InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Hábitos católicos

5.12.11

Serie Hábitos católicos - y 6.- Compartir la fe

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La segunda acepción de la palabra “hábito” es, según la Real Academia Española de la Lengua es el “Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas”. Por lo tanto, si nos referimos a los que son católicos, por hábitos deberíamos entender aquello que hacemos que, en nuestra vida, supone algo especial que marca nuestra forma de ser. Incluso es algo que al obedecer a una razón profunda bien lo podemos calificar de instintivo porque nuestra fe nos lleva, por su propia naturaleza, a tenerlos.

Pues bien, esta serie relativa a los “Hábitos católicos” tiene la intención de dar un pequeño repaso a lo que, en realidad, debería ser ordinario comportar en un católico.

6.- Compartir la fe

Nueva evangelización

Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

Todo lo que dice Cristo en este texto que recoge el evangelista que fuera recaudador de impuestos (Mt 5, 13-16) tiene relación exacta con lo que bien podemos llamar evangelización sin ocultamiento.

Ser sal de la tierra y ser luz… al fin y al cabo, compartir la fe que se tiene para que quien la desconozca le abra el corazón y quien quiera conocerla mejor, así lo haga. Y es que compartir la fe no es más que evangelizar y supone, en realidad, cumplir con la misión la que Jesucristo grabó a fuego de su Espíritu en el corazón de sus discípulos.

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28.11.11

Serie Hábitos católicos - 5.- Alegría católica

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La segunda acepción de la palabra “hábito” es, según la Real Academia Española de la Lengua es el “Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas”. Por lo tanto, si nos referimos a los que son católicos, por hábitos deberíamos entender aquello que hacemos que, en nuestra vida, supone algo especial que marca nuestra forma de ser. Incluso es algo que al obedecer a una razón profunda bien lo podemos calificar de instintivo porque nuestra fe nos lleva, por su propia naturaleza, a tenerlos.

Pues bien, esta serie relativa a los “Hábitos católicos” tiene la intención de dar un pequeño repaso a lo que, en realidad, debería ser ordinario comportar en un católico.

4.- Alegría católica

Alegría Católica

La alegría, el optimismo sobrenatural y humano, son compatibles con el cansancio físico, con el dolor, con las lágrimas -porque tenemos corazón-, con las dificultades en nuestra vida interior o en la tarea apostólica. El, perfectus Deus, perfectus Homo -perfecto Dios y perfecto Hombre-, que tenía toda la felicidad del Cielo, quiso experimentar la fatiga y el cansancio, el llanto y el dolor…, para que entendamos que ser sobrenaturales supone ser muy humanos”.

En este texto, número 290 de los del Forja de San Josemaría se contiene mucho de lo que ha de ser la alegría para un hijo de Dios, pero la alegría cristiana, aquí católica, tiene mucho que ver con el dulce Cristo.

A este respecto, la Exhortación Apostólica Gaudete in Domino, de Pablo VI, dice, en su punto 23, dice, refiriéndose al hijo de Dios, que “El ha experimentado en su humanidad todas nuestras alegrías. El, palpablemente, ha conocido, apreciado, ensalzado toda una gama de alegrías humanas, de esas alegrías sencillas y cotidianas que están al alcance de todos. La profundidad de su vida interior no ha desvirtuado la claridad de su mirada, ni su sensibilidad. Admira los pajarillos del cielo y los lirios del campo. Su mirada abarca en un instante cuanto se ofrecía a la mirada de Dios sobre la creación en el alba de la historia. El exalta de buena gana la alegría del sembrador y del segador; la del hombre que halla un tesoro escondido; la del pastor que encuentra la oveja perdida o de la mujer que halla la dracma; la alegría de los invitados al banquete, la alegría de las bodas; la alegría del padre cuando recibe a su hijo, al retorno de una vida de pródigo; la de la mujer que acaba de dar a luz un niño.

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21.11.11

Serie Hábitos católicos 4.- Conocer las Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia católica

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La segunda acepción de la palabra “hábito” es, según la Real Academia Española de la Lengua es el “Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas”. Por lo tanto, si nos referimos a los que son católicos, por hábitos deberíamos entender aquello que hacemos que, en nuestra vida, supone algo especial que marca nuestra forma de ser. Incluso es algo que al obedecer a una razón profunda bien lo podemos calificar de instintivo porque nuestra fe nos lleva, por su propia naturaleza, a tenerlos.

Pues bien, esta serie relativa a los “Hábitos católicos” tiene la intención de dar un pequeño repaso a lo que, en realidad, debería ser ordinario comportar en un católico.

3.- Conocer las Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia católica

Sagradas Escrituras

Dios es el autor de la Sagrada Escritura. ‘Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo’.’La santa Madre Iglesia, fiel a la base de los apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia’ (DV 11)”.

Esto dice el número 105 del Catecismo de la Iglesia católica y exactamente por eso el católico ha de acercarse a las Sagradas Escrituras buscando el Agua Vida de la que se sirvió Cristo para que la samaritana comprendiera que estaba ante el Mesías y se convirtiera. No basta, por lo tanto con una fe infantil sino que, como el cuerpo, el alma también debe alimentarse para crecer y crecer, debe.

El alimento que nos sirve para no quedarnos anquilosados y como niños perpetuos se encuentra, precisamente, en las Sagradas Escrituras y en las enseñanzas de la Santa Iglesia católica.

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14.11.11

Serie Hábitos católicos - 3.- Construir la virtud, desenraizar el vicio

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La segunda acepción de la palabra “hábito” es, según la Real Academia Española de la Lengua es el “Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas”. Por lo tanto, si nos referimos a los que son católicos, por hábitos deberíamos entender aquello que hacemos que, en nuestra vida, supone algo especial que marca nuestra forma de ser. Incluso es algo que al obedecer a una razón profunda bien lo podemos calificar de instintivo porque nuestra fe nos lleva, por su propia naturaleza, a tenerlos.

Pues bien, esta serie relativa a los “Hábitos católicos” tiene la intención de dar un pequeño repaso a lo que, en realidad, debería ser ordinario comportar en un católico.

3.- Construir la virtud, desenraizar el vicio

Vicios y virtudes

El número 1803 del Catecismo de la Iglesia católica dice que “Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” recordando lo que escribió, en su Epístola a los Filipenses (4,8) San Pablo (Flp 4, 8). Añade, para comprensión de tal realidad, que “La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretasy establece lo que, exactamente, cabe acerca de la virtud y que es que “El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios”, trayendo a colación lo dicho, al respecto, por San Gregorio de Nisa.

Hay que tener en cuenta, pues, las virtudes y, acto seguido, reconocer aquellos vicios que nos hacen flojear en nuestra fe y nos llevan por un camino equivocado y que no desembocará en el definitivo Reino de Dios.

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7.11.11

Serie Hábitos católicos - 2.-Sumergirse en la oración

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La segunda acepción de la palabra “hábito” es, según la Real Academia Española de la Lengua es el “Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas”. Por lo tanto, si nos referimos a los que son católicos, por hábitos deberíamos entender aquello que hacemos que, en nuestra vida, supone algo especial que marca nuestra forma de ser. Incluso es algo que al obedecer a una razón profunda bien lo podemos calificar de instintivo porque nuestra fe nos lleva, por su propia naturaleza, a tenerlos.

Pues bien, esta serie relativa a los “Hábitos católicos” tiene la intención de dar un pequeño repaso a lo que, en realidad, debería ser ordinario comportar en un católico.

2.- Sumergirse en la oración

Orar

“¿De dónde viene la oración del hombre? Cualquiera que sea el lenguaje de la oración (gestos y palabras), el que ora es todo el hombre. Sin embargo, para designar el lugar de donde brota la oración, las Escrituras hablan a veces del alma o del espíritu, y con más frecuencia del corazón (más de mil veces). Es el corazón el que ora. Si éste está alejado de Dios, la expresión de la oración es vana".

Esto lo dice el número 2562 del Catecismo de la Iglesia Católica dándonos a entender que no es posible orar si estamos alejados de Dios porque si orar es rogar o pedir o suplicar a Dios por nuestras necesidades y por las del prójimo no exageramos si decimos que para un hijo que así se considera del Padre pocas realidades espirituales puede haber más importantes.

Muchas veces nos encontramos, sin embargo, con una realidad que entorpece nuestra oración porque es más que probable que frente al rezo (como repetición de oraciones así establecidas por la Iglesia católica) el hecho mismo de orar (dirigirse a Dios de forma personal) puede resultarnos dificultoso y árido. Ante esto, San Josemaría nos dice, en el número 90 de “Camino” “¿Qué no sabes orar? – Ponte en la presencia de Dios, y en cuanto comiences a decir: ‘Señor, ¡que no sé hacer oración!…’, está seguro de que has empezado a hacerla”. Entonces, orar no ha de resultar cosa imposible para un cristiano sino, al contrario, acto de ponerse en relación directa con su Padre que está en su Reino y de llenar el vínculo que une a uno y a Otro con expresiones de sometimiento a la voluntad del Creador.

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