InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Abril 2017

7.04.17

Reseña: “Tabor y Getsemaní. Transfiguración y Pasión”

 

Tabor y Getsemaní.Transfiguración y Pasión                  Tabor y Getsemaní . Transfiguración y Pasión

Título: Tabor y Getsemaní. Transfiguración y Pasión.

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 82

Precio aprox.: 3. 60 € en papel – 1€ formato electrónico.

ISBN: 5800121861673 papel; 978-1-326-99644-4, electrónico.

Año edición: 2017

 

Los puedes adquirir en Lulu.

 

“Tabor y Getsemaní. Transfiguración y Pasión”, de  Eleuterio Fernández Guzmán

 

Continuamos con la publicación de textos dentro de la Colección Fe sencilla. Este libro pertenece al apartado de título Biblia.

Vayamos, pues, con la reseña. Y, para tal menester, traemos aquí el primer apartado del libro de título “Lo que va de un momento al otro”

 

“Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz.”

 

Mt 17, 2

 

“¡Jesús: verte, hablarte! ¡Permanecer así, contemplándote, abismado en la inmensidad de tu hermosura y no cesar nunca, nunca, en esa contemplación! ¡Oh, Cristo, quién te viera! ¡Quién te viera para quedar herido de amor a Ti!”

 

San Josemaría, Santo Rosario. Cuarto misterio de luz. La Transfiguración del Señor, 20

 

En las Sagradas Escrituras hay momentos en los que Dios habla de una forma muy especial a sus hijos los hombres. 

Uno de ellos se produce cuando, acompañado de Pedro, Santiago y Juan, se transfigura el Hijo de Dios en el monte Tabor y Elías y Moisés se aparecen para conversar con Quien había sido enviado por Dios al mundo en bien de toda la creación humana; otro momento es cuando, antes de la Pasión, también son Pedro, Santiago y Juan los que acompañan al Maestro en el Getsemaní, aquel Huerto de los Olivos donde empezó todo.

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6.04.17

El rincón del hermano Rafael – “Saber esperar”- Consecuencias de amar a Dios

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

“Saber Esperar” - Consecuencias de amar a Dios

“No hay nada imposible cuando de veras se ama a Dios y sabemos que la Santísima Virgen nos guía.”

En muchas y muchas ocasiones, los santos nos dicen aquello que, de principio, resulta fácil de entender pero que, en verdad, no solemos tener demasiado en cuenta.

Todo esto, digámoslo, nos pone en evidencia ante Quien nos ha creado pero nos puede venir muy bien para darnos cuenta de qué somos y, sobre todo, de qué debemos ser si no lo somos.

El hermano Rafael, muy conocedor de la idiosincrasia del ser humano, pone sobre la mesa aquello que debemos tener por bueno y mejor y también aquello que nos constituye como hijos de Dios.

Todo esto ya lo sabemos. Es decir, nuestro Santo no nos descubre la América espiritual ignota que no conocíamos y nos da oportunidad de descubrir mucho sobre ella. No. Nos dice, al contrario, lo que descubrimos enseguida, muy al principio de darnos cuenta de que somos católicos.

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5.04.17

Serie “Santos y Beatos” - San Onofre, ermitaño - 6. La enseñanza de San Onofre

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En su infinita Sabiduría, el Padre Dios ha sabido suscitar, a lo largo de los siglos, de entre sus hijos, a una cantidad relativamente significativa de los mismos para demostrarnos que no es imposible ser fieles a su Voluntad. Tales de entre nosotros han subido a los altares y, bien como santos bien como Beatos, nos muestran un camino a seguir.

Debemos decir, como es bien conocido y para que nadie se lleve a engaño, que los Santos y Beatos que a lo largo de la historia de la catolicidad han sido tales no siempre han llevado una vida perfecta porque como hombres o mujeres han podido tener sus momentos espirituales de cierta caída. Al fin y al cabo también eran pecadores.

Pues bien, el emérito Papa Benedicto XVI, en la Audiencia General del 13 de abril de 2011 dijo esto que sigue acerca de la santidad:

“La santidad, la plenitud de la vida cristiana no consiste en realizar empresas extraordinarias, sino en unirse a Cristo, en vivir sus misterios, en hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus comportamientos. La santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros, por el grado como, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida según la suya. Es ser semejantes a Jesús, como afirma san Pablo: ‘Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo’ (Rm 8, 29). Y san Agustín exclama: ‘Viva será mi vida llena de ti’ (Confesiones, 10, 28). El concilio Vaticano II, en la constitución sobre la Iglesia, habla con claridad de la llamada universal a la santidad, afirmando que nadie está excluido de ella: ‘En los diversos géneros de vida y ocupación, todos cultivan la misma santidad. En efecto, todos, por la acción del Espíritu de Dios, siguen a Cristo pobre, humilde y con la cruz a cuestas para merecer tener parte en su gloria’ (Lumen gentium, n. 41).”

Pues bien, aquellos hermanos nuestros que vamos a traer aquí han sabido cumplir lo mejor posible lo que nos dice el Papa. Seamos, nosotros mismos, fieles en lo poco para poder serlo en lo mucho.

 

San Onofre, ermitaño - 6. La enseñanza de San Onofre

 

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A primera vista, y para un mundo como el de hoy dan dado a lo pragmático, pudiera parecer que aquel hombre, ermitaño, que había decidido llevar una vida tan poco placentera según los estándares a los que estamos acostumbrados, nada podría enseñarnos.

Sin embargo, estaría muy equivocado quien pensase que San Onofre no es un espejo donde mirarse y un ser humano que, creyendo en Dios Todopoderoso lo puso por encima de todo y de todos para hacer su santa voluntad.

Así, en cuanto a la vida de fe no se puede ignorar que aquel hombre, ansioso de permanecer y ser fiel al Todopoderoso, mantuvo una existencia filial con relación a su Padre Dios que bien podemos entenderla como prodigiosa. Por eso el sentido de la fe, de la creencia y de la confianza en el Creador, que manifestó San Onofre a lo largo de su vida (antes de su vida en el desierto y durante su vida en tan inhóspito lugar) sirven muy bien de ejemplo para reconocernos en el Amor del Padre pero, sobre todo, para no olvidar que si Onofre pasó de querer ser fiel a serlo con aquella intensidad espiritual es porque era la voluntad de Dios.

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Pero es que si hablamos de algo tan esencial para un creyente como es la perseverancia en la oración aquel hombre mostró que este tipo de relación con Dios provoca, exactamente, que la misma sea posible. Y es que San Onofre, como ya hemos dicho aquí, mantuvo un estado de oración, digamos, alerta y siempre preparado a tal efecto estaba. Por eso oraba de continuo y, por eso mismo, no debía de salir de su boca nada que no fuera alabanza a Quien le había permitido, primero, allí vivir y en aquellas circunstancias y, segundo, hacer posible que su vida fuese conocida a través de aquel que le visitó y le acompañó hasta su muerte.

El caso es que San Onofre fue un gran luchador. Y lo fue porque sólo quien lo es es capaz de someterse voluntariamente a las privaciones a las que se sometió por cumplir con la voluntad del Padre que le había llevado, desde una vida religiosa en comunidad, a habitar el desierto para estar más cerca del Padre.

Al fin y al cabo, aquel hombre, nuestro santo Onofre, supo hacer algo tan sencillo de decir como difícil de llevar a cabo: tener los ojos y el corazón puestos en Dios Padre y, desde ahí, iluminarlo todo con aquella Luz que era Cristo y que tanto le había hecho gozar. Si, además, le era dado el privilegio de tener una serie de dones propios de los profetas… no podía negar que su vida, para él mismo, había tenido sentido que era, exactamente, el que Dios quiso que tuviera. 

Eleuterio Fernández Guzmán

 

Nazareno

 

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

Aquellos hermanos nuestros que han alcanzado la santidad han de iluminar nuestras vidas.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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4.04.17

Un amigo de Lolo – El efecto de Dios en sus hijos

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

El efecto de Dios en sus hijos

“Lo que bueno hay en cada hombre está pensado para la transfusión y el ancho campo de los demás corazones. Dios es como el esqueje del rosal, que se hinca en la maceta. Luego, por dentro de nuestras ramas van la savia y al fin nos hacemos por dentro rosas de primavera sobre la vida de los otros." (”Ese Gran Árbol llamado  Pobreza", de “Desde este lado de la tapia").

¡Qué bien sabía el Beato Manuel Lozano Garrido lo que decía! Y es que el texto traído aquí refiere a la perfección aquello que estaba relacionado con su vida y, sobre todo, con lo que suponía la misma en la vida de los demás.

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2.04.17

La Palabra del Domingo - 2 de abril de 2017

 

 

 Jn 11, 1-45

 

“1 Había un cierto enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta. 2 María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo. 3Las hermanas enviaron a decir a Jesús: ‘Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo.’ 4 Al oírlo Jesús, dijo: ‘Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.’ 5 Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba. 7 Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: ‘Volvamos de nuevo a Judea.’ 8    Le dicen los discípulos: ‘Rabbí, con que hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y vuelves allí?’ 9 Jesús respondió: ‘¿No son doce las horas del día?  Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10     pero si uno anda de noche, tropieza,    porque no  está la luz en él.’ 11 Dijo esto y añadió: ‘Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle.’ 12 Le dijeron sus discípulos: ‘Señor, si duerme, se curará.’ 13    Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos creyeron que hablaba del descanso del sueño. 14 Entonces Jesús les dijo abiertamente: ‘Lázaro ha muerto, 15 y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Pero vayamos donde él.’ 16 Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: ‘Vayamos también nosotros a morir con él.’ 17 Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, 19 y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano. 20 Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. 21 Dijo Marta a Jesús: ‘Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. 22 Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.’ 23 Le dice Jesús: ‘Tu hermano resucitará.’ 24 Le respondió Marta: ‘Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día.’   25 Jesús le respondió: ‘Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;  26 y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.  ¿Crees esto?’  27 Le dice ella: ‘Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.’ 28 Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: ‘El Maestro está ahí y te llama.’ 29 Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue donde él. 30 Jesús todavía no había llegado al pueblo; sino que seguía en el lugar donde Marta lo había encontrado. 31 Los judíos que estaban con María en casa consolándola, al ver que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron  pensando que iba al sepulcro para llorar allí. 32 Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: ‘Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.’ 33 Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó 34   y dijo: ‘¿Dónde lo habéis puesto?’ Le responden: ‘Señor, ven y lo verás.’ 35      Jesús se echó a llorar. 36   Los judíos entonces decían: ‘Mirad cómo le quería.’ 37 Pero algunos de ellos dijeron: ‘Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?’ 38 Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. 39 Dice Jesús: ‘Quitad la piedra.’ Le responde Marta, la hermana del muerto: ‘Señor, ya huele; es el cuarto día.’        40 Le dice Jesús: ‘¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?’ 41 Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: ‘Padre, te doy gracias por haberme escuchado.  42 Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado.’ 43        Dicho esto, gritó con fuerte voz: ‘¡Lázaro, sal fuera!’ 44 Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: ‘Desatadlo y dejadle andar.’ 45     Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él.”

        

 

COMENTARIO

Un claro testimonio de amor

 

El Hijo de Dios era Dios mismo pero era Dios mismo hecho hombre. Por eso, le afectaban también aquellas situaciones que, humanamente hablando, podían afectarle. No estaba, por eso mismo, tan por encima del ser humano que ni sintiese ni padeciese. Y el caso de Lázaro, su buen amigo, dice mucho acerca de eso. 

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