InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Abril 2018

12.04.18

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar" - La importancia de Dios

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar”  - La importancia de Dios

 

“Cuando el alma pena de no ver a Dios, ¿qué le puede interesar el mundo?” (Saber esperar, punto 167)

 

La creación del ser humano por parte de Dios, aquella semejanza e imagen suya que quiso hacer porque actuó con Amor supremo, estaba hecha de cuerpo y alma.

Sabemos que el cuerpo muere y que, sencillamente, vuelve al polvo de donde salió. Pero también sabemos que el alma es inmortal y que nunca deja de existir.

Es bien cierto que, tras la muerte, el destino del alma puede ser bien el Infierno, el Purgatorio-Purificatorio o, Dios quiera, el Cielo. Por tanto, hay un destino que se ha de  cumplir se quiera o no creer en que Dios nos ha creado. Y es que la verdad es la que es y no otra.

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11.04.18

Serie “Los barros y los lodos”- Los barros – 5 - El justo castigo

 

“De aquellos barros vienen estos lodos”. 

Esta expresión de la sabiduría popular nos viene más que bien para el tema que traemos a este libro de temática bíblica. 

Aunque el subtítulo del mismo, “Sobre el pecado original”, debería hacer posible que esto, esta Presentación, terminara aquí mismo (podemos imaginar qué son los barros y qué los lodos) no lo vamos a hacer tan sencillo sino que vamos a presentar lo que fue aquello y lo que es hoy el resultado de tal aquello. 

¿Quién no se ha preguntado alguna vez que sería, ahora, de nosotros, sin “aquello”?

“Aquello” fue, para quienes sus protagonistas fueron, un acontecimiento terrible que les cambió tanto la vida que, bien podemos decir, que hay un antes y un después del pecado original. 

La vida, antes de eso, era bien sencilla. Y es que vivían en el Paraíso terrenal donde Dios los había puesto. Nada debían sufrir porque tenían los dones que Dios les había dado: la inmortalidad, la integridad y la impasibilidad o, lo que es lo mismo, no morían (como entendemos hoy el morir), dominaban completamente sus pasiones y no sufrían nada de nada, ni física ni moralmente. 

A más de una persona que esté leyendo ahora esto se le deben estar poniendo los dientes largos. Y es que ¿todo eso se perdió por el pecado original? 

En efecto. Cuando Dios crea al hombre a su imagen y semejanza, lo dota de una serie de bienes que lo hacen, por decirlo pronto y claro, un ser muy especial. Es más, es el único que tiene dones como los citados arriba. Y de eso gozaron el tiempo que duró la alegría de no querer ser como Dios… 

Lo que no valía era la traición a lo dicho por el Creador. Y es que lo dijo con toda claridad: podéis comer de todo menos de esto. Y tal “esto” ni era una manzana ni sabemos qué era. Lo de la manzana es una atribución natural hecha mucho tiempo después. Sin embargo, no importa lo más mínimo que fuera una fruta, un tubérculo o, simplemente, que Dios hubiera dicho, por ejemplo, “no paséis de este punto del Paraíso” porque, de pasar, será la muerte y el pecado: primero, lo segundo; lo primero, segundo. 

¡La muerte y el pecado! 

Estas dos realidades eran la “promesa negra” que Dios les había hecho si incumplían aquello que no parecía tan difícil de entender. Es decir, no era un castigo que el Creador destinaba a su especial creación pero lo era si no hacían lo que les decía que debían hacer. Si no lo incumplían, el Paraíso terrenal no se cerraría y ellos no serían expulsados del mismo. 

Y se cerró. El Paraíso terrenal se cerró. 

Los barros – 5 -  El justo castigo

  

Podemos imaginar que cuando Dios supo que Adán y Eva habían incumplido lo único que les había prohibido hacer, no dudó lo más mínimo acerca de lo que tenía que hacer. 

Sobre el resultado de aquella nigérrima acción de parte de Adán y Eva, pasó lo que tenía que pasar y es que se vieron en la obligación de escuchar la Sentencia del Tribunal de Dios en su contra. Y sería, más o menos, como esto que sigue: 

 

Antecedentes 

Yo, Creador, el Bueno y el Justo, Todopoderoso y dador de vida.

Primero.- 

Como voluntad mía, tomé la decisión de crear al hombre y, luego, a la mujer. Nada ni nadie instó su creación lo mismo que nada ni nadie había instado la creación de lo que hice los días anteriores. Quise crear al hombre y a la mujer a mi imagen y semejanza, podía hacerlo y lo hice.

 

Segundo.- 

Tal era mi amor por aquel ser creado que le entregué todo lo que había creado para su goce, provecho y uso. Nada dejé de entregarle y puse en su corazón la necesidad de que, unidos, fueran una sola carne y tuviera descendencia porque la Tierra debía llenarse de esos seres humanos. Tal era mi voluntad y así debía cumplirse.

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10.04.18

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro"- Recuento de beneficios – Regalos de Dios – 1.-La perseverancia del Padre

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

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Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Durante unas semanas, si Dios quiere, vamos a dedicar el comentario de los textos de Lolo a un apartado particular del libro citado arriba de título “Recuento de beneficios” donde hace indicación de los beneficios de la relación del Beato con el Todopoderoso.

 

Recuento de beneficios – Regalos de Dios – 1.-La perseverancia del Padre

 

“La suerte y yo bien podemos ya sentarnos sobre la arena para ir desmenuzando los regalos que Dios  desperdigó a lo largo de mis días:

El primero, magnánimo, colosal, impresionante, el de Su Acoso, que se apunta con la iniciación bautismal y que se hace avasallador en la adolescencia, saliendo a las encrucijadas, cortando las huidas, podando los afectos hasta quedar frente a frente con su tórax de atlante poderoso.” (“El sillón de ruedas, p. 34)

 

Alguien podría decir que Dios es, al respeto de nosotros, un poco insistente. Es decir, siempre nos busca porque nos quiere a su lado y eso podría parece que supone limitar nuestra libertad.

El Beato Manuel Lozano Garrido sabe que las cosas no son así sino que son diametralmente opuestas: Dios nos ofrece su Amor para que lo aceptemos pero acepta que no lo aceptemos.

En todo caso todo empieza, claro está, con el bautismo. En tal momento, formamos parte, digamos que formalmente, de los hijos que son considerados de Dios y, entonces, la filiación divina cobra su fuerza primera.

Nos dice Lolo que este primer regalo se lo entregó Dios pero bien podemos pensar que es propio, como es de creer, de todas las criaturas creadas a imagen y semejanza del Todopoderoso.

Pues bien, Dios no deja de “acosarnos”. Ahora bien, este acoso no es uno que lo sea de clase preocupante sino todo lo contrario. Y es que Quien tanto nos ama no puede dejar de mostrar y demostrar que eso es verdad: queriendo que estemos a su lado y perdonándonos todas nuestras caídas en forma de pecado.

Dios, de todas formas, tiene muchas ocasiones en nuestra vida para salirnos al encuentro. Y queremos decir que la cosa no queda ahí, en el bautismo como si se nos hubiera (que sí) infundido el Espíritu Santo y nada más hiciera el Padre por nosotros. No. Tal forma de pensar supone una clara desviación de la verdad porque sabemos perfectamente que Dios nunca nos abandona.

Es bien cierto, sin embargo, que como somos como somos no son pocas las ocasiones en las que podemos querer alejarnos de Dios. Bien sea conscientemente o por las circunstancias de la vida por las que pasemos, lo cierto y verdad es que el alejamiento de nuestro Creador es una realidad que no tiene lugar a dudas: se produce o, al menos, puede producirse con una probabilidad alta y muy alta. En tal tesitura, Dios no actúa como, a lo mejor lo haríamos nosotros con quien queremos perder de vista. No.  Al contrario hace el Todopoderoso: se acerca más a nuestro corazón porque sabe y reconoce que, en tales momentos, eso es lo que necesitamos y nadie como Él para saber, precisamente, eso.

Entonces, en tales circunstancias, Dios nos sale al encuentro y nos propone seguirle. En cada momento en el que podemos manifestar dudas hacia el Amor que nos tiene nuestro Padre del Cielo… entonces se manifiesta abiertamente a nuestro favor y olvidando, muchas veces, lo que nosotros no seríamos capaces de olvidar pero que Él sí puede porque quiere hacerlo.

Pero es que en muchas ocasiones manifestamos querencia excesiva a favor del mundo, de sus mundanidades y de todo lo que podemos considerar bueno y mejor cuando, en realidad, ni es tan bueno y es muy mejorable. Entonces, ante tales circunstancias, Quien nos ha creado actúa como se hace con la viña: poda los sarmientos secos y sobrantes y, así, renueva nuestro corazón y la sabia de su Amor corre por nuestra alma en plena libertad y liberándonos de lo que nos sobra.

Y entonces, cuando todo está hecho y preparado para que entre Dios y nosotros no haya separación alguna, aceptamos de muy grado que Dios sea tan perseverante con nosotros y nunca deje de amarnos y de querernos. Y es que Quien nos ha creado sólo puede ansiar una fructífera relación con su criatura. Y por eso nos dona aquello que cree importante para nuestra vida siendo lo primero de todo, como no puede ser de otra forma, su Espíritu Santo.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno

Para entrar en la Liga de Defensa Católica

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Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

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8.04.18

La Palabra del Domingo - 8 de abril de 2018

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Jn 20, 19-31

 

 

“19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar  donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros.’ 20   Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. 21    Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió,  también yo os envío.’  22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. 23    A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados;   a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.’   24 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: ‘Hemos visto al Señor.’ 25 Pero él les contestó: ‘Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.’ 26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: ‘La paz con vosotros.’ 27   Luego dice a Tomás: ‘Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.’ 28 Tomás le contestó: ‘Señor mío y Dios mío.’ 29 Dícele Jesús: ‘Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.’ 30  Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. 31 Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.”

  

COMENTARIO

Lo que es la fe; qué es

 

Para que  todo lo que hizo tuviera sentido tuvo que aparecerse, Jesús, a sus discípulos que, con miedo, estaban escondidos. Sólo así comprendieron todos los, para ellos, extraños mensajes  que habían recibido de Él y que, en su tiempo, no entendieron. 

Y se presentó ante ellos con la paz por delante, como deseándoles lo mejor, la tranquilidad del alma, la mejor forma de manifestarse, la expresión pura y simple de su ser. 

Para que acabaran de creer, les enseñó las marcas de su Pasión. Así, todo se cumplía, la comprensión de sus seguidores fue total. 

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7.04.18

Serie “Al hio de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Cuidado con lo que creemos que somos

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia? “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

 

Cuidado con lo que creemos que somos

 

Resultado de imagen de “Les decía también: 'Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, se os medirá y aún con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aún lo que tiene se le quitará

 

Y Jesús dijo… (Mc 4, 24-25 )

 

“Les decía también: ‘Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, se os medirá y aún con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aún lo que tiene se le quitará.”

 

No podemos negar que en este texto del Evangelio de San Marcos quedan claras dos cosas: corre de nuestra cuenta la salvación y, por otra parte, debemos tener mucho cuidado con nuestra situación espiritual… por si andamos más que despistados.

El caso es que cuando el Hijo de Dios pone sobre la mesa determinada doctrina que sostiene la Verdad, no lo hace porque no tenga nada mejor que decir sino porque sabe que es importante para aquellos que le escuchan o, también, para los que puedan saber, a través de otros, lo que ha dicho.

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