InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Entre la luz y la tiniebla

7.03.11

Entre la luz y la tiniebla -¿Por qué duele tanto la Verdad?

El espacio espiritual que existe entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la luz que ilumina nuestro paso y aquello que es oscuro y no nos deja ver el fin del camino, existe un espacio que ora nos conduce a la luz ora a la tiniebla. Según, entonces, manifestemos nuestra querencia a la fe o al mundo, tal espacio se ensanchará hacia uno u otro lado de nuestro ordinario devenir. Por eso en tal espacio, entre la luz y la tiniebla, podemos ser de Dios o del mundo.

¿Por qué duele tanto la Verdad?

Con agradecimiento, porque percibimos la felicidad a que estamos llamados, hemos aprendido que las criaturas todas han sido sacadas de la nada por Dios y para Dios: las racionales, los hombres, aunque con tanta frecuencia perdamos la razón; y las irracionales, las que corretean por la superficie de la tierra, o habitan en las entrañas del mundo, o cruzan el azul del cielo, algunas hasta mirar de hito en hito al sol. Pero, en medio de esta maravillosa variedad, sólo nosotros, los hombres —no hablo aquí de los ángeles— nos unimos al Creador por el ejercicio de nuestra libertad: podemos rendir o negar al Señor la gloria que le corresponde como Autor de todo lo que existe”.

Escribió, en Amigos de Dios (24), san Josemaría el texto aquí traído. No es poco lo que dice porque, en realidad, es el centro de lo que, en muchas ocasiones, se lleva a colación para hacer de menos a la Verdad.

La verdad, Verdad suprema es que Dios existe. Tiene, además, una Ley que sus criaturas (creación Suya es todo) tienen que cumplir pero que, a veces, no es excesivamente comprensiva con los devenires del mundo.

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3.03.11

Entre la luz y la tiniebla - El pan nuestro de cada día

El espacio espiritual que existe entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la luz que ilumina nuestro paso y aquello que es oscuro y no nos deja ver el fin del camino, existe un espacio que ora nos conduce a la luz ora a la tiniebla. Según, entonces, manifestemos nuestra querencia a la fe o al mundo, tal espacio se ensanchará hacia uno u otro lado de nuestro ordinario devenir. Por eso en tal espacio, entre la luz y la tiniebla, podemos ser de Dios o del mundo.

El pan nuestro de cada día

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros ofensores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal” (Mt 6, 9-13).

Los discípulos le pidieron al Maestro que les enseñara a orar porque comprendían que su forma de hacerlo distaba mucho de la que gozaba Jesús. Siempre se entregaba a la oración de forma intensa y reconocían, en ella, un verdadero contacto con Dios.

Y les dijo, entre otras cosas, que pidieran el pan. De cada día el pan que necesitaban les enseñó a pedir, a través de Él mismo, intercesor directo entre Dios, su Padre, y los que tal voluntad expresaban.

El caso es que el “pan” que pedimos es uno que lo es comprensivo de muchos “panes” que necesitamos a diario. Siendo que, así, cada día el pedirlo nos facilita el encuentro con nuestro Creador al que nos dirigimos para que, en efecto, cada día nos lo dé.

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1.03.11

Entre la luz y la tiniebla - La imposible discusión sobre el valor de la vida

El espacio espiritual que existe entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la luz que ilumina nuestro paso y aquello que es oscuro y no nos deja ver el fin del camino, existe un espacio que ora nos conduce a la luz ora a la tiniebla. Según, entonces, manifestemos nuestra querencia a la fe o al mundo, tal espacio se ensanchará hacia uno u otro lado de nuestro ordinario devenir. Por eso en tal espacio, entre la luz y la tiniebla, podemos ser de Dios o del mundo.

La imposible discusión sobre el valor de la vida

En un momento muy difícil de su vida física, Jesucristo dijo, refiriéndose a los que le estaban dando muerte de cruz “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”. Así lo recoge el médico evangelista Lucas en el versículo 34 del capítulo 23 de su evangelio.

Sentía, Cristo, que tenía que cumplir con la voluntad de Dios que no era, como podría pensarse, que su Hijo muriera de aquella muerte infamante sino que perdonara y mostrara misericordia. Así, además, nos ganó la salvación.

Existe un tema acerca del cual existe la tentación de discutir. Y no es que la discusión, en general, sea mala recomendación ni que se deba impedir desde una posición católica. El caso es que, sin embargo, sobre el valor de la vida no debería intentarse un consenso.

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28.02.11

Entre la luz y la tiniebla - Mirarse en Cristo

El espacio espiritual que existe entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la luz que ilumina nuestro paso y aquello que es oscuro y no nos deja ver el fin del camino, existe un espacio que ora nos conduce a la luz ora a la tiniebla. Según, entonces, manifestemos nuestra querencia a la fe o al mundo, tal espacio se ensanchará hacia uno u otro lado de nuestro ordinario devenir. Por eso en tal espacio, entre la luz y la tiniebla, podemos ser de Dios o del mundo.

Mirarse en Cristo

Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 4, 48). Esto lo dice Jesucristo en el contexto del Sermón del Monte. Gran momento para el espíritu saber y reconocer lo que importa para un hijo de Dios y un discípulo del Emmanuel.

Se pregunta S. Agustín, al respecto “¿Qué es lo que se nos ha prometido?”, para responderse que ‘Seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es’. La lengua ha expresado lo que ha podido; lo restante ha de ser meditado en el corazón. En comparación de aquel que es, ¿qué pudo decir el mismo Juan? ¿Y qué podremos decir nosotros, que tan lejos estamos de igualar sus méritos?”.

Pero, al igual que para disfrutar del reino de Dios, que es Cristo, no tenemos que esperar mas que a aceptarlo en nuestra vida, la semejanza que predica san Juan en su Primera Epístola y que hace expresar a S. Agustín (Sermón 305-A), al respecto de quién es a quien seremos semejantes, que “Sin duda alguna, semejantes a aquel de quien somos hijos”, es decir, a Dios, ha de ir referida, también, al mismo Cristo que es, no obstante, el Creador hecho hombre y que no puede, por tanto, ser Otro distinto del Padre.

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24.02.11

Entre la luz y la tiniebla - Buscar a Dios para que se revele

El espacio espiritual que existe entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la luz que ilumina nuestro paso y aquello que es oscuro y no nos deja ver el fin del camino, existe un espacio que ora nos conduce a la luz ora a la tiniebla. Según, entonces, manifestemos nuestra querencia a la fe o al mundo, tal espacio se ensanchará hacia uno u otro lado de nuestro ordinario devenir. Por eso en tal espacio, entre la luz y la tiniebla, podemos ser de Dios o del mundo.

Buscar a Dios para que se revele

Dice Santa Teresa de Ávila que la “sed me parece a mí quiere decir deseo de una cosa que nos hace tan gran falta que, si nos falta, nos mata” (Camino de perfección, c. 19). Por eso encontrar a Dios, en nuestras vidas, reconocerlo en nosotros, es, seguro, la tarea más importante y más beneficiosa que podemos llevar a cabo.

¿Cómo se hace esto?

En primer lugar, se ha de creer que esto es posible (“Convertíos y creed en el Evangelio” dice san Marcos, en 1, 15), y, a la vez sabedores de la dificultad que tiene esto, y, por eso mismo, entender que podemos llegar a encontrarnos con Dios, que siempre nos sale al encuentro. Como diría San Josemaría, en el título que da nombre a uno de sus libros, “Es Cristo que pasa”.

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