InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Marzo 2017

25.03.17

Beata Emilia Fernández Rodríguez, Emilia "La canastera". Primera mujer gitana en subir a los altares

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Hoy sábado, 25 de marzo de 2017, se va a llevar a cabo en Almería la beatificación de 115 mártires. Entre ellos se encuentra la primera mujer gitana que va a ser beatificada: Emilia Fernández Rodríguez, conocida como Emilia “La canastera". 

Con motivo de tan magno y gozoso acontecimiento, traigo al blog un artículo que, en su día, publiqué sobre la ya beata de la Iglesia católica, convenientemente actualizado, porque siempre vale la pena recordar a los que, habiéndonos precedido, han alcanzado el Cielo como expresión de su fe y su misericordia.

Hoy traemos a la serie sobre el pueblo gitano a una mujer gitana que, por su actitud ante las circunstancias por las que pasó en vida, bien se la pueda calificar como mártir de la fe católica. Sin duda alguna su caso no fue, por ejemplo, como el del Beato Ceferino o del Siervo de Dios Juan Ramón (aquí traído en otro artículo) pero no cabe duda alguna de que hay formas diversas de ser mártir y no podemos tener a ninguna de ellas como de menos valor.

La Sierva de Dios Emilia Fernández Rodríguez es un símbolo de lo que puede llegar a hacer la fe en Dios Todopoderoso en los momentos difíciles por los que se puede llegar a pasar.

Ella, según se puede leer en aquello que está escrito sobre su persona, siendo mujer de fe llegó a una profundidad en la misma y a ser consciente de lo que suponía serlo en unas circunstancias muy difíciles por las que tuvo que pasar estando, además, en estado de gestación con lo que eso suponía en aquellos terribles años 30 del siglo XX.

 

Empecemos, de todas formas, por el principio porque es conveniente conocer los detalles más cercanos de la existencia de la Sierva de Dios.

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24.03.17

Serie el sufrimiento – 2- Dios y el sufrimiento del hombre

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 El tema del sufrimiento tiene mucho que ver con nuestra vida de hombres, de seres creados por una voluntad santa cuyo dueño es Dios mismo, Creador y Todopoderoso. 

Todos sufrimos. Queremos decir que en determinados momentos de nuestra vida somos visitados por alguien a quien no quisiéramos recibir pero que se presenta y no hay forma humana de deshacerse de él. Está presente y no podemos negar que muchas veces se hacer notar y de qué manera. 

El caso es que para el ser humano común el dolor es expresión de un mal momento. Así, cuando una persona se ve sometida por los influjos de la enfermedad no parece que pase por el mejor momento de su vida. Lo físico, en el hombre, es componente esencial de su existencia. 

Pero hay muchas formas de ver la enfermedad y de enfrentarse a ella. No todo es decaimiento y pensamiento negativo al respecto del momento por el que se está pasando. Y así lo han entendido muchos creyentes que han sabido obtener, para su vida, lo que parecía imposible. 

Dice San Josemaría, en el número 208 de “Camino”, “Bendito sea el dolor. —Amado sea el dolor. —Santificado sea el dolor… ¡Glorificado sea el dolor!” porque entiende que no es sólo fuente de perjuicio físico sino que el mismo puede ser causa de santificación del hijo de Dios. 

Por eso en “Surco” dice el santo de lo ordinario algo que es muy importante: 

“Al pensar en todo lo de tu vida que se quedará sin valor, por no haberlo ofrecido a Dios, deberías sentirte avaro: ansioso de recogerlo todo, también de no desaprovechar ningún dolor. —Porque, si el dolor acompaña a la criatura, ¿qué es sino necedad el desperdiciarlo?”

Por lo tanto, no vale la pena deshacerse en maledicencias contra lo que padecemos. Espiritualmente, el dolor puede ser fuente de provecho para nuestra alma y para nuestro corazón; el sufrimiento, una forma de tener el alma más limpia. 

En el sentido aquí expuesto abunda el emérito Papa Benedicto XVI cuando, en una ocasión, en el momento del rezo del Ángelus, dijo que

 

“Sigue siendo cierto que la enfermedad es una condición típicamente humana, en la cual experimentamos realmente que no somos autosuficientes, sino que necesitamos de los demás. En este sentido podríamos decir, de modo paradójico, que la enfermedad puede ser un momento que restaura, en el cual experimentar la atención de los otros y ¡prestar atención a los otros! Sin embargo, esta será siempre una prueba, que puede llegar a ser larga y difícil.”

 

Sin embargo, en determinados momentos y enfermedades, el hecho mismo de salir bien parado de la misma no es cosa fácil y se nos pone a prueba para algo más que para soportar lo que nos está pasando. 

Entonces,

“Cuando la curación no llega y el sufrimiento se alarga, podemos permanecer como abrumados, aislados, y entonces nuestra vida se deprime y se deshumaniza. ¿Cómo debemos reaccionar ante este ataque del mal? Por supuesto que con la cura apropiada –la medicina en las últimas décadas ha dado grandes pasos, y estamos agradecidos–, pero la Palabra de Dios nos enseña que hay una actitud determinante y de fondo para hacer frente a la enfermedad, y es la fe en Dios, en su bondad. Lo repite siempre Jesús a la gente que sana: Tu fe te ha salvado (cf. Mc 5,34.36). Incluso de frente a la muerte, la fe puede hacer posible lo que es humanamente imposible. ¿Pero fe en qué? En el amor de Dios. He aquí la respuesta verdadera, que derrota radicalmente al mal. Así como Jesús se enfrentó al Maligno con la fuerza del amor que viene del Padre, así nosotros podemos afrontar y vencer la prueba de la enfermedad, teniendo nuestro corazón inmerso en el amor de Dios.”

Fe en Dios. Recomienda el Papa Alemán que no olvidemos lo único que nos puede sustentar en los momentos difíciles de nuestra vida y, siendo la enfermedad uno de los más destacados, no podemos dejar de lado lo que nos une con nuestro Creador. 

En realidad, lo que nos viene muy bien a la hora de poder soportar con gozo el dolor es el hecho de que nos sirva para comprender que somos muy limitados y que, en cuanto a la naturaleza, con poco nos venimos abajo físicamente. Nuestra perfección corporal (creación de la inteligencia superior de Dios) tiene, también, sus límites que no debemos olvidar. 

Pero también el dolor puede servirnos para humanizarnos y alcanzar un grado de solidaridad social que antes no teníamos. Así, ver la situación en la que nos encontramos puede resultar crucial para, por ejemplo, pedir en oración por el resto de personas enfermas que en el mundo padecen diversos males físicos o espirituales. 

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Es bien cierto que la humanidad sufre y que, cada uno de nosotros, en determinados momentos, vamos a pasar por enfermedades o simples dolores que es posible disminuyan nuestra capacidad material. Sin embargo, no deberíamos dejar pasar la oportunidad que se nos brinda para, en primer lugar, revisar nuestra vida por si acaso actuamos llevados por nuestro egoísmo y, en segundo lugar, tener en cuenta a los que también sufren. 

Y si, acaso, no comprendemos lo que aquí se quiere decir, bastará con conocer al Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, como para darnos cuenta de lo que en verdad hacemos negando, si así lo hacemos: el bien que podemos hacernos al gozar del dolor o hacer, del mismo, algo gozoso. 

Sufrimos: sí. ¿Podemos cambiar el negativo peso de espada de Damocles sobre nuestra vida que tiene el sufrimiento por liberación del alma?: también podemos responder a esto afirmativamente. Pero no podemos negar, ni queremos, que no es cosa fácil y que es más que probable que nos dejemos ir por el camino con una carga muy pesada. De todas formas, es seguro que podemos caminar mucho mejor sabiendo que tal carga la comparte con nosotros nuestro hermano Jesucristo. No miraremos, así, para otro lado y afrontaremos las circunstancias según las afrontaba el Mesías: de cara para no darles nunca la espalda. 

2 - Dios y el sufrimiento del hombre

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Se podría pensar que Dios, cuando ve sufrir al hombre, nada hace para procurarle una existencia menos dificultosa. Sería como sostener que al Creador no le importa para nada que su descendencia habite en el mundo sin una existencia donde el sufrimiento no esté presente. 

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23.03.17

El rincón del hermano Rafael – “Saber esperar”- La felicidad

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

“Saber Esperar” - La felicidad

“La verdadera felicidad se encuentra en Dios y sólamente en él.”

El ser humano, el que más y el que menos, quiere ser feliz. Es decir, no suele ser ordinario encontrar a alguien que le importe poco pasar por el mundo con alma de ser infeliz.

Las cosas de la fe, sin embargo, tienen un sentido muy distinto a la mundana contemplación que, de la felicidad, solemos hacer.

En realidad, demasiadas veces se confunde la felicidad con la tenencia y disfrute de los bienes que, de ordinario, tenemos o anhelamos tener. Así, por ejemplo, se reputa muy feliz quien mucho tiene y más feliz aún si consigue lo que busca. Y tal forma de pensar no es nada extraña ni ajena a la vida del creyente católico e hijo de Dios.

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22.03.17

Dictadorzuelos de tres al cuarto a costa de la Santa Misa

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En España, como suele decirse, no cabe un tonto más aunque, no podemos negarlo, siempre puede salir alguno debajo de alguna piedra que haya gritado porque los discípulos de Cristo no hayan defendido su fe. 

Ahora se trata de la Santa Misa. Y, como era de esperar, son los de siempre los que han manifestado lo que se puede llegar a ser siendo como se es.

Ahí va esto: 

Artículo 16. 3 de la Constitución Española:

“Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.”

 

Al parecer, son intelectualmente analfabetos (como poco) aquellos que no son capaces de entender, primero, lo que quiere decir cuando se dice que hay que tener en cuenta, de parte de los poderes públicos, las “creencias religiosas de la sociedad española” que, nadie puede negar eso, en su inmensa mayoría, son católicas, CA-TÓ-LI-CAS. En segundo lugar que eso ha de tener consecuencias que no se pueden olvidar o tener por no puestas.

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21.03.17

Un amigo de Lolo – Sobre la inmortalidad del alma

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

Sobre la inmortalidad del alma

“Dentro de cada hombre hay una potencia directora que gobierna todo su círculo personal. Es un algo íntimo y soberano que nunca muere, que chirría cuando es atropellado y que canta y lleva alegremente por las calles cuando es ennoblecido por un servicio honrado. Pasarán los siglos y las generaciones y estará fija en el tiempo la inmortalidad de nuestra alma.” (”Los gemelos de Cristo que muere inútil”de “Desde este lado de la tapia").

Nosotros, los hijos de Dios, formamos una unidad entre nuestro cuerpo y nuestra alma. Eso lo sabemos porque es una parte muy importante de nuestra fe católica. Sin embargo, a tal respecto, hay algo que muchas veces tenemos como cosa de poca importancia cuando, en realidad, es la más importantes de todas: el cuerpo muere, el alma… nunca.

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