InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Octubre 2018

25.10.18

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar" - Dios, aquí mismo

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar” –  Dios, aquí mismo

“¡Qué grande es Dios! ¡Qué infinita es su sabiduría! ¡Qué bien ordena los acontecimientos para siempre su mayor gloria!

No necesita Él llevarme por el mundo y mostrame sus maravillas para que mi pobre alma se abisme en su nada, y le adore en su imponente Majestad.” (Punto 250)

 

Que el hermano Rafael ama a Dios (lo decimos en presente aunque, claro está, el texto es de antes de que pasara a la Casa del Padre pero estamos seguros de que ahora, ahora mismo, “ama a Dios” con una realidad más gozosa que cuando habitaba entre los hombres del mundo) es bien cierto. Y que lo muestra y demuestra en este texto, también.

Nosotros tenemos por verdad que Dios, cuando creó todo lo existente, no lo abandonó porque descansara el último día de aquel tiempo (fuera el que fuese) No. Estamos más que seguros que hoy mismo sigue manteniendo su creación.

Pues bien, todo lo que pasa no es por casualidad. Aquí no cabe tal posibilidad sino que todo, que está ordenado por Dios, pasa, como bien dice San Rafael Arnáiz Barón, para gloria de Dios.

Entonces ¿cuándo una persona enferma o pasa por malos momentos también acaece eso para gloria de Dios?

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24.10.18

Reseña: ”De rodillas”

      De rodillas        De rodillas

 

Título: De rodillas

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán.

Editorial: Lulu.

Páginas: 86

Precio aprox.:  3.50 € en papel – 0.99 € formato electrónico.

ISBN: 5800130495487 papel; 978-0-244-42250-9 electrónico.

Año edición: 2018

 

Los puedes adquirir en Lulu.

De rodillas” - de Eleuterio Fernández Guzmán.

Con este libro continuamos la serie de libros que, dentro de la denominación de Fe práctica, hemos dado en empezar. El que sigue lleva el título “De rodillas”, del que reproducimos la Introducción del mismo.

 

“Introducción

No podemos negar que, muchas veces, la descendencia de Dios, aquellos seres que hemos sido creados por el Todopoderoso, y no de cualquier forma sino a su imagen y semejanza, olvidamos, precisamente, eso. 

La fe nos dice, eso sí, que Dios nos ha creado y que por eso nunca deberíamos hacer como si su realidad, su existencia y, en fin, aquello que lo define y contiene, no fuera de nuestra importancia. 

Es bien cierto, a este respecto, que no hay más ciego que ele que no quiere ver y, claro, más sordo que el que no quiere oír y, menos aún, escuchar. 

El caso es que, en lo referido a la ceguera y a la sordera no es que Dios haya hecho poco (y haga) para que veamos y para que escuchemos sino, justamente, al contrario. 

Todo, desde nuestra propia existencia hasta todo lo que nos rodea, nos habla del Creador. 

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23.10.18

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro"- Así es la santidad

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

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Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Durante unas semanas, si Dios quiere, vamos a dedicar el comentario de los textos de Lolo a un apartado particular del libro citado arriba de título “Recuento de beneficios” donde hace indicación de los beneficios de la relación del Beato con el Todopoderoso.

Así es la santidad

 

“Uno apunta a una santidad que se desarraiga, etérea e inmaterial, y Dios nos pasa por la cara el sudor y el afán de trabajo que hay en el mosto que se hará Sangre; el fuego que derriten los cielos sobre la mies que aspira a ser Hostia; el hielo que taladra las manos que redondean la linfa suave del Óleo; la gota que se decanta en las fuentes y las riberas hasta hacerse borbotón bautismal que regenera; la mano que acaricia, trabaja, pega o araña y un día se alza sobre las frentes para liberarlas porque Alguien le otorgó una fuerza poderosa.” (El sillón de ruedas, p. 71)

 

Como suele pasar tantas veces con aquellos hermanos nuestros que han alcanzado la meta de los altares, es fácil que nos sorprendan con realidades espirituales que la gran mayoría de nosotros no somos capaces de apreciar. Y por eso, precisamente, son ejemplo a seguir.

Pues bien, el Beato Manuel Lozano Garrido lo vuelve a hacer (es que muchas otras veces lo ha hecho) cuando habla de santidad pero, sobre todo, de cómo es, en realidad, ser santo.

Ciertamente, tiene razón el Beato de Linares (Jaén, España) cuando no insinúa sino que, directamente, pone el dedo donde más duele: son demasiadas las veces que confundimos la santidad y creemos que es algo, cómo decirlo…, sí, etéreo. Vamos, que es algo como que no se puede tocar y, a lo mejor por eso, no somos capaces, siquiera, de intentar alcanzarla.

Pero, en materia espiritual, las cosas no suelen ser como nosotros creemos que son. Y, es más, la mayoría de las veces, son, justamente, lo contrario o, mejor, están muy alejada su verdad de la que tenemos por fetén y cierta.

Manuel Lozano Garrido nos dice que, es verdad, a veces nos equivocamos… Y, entonces, Dios pone las cosas en su sitio (que es el Suyo)

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21.10.18

La Palabra del domingo - 21 de octubre de 2018

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Mc 10, 35-45

 

“35 Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: ‘Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.’ 36 El les dijo: ¿Qué queréis que os conceda?’ 37 Ellos le respondieron: ‘Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.’ 38 Jesús les dijo: ‘No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?’ 39 Ellos le dijeron: ‘Sí, podemos.» Jesús les dijo: ‘La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo conque yo voy a ser bautizado; 40 pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.’ 41 Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan.42 Jesús, llamándoles, les dice: ‘Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores  absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. 43 Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, 45 que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.’”

      

  

COMENTARIO

 

No es otra cosa seguirme que servir

 

1. Santiago y Juan, haciendo honor al mote con el que Jesús los nombraba, hijos del trueno (Boanerges), actúan de esa forma arrebatada que les caracterizaba y les diferenciaba de los otros Apóstoles. Eran hombres, y como tal actúan. Tratan de que Jesús les conceda estar a un lado de su persona, uno a la derecha y otro a la izquierda. Querían poder, por decirlo rápidamente. 

También la madre de los Zebedeos diría a Jesús lo mismo pretendiendo ese puesto existencial de verdadera importancia para sus hijos. Actuaba como madre al igual que hacen, ahora, Santiago y Juan. 

Jesús, conociendo la naturaleza humana, les conmina a que contesten sobre lo que son capaces de hacer. Como lo quieren todo, todo lo ofrecen, hasta beber la amargura del cáliz de la pasión que aún no conocen pero que, sin duda, también beberán (al menos uno de ellos en toda su crudeza). Con esto, los apóstoles que ahora desean manifestar su especial relación con el Maestro, afirman esa fidelidad diciendo ese “podemos”. Este acto de fe debería servir de ejemplo para los que nos entendemos o creemos seguidores de Jesús e hijos de Dios porque dicen querer, ignorando su futuro, abandonándose, totalmente, en las manos del Creador. Son, por eso, además de unos hombres que actúan como hombres, unos discípulos que actúan como discípulos. 

Así, Jesús les dice que, efectivamente, van a sufrir como Él sufrirá y que “recibirán el mismo bautizo que yo”, bautismo que lo será no de agua sino de sangre, la que emanará de su cuerpo en el camino de su calvario. Cada cual tendrá el suyo, Santiago antes que Juan pero, al fin y al cabo, cada cual en su forma. 

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20.10.18

Serie “Al hilo de la Biblia" - Juan escuchó a Dios

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia? “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Juan escuchó a Dios

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 Jn 1, 33

 

“Y yo no lo conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo.”

 

No podemos negar (aunque, algunos, a lo mejor sí) que este texto del Evangelio de San Juan es misterioso. Y es que no resulta fácil acabar de comprender cómo fue aquello.

Podemos estar casi seguros que el Apóstol Juan fue discípulos de Juan el Bautista. Y es que así parece en el mismo Evangelio cuando, al principio de todo estaban Andrés y el hijo pequeño de Zebedeo junto al Bautista y dijera aquello, algo así como, “ahí va el Cordero de Dios”.

Queremos decir con esto que Juan, Apóstol, no recoge aquí lo que haya oído decir por ahí sino que es más que probable que lo escuchara salir, directamente, de la boca y el corazón del primo del Maestro.

Pues bien, no podemos negar, como decimos arriba, que el cómo de la cosa no es fácil de comprender.

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