InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Enero 2019

19.01.19

Ventana a la Tierra Media – La Comarca de Tolkien – El subcreado mundo de Tolkien

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Tengo leído (pero, francamente, no sé dónde) que cuando nuestro querido profesor presentó el Silmarillion más de uno emitió un juicio tal que así: “empieza como la Biblia”. Era, por decirlo así, como quitarle importancia porque, en efecto, ¿qué puede haber mejor que la Sagrada Escritura para un creyente? 

Debemos objetar algo porque, en efecto, tal libro (que sólo sería publicado tras su muerte y gracias a la labor, a veces criticada, de su hijo Christopher) empieza así:

 

“En el principio estaba Eru, el Único, que en Arda es llamado Ilúvatar; y primero hizo a los Ainur, los Sagrados, que eran vástagos de su pensamiento, y estuvieron con él antes que se hiciera alguna otra cosa.” (Ainundalë, La música de los Ainur)

 

Claro, era, en realidad, demasiado simple pensar de una obra como es el Silmarillion por la cual, lo reconozco, siento algo así como admiración temerosa… Pero lo era cuando, a lo mejor, no se siguió leyendo más… 

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18.01.19

Serie "De Resurrección a Pentecostés"- III- Aparición de Jesucristo – 2. El envío

De Resurrección a Pentecostés Antes de dar comienzo a la reproducción del libro de título “De Resurrección a Pentecostés”, expliquemos esto.

Como es más que conocido por cualquiera que tenga alguna noción de fe católica, cuando Cristo resucitó no se dedicó a no hacer nada sino, justamente, a todo lo contrario. Estuvo unas cuantas semanas acabando de instruir a sus Apóstoles para, en Pentecostés, enviarlos a que su Iglesia se hiciera realidad. Y eso, el tiempo que va desde que resucitó el Hijo de Dios hasta aquel de Pentecostés, es lo que recoge este libro del que ahora ponemos, aquí mismo, la Introducción del mismo que es, digamos, la continuación de “De Ramos a Resurrección” y que, al contrario de lo que suele decirse, aquí segundas partes sí fueron buenas. Y no por lo escrito, claro está, sino por lo que pasó y supusieron para la historia de la humanidad aquellos cincuenta días.

 

 

Cuando Jesucristo murió, a sus discípulos más allegados se les cayó el mundo encima. Todo lo que se habían propuesto llevar a cabo se les vino abajo en el mismo momento en el que Judas besó al Maestro.

Nadie podía negar que pudieran tener miedo. Y es que conocían las costumbres de aquellos sus mayores espirituales y a la situación a la que habían llevado al pueblo. Por eso son consecuentes con sus creencias y, por decirlo así, dar la cara en ese momento era la forma más directa para que se la rompieran. Y Jesús les había dicho en alguna ocasión que había que ser astutos como serpientes. Es más, había tratado de librarlos de ser apresados cuando, en Getsemaní, se identificó como Jesús y dijo a sus perseguidores que dejaran al resto marcharse.

Por eso, en tal sentido, lo que hicieron entonces sus apóstoles era lo mejor.

Aquella Pascua había sido muy especial para todos. Jesús se había entregado para hacerse cordero, el Cordero Pascual que iba a ser sacrificado para la salvación del mundo. Pero aquel sacrificio les iba a servir para mucho porque el mismo había sido precedido por la instauración de la Santa Misa (“haced esto en memoria mía”, les dijo el Maestro) y, también, la del sacerdocio a través del Sacramento del Orden. Jesús, pues, el Maestro y el Señor, les había hecho mucho bien tan sólo con arremangarse y lavarles los pies antes de empezar a celebrar la Pascua judía. Luego, todo cambió y cuando salieron Pedro, Santiago y Juan de aquella sala, en la que se había preparado la cena, acompañando a Jesús hacia el Huerto de los Olivos algo así como un gran cambio se había producido en sus corazones.

Pero ahora tenían miedo. Y estaban escondidos porque apenas unas horas después del entierro de Jesús los discípulos a los que había confiado lo más íntimo de su doctrina no podían hacer otra cosa que lo que hacían.

De todas formas, muchas sorpresas les tenía preparadas el Maestro. Si ellos creían que todo había terminado, muy pronto se iban a dar cuenta de que lo que pasaba era que todo comenzaba.

En realidad, aquel comienzo se estaba cimentando en el Amor de Dios y en la voluntad del Todopoderoso de querer que su nuevo pueblo, el ahora elegido, construyera su vida espiritual sobre el sacrificio de su Hijo y limpiara sus pecados en la sangre de aquel santo Cordero.

Decimos, pues, que todo iba a empezar. Y es que desde el momento en el que María de Magdala acudiera corriendo a decirles que el cuerpo del Maestro no estaba donde lo habían dejado el viernes tras el bajarlo de la cruz, todo lo que hasta entonces habían llevado a sus corazones devino algo distinto.

El caso es que los apóstoles y María, la Madre, habían visto cómo se abría ante sí una puerta grande. Era lo que Jesús les mostró cuando, estando escondidos por miedo a los judíos, se apareció aquel primer domingo de la nueva era, la cristiana. Entonces, los presentes (no estaba con ellos Tomás, llamado el Mellizo) se asustaron. En un primer momento no estaban seguros de lo que veían pudiese ser verdad. Aún no se les habían abierto los ojos y su corazón era reacio en admitir que su Maestro estaba allí, ante ellos y, además, les daba la paz y les hablaba. Todos, en un principio, actuaron como luego haría Tomás.

Todo, pues, empezaba. Y para ellos una gran luz los iluminaba en las tinieblas en las que creían estar. Por eso lo que pasó desde aquel momento hasta que llegó el día de Pentecostés fue como una oportunidad de acabar de comprender (en realidad, empezar a comprender) lo que tantas veces les había dicho Jesús en aquellos momentos en los que se retiraba con ellos para que la multitud no le impidiese enseñar lo que era muy importante que comprendieran. Pues bien, entonces no habían sido capaces de entender mucho porque su corazón no lo tenían preparado. Ahora, sin embargo, las cosas iban a ser muy distintas. Y lo iban a ser porque Jesús había confirmado con hechos   lo que les había anunciado con sus palabras y cuando le dijo a Tomás que metiera su mano en las heridas de su Pasión supieron que no era un fantasma lo que estaban viendo sino  al Maestro… en cuerpo y alma.

Sería mucho, pues, lo que pasaría en un tiempo no demasiado extenso desde que el Hijo de Dios volvió de los infiernos hasta que el Espíritu Santo iluminara los corazones y las almas de los allí reunidos. Era, pues, aquello que sucedió entre Resurrección y Pentecostés.” 

III- Aparición de Jesucristo – 2. El envío

 

“Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.’  Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo.  A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos’” (Jn 20, 21-23).

 

Como Dios lo había enviado

 

Cristo, que vino al mundo porque Dios quiso que se salvase la humanidad, había sido enviado para que cumpliera una misión ciertamente difícil. A este respecto, el Evangelio de San Juan (3, 16-21) dice esto que sigue:

“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.”

Vemos, por tanto, que debía, por ejemplo, procurar que no pereciera para siempre quien le siguiera, que tuviera vida eterna. Y, para eso, debía transmitir una Palabra, la de Dios, y el verdadero sentido que la misma tenía muy alejado, a veces, de la consideración que había llegado a tener entre los hombres.

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17.01.19

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar" - El ejemplo de la Cruz

 

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar” – El ejemplo de la Cruz

 

“Allí, la discusión enmudece, ante la sangre de Cristo; allí el alma se torna humilde y serena; el estudio no señala horizontes tan despejados, que se pierden en el infinito.” (Punto 265)

 

El hermano Rafael, como debemos suponer y creer, pasó muchas horas ante la Cruz de Cristo. Y por eso en muchas ocasiones nos habla de ella. Y es que le tenía un apego tan especial que le hace decir lo mejor que un hijo de Dios puede decir de una tal realidad espiritual.

Podemos decir que, junto a la Cruz del Mesías, todo se vuelve infinito, los horizontes no tienen el sentido que, humanamente, damos a las fronteras porque allí no las hay ni podemos buscarlas: Cristo vino a morir por todos aunque muchos ni aceptaron su muerte ni ahora mismo la aceptan ni la tiene por buena o mejor sino que la ignoran de forma total.

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16.01.19

Ahora resulta que esto no ofende. ¡Cosas veredes, Sancho!

Vayamos al grano, sin perder tiempo alguno porque respeto puede haber por las resoluciones judiciales pero no creemos que sea delito no estar de acuerdo con ellas cuando no se está de acuerdo con ellas.

 

Esto dice el artículo del Código Penal español:

 

“1. Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesen o practiquen.

 

2. En las mismas penas incurrirán los que hagan públicamente escarnio, de palabra o por escrito, de quienes no profesan religión o creencia alguna.”

 

Por otra parte, la palabra “escarnio” quiere decir:

 

“Burla cruel cuya finalidad es humillar o despreciar a alguien.“

 

Sinónimos suyos son: “afrenta, agravio, burla, mofa, humillación, ofensa, insulto, injuria, vejación, menosprecio.”

 

Y, ya, para terminar, “afrenta” quiere decir:

 

“Hecho o insulto que ofende gravemente a una persona por atentar contra su dignidad, su honor, su credibilidad, etc.”

 

Ahora, miren ustedes esta imagen:

 

Por su parte, al parecer el magistrado que se ha acabado ocupando del caso (después de recursos y demás), ha escrito esto:

“No basta con que se ofendan los sentimientos religiosos de otros, sino que se requiere que esa conducta haga escarnio público de los dogmas, creencias, ritos o ceremonias de una confesión religiosa, y se tiene que hacer con inequívoca e expresa intención de ofender esos sentimientos religiosos". 

Y es que dice el citado magistrado que: “eso no sucedió". 

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15.01.19

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro"- Lo que no entendemos

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Resultado de imagen de El sillón de ruedas

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Lo que no entendemos

 

“Para nuestra limitación, el significado de la obra redentora es como el nacimiento de una cuarta dimensión con la que a las potencias se les ofrecen nuevas perspectivas o un sereno y majestuoso orden en el que los hechos articulan con precisión, sentido, armonía y grandeza.”

 

Que no entendamos muchas cosas relacionadas con nuestra fe católica no es de extrañar. Y no lo es porque las mismas proceden de Quien nos ha creado y mantiene en el mundo y no estamos, simplemente, capacitados para entenderlo todo.

El Beato Manuel Lozano Garrido, que de esto sabía más que algo, habla de “nuestra limitación” pues no hablamos, ni habla él, de la que son físicas que pueden soportarse sino de aquellas que, siendo espirituales, no siempre estamos dispuestos a comprender ni, sobre todo, a aceptar.

Nosotros nacemos, nos movemos y existimos, como dice el Apóstol. Y, sin embargo, precisamente porque somos pecadores, necesitamos ser redimidos, perdonados, salvados.

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