Juan Pablo II Magno: textos para un mejor vivir. "Verdad"

Serie “Juan Pablo II Magno

JPIIM

El tema de la verdad es, seguramente, uno de los que más ocupó, en su vida, a Juan Pablo II Magno pues supone, como es de creer, el acento sobre el que se pone la salvación del ser humano.

Reconocer lo siguiente es fundamental para nuestra vida porque es, sobre todo, el punto de partida de un comportamiento. Lo dejó escrito en la Encíclica Veritatis splendor (VS) (1993), en su Preámbulo y es que “El esplendor de la verdad brilla en todas las obras del Creador y, de modo particular, en el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gén 1, 26), pues la verdad ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre, que, de esta manera, es ayudado a conocer y amar al Señor. Por esto el salmista exclama: ‘!Alza sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor¡’ (Sal 4: 7)

Tal así que el hombre, creación del Padre Dios, por ser, por eso, su semejanza, encuentra en la verdad el camino para llegar a Quién, de su bondad y misericordia, lo hizo.

Por eso, es conveniente no perder la pasión por la verdad última y el anhelo por su búsqueda, junto con la audacia de descubrir nuevos rumbos” (Encíclica Fides et ratio, 1998, 56)

Sin embargo, a pesar de conocer, y saber, que en la verdad encontramos la verdadera salvación, Juan Pablo II Magno comprendió, a lo largo de su vida que “El hombre ya no está convencido de que sólo en la verdad puede encontrar la salvación. La fuerza salvífica de la verdad es contestada y se confía sólo a la libertad, desarraigada de toda objetividad, la tarea de decidir autónomamente lo que es bueno y lo que es malo” (VS 84)

Libertad que, así entendida, se aleja, mucho, de la que Dios nos concede y nos ofrece y que, en realidad, es lo más opuesto a la misma. De aquí que “Cristo manifiesta, ante todo, que el reconocimiento honesto y abierto de la verdad es condición para la auténtica libertad: ‘Conoceréis y la verdad y la verdad os hará libres’ (Jn 8:32) Es la verdad la que hace libres ante el poder y da la fuerza del martirio” (VS 87)

Libertad, sí (pues es don de Dios) pero no libertad entendida de una forma no conforme con la voluntad de Aquel que espera, de nosotros, una respuesta adecuada a tal don y gracia.

¿No es esto, podría pensarse, una limitación excesiva, de nuestro quehacer?

Juan Pablo II Magno, ante esto, dice que “Según la fe cristiana y la doctrina de la Iglesia, ‘solamente la libertad que se somete a la verdad conduce a la persona humana a su verdadero bien. El bien de la persona consiste en estar en la verdad y en realidad la verdad” (VS 84)

Ante esto, ¿es, en realidad, válida, para nuestra vida, la verdad?

Una respuesta adecuada la ofrece Juan Pablo II Magno en su Encíclica (ya citada arriba) Fides et ratio cuando dice que “La verdad se presenta inicialmente al hombre como un interrogante: ¿Tiene sentido la vida?; ¿hacia dónde se dirige? (…) Nadie, ni el filósofo ni el hombre corriente, puede substraerse a estas preguntas. De la respuesta que se dé a las mismas depende una etapa decisiva de la investigación: si es posible o no alcanzar una verdad universal y absoluta. De por sí, toda verdad, incluso parcial, si es realmente verdad, se presenta como universal. Lo que es verdad, debe ser verdad para todos y siempre” (FR 26-27)

Y la verdad nos ofrece las respuestas a tales preguntas. Y las respuestas que nos da a veces no concuerdan con nuestra idea del mundo y, ni siquiera, de nuestro propio espíritu.

Así, cuando el Papa polaco dice que “la búsqueda de la verdad última parece a menudo oscurecida “ y que “ha decaído, en definitiva, la esperanza de poder recibir de la filosofía respuestas definitivas a tales preguntas” (FR 5), nos está proponiendo, en definitiva, un acercamiento a la verdad misma que nos haga comprender la misma sin los apegos al mundo en los que solemos caer.

Sin embargo, un gran consejo nos ofrece Juan Pablo II Magno: “Quien vive para la verdad tiende hacia una forma de conocimiento que se inflama cada vez más de amor por lo que conoce, aun debiendo admitir que no ha hecho todavía todo lo que desearía. El deseo de la verdad mueve, pues, a la razón a ir siempre más allá; queda incluso como abrumada al constatar que su capacidad es siempre mayor que lo que alcanza. En este punto, sin embargo, la razón es capaz de descubrir dónde está el final de su camino” (FR 42)

Por tanto, querer buscar la verdad, desearla… alcanzarla, no es algo que nos suma en ningún tipo de inconsciencia ni que nos someta algo o a alguien superior a nosotros sino que, al contrario, nos permite saber quiénes somos y a Quién debemos lo que somos.

Además, “Creer en la posibilidad de conocer una verdad universalmente válida no es en modo alguno fuente de intolerancia; al contrario, es una condición necesaria para un diálogo sincero y auténtico entre las personas. Sólo bajo esta condición es posible superar las divisiones y recorrer juntos el camino hacia la verdad completa, siguiente los senderos que sólo conoce el Espíritu del Señor resucitado” (FR 92)

Caminos que, sin duda, supo recorrer quien, a lo largo de una vida de entrega a Dios y al prójimo, se dejó conducir por la verdad misma, sin reparos ni tibiezas.

2 comentarios

  
Noby
Eleuterio

Casi merecería la pena un ciclo sobre Fides et Ratio,porque constataríamos cuán lejos estamos de lograr el equilibrio necesario entre ambos constructos, incluso aquí en RL, en que vamos, a veces, más a derribar al otro que a exponer con sencillez y sana determinación mi postura sobre el tema .
El tratado sobre la razón que hemos manejado hasta los ´80 se ha visto contestado desde la postmodernidad, y ocupa,hoy, un lugar de preeminencia en la sociedad,eso se nota en la falta de convicciones y de consistencia de la fe,y,no solo en los jóvenes.
Esa religiosidad postmoderna,(de supermercado,a la carta), es el mayor desafío para la fe que, a mi entender, se le ha presentado a la Iglesia en los dos últimos siglos pues la sutileza,la buena apariencia, la sonririsita, la corrección política, el ¿y si ellos tienen razón?, ha penetrado en el corazón de la Iglesia ocasionando un estrechamiento circulatorio grave.
No se busca la verdad,sino el cómo hacer para contentar al auditorio y que nadie se ofenda;apenas contamos con poco más que la suave voz profética del Papa (¡qué suerte tener un Papa así!),recordando los puntos clave,irrenunciables de nuestra fe, ¿y todos nosotros,donde estamos?.
Os animo a todos los implicados en RL a seguir, sin desmayar, aunque el cansancio y el desánimo os tienten, trabajando por la búsqueda de la VERDAD, que proporcionará la auténtica LIBERTAD.
26/10/08 12:33 PM
  
Eleuterio
Noby

Todo lo que dice Ud, es, digamos, bastante acertado porque, en muchas ocasiones, da la impresión de que la Fe y la Razón no pueden entenderse cuando sabemos que, al contrario, una no se puede entender sobre la obra.

Tendré en cuanta la serie que me plantea sobre la Encíclica Fides et Ratio porque aquí se plantea una relación buena, adecuada, riguramente perfecta.

También estoy de acuerdo con lo que dice Ud. de la religiosidad a la carta pues el relativismo hace mucho daño en los propios creyentes.

Y sobre la Verdad... lo dicho por Juan Pablo II y lo que nosotros mismos podemos saber sobre la misma, nos ha de conducir hacia el definitivo Reino de Dios.
26/10/08 2:57 PM

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