InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Agosto 2018

8.08.18

Serie “El Bien, Jesucristo, el Cielo” - 2 - El Bien que debemos anhelar

El Bien, Jesucristo, el Cielo

 No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien.”

 

Epístola a los Romanos 12, 21

 

En estas mismas páginas se ha publicado, en formato serie, el libro de título “El Mal, El Diablo, el Infierno”. Y, como no podía ser menos, la parte buena, la que ha de prevalecer, Cristo mismo y Dios mismo, debían tener su serie. La misma está referida al libro de título “El Bien, Jesucristo, el Cielo” que, fácilmente puede verse es, justo, lo contrario a lo otro. 

El Mal puede vencerse con el Bien. Eso es lo que la cita que hemos puesto como principal de este libro nos dice. Y San Pablo, diciéndonos tal cosa, nos auxilia ante lo que podamos estar pasando. 

No podemos, por tanto, alegar falta de socorro en estos casos pues bien sabemos que Dios nunca nos abandona y pone, en el camino de nuestra vida, a testigos de la fe que nos echan una mano. 

De todas formas, el Bien puede ser, digamos, usado contra el Mal. Y eso porque el Bien existe para mucho más que para eso que, con ser importante, no agota las posibilidades de lo bueno y mejor. 

No podemos negar, al respecto del Bien, que, para espíritus no perjudicados por el Mal, es más atractivo el primero que el segundo. Y es que no puede considerarse sana, espiritualmente hablando, la persona que esté a favor de las asechanzas del Maligno y/o de los frutos que de las mismas puedan derivarse. No. Es más seguro esperar que el común de los creyentes esté más por el Bien que por el Mal. Y eso se apoya en algo esencial: el Bien proviene de Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra en quien no hay falsedad ni mentira. 

No podemos negar, en beneficio nuestro, que a lo largo de la historia de la cristiandad ha habido hermanos nuestros en la fe que han considerado este tema, el del Bien, como uno que lo era muy importante, a tener en cuenta y a destacar. 

Así, por ejemplo, para los Santos Padres, era mayor la preocupación de señalar que Dios es el Bien Supremo y que, por tanto, toda criatura deriva de su Bondad. Pero también San Agustín, Boecio o la propia doctrina escolástica, con Santo Tomás de Aquino a la cabeza, han tenido a bien considerar el Bien entre sus temas básicos de conocimiento y estudio. 

Y ya, digamos que recientemente, en el Concilio habido en el seno de la Iglesia Católica (Vaticano I), la Constitución De Fide Catholica, en su capítulo I, dice esto que sigue:

 

“Éste único, solo, Dios verdadero, de su propia bondad y omnipotencia, no para el aumento de su propia felicidad, no para adquirir sino para manifestar su perfección por las bendiciones que Él otorga a las criaturas, con absoluta libertad de consejo creó desde el principio de los tiempos a la criatura tanto la espiritual como la corporal, a saber, la angélica y la mundana; y después la criatura humana.”

 

Vemos, por tanto, que el Bien no es, sólo, necesario en la vida del creyente católico (creemos que también en la de cualquier ser humano, en general y por ser especie creada por Dios) sino que es lo único que puede anhelar quien se sabe hijo del Todopoderoso. 

Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que por el bien se va al Bien mayor que es Dios mismo.

2 - El Bien que debemos anhelar

 

Bien es amar.

Bien es olvidar.

Bien es sembrar verdad.

Bien es amar al Padre.

Bien es buscar la unión.

Bien es auxiliar al perjudicado por el sufrimiento.

Bien es ir al encuentro del Hijo de Dios.

Bien es ser misericordioso.

Bien es querer seguir a la Luz.

Bien es huir de la tentación.

Ben es no sostener nunca la mentira.

Bien es dejarse llevar por la voluntad de Dios.

Bien es transmitir la Buena Noticia.

Bien es acoger santamente a los hijos de Dios.

Bien es seguir las obras de Dios.

Bien es alimentar la comprensión.

Bien es adorar lo bello.

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7.08.18

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro"- Saberse bajo una protección Superior

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

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Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

“El sillón de ruedas” - Saberse bajo una protección Superior

 

“Lo acuso y guardo para mí el escalofrío, pero ya he aprendido a cerrar los ojos con serenidad y confiarme a unas manos que hacen y deshacen con inteligencia, con dulzura, con destino, con amor, con infinito amor” (“El sillón de ruedas, pg 63)

 

Las palabras que preceden a las que hemos traído lo son de dolor, de sufrimiento. Y es que el Beato Manuel Lozano Garrido, en éste, su primer libro, pone sobre la mesa una situación dolorosa y sufriente, Sin embargo, eso no lo desespera y no lo hace pensar que Dios le ha tomado manía o algo por estilo. Es más, es, justamente, lo contrario.

Es cierto. Sí. Lolo sufrió mucho a lo largo de la vida que vivió desde que comenzó a manifestarse los primeros síntomas de su enfermedad degenerativa. Y no son pocas las veces que lo escribe en sus libros. Por eso sabe, como nos dice antes de lo aquí traído, que llegará un momento en el que, simplemente, tendrá que morir (no lo dice así, exactamente, pero se le entiende todo…) como consecuencia de tantos padecimientos que anda sufriendo por la vida. Pero hay algo, como decimos, que lo saca de un tal marasmo.

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5.08.18

La Palabra del Domingo - 5 de agosto de 2018

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Jn 6, 24-35

 

“24 Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las  barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús. 25 Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: ‘Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?’ 26 Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. 27 Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello’.

28 Ellos le dijeron: ‘¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?’ 29 Jesús les respondió: ‘La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado’. 30 Ellos entonces le dijeron: ‘¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer’. 32 Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; 33 porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo’. 34 Entonces le dijeron: ‘Señor, danos siempre de ese pan’. 35 Les dijo Jesús: ‘Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.’”

 

COMENTARIO

 

Buscar a Cristo y entenderlo

 

Es bien cierto que muchos buscaban a Jesús. También es cierto que no siempre lo buscaban por espirituales razones.

El Hijo de Dios los tenía bien calados. Y queremos decir con esto que conocía, humanamente hablando, a los que iban detrás de Él o tras Él. Y no siempre era bueno el resultado de tal conocimiento.

Cuando aquello del milagro de la multiplicación de los panes y de los peces a muchos se les debió alterar más el estómago que el corazón. Y es que si aquel Maestro hacía eso…  ¡Sería bueno ir tras Él!

Pero Jesucristo entiende las cosas espirituales como deben ser entendidas. Y no se equivoca con ellas porque conocer más que bien la voluntad de su Padre Dios Todopoderoso.

La atención la pone Cristo sobre lo que importa y no es, precisamente, lo que es perecedero.

La vida eterna, aquella que dura para siempre no es, por eso mismo, perecedera. No. Nunca termina. Y es la que se debe buscar. Y lo otro, lo que pasa y muere no tiene tanta importancia como le daban aquellos otros nosotros y, ahora mismo, nosotros mismos.

Debemos trabajar y obrar para el alimento que nunca muere.

La pista sobre qué es tal alimento nos lo da el mismo Hijo de Dios. Ni quería entonces ni quiere ahora que hagamos excesivas elucubraciones teológicas. No. Lo dice todo bien claro: el alimento que no perece lo da el Hijo del hombre. Es decir, Él mismo.

Sobre esto puede haber duda alguna. No hay nadie, ni ha habido antes de la llegada del Mesías, ningún otro ser humano que lleve, sobre sí, el sello de Dios ni nadie, por tanto, que pueda ser capaz de hacer lo que en su día hizo su Hijo. Por eso era tan importante escuchar lo que decía y, luego, ponerlo por obra.

Aquellos querían saber más. A lo mejor, seguramente, no habían acabado de entender aquello del alimento que nunca muere, etc. Y preguntan.

Creemos que, con franqueza, ellos querían saber para hacer según les decía aquel Maestro al que muchos querían de verdad.

 

Lo que debían hacer era sencillo: creer en el Hijo del hombre, en Aquel que les estaba hablando.

Ellos, sin embargo, aún no acaban de creer. Son duros de corazón.

Seguramente todos los presentes sabían lo del maná que, como alimento y ante el ruego del pueblo elegido por Dios, salvó la vida a los que no acababan de confiar en Aquel que les había sacado de muy malos momentos.

Aquel maná, sin embargo, no era cosa de Moisés. Es decir, no fue el profeta quien les procuró el alimento. No. Fue Dios mismo el que, ante la situación por la que pasaba su pueblo, envió la salvación en forma de alimento.

Ellos, sin embargo, atribuían a quien les llevó por el desierto, aquel milagroso hecho que tantas vidas salvó.

Pero Jesucristo sabe que no todo es como pueda aparentar ser. Y ellos, quiere comer del pan que les anuncia porque, según entienden, es que les va a traer la salvación. Sin embargo, no acaban de comprender del todo lo que les dice el Hijo de Dios.

El Mesías no dice nada que no se pueda entender: Él es el pan bajado del Cielo. Por eso, deben acudir a Él y aceptarlo como el Hijo de Dios enviado por el Creador al mundo para que el mundo se salve.

No tener nunca hambre y no tener nunca sed. Y es que una promesa como esa sólo la puede hacer quien sabe que puede cumplirla.

  

PRECES

Pidamos a Dios por todos aquellos que dudan acerca del Pan bajado del Cielo.

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que no saben ver la salvación que hay en Cristo.

Roguemos al Señor.

 

ORACIÓN

Padre Dios; gracias por haber enviado a tu Hijo para que fuera el pan bajado del Cielo.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

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Por la libertad de Asia Bibi. 
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Por el respeto a la libertad religiosa.                                                                                                                                         
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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

El Pan bajado del Cielo se nos da como alimento que lleva a la vida eterna. Y es, por eso mismo, nuestra salvación

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Para leer Fe y Obras.

 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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4.08.18

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Las cosas en su sitio

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia? “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

Las cosas en su sitio

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Y Jesús dijo… (Mc 10, 43-45)

 

“Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.”

 

Cuando el Hijo de Dios dice esto que aquí dice es porque ha calao (expresión popular que quiere decir algo así como conocido hasta el alma, muy bien, acertadamente, hasta el fondo…) muy bien el corazón de muchos y los tiene más que fichados como malos ejemplos a seguir.

Es bien cierto que el ansia de querer ser el primero de entre muchos ni era nuevo entonces ni lo es ahora mismo. Es bien cierto, también, que el poder consiste, precisamente, en eso. Por eso Jesucristo quería hacerles ver a sus Apóstoles que lo que era importante, de verdad, no era lo que ellos podían, ellos mismos, querer, ansiar, anhelar.

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3.08.18

Serie “De Ramos a Resurrección” – La glorificación de Cristo – Segunda Palabra

De-ramos-a-resurrección

En las próximas semanas, con la ayuda de Dios y el permiso de la editorial, vamos a traer al blog el libro escrito por el que esto escribe de título “De Ramos a Resurrección”. Semana a semana vamos a ir reproduciendo los apartados a los que hace referencia el Índice que es, a saber:

Introducción                                        

I. Antes de todo                                           

 El Mal que acecha                                  

 Hay grados entre los perseguidores          

 Quien lo conoce todo bien sabe               

II. El principio del fin                          

 Un júbilo muy esperado                                       

 Los testigos del Bueno                           

 Inoculando el veneno del Mal                         

III. El aviso de Cristo                           

 Los que buscan al Maestro                      

 El cómo de la vida eterna                              

 Dios se dirige a quien ama                      

 Los que no entienden están en las tinieblas      

 Lo que ha de pasar                                 

Incredulidad de los hombres                    

El peligro de caminar en las tinieblas         

       Cuando no se reconoce la luz                   

       Los ánimos que da Cristo                  

       Aún hay tiempo de creer en Cristo            

IV. Una cena conformante y conformadora 

 El ejemplo más natural y santo a seguir          

 El aliado del Mal                                    

 Las mansiones de Cristo                                

 Sobre viñas y frutos                               

 El principal mandato de Cristo                         

       Sobre el amor como Ley                          

       El mandato principal                         

Elegidos por Dios                                    

Que demos fruto es un mandato divino            

El odio del mundo                                   

El otro Paráclito                                      

Santa Misa                                             

La presencia real de Cristo en la Eucaristía        

El valor sacrificial de la Santa Misa                   

El Cuerpo y la Sangre de Cristo                 

La institución del sacerdocio                     

V. La urdimbre del Mal                         

VI. Cuando se cumple lo escrito                 

En el Huerto de los Olivos                              

La voluntad de Dios                                        

Dormidos por la tentación                        

Entregar al Hijo del hombre                            

       Jesús sabía lo que Judas iba a cumplir       

       La terrible tristeza del Maestro                  

El prendimiento de Jesús                                

       Yo soy                                            

       El arrebato de Pedro y el convencimiento   

       de Cristo

Idas y venidas de una condena ilegal e injusta  

Fin de un calvario                                   

Un final muy esperado por Cristo              

En cumplimiento de la Sagrada Escritura

        La verdad de Pilatos                        

        Lanza, sangre y agua                      

 Los que permanecen ante la Cruz                   

       Hasta el último momento                  

       Cuando María se convirtió en Madre          

       de todos

 La intención de los buenos                      

       Los que saben la Verdad  y la sirven          

VII. Cuando Cristo venció a la muerte        

El primer día de una nueva creación                 

El ansia de Pedro y Juan                          

A quien mucho se le perdonó, mucho amó        

 

VIII. Sobre la glorificación

 La glorificación de Dios                            

 

Cuando el Hijo glorifica al Padre                       

Sobre los frutos y la gloria de Dios                  

La eternidad de la gloria de Dios                      

 

La glorificación de Cristo                                

 

Primera Palabra                                             

Segunda Palabra                                           

Tercera Palabra                                             

Cuarta Palabra                                               

Quinta Palabra                                        

Sexta Palabra                                         

Séptima Palabra                                     

 

Conclusión                                          

 

 El libro ha sido publicado por la Editorial Bendita María. A tener en cuenta es que los gastos de envío son gratuitos.

  

“De Ramos a Resurrección” – La glorificación de Cristo – Segunda Palabra

 

Segunda Palabra

 

“En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso”

(Lc 23, 43).

 

Jesús acababa de pedir perdón a Dios por aquellos que lo estaban martirizando. Aún, sin embargo, iba a mostrar que el amor de Dios no tiene límite alguno y que puede llegar a convertir los corazones hasta en las situaciones más terribles por las que pueda pasar el ser humano. 

De entre los dos ladrones que crucificaron junto a Jesús (se les ha dado en llamar Dimas al buen ladrón y Gestas al ladrón que actuó de forma demasiado humana) uno de ellos comprendió la verdadera situación por la que estaban pasando ellos dos y el hombre a quien habían ajusticiado de forma bastante improcedente.

Dimas actúa, en aquella situación, de forma muy similar a cómo actuara el publicano que subió al templo a orar. Sabemos lo que hizo, en la misma situación, un fariseo que también estaba orando allí mismo. Pero el primero, tenido por traidor al pueblo judío por recaudar impuestos para el invasor cristiano, sabía en qué situación se encontraba:

“En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’” (Lc 18, 13).

 Pues bien, decimos que Dimas actuó de forma similar. Y es que él reconoce que es pecador:

“Pero el otro le respondió diciendo: ‘¿es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, por- que nos lo hemos merecido con nuestros hechos” (Lc 23, 40-41).

Tal reconocimiento supone una manifestación de humildad por su parte desde que pone sobre la mesa todas las cartas de su vida: ellos, él en concreto, tienen bien merecido el castigo porque su vida ha sido mal encauzada y han cometido determinados delitos que les han llevado a una muerte tan terrible como la que estaban a punto de sufrir. Sin embargo, creía que Jesús no estaba en la misma situación que ellos.

La situación del Mesías era bien distinta a la de ambos ladrones. Dimas sabía, debía conocer a quien estaba crucificado con ellos, más de lo que se nos dice en el texto bíblico. Y es que dice, y recoge san Lucas (23, 41):

 

“En cambio, éste nada malo ha  hecho.’”

 

Si naamalo ha hecho, lo bien cierto es que habría hecho algo bueno que no le merecía la muerte que le estaban proporcionando. 

Y entonces, en aquel momento en el que reconoce su culpabilidad y, a la vez, la inocencia de Jesucristo, se convierte y cree. Cree en aquel que le acompaña porque ve cómo ha pedido perdón a Dios por sus matarifes. ¡No los ha condenado como sería humanamente entendible! ¡aquel hombre era, sin duda, el Hijo de Dios y a él se tenía que encomendar! Y le pide lo que sólo quien tiene plena confianza en el destinatario de su petición, puede pedir:

“Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino” (Lc 23, 42).

 

En tal momento, crucial para la vida de Dimas, Jesús se rinde a la humildad y a la conversión del corazón de aquel hombre. Si, a lo largo de su vida pública, siempre había atendido con especial favor a quien manifestaba confianza y fe en Él (cf. Lc 7, 50 cuando una mujer le unge con perfume; en Lc 17, 19, en el caso del leproso curado que volvió, único de los diez sanados, a dar gloria a Dios; en Mc 5, 34, en el caso de la hemorroísa o, por ejemplo, en  Mc 10, 53, en el caso del ciego Bartimeo) entonces no era el momento más adecuado para cambiar tan buena y misericordioso proceder.

Vemos, también, que Dimas es hasta tal punto humilde que no le pide que le salve en aquel momento. al reconocerlo como Hijo de Dios no había hecho lo mismo que su compañero Gestas quien, tentando a Jesús, le exigía su propia salvación y la de los dos que le acompañaban. No, Dimas se limita a pedir que cuando vuelva al mundo (anuncio de la Parusía por parte de este buen ladrón) lo tenga en cuenta, que se acuerde de quien le había reconocido como inocente y había convertido su corazón al manifestar humildemente sus pecados y su mal proceder.

Y Jesús, que es la Verdad, responde con la Verdad y con aquello que, ni siquiera Dimas, puede esperar: no tendrá que esperar, para que se acuerde de él, a su vuelta al mundo. No. Para él, por su comportamiento tan especial, tiene un regalo muy grande que tiene que ver con la vida eterna y con el anhelo de todo creyente judío de habitar las praderas del Reino de Dios.

Jesús, sin embargo, no promete nada. Decimos que no promete porque no le dice, por ejemplo, “Veremos qué pasa contigo, según sea la voluntad de mi Padre”. No. Jesús afirma, de forma contundente, una gran verdad que iba a cumplirse muy pronto. Y es que el Hijo del hombre consuela a Dimas con una afirmación clara: no mañana o el año que viene o, ni siquiera alguna vez, sino que “hoy” iba a estar en el Paraíso.

Aquella afirmación, llena de esperanza escatológica para Dimas, estaba dicha por Quien había creado todo y todo lo estaba manteniendo. Es más, por Quien había enviado a su Hijo al mundo para que el mundo se salvase y saliese de la fosa en la que, voluntariamente, había querido caer. Y aquel hombre, aquel Dios hecho hombre, le dice a Dimas que iba a entrar en el Paraíso aquel mismo día. Sabía que estaba bebiendo el cáliz que Dios le había hecho beber y que aquel bautismo de sangre de Cristo que había recibido en aquella cruz era la que iba a limpiar su alma, la que había acabado de limpiar su alma, y le permitía entrar en el Paraíso sin demora y sin esperar purificación mayor: su humildad y su fe le habían procurado una sanación espiritual más poderosa, por inmediata, que la del fuego del Purgatorio.

En realidad, es el mismo Hijo de Dios, aquel que le acompaña en el suplicio, quien le ha perdonado todo el daño que pudiera haber hecho a lo largo de su vida. Concurría, eso sí, el arrepentimiento por los pecados en los que había incurrido, pero era Jesús mismo el que lo absolvía de todos ellos y le daba mucho más de lo que Dimas había pedido porque le daba el mismísimo cielo, el Paraíso.

Pero, además, le dice no sólo que va a estar en el Paraíso. esto hubiera sido, y era, más que suficiente para Dimas y para cualquiera. Lo que le dice Jesús era que iba a estar “conmigo” (con Él mismo) lo cual sólo podía querer decir que iban a entrar los dos a la par en el definitivo Reino de Dios.

Al respecto del “hoy” antes referido y que asegura Jesús va a pasar es bien cierto que no se debe tratar de un presente humano sino de uno que lo sea divino. Y esto lo decimos porque no es hasta que Jesús resucita, al tercer día, cuando dice a María Magdalena que no lo toque porque aún no ha subido al Padre (cf. Jn 10, 17) entonces, deducimos de esto que cuando Dimas murió bajó al llamado “limbo de abrahám” donde moraban las almas de los justos que habían muerto antes de la llegada del Mesías. Allí bajó Cristo (“descendió a los infiernos” afirmamos en el credo) donde la liberó junto a muchas otras almas que se encontraban en la misma situación que la suya. entonces sería cuando el alma de Dimas subiría al Paraíso junto con Jesús. Lo hacía aquel “hoy mismo” divino pues Dios no tiene ni pasado, ni presente ni futuro (aunque todo lo conozca) desde un punto de vista humano. Todo, para el señor es “ahora”, su “ahora”. De todas formas, Jesús no le dice a Dimas que él iba a ser el único que iba a entrar “hoy” en el Paraíso junto a Él sino que iba a estar allí con Él. al fin y al cabo, Dios “es”:

 

“Dijo Dios a Moisés: ‘Yo soy el que soy’” (Ex 3, 14).

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno

Para entrar en la Liga de Defensa Católica

INFORMACIÓN DE ÚLTIMA HORA

A la venta la 2ª edición del libro inédito del beato Lolo

Segunda edición del libro inédito del beato Lolo

Ya está disponible la 2ª edición de Las siete vidas del hombre de la calle, libro inédito de nuestro querido beato Lolo. La acogida ha sido tal que hemos tenido que reeditarlo para atender la creciente demanda del mismo: amigos de Lolo y su obra, para regalar, para centros de lectura y bibliotecas, librerías,… innumerables destinos para los hemos realizado una segunda edición de hermoso e inédito libro.


Si aún no lo compraste o si aún no lo regalaste ¡ahora es el momento de pedirlo!
 
portada del libro Las siete vidas del hombre de la calle, segunda edición, del beato Lolo

Recuerda que, con la adquisición de estos libros…

  • … enriqueces la vida espiritual de quién lo lea.
  • … colaboras a difundir la obra y devoción hacia nuestro querido Beato Lolo.
  • … colaboras a sufragar los gastos de la Fundación.

Ahora puedes adquirir tu ejemplar de la 2ª edición del libro inédito del Beato Lolo, escrito en el año 1960, “Las siete vidas del hombre de la calle”, pidiéndolo en:

Teléfono: 953692408

E-mail: [email protected].

Colaboración económica: 6 € + gastos de envío

¡No pierdas esta oportunidad!

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Por la libertad de Asia Bibi. 
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

De Ramos a Resurrección es un tiempo de verdadera salvación eterna. 

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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