(26) De las primicias del Espíritu en el agua de la lluvia

Tiempos duros, sombríos y recios. No viene mal un poco de belleza, y a eso me he aplicado en este post. A contemplar un poco. Unas nubes sobre un charco, en el pavimento, mientras oraba camino de casa, dieron pie a esta contemplación. Sirva como consuelo y recreación orante, y de intermedio.

Se lo dedico a la Santísima Virgen y al Niño chico de su mano, saltando entre charcos, que va jugando.

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1 Todas las calles son la calle que llega hasta el Sagrario.

2 Mira que el Sagrario es el centro del mundo, y allí estás recogido en tu Salvador

3 Cuando eras niño, hacías estallar el agua llovida de los charcos, junto a la puerta del templo. Y cuando entrabas en Misa con tu madre, la lluvia cesaba y te arrimabas al Misterio de su mano.

Ahora que eres hombre, contemplas la verdad reflejada en el espejo de la lluvia, como un esbozo de pintura italiana sobre el azogue del pavimento.

“pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí.” (1ª Cor 13, 12)

4 En la Tierra Nueva será diferente, algo nuevo:

“La visión beatífica, en la que Dios se manifestará de modo inagotable a los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua.” (Catecismo 1045)

5 Y eso queremos siempre, que suceda algo nuevo. ¡Y no sucede nunca!. Mas he aquí que nuestro   Defensor nos mueve a orar. Y todo cambia por la gracia, que nos eleva hasta Aquel que lo hace todo nuevo: y así nos habla el Señor, como si su gracia nos lloviera por dentro, y ya moramos en nosotros mismos, y ya es distinto lo mismo de siempre.

Esta novedad de la oración es prenda de la Tierra y el Cielo Nuevos.

6 Junto al Sagrario comenzamos a percibir la primicia. ¿Acaso no querías algo nuevo y distinto? Junto al Sagrario imaginas la anticipación:

1060 Al fin de los tiempos, el Reino de Dios llegará a su plenitud. Entonces, los justos reinarán con Cristo para siempre, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo material será transformado. Dios será entonces “todo en todos” (1 Co 15, 28), en la vida eterna.

Y al salir de la iglesia chaparroneada, el agua de la lluvia entre los empedrados recien llovidos  refleja la promesa del Reino de Dios, y esa porción de realidad se ha transformado en anticipación sobre el reguero. Y su mistagogía consiste en esto: que el Logos nos guia como a través de detalles cotidianos, inesperados y concretos, imágenes de un futuro de oro líquido, visos del mundo en que pacerán juntos el león y el cordero.

7 No habitamos el universo transfigurado que muestra en todo a Cristo. Todavía habitamos el Mundo Caído, en que somos peregrinos y forasteros.  Pero, como el cielo que desciende al pavimento recién escampado,  de alguna manera nunca extraeucarística, lo habitamos en primicia, como en destello, como si de pronto fuera posible pasar al Otro Lado, tras un muro de romero azul, que atravesamos con el Señor dentro.

Amados, os ruego como a extranjeros y peregrinos.  (1 Pedro 2:11)

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8 Cuando el Espíritu Santo nos mueve a orar y caminar hacia el Santísimo, sobre los charcos que de niños nos gustaba saltar con botas de agua nuevas, refulge a veces el milagro.

Pasamos la esquina, que ya no parece tan gris, y de pronto el cielo se abre sobre el agua de la tormenta. Y el Espíritu Santo derrama en nosotros, que oramos, un deseo muy grande de anunciar a Cristo a toda persona con la que nos encontremos.

Y vemos, como en un espejo rebosante de adoquines húmedos, el reflejo del Logos Viviente . Y volvemos a casa y damos gracias, empapados aún, pero contentos como niños con sus botas de pisar los charcos.

9 Amigo, de vuelta del Sagrario, preséntale al Señor la gente que te encuentras por ahí, como si dependiera de tu intercesión . Que el Señor quiere que te pongas en medio del mundo, con Él en la cruz, y a ello te conduce el Espíritu

10 Y piensa que tan recia es la nostalgia del Edén perdido, que anhelamos por gracia el pulchrum como consuelo y pan del Paraíso. Y he aquí que es Cristo al que hallamos, y hemos de transmitirlo a un mundo herido, que no sabe que está sediento.

Mira, las palmeras viejas hablan entre sí, con palabras antiguas, del Edén caído. Anhelan al Viviente, que las ha de redimir de la deformación originada. Y su lenguaje es gimiente, como si aún tuvieran que nacer a sí mismas, en la Tierra Nueva.

3 comentarios

  
Maricruz Tasies
Gracias. Me ha venido muy bien leerte. Dios te bendiga.
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A.G.- Me alegro un montón. Gracias
24/09/14 8:49 AM
  
José Luis
En estos momentos, estoy mirando al cielo, tras la ventana, está nublado, tiempo de lluvia, tiempo de recibir la lluvia de gracia y dones de Dios en nuestra vida, en casos así, debemos, necesitamos dejarnos empapar por la Gracia de Dios, que es lo que nos limpia y purifica.

Esa foto en el charco, un espejo que nos hace mirar al cielo, que Dios está con nosotros, que nos ama, que nos quiere a su lado en la Vida eterna, que en este mundo, nos da fuerzas y energías para no cansarnos demasiado.

También esta otra fotografía, que me resulta muy bella, y es verdad que todas las calles nos llevan al Sagrario, vayamos por donde vayamos, pero nunca debemos dar la espalda a Cristo que ha venido a rescatarnos de nuestro hombre viejo y de toda la mundanidad, por lo que debemos ser dóciles al Espíritu Santo.

Recuerdo en la JMJ 2011, el Papa Benedicto XVI en Madrid, cuando empezó a llover torrencialmente, hubo quienes tenían paraguas, o gabardinas, yo no tenía nada de eso, otros se metían en su pequeña tienda de camping, yo estaba de pie, mirando al Papa por alguna de las pantallas grandes que tenía delante, estaba yo empapado y temblando por el frío, pero muy feliz, no pedí a aquel sacerdote santo que me prestase su chubasquero, pero a pesar de que le decía que no, porque yo no quería que por mi culpa cogiese un resfriado, al final, este bendito de Dios me convenció, pues insistió mucho, él también tenía su paraguas.

El haberme mojado por aquella lluvia copiosa, para mí fue bendiciones de Dios, y la verdad, no pude salirme con la mía, sino que el Señor se salió con la suya. De haberlo comprendido, no me hubiera resistido al préstamo. Luego que la lluvia cesó, le devolví el chubasquero.

Siempre es bueno tener un chubasquero en la mochila. Pero ese frío a nadie impidió la ocasión de orar en espíritu y verdad. Y se notó, realmente, que el Espíritu Santo, estuvo allí en medio de la multitud. Pues la juventud ruidosa, cuando dijo nuestro querido Benedicto XVI, que mantuviéramos silencio, no se oía absolutamente nada, ni un ruido, ni un rumor de las personas, nada de nada. Verdaderamente, Cristo estuvo con nosotros en ese momento de la Santa Misa. Momentos de adoración y recogimiento.

Muchas gracias, amigo Alonso, por la paciencia que ha tenido al leer todo esto, que Dios te bendiga siempre.
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A.G.- Ciertamente, amigo, como bien dice, la gracia nos limpia y purifica, como agua de nueva vida. Me gusta eso que dice de que el Señor se salió con la suya. Desde luego, nada nos impide orar en espíritu y en verdad, como vd oró, a pesar de las inclemencias del tiempo.

Cuando camino por la calle, me gusta imaginar a qué Sagrario lleva.

Gracias por el comentario, y un saludo en Cristo.
24/09/14 6:56 PM
  
ult
Eso es un charco con gracia...
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A.G.-Jeje, es un charco con agua
24/09/14 10:13 PM

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