación tomista de la misma. Te invito a leerlos, y te mantengo a la espera del próximo, sobre espiritualidad de la elección divina, que será en breve publicado con la ayudad de Dios.

Gracias por comentar, y un abrazo en Cristo, con su Madre de Gracia.
22/11/14 4:59 PM
  
Horacio Castro
El título “Que pidiendo al Señor que nos convierta, nos convertiremos” tiene su definición categórica al concluir el artículo con: “Conviértenos a ti, Señor, y seremos convertidos; confesamos que somos prevenidos por la divina gracia”. Por la lectura de anteriores posts suyos Alonso Gracián y de otros blogueros de InfoCatolica, es probable que la respuesta del 20/11/14 7:02 PM al comentario de últ tenga cierta falta de correspondencia . Según entendí sobre la doctrina de la Predestinación, Dios predestina a la salvación eligiendo a unos y no a la condenación a otros cuya perdición permite. Y también que,- elegidos o no-, no quedamos eximidos de ser causas segundas ya que todos recibimos gracia suficiente y los Mandamientos. Lo saludo con mi agradecimiento.
__________
A.G.- No se a qué se refiere con la falta de correspondencia.
No obstante, la cosa está clara. La gracia se puede rechazar. Existe el misterio de la iniquidad. Quienes se condenan es por su culpa. Dios, no obstante, quiere que todos se salven. Y a todos da gracia suficiente para salvarse. Los que se salvan libremente, es por el don recibido. Así lo resume el Magisterio:

623 Dz 318 Cap. 3. “Dios omnipotente quiere que todos los hombres sin excepción se salven (1Tm 2,4), aunque no todos se salvan. Ahora bien, que algunos se salven, es don del que salva; pero que algunos se pierdan, es merecimiento de los que se pierden.”


No hay predestinación a la condenación. Quien se pierde, es únicamente por su propio merecimiento malo; queda en estado de autoexclusión.

Prometo más posts sobre predestinación, para que quede todo más claro cada vez. Es el misterio de los misterios. Gracias y un saludo cordial
23/11/14 7:23 PM
  
Horacio Castro
Con ‘falta de correspondencia’ me referí a una probable falta de igual significado de otros artículos con el de la respuesta que mencioné. Leeré los próximos posts que seguramente acercarán más a la comprensión posible “del misterio de los misterios”. Muchas gracias Alonso Gracián y mis saludos.
__________
A.G.- Tal vez me pueda indicar y/o citar en qué lugar expongo algo de diferente significado a lo que expongo en el comentario a ult. Me tiene vd intrigado.

Fíjese que ya en el primer post sobre predestinación, dije:

"Por otra, Dios nunca manda lo imposible, sino que envia a todos gracias que hacen verdadera y realmente posible salvarse -y decimos verdadera y realmente posible con toda la carga de verdad y realidad que es posible. Pues como dice 1 Timoteo 2:4:
“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”


Y en el cuarto post sobre lo mismo recordé lo que expliqué en los anteriores, resumiendo así:

"Porque creemos que la gracia se puede rechazar, aunque de eficaz que es, no se rechace de hecho, aunque si se pueda como posibilidad; que la libertad no está aniquilada; que no hay predestinación de condenados; que la incapacidad de la libertad sin la gracia no es absoluta; que no hay selección sino voluntad salvífica universal; que la elección divina es fruto del amor de Dios
Y que la permisión del mysterium iniquitatis que conduce a la perdición es la causa de toda condenación. No nos quepa duda:
Dios no va a permitir jamás que nadie se condene injustamente. Pues su elección es don y Misterio, y el pecado es obra exclusiva del hombre."


A lo mejor lo que ocurre es que unas veces resalto más unos aspectos que otros del Misterio.

Saludos cordiales
23/11/14 8:22 PM
  
Horacio Castro
“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”
Pero de hecho no todos se salvan.
"Porque creemos que la gracia se puede rechazar, aunque de eficaz que es, no se rechace de hecho ( )".
En el caso de los predestinados a la salvación.
Y en la respuesta que me dirigió en 23/11/14 7:23 PM: “Y a todos da gracia suficiente para salvarse”.
Para poder salvarse pero no para salvarse de hecho. Mientras que la gracia eficaz no se rechaza de hecho.
Lo anterior dicho por usted y que yo no discuto, no parece corresponder ‘exactamente’ a la respuesta dada a últ en 20/11/14 7:02 PM : “Dios quiere que todo el mundo se salve y llegue al conocimiento de la verdad (1 Tim 2:4) Por eso da gracias suficientes a todos para salvarse. Sin embargo, no hay salvación universal automática. La gracia se puede rechazar, abusando voluntariamente de la propia libertad.”
Ahora lo que estoy diciendo lo puedo hacer después de haber leído sus artículos, los de Néstor Martínez, los de Luis Fernando Pérez, etc. Seguramente me equivoco en la interpretación que se circunscribe a la respuesta a últ. Si yo fuera joven quizá ‘me la creería´ de estar ´debatiendo’ con usted (claro que no).
Gracias por su deferencia Alonso Gracián y saludos.

_________
A.G.- Jeje, sigo sin ver dónde está el problema.
La gracia que se puede rechazar, pero de hecho no se rechaza, es la gracia eficaz.
La gracia que se puede rechazar y que Dios da a todos y es suficiente para salvarse, pero que no es eficaz, es obviamente la gracia suficiente.

A lo mejor lo que le ha despistado es lo de la salvación automática, error que cree hoy día mucha gente, que piensa que de la voluntad salvífica universal de Dios se deduce que todo el mundo se va a salvar, y confunde la gracia suficiente con la gracia eficaz. Lo que quise decir en el comentario a ult es que aunque Dios quiere que todo el mundo se salve, de ello no podemos deducir una salvación universal automática, que es un grave error. A lo mejor tenía que haberlo matizado.

Bueno, dejémoslo aquí, jeje. Realmente llevo muchos posts hablando sobre gracia... van a empezar a hartarse de mí mis lectores....

Saludos cordiales
23/11/14 10:12 PM
  
Horacio Castro
No creo que alguien se vaya a hartar (en el fondo todos quieren salvarse). Mi más cordial saludo.
__________
A.G.-- Jeje, esperemos.

Saludo cordial y gracias por la conversación.
23/11/14 10:41 PM
  
Horacio Castro
Contarse entre los elegidos.
23/11/14 10:43 PM

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