InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Meditaciones de Cuaresma

7.03.18

Meditaciones de Cuaresma- Personajes de Cuaresma: la Madre

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Cuando, en algunas ocasiones, se dice en el Nuevo Testamento, que la Virgen María “guardaba aquellas cosas en su corazón” era porque lo que debía guardar era importante pues, de otra forma, habría pasado sin pena ni gloria por su vida.

Podemos imaginar a María guardando en su corazón un momento como fue la Anunciación. No era poca cosa que el Ángel del Señor se le presente y le diga que, si acepta lo que le va a decir, dará a luz al Hijo de Dios. Ni aquello era muy ordinario ni ella se consideraba la mujer más agraciada del mundo… con serlo, como le diría Gabriel.

También podemos estar seguros de que la esposa de José guardaría en el corazón un momento como aquel en el que vino su hijo al mundo y tuvo que hacerlo en aquel lugar donde tuvo que hacerlo. Ni era poca cosa aquello ni podía ser olvidado.

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6.03.18

Meditaciones de Cuaresma- Personajes de Cuaresma: Jesucristo

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No es nada extraño que sea el mismo Hijo de Dios quien dé comienzo ésta muy pequeña serie de personas que, relacionadas con la Cuaresma, vamos a traer aquí. Y es que lo tiene más que bien merecido y le debemos un respeto más que grande.

Jesucristo se encontraba, como suele decirse, “en capilla”. Vamos, que sabía que lo que tantas veces había anunciado que iba a pasar, ¡diantre!, es que iba a pasar.

Podemos imaginar el estado espiritual en el que puede encontrarse alguien que sabe, a ciencia y corazón ciertos que va a morir. Y no que “presume” que, a lo mejor, lo van a matar, sino que tiene seguridad absoluta de lo que ha de sucederle.

El Espíritu de Cristo, claro, no se manifiesta, por decirlo así, como se manifiesta en cualquier otra persona. Y es que siendo Dios hecho hombre, el Espíritu Santo gemía en su corazón con sus sonidos que, a diferencia del común de los mortales creyentes, eran perfectamente entendidos por Jesucristo.

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5.03.18

Meditaciones de Cuaresma – En mitad de la Cuaresma

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Ahora que estamos en mitad de la Cuaresma y muy cerca de la Pasión de Nuestro Señor, bien podemos descubrir las huellas de Dios en nuestra vida espiritual.

Y podríamos, por ejemplo, mirar un crucifijo y saber qué podríamos hacer o decir.

Sin embargo, algo hay que no deberíamos hacer.

No deberíamos mirarle a los ojos porque su mirada limpia descubriría nuestras faltas.

No deberíamos mirarle a las manos porque su profunda llaga se clavaría en nuestra alma. 

No deberíamos mirarle a los pies porque las pisadas que nos amaron nos, me, sorprenderían llorando; no deberíamos mirar su costado porque su luz cegaría nuestra causa.

Y, así vemos sus ojos, y nos sentimos ciegos.

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3.03.18

Meditaciones de Cuaresma – ¿De qué debemos abstenernos?

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Este tiempo de Cuaresma es más que bueno para hacer ciertas cosas que, no lo olvidemos, también deben llevarse a cabo el resto del año. Pero como ahora el corazón está más dispuesto a según qué actitudes espirituales y no ponemos tantos reparos en llevarlas a cabo.

Sabemos que debemos abstenernos de muchas cosas. Y no, no se trata sólo de no comer carne o formas de proceder similares pues eso es algo que se da por supuesto si se es católico y en ciertos momentos como, precisamente, en el que ahora transitamos. Nos referimos a otras cosas que son las que definen muy bien y mejor qué somos en cuanto a nuestra fe.

Por ejemplo, debemos abstenernos de no considerar a Cristo como la Luz del mundo,

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2.03.18

Meditaciones de Cuaresma – En mitad de la Cuaresma

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Ahora que estamos en mitad de la Cuaresma y muy cerca de la Pasión de Nuestro Señor, bien podemos descubrir las huellas de Dios en nuestra vida espiritual.

Y podríamos, por ejemplo, mirar un crucifijo y saber qué podríamos hacer o decir.

Sin embargo, algo hay que no deberíamos hacer.

No deberíamos mirarle a los ojos porque su mirada limpia descubriría nuestras faltas.

No deberíamos mirarle a las manos porque su profunda llaga se clavaría en nuestra alma. 

No deberíamos mirarle a los pies porque las pisadas que nos amaron nos, me, sorprenderían llorando; no deberíamos mirar su costado porque su luz cegaría nuestra causa.

Y, así vemos sus ojos, y nos sentimos ciegos.

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