InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2017

15.11.17

Reseña: “El negocio de la fe”

 El negocio de la fe               El negocio de la fe

 

Título: El negocio de la fe

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 78

Precio aprox.:  3.99 € en papel –  0.99 € formato electrónico.

ISBN:  5800125 273403 papel;  9780244346836 electrónico.

Año edición: 2017

 

Los puedes adquirir en Lulu.

 

“El negocio de la fe” - de Eleuterio Fernández Guzmán.

 

Continuamos con la publicación de textos dentro de la Colección Fe sencilla. Este libro pertenece al apartado de título Realidades espirituales.

Vayamos, pues, con la reseña. Y, para eso, reproducimos la “Presentación” del libro. 

Es bien cierto que el lenguaje, muchas veces, depara sorpresas a quien lo utiliza y, también, a quien lo percibe a través de sus sentidos. Y eso no deja de pasar cuando tratamos, digamos, no de cosas comunes de cada día que entre los seres humanos acaecen sino cuando tratamos de cuestiones espirituales. Aquí, también, puede haber sorpresas. 

Ciertamente, que cuando utilizamos palabras que, en un contexto determinado, tienen un sentido cierto y claro, nadie duda acerca de las mismas, es una gran verdad. Así, por ejemplo, si decimos “la economía va mejor o peor” todo el mundo entiende que la cosa tiene que ver con el dinero y sus consecuencias.

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14.11.17

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro"- Me acuso (4)

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Resultado de imagen de Mesa redonda con Dios

 

A partir de hoy, y con la ayuda de Dios, vamos a dedicar los próximos artículos referidos al Beato Manuel Lozano Garrido, a traer aquí textos de sus libros. Y vamos a hacerlo empezando por el primero de ellos, de título “Mesa redonda con Dios”. 

 

Me acuso (4)

 

Durante unas semanas vamos a traer a este especial apartado dedicado al Beato Lolo una serie de “acusaciones” que nos vienen la mar de bien para, si es posible, evitarlas nosotros. Se encuentran en la página 166 de su “Mesa redonda con Dios”.

 

“No, Cristo, no hables, que soy yo quien debe hacer de propio fiscal:

 

Ahí voy:

De crear un Cristo que sólo vive en mi piso, sin calles, trabajo, gentes ni humanidad; de un cristianismo de sacristía y onda corta, con incienso y cirios en las fábricas y las ventanillas, pero sin ejemplo, órdenes con espíritu y justicia”.

 

Quien conozca la vida, digamos, física, que sufrió el Beato Manuel Lozano Garrido (muy dolorida y dolorosa) podría decir que tampoco es para ponerse así ni pensar que lo que dice aquí es para acusarse. Y es que, habiendo sufrido mucho no debería hacer lo propio acerca de crear un Cristo que viva en su piso…

Sin embargo, también sabemos que no puede referirse a eso Lolo sino a algo que, seguramente, es más que común y que tiene que ver poco con su vida aunque él se acuse, precisamente, de eso.

En realidad, esconder a Cristo debajo de un celemín no es nada extraño. Es más, hoy día es algo que, por lo común, hace el católico. Quizá por miedo o (más por lo que sigue) por respeto humano, quien dice ser discípulo de Cristo mira para otro lado cuando se trata de hacer, justamente, lo contrario.

El caso es que habla Lolo de “crear”. Es decir que en algunas ocasiones hacemos un Cristo a nuestra medida que, como bien sabemos (somos pecadores), no es la mejor del mundo para andar por el siglo transmitiendo lo que la pena transmitir. Y tal creación no suele ser porque queramos hacerlo mejor sino, al contrario, para hacerlo a nuestra medida que suele ser corta y disminuida.

Querer arrinconar al Hijo de Dios supone, además, un error grave porque lastra mucho el bien que puede hacernos y hacer el Hijo de Dios. Ni podemos, pues, hacer eso ni considerarlo, tampoco, como algo tan íntimo que no salga de nosotros mismos. Y es que sería como guardar un tesoro que hemos encontrado y hacerlo, no por bien ajeno sino por avaricia.

Cristo, al contrario, es un Hijo, de Dios, que fue enviado al mundo para hacer, justamente, lo contrario: para que el mundo conociese que era el Emmanuel y que había venido al mundo para que el mundo se salvase. Y es más que cierto que poca salvación hubiese habido si aquel hombre, aquel Dios hecho hombre, no hubiera salido de Nazaret. No. Quiso, porque debía querer, ir por el mundo a decir que había llegado el Reino de Dios y para que, quien lo confesase Hijo del Padre Eterno, se salvase. Y eso no hubiera sido posible de haberse hecho, para sí mismo, un Hijo avaricioso en cuanto a lo que debía hacer.

También nos habla Lolo de “onda corta” que es lo mismo que decir egoísta. Y tal egoísmo se manifiesta en no querer manifestar, a nuestro prójimo, el gozo que tenemos de sabernos discípulos de Jesucristo. Algo así como si no hubiera nadie a quien transmitir eso cuando bien sabemos que no es que haya alguien sino que hay muchos “alguienes” que, bien no conocen a Cristo o hacen, como se acusa el Beato Manuel Lozano Garrido, como si fuera una propiedad suya como si nadie tuviera derecho a conocerlo.

Una fe alicorta no la puede querer Dios.

Esto de la fe alicorta nos viene muy expresada cuando Lolo hala de que, a veces, hacemos como si nuestra creencia consistiera en manifestar la teoría de las mismas (esos “incienso y cirios en las fábricas y en las ventanillas”, en todo caso, si es que tal se produce) pero, a la hora de la verdad, sin la correspondencia que es necesaria para que haya unidad de vida o, lo que es lo mismo, para que hagamos real lo que creemos.

Ciertamente, si bien nosotros estamos más que seguros que Lolo es posible que se acusara de lo que nos dice porque con franqueza lo sentía, nos bien la mar de bien que así lo dejara escrito porque nos vale, más que mejor, para vernos reflejados en unas palabras que gozan, con toda seguridad, de inspiración divina. No obstante, nos sirven a la perfección a los que, a lo sumo, gozamos dándonos cuenta de que haya quien aprecie la verdad de las cosas del alma con tanta claridad.

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

Para entrar en la Liga de Defensa Católica

INFORMACIÓN DE ÚLTIMA HORA

A la venta la 2ª edición del libro inédito del beato Lolo

Segunda edición del libro inédito del beato Lolo

Ya está disponible la 2ª edición de Las siete vidas del hombre de la calle, libro inédito de nuestro querido beato Lolo. La acogida ha sido tal que hemos tenido que reeditarlo para atender la creciente demanda del mismo: amigos de Lolo y su obra, para regalar, para centros de lectura y bibliotecas, librerías,… innumerables destinos para los hemos realizado una segunda edición de hermoso e inédito libro.


Si aún no lo compraste o si aún no lo regalaste ¡ahora es el momento de pedirlo!
 
portada del libro Las siete vidas del hombre de la calle, segunda edición, del beato Lolo

Recuerda que, con la adquisición de estos libros…

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Ahora puedes adquirir tu ejemplar de la 2ª edición del libro inédito del Beato Lolo, escrito en el año 1960, “Las siete vidas del hombre de la calle”, pidiéndolo en:

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Por la libertad de Asia Bibi. 
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Por el respeto a la libertad religiosa 
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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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12.11.17

La Palabra del Domingo - 12 de noviembre de 2017

Mt 25, 1-13.

1”Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. 2 Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. 3 Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite;4 las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. 5 Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron.6 Mas a media noche se oyó un grito: “¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!"7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. 8 Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan.” 9 Pero las prudentes replicaron: “No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis.” 10 Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. 11Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: “¡Señor, señor, ábrenos!” 12 Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco.” 13 Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora.

 

COMENTARIO

Cuando quiera llega Dios

En realidad, aunque muchas veces lo diga Cristo y otras tantas veces se nos repita, no parece que entendamos lo que quiere decir que en cualquier momento podemos ser llamados a la Casa del Padre. En cualquier momento se nos puede requerir para comparecer ante el tribunal de Dios y rendir, digamos, cuentas, de nuestra existencia, ver en qué consiste nuestro debe y nuestro haber y, en fin, resultar de una forma u otra,  juzgados.

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11.11.17

Serie “Al hio de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Por eso somos hijos

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia? “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

Por eso somos hijos

 

Resultado de imagen de Imágenes La Pasión de Cristo

 

Y Jesús dijo… (Jn 19, 16)

“Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo”.

Cualquiera que lea esto sabe en qué situación se encuentra el Hijo de Dios. Y no es, precisamente, buena aunque, en realidad, lo sea…

Está en la cruz y a punto de morir.

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10.11.17

Serie “De Ramos a Resurrección” - El otro Paráclito

De-ramos-a-resurrección

En las próximas semanas, con la ayuda de Dios y el permiso de la editorial, vamos a traer al blog el libro escrito por el que esto escribe de título “De Ramos a Resurrección”. Semana a semana vamos a ir reproduciendo los apartados a los que hace referencia el Índice que es, a saber:

Introducción                                        

I. Antes de todo                                           

 El Mal que acecha                                  

 Hay grados entre los perseguidores          

 Quien lo conoce todo bien sabe               

II. El principio del fin                          

 Un júbilo muy esperado                                       

 Los testigos del Bueno                           

 Inoculando el veneno del Mal                         

III. El aviso de Cristo                           

 Los que buscan al Maestro                      

 El cómo de la vida eterna                              

 Dios se dirige a quien ama                      

 Los que no entienden están en las tinieblas      

 Lo que ha de pasar                                 

Incredulidad de los hombres                    

El peligro de caminar en las tinieblas         

       Cuando no se reconoce la luz                   

       Los ánimos que da Cristo                  

       Aún hay tiempo de creer en Cristo            

IV. Una cena conformante y conformadora 

 El ejemplo más natural y santo a seguir          

 El aliado del Mal                                    

 Las mansiones de Cristo                                

 Sobre viñas y frutos                               

 El principal mandato de Cristo                         

       Sobre el amor como Ley                          

       El mandato principal                         

Elegidos por Dios                                    

Que demos fruto es un mandato divino            

El odio del mundo                                   

El otro Paráclito                                      

Santa Misa                                             

La presencia real de Cristo en la Eucaristía        

El valor sacrificial de la Santa Misa                   

El Cuerpo y la Sangre de Cristo                 

La institución del sacerdocio                     

V. La urdimbre del Mal                         

VI. Cuando se cumple lo escrito                 

En el Huerto de los Olivos                              

La voluntad de Dios                                        

Dormidos por la tentación                        

Entregar al Hijo del hombre                            

       Jesús sabía lo que Judas iba a cumplir       

       La terrible tristeza del Maestro                  

El prendimiento de Jesús                                

       Yo soy                                            

       El arrebato de Pedro y el convencimiento   

       de Cristo

Idas y venidas de una condena ilegal e injusta  

Fin de un calvario                                   

Un final muy esperado por Cristo              

En cumplimiento de la Sagrada Escritura

        La verdad de Pilatos                        

        Lanza, sangre y agua                      

 Los que permanecen ante la Cruz                   

       Hasta el último momento                  

       Cuando María se convirtió en Madre          

       de todos

 La intención de los buenos                      

       Los que saben la Verdad  y la sirven          

VII. Cuando Cristo venció a la muerte        

El primer día de una nueva creación                 

El ansia de Pedro y Juan                          

A quien mucho se le perdonó, mucho amó        

 

VIII. Sobre la glorificación

 La glorificación de Dios                            

 

Cuando el Hijo glorifica al Padre                       

Sobre los frutos y la gloria de Dios                  

La eternidad de la gloria de Dios                      

 

La glorificación de Cristo                                

 

Primera Palabra                                             

Segunda Palabra                                           

Tercera Palabra                                             

Cuarta Palabra                                               

Quinta Palabra                                        

Sexta Palabra                                         

Séptima Palabra                                     

 

Conclusión                                          

 

 El libro ha sido publicado por la Editorial Bendita María. A tener en cuenta es que los gastos de envío son gratuitos.

  

“De Ramos a Resurrección” -  El otro Paráclito

  

“Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy,

os lo enviaré: y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está   juzgado. Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros”

Jn 16, 7-15

Arriba  hemos  dicho  que  esta  cena,  la  última  del  Señor antes de su Pasión, fue rica en sentidos teológicos. Y uno de ellos, no poco importante, es la manifestación por parte del Hijo de Dios de que una vez llegase a la casa del Padre, enviaría al Espíritu Santo. En realidad, Jesús lo llama Paráclito, Defensor y, es más, en otro lugar dice que:

“Y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vos- otros le conocéis, porque mora con vosotros” (Jn 14, 16-17).

No dudamos acerca de que el “otro” Defensor no es, sino, Élmismo, que, ante Dios nuestro señor, aboga por sus hermanos los hombres. Pero ahora promete, para calmar la ansiedad espiritual de aquellos que le escuchan, que hará otro tanto con el Espíritu Santo que, además, ya mora en aquellos que le escuchan que, como realidad espiritual, refiere san Pablo cuando escribe:

“Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el espíritu de Cristo, no le pertenece; mas si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia. Y si el espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su espíritu que habita en vosotros” (Rm 8, 9- 11).

Hasta en tres ocasiones dice el apóstol de los gentiles que el Espíritu Santohabitaenloscorazonesdeaquellosalosquevdirigido su escrito. Es más, en otra epístola (1 Cor 3, 16) dejará dicho San Pablo algo esencial y para convencimiento de los que le lean:

 

“¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el espíritu de Dios habita en vosotros?”

Era, pues, necesario, que Jesús marchase al Padre para que pudiese cumplir con aquella vivificadora promesa de enviar al Espíritu Santoalmundo y, en concreto, a confirmar que lo tenían en sus corazones desde que fueran bautizados en el nombre, precisamente, del Padre, del Hijo y del… Espíritu Santo (cf. Mt 28, 19). Y esto, además, confirmaba la divinidad de Jesucristo pues en el antiguo Testamento sólo Yahvé podía enviar al mismo al mundo a inspirar a los profetas.

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