InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Mayo 2016, 27

27.05.16

Serie “Esta es nuestra fe” – La conversión en cuerpos sobrenaturalizados

Hay textos de las Sagradas Escrituras que, por la causa o razón que sean, nos llegan bien dentro del corazón. Es decir, nosotros, que hemos escuchado y leído muchas veces los textos que Dios ha inspirado a determinados hijos suyos, nos sentimos atraídos por algunas palabras de las que obtenemos sustento para nuestra fe.

Algo así pasó, al que esto escribe, con un texto de la Epístola a los Filipenses. En concreto de los versículos que aquí traemos (Flp 3, 17-4,1)

“Hermanos, sed imitadores míos, y fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en nosotros. Porque muchos viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de  Cristo, cuyo final es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y cuya gloria está en su vergüenza, que no piensan más que en las cosas de la tierra.  Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas. Por tanto, hermanos míos queridos y añorados, mi gozo y mi corona, manteneos así firmes en el Señor, queridos.”

Alguien podrá decir que no se trata de una gran parábola (como, por ejemplo, la del hijo pródigo o de la del buen samaritano) y que tampoco contiene grandes cosas dichas por Jesucristo que puedan dar forma a una forma de creer. Sin embargo, en aquellas no muchas palabras, el apóstol de los gentiles (como se suele llamar a san Pablo) nos dice, de una manera sencilla pero directa, en qué debemos creer y, sobre todo, en qué debemos sustentar nuestra vida de fe.

Vamos a decir, por eso, si Dios quiere, unas cuantas semanas a escribir sobre este texto que, seguramente, ha sido muchas veces leído y escuchado por aquellos hermanos que puedan esto llevarse a los ojos y al corazón. Sin embargo, ¡cuántas veces escuchamos lo mismo y no nos dice nada!

Esto, así dicho, puede no significar nada para muchos hermanos en la fe pero, con franqueza lo digo, contiene mucho más de lo que puede parecer a primera vista.

Sea, pues, lo que Dios quiera al respecto del desarrollo de esto. Estamos, pues, en sus manos.

             

La conversión en cuerpos sobrenaturalizados

“El cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo”.

Lo que todo creyente católico anhela (y cualquier otro debiera anhelar) es gozar de las praderas del definitivo Reino de Dios. Es decir, y por ponerlo fácil de entender: estar en el Cielo.

Pero en el Cielo los cuerpos no pueden estar en las mismas condiciones como están en la tierra. Se ha producido la muerte, y por tanto, nada puede ser igual.

Antes de seguir, y porque esto es básico, debemos tener en cuenta esto:

“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar  donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros.’” (Jn 20, 19).

 

Ahora debemos fijarnos en las circunstancias de aquella aparición. Queremos decir que Jesús se apareció a los discípulos sin abrir las puertas. Y es que aquí nada se dice acerca de que alguien le abriese las puertas. No. El Hijo de Dios se presentó ante ellos y se puso en medio sin mediar auxilio alguno.

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