La Palabra del Domingo - 10 de julio de 2008

biblia


Mt 14: 22-33

22 En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud.

23 Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.

24 La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra.

25 A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar.

26 Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. “Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.

27 Pero Jesús les dijo: “Tranquilícense, soy yo; no teman".

28 Entonces Pedro le respondió: “Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua".

29 “Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él.

30 Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: “Señor, sálvame".

31 En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?".

32 En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó.

33 Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: “Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios".

COMENTARIO

Jesús y Pedro


Tener Fe y confianza

1.-Es fácil pensar que el episodio que tuvieron que presenciar los Apóstoles no fue, precisamente, muy sencillo de entender ni de creer porque ver a un hombre, aunque fuera Jesús, andando por encima del agua, podía ser demasiado entender y demasiado creer.

2.-Pero Jesús, como era de esperar, tenía algo que hacer y algo que decir. No se trataba, por supuesto, sólo, de algo que se salía del comportamiento ordinario que una persona podía realizar sino que, yendo más allá del mismo, quería servir para enseñarles algo que era de mucha importancia: a tener fe.

3.-Antes que nada, da la impresión que Jesús deja solos a sus discípulos para que se enfrenten a su propia creencia. Él, mientras, sube a la montaña a orar.

Como tantas otras veces hace, orar en la montaña parece acercarlo más a Dios. Por eso el monte, las zonas elevadas, tienen tanta importancia en las Sagradas Escrituras: Abraham, Moisés y Jesús, por ejemplo, suben, física y espiritualmente, para alcanzar a Dios. Y allí hablan con el Padre. Y, sobre todo, desde las alturas físicas y espirituales, bajan reforzados en su fe y dispuestos a cumplir con la misión que cada uno tenía encomendada.

4.-Cuando Jesús se dirige a sus discípulos andando sobre las aguas, parece que encontró a uno de ellos que tenía más arrojo que los demás. Pedro, el que le negaría tiempo después, fue el único que se atrevió a dirigirse a la persona que tenía delante y que, sin saber cómo, venía hacia ellos como si, en realidad, no hubiera agua sino el más duro suelo.

5.-Pero Pedro, incluso en su voluntad de hacer lo que Jesús quería que hiciera, mantiene una duda que, al fin y al cabo, le hará caer de su pedestal de hombre lanzado.

Por eso dice: “Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua“. No estaba seguro de que lo fuera y por eso utiliza ese “si” que, en su sentido condicional, supone una manifestación de poca seguridad. Si hubiera creído que era Cristo el que venía hacia ellos, no habría dudado ni un segundo y habría dicho “Señor, mándame ir a tu encuentro”.

6.-Y eso, seguramente, era lo que quería provocar Jesucristo porque buscaba que la fe de sus discípulos se manifestara en una situación de dificultad; ver si era fuerte, si no mantenían ninguna duda, sobre Él, pegada a su corazón. Por eso le dice a Pedro “hombre de poca fe”.


7.-
Pero Jesús, a pesar de saber que su fe era, digamos, mejorable, no duda en ayudarlo y le tiende la mano. Es esto un ejemplo claro de que Dios nunca nos abandona, ni siquiera (sobre todo en tales momentos) cuando manifestamos alguna duda sobre nuestra creencia en Él y, también, sobre la influencia de su Vida sobre la nuestra.

Y es que Dios es, como sabemos por propia experiencia, paciente y misericordioso, repleto de las “entrañas de misericordia” de las que hablan las Sagradas Escrituras o que, simplemente,“Muestra su misericordia siglo tras siglo a todos aquellos que viven en su presencia”, recogido en Lc 1:50.

8.-Entonces, los discípulos, que antes habían tenido tanto miedo como para ponerse a gritar, creen, recuperan la confianza, vuelven a tener fe en su Maestro, en Cristo que, así, les fortalece en su creencia en el Hijo de Dios.

9.-Por si fuera poco lo sucedido, cuando Cristo, dice el texto evangélico, se subió a la barca se calmó el viento porque, en realidad, Cristo mismo calmó la tormenta que en sus corazones había y llevados por tal calma proclamaron aquel “Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios“.

10.-A nosotros también se nos presentan muchas ocasiones en las que podemos manifestar una falta de fe muy propia de personas que no la tienen muy arraigada en su corazón y que, a la más mínima, preferimos huir de Dios porque, simplemente, tenemos miedo ante lo que nos está pasando.

Y Cristo, Dios mismo, es, sin duda, nuestra tabla de salvación, nuestro apoyo, nuestro verdadero aliento.

ORACIÓN

Padre Dios: ayúdanos a no dudar nunca de Tu presencia entre nosotros (“hasta el fin de los tiempos” dijo nuestro hermano, e Hijo tuyo, Cristo) y a hacerla nuestra aliada en el camino que seguimos, peregrinando, hasta Tu definitivo Reino.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto

El texto bíblico ha sido tomado del Servicio de Biblia de www.catholic.net

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