San Sebastián: responsables verdaderamente irresponsables

Ha publicado hace poco Religión en Libertad que algunos responsables de la diócesis de San Sebastián entienden necesario que los asesinos de ETA estén en las instituciones vascas y puedan, por tanto, participar en las próximas elecciones del 1 de marzo.

Es muy conocida la frase de San Agustín según la cual “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti” porque pone, sobre el tapete de la realidad de cada cual, que, el Creador, aún dándonos la vida y haciendo posible, incluso, el perdón del pecado original en el bautismo (o de la forma que Dios quiera en otras manifestaciones religiosas y que, seguramente, ignoramos) nos da la libertad para que, aceptando su voluntad, caminemos hacia su Reino de una forma, digamos, correcta y adecuada.

Muchas veces se argumenta que tal predicación no sirve si no es aceptada por quien la puede recibir. Y eso, en esencia, es cierto, porque entra, de lleno, dentro de la libertad donada por Dios a cada uno de nosotros.

Sin embargo, no es menos cierto que, a pesar de eso, la verdad no deja de ser verdad aunque no la aceptemos porque está ahí y, por decirlo así, permanece sobre nuestros pensamientos y obras.

Por eso, cuando se dice que “Por muy repugnante que nos pueda parecer el proceder de algunos de sus dirigentes ante los asesinatos y atentados, o por una hipotética connivencia o complicidad con ETA (aún por demostrar judicialmente), dejar sin representación a una parte minoritaria pero significativa de nuestro pueblo es un mal para esa comunidad política: limita el ejercicio de un derecho fundamental, distorsiona el mapa electoral y propicia un proceso de excepcionalidad apoyado en una ley también excepcional: la Ley de Partidos“ se actúa de forma irresponsable porque a las personas que no se les permite participar en tal proceso electoral son partidarias, y defienden sus mismos intereses, de otras personas que de la vida ajena, del derecho a la vida, tiene un desconocimiento bastante grande.

dEs claro que cuando lo que, en realidad, pasa es que se odia a otros seres humanos por el hecho de serlo o por aplicarles algún tipo de distintivo especial, se tergiversa la realidad según la cual el ser humano es digno por ser el simple echo de serlo (quien no comprenda esto está, verdaderamente, perdido para la humanidad) Por tanto, cuando se desprecia la vida ajena como se ha hecho en los casos en los que se ha visto implicado la banda terrorista ETA y en todas las que, el mundo, existen, lo que se tiene es una mentalidad deformada por una ideología que desprecia al otro porque, seguramente, no entiende lo que el otro significa para el devenir de la humanidad. O sea, que se trata de odio puro.

Y, entonces, ¿Cómo ha de ser el amor al prójimo?

Consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo
Con estas palabras, Benedicto XVI nos muestra (en su primera Encíclica Deus caritas est 18) lo que, al parecer, falta en la banda terrorista ETA:

-Amar a la persona que no me agrada…
-Mirar al prójimo con los ojos y sentimientos de Cristo…
-Amar a la persona que no conozco…

Y también,

saber que el otro es tan digno como yo…

Los dichos estados del alma requerirían, por tanto, haber confiado en Dios y haberlo recibido en sus vidas; haber conocido al Padre a través del Hijo; haber visto sufrir a Cristo y no hacer daño a los que le inferían el sufrimiento; haber reconocido, en la figura de Jesús, la misericordia del Creador; haber sabido hacer uso de la razón y de la fe como un solo instrumento; haber cumplido, con todo esto, la voluntad del Padre, haber…

Y tantas cosas que no parecen que concurran en según qué tipo de mentalidades, más proclives a odiar que a amar, son las que se podrían citar aquí sin temor alguno a equivocarnos.

Esto hace imposible otro tipo de pensamiento y acción que no sea la manifestación de ira y de rabia contra quien no merece ni la ira ni la rabia de tan nefasto proceder por ser contrario a lo justo religioso, a la justicia de Dios, a su voluntad (que no es matar)

Omnia vincit amor, dice Virgilio en las Bucólicas —el amor todo lo vence—, y añade: “et nos cedamus amori”, rindámonos también nosotros al amor”. Esto lo dice Benedicto XVI en la Carta Encíclica, Deus caritas est (4) citada arriba, y nos ofrece la posibilidad, única, de saber a qué es posible y razonable amoldarse: al Amor que, en realidad, puede romper todas las barreras y acabar con todas las separaciones tendiendo puentes de entendimiento válidos y adecuados en los que el odio no pueda más que, aunque sea, la mínima fraternidad.

Y, además, sólo al Amor vale la pena rendirse.

Por otra parte, dicen, en el artículo citado arriba, que “Tampoco ayuda a afrontar con serenidad y sosiego este período electoral la detención de significados miembros de la Izquierda Abertzale, unida a las probables ilegalizaciones de listas electorales de dicha agrupación, con la acusación de ser «colaboradores de ETA”.

Lo que, verdaderamente no ayuda, en nada, a la comprensión del mundo, es que algunos responsables de la diócesis de San Sebastián hayan llegado a creer que, de parte de la Iglesia católica, se pueden decir tales dislates.

Aunque entiendo, perfectamente, que desde el miedo y la cobardía, las cosas se ven de otra manera.

2 comentarios

  
Luis López
En Alemania a los partidos nazis no se les permite acudir a las elecciones ¿Alguien se imagina a la Iglesia alemana (tanto la Católica como la Evangélica) protestando por esa exclusión? ¿Qué diríamos si un Obispo suplicase que pueda presentarse a las elecciones un partido que odia al diferente, y que justifica las bombas y los tiros en la nuca a civiles indefensos? Diríamos que ese Obispo se ha vuelto loco. ¿O no, Sr. Iriarte?
19/02/09 6:53 PM
  
Eleuterio
Luis López

Es verdaderamente triste que desde instancias eclesiales se pueda insinuar, siquiera insinuar, que, a lo mejor, es bueno dejar que se presente a unas elecciones libres los enemigos de la libertad y, además, de la vida ajena.

Aquellos que se creen con derecho a disponer de la existencia de otra persona son, como poco, acreedores del más grande de los desprecios porque de la vida sólo puede disponer Dios que para eso es el Creador.
19/02/09 7:13 PM

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